¿Adelante? Radicales

(Por Astor Vitali) La Unión Cívica Radical co-gobierna en la Argentina, en la provincia de Buenos Aires y en Bahía Blanca desde el 2015. Más, fue la herramienta electoral que facilitó el desarrollo territorial del partido de Macri (Pro) que formalmente podía ser equiparable, en estructura, a un partido vecinal.

El país es gobernado por una alianza electoral llamada Cambiemos de la que participa la tropa radical junto a Propuesta Republicana y la estructura de Elisa Carrió. Además, hasta el último período electoral participaron el Partido Demócrata Progresista, el Partido Conservador Popular y el partido FE.

A nivel nacional cuentan con 40 bancas en Diputados y 12 en Senado. Luis Miguel Etchevehere, Oscar Aguad, Gustavo Santos, Nicolás Dujovne, Rodrigo Pena, Adolfo Rubinstein, Carlos Vignolo son algunos funcionarios boina grises con lugares de poder.

El rapidísimo repaso evidencia que la participación radical en el gobierno de Macri existe. Es decir, son parte de este gobierno. Guste o no. Les guste o no. Las autoridades radicales avalaron en general las políticas económicas y las políticas del actual gobierno permaneciendo dentro de la coalición, no denunciando los hechos de corrupción empresarial y sobre todo haciendo la vista gorda a la dichosa institucionalidad republicana que, a esta altura, es sólo la cáscara de un programa basado en propagandas distantes de la realidad constatable.

Por otra parte, el caso de Córdoba, aquella a la que Macri agradeció con vehemencia por su aporte a la victoria amarilla, es notable. Ya no hay Cambiemos en los términos en que se fundó. El partido presidencial no da lugar a la posibilidad de desarrollar internas doblando así la voluntad radical hasta que quebrar la alianza de gobierno.

Juez se fue de Cambiemos y Negri va con sello propio. Sacarán del cofre del limbo jurídico la histórica lista 3.

Tienen razón los afiliados y las afiliadas radicales en sentirse utilizados. Una vez que su aparato garantizó la territorialidad para la competencia electoral de 2015, se quejan de que no son consultados acerca de las propuestas de gobierno sino informados de las decisiones ya tomadas.

Pero al coctel putrefacto del oportunismo en el que la UCR tiene acciones –que pagan PyMES, trabajadores, niños, niñas, etc.-, se suma el elemento del odio de clase de un sector anti popular que sabe que no llega a fin de mes, que es plenamente consciente de que un nuevo mandato de Macri no le permitirá finalizar la primera quincena y sin embargo es capaz de seguir metiendo el brazo hasta el fondo en la picadora de carne neoliberal antes de votar una propuesta electoral a la que considere populista.

Odiadores de clase, muchos desclazados (porque no ganan para cagar tan alto) se auto perciben héroes cívicos, introduciendo en la urna la filosa boleta que cortará con sus políticas de guadaña toda inversión social y favorecerá la concentración de la riqueza. Escupen para arriba y su orgullo es su seguro de sepelio.

Todos los dirigentes que avalaron la gestión C son ya más amarillos que rojos. Son parte de este gobierno y no merecen la consideración política general ni el beneficio de la duda expectante en que tendrían interés alguno en la suerte de su pueblo. Pero, como dije antes, los afiliados y las afiliadas radicales tienen derecho a sentir el manoseo de su estructura partidaria. Será en todo caso la capacidad de las bases radicales la que determinará si la UCR pasa al olvido como garante del ajuste macrista y delaruista, si prima su marcada alergia a lo popular o si es capaz de pujar con política activa contra los dirigentes que han tirado por la borda cualquier vestigio positivo de la herencia democrática de Além o de Alfonsín.

Ante la Historia y ante el futuro inmediato también, las posibilidades de los afiliados y de las afiliadas radicales son posicionarse “adelante” de sus dirigentes disputando políticas razonables o seguir ubicados detrás de los ajustadores.