(Por Astor Vitali) En un artículo titulado “Día de la Memoria: la mirada del director de ´La Nueva.´ de cara al 24 de marzo”, el titular del medio, Gustavo Elías, quien pocos días atrás acababa de censurar la edición impresa del periódico que dirige, afirma que en su empresa “no existe el menor espacio para la oscura intención de fomentar el arrebato de las libertades democráticas”.

Un analista debe agradecer cuando la sustancia de lo declarado contrasta en franca contradicción con lo que todo el público puede constatar a simple vista.  

Sin embargo, el artículo debe analizarse en un doble sentido: en su contenido literal y, en perspectiva ampliada, en razón de que quien lo escribe ocupa hoy un lugar de poder central en el entramado de conducción actual.

Elías hace un recorrido por su biografía y sus deseos de “dar trabajo”, vicio del discurso de quienes nos explotan. Dice que para el desarrollo de una dinámica empresarial -para él saludable- “sea posible es fundamental la existencia de un Estado que también funcione armónicamente. Y para que eso ocurre (sic) tiene que existir sobre la base de un sistema. Creo sinceramente que la democracia es el mejor de los sistemas para garantizar esas metas”.

Para este sector empresarial, los gobiernos de las características actuales (lo que ellos consideran “el estado”), formales, apenas representativos, vaciados de participación real –es decir, poco democráticos- y lleno de influencias de pocos poderosos, los recursos públicos son fundamentales para garantizar sus negocios y sus privilegios. Pagar un impuesto extraordinario no alcanza para reparar una política de precarización laboral sistemática, esquemas de desigualdad consolidados y gambetas impositivas. Los ricos se quejan de los “choriplaneros” pero, si tuvieran que confesar qué tan buenos empresarios son y cuánto arriesgan (ojalá algún día se publique cuánto se debe a los supuestos riesgos –que nunca corren- y cuánto a los salvatajes estatales), terminaríamos por descubrir que ellos son los verdaderos choricontratistas.

En un guiño que caracteriza con claridad los cambios culturales de la dirigencia actual respecto de la anterior, Elías sostiene que alguna vez le “dijeron que un empresario no sabe de historia justamente porque está ocupado construyéndola”. A un empresario lo definiría el “hacer cosas y al mismo tiempo propiciar que los demás las hagan”. Diana Julio y Vicente Massot hacían y sabían.

Luego de una serie de ambigüedades sobre “a quienes los avatares de nuestro recorrido como Nación les han provocado un enorme sufrimiento” Elías dice que su “sueño presente es que el diario de la ciudad y la región sea el noble territorio de discusión para definir un modelo de progreso”. Esto se haría sobre un sistema de valores morales y espirituales” a su vez con “el carácter decisivo de resolver lo material y generar el sustento que nos permita vivir dignamente en el marco de aquellos valores”.

Sin más, recupera la idea del paladín contra “el narcotráfico, el crimen organizado y cualquier otra actividad ilícita que le robe el futuro a nuestros hijos”. ¿Qué decir de los crímenes financieros? ¿Cabe señalarlos? ¿No es una de las principales causas del estado actual de las cosas? El encierro de perejiles no puede ser el fundamento de la construcción de un relato épico. Agrego, por sumar al debate sobre el progreso que nos propone nuestro pro hombre.

Luego del intento de despegue del pasado, la idea de pertenecer al firmamento local no le permite deshacerse del pegamento y aparece llanamente la reivindicación de ese pasado: “´La Nueva Provincia´ fue un verdadero pilar del desarrollo en esta región. La voluntad de su fundador y sus continuadores era apuntalar el progreso junto a su comunidad”. ¿Cómo? ¿Pero cómo?

Para Elías, “la decisión de aquellos que apoyaron y fueron funcionales desde las páginas del diario a la dictadura militar que tomó el poder entre 1976 y 1983 cometieron un enorme error histórico y un fallo moral de una gravedad mayúscula”. La memoria del pueblo puede responder esto desde su voz histórica y sus cantos en la calle: “no hubo errores”.

No se puede condenar a La Nueva Provincia, parte integrante y actor fundamental del genocidio en el sur de Argentina y a su vez reivindicarla como actor social: por ser un actor social hegemónico tuvo ese rol central en la dictadura. No se puede separar. En el fondo, para este empresariado que busca el lifting social, los efectores del genocidio apenas incurrieron en un error. No acompañaron, fueron parte necesaria y llevaron a cabo el proyecto, junto a otros actores civiles, clericales y militares.  

Saliendo ahora del contenido del artículo, desde que, en noviembre del año pasado, Elías asumió como presidente de la Unión Industrial de Bahía Blanca (fungió como vicepresidente durante tres mandatos anteriores) éste comenzó una nueva etapa de su aventura política. Hubo el comienzo de una búsqueda de cambio de imagen. Hasta entonces, el referente empresarial se mostraba reticente a aparecer mediáticamente. Se le conocían pocas entrevistas en las que, fiel a la filosofía del empresariado contemporáneo, marca gestualmente a su entrevistado qué sí y qué no. Además de elegir personas bajo su influencia como interlocutores.

En los últimos meses, en cambio, ha comenzado a ser protagonista de puestas en escena criollas que buscan posicionarlo como un hombre de diálogo y consensos hacia la ciudadanía -con su aparato mediático de confección victoriana, en pleno siglo XXI. Por ejemplo, la misma noche en que asumió su cargo, pasó por el programa de televisión La Brújula TV, ansioso y vehemente. La construcción de la idea del paladín del progreso, es decir, del modelo económico hegemónico, no podía esperar.

En esa línea de construcción de relato, resulta inolvidable cómo, en diciembre del año pasado, parte de la dirigencia cegetista local lo recibió en su casa, cobijando también al intendente, el jefe de la oposición y rectores de universidades públicas para rubricar nuevamente la fórmula de la dirigencia local: el anuncio del anuncio de lo que será anunciado en donde nada concreto puede constatarse. A uno le dio un poco de cosa que la central obrera bese el anillo de quien, pocos meses atrás, despidió ¡nada menos que un primero de mayo! a todos los obreros gráficos del matutino. “La memoria pincha hasta sangrar”, dice la canción. Hay a quienes la amnesia les sienta bien.

Curiosamente, la dirigencia política no habla públicamente de este empresario, aunque debe ser el referente de la pseudo burguesía local más nombrado en mesas de café y encuentros informales: el miedo no es gratuito y cala más profundo que los intentos de la tecno ciencia contemporáneos, como los chips subcutáneos. “Cada cual tiene un trip en el bocho”, y en la ciudad de Bahía Blanca el miedo a La Nueva, se reconozca o no, es algo que atraviesa a la dirigencia política. No es parte del pasado.

Claro que no es lo mismo y ninguna época histórica es comparable: no es el miedo a que la familia Massot te mande a reventar la casa o a que asesine a obreros gráficos: es el miedo a que no te llamen más, a que desaparezcas de la agenda publicada. Esto ya ocurrió con la oposición en el legislativo local, en un período en que la jefa política de ese espacio con casi la mitad de los votos no era publicada. ¿Y la democracia? ¿No requiere que se escuchen todas las voces? ¿No requiere al menos el gesto de su mímica?

Peor que el miedo, para las personas que se auto proponen dirigir a la sociedad, son el cholulismo y el oportunismo. Hay dirigentes que se mueren de ganas –incluso de izquierda- de salir en la foto (hoy en un vivo) con algún editorialista de La Nueva o de La Brújula. Lo curioso no es que se hable en/con los medios que representan y construyen el proyecto de poder económico, social y cultural local –con su correlato de pobreza estructural, desempleo, violencias, etc.-. Como cualquier dirigente sabe, es preciso hablar hacia todos los actores existentes. Lo curioso es que asiste allí a una suerte de ceremonia de aceptación social hegemónica (“yo también soy aceptado y salgo acá”) sin que los iniciados se animen a plantear ningún elemento crítico de fondo –solo la superficialidad de lo permitido- y sobre todo, sin decir una palabra de todo lo que se dice en los café y en los pasillos acerca de ese medio, del modelo de concentración, del proyecto economía política que representa Gustavo Elías y del propio Gustavo Elías como “empresario” y como articulador de las tramoyas del poder regional.  

Con Vicente Massot había un “de eso no se habla” porque la sola posibilidad de que este sujeto ejerciera poder contra un actor político causaba autocensura. Se hablaba en pasillos; se hablaba por lo bajo, que es peor que no hablar. Llevar al ámbito del susurro aquello que pertenece a la órbita de lo público le asigna una relevancia insoslayable.

De Gustavo Elías tampoco se habla públicamente. Tiene “el diario”. Todo el mundo habla entre pasillos y todo el mundo busca despegarse –entre pasillos-. Sin embargo, nadie quiere ejercer las críticas públicamente. De Elías, públicamente, no se habla.

Lo mismo ocurría, muy pocos años atrás, con la figura de Néstor Luis Montessanti. Por lo bajo, el mundillo liberal sugería que el referente de la carrera de derecho ya no les representaba pero si no fuera por la militancia que sostuvo la memoria y acción políticas y judiciales, hoy podría seguir transitando por los pasillos desmemoriados de la Universidad Nacional del Sur. No era imposible lograr que ya no ejerciera poder a través del miedo: había que hablar, hablar y hablar. Había que hacer de la memoria un hecho político sustancial. Gracias a la militancia –que hoy espera además una sentencia en el marco de los crímenes cometidos por la Triple A- sabemos que las cosas no tienen que ser como los poderosos nos plantean y que hay que descolonizarse el cuerpo y las ideas. No aceptamos su poder sobre nosotres.

¿Por qué no se puede con las figuras que en la actualidad detentan el poder local? No habrá democracia si el ámbito de lo público guarda espacios oscuros sobre los que todos los actores (o casi todos) ponen el cuerpo para mantener la sombra.

A 45 años del golpe, ha quedado claro el plan sistemático de terror. Pero ese plan sistemático tuvo un objetivo: el modelo económico y cultural que la democracia formal no dio por tierra. Esta Bahía Blanca con altísimos grados de exclusión no es el resultado de una fatalidad: es ni más ni menos que la configuración de las desigualdades que –con el modelo liberal de Martínez de Hoz como horizonte- fueron y son construidos políticamente desde el poder real.

Una economía que no piensa en su comunidad y que se construye en torno al proyecto de trasnacionales emplazadas en derredor del polo petroquímico es la herencia del proyecto económico liberal construido a través del genocidio.

La nota de opinión del dueño de La Nueva quiso bajarnos línea respecto de en qué se diferencia el pasquín de la actualidad con el pasquín de la marina. Pero ¿en qué se parecen? ¿Acaso en ser el órgano de prensa del poder económico y desplegar un proyecto culturar hegemónico para la ciudad? ¿Acaso en concentrar la información y utilizar el medio para imponer temas que juegan en la política y la economía local?

La Nueva y la Unión Industrial despliegan un proyecto político, económico y cultural heredero de aquel proyecto que el conjunto de las fuerzas democráticas repudiamos (o que se supone que repudiamos). ¿Por qué aceptamos el instrumento de ese proyecto? Como propone la niñez para entender su mundo siempre cabe repetir y repetir la pregunta: ¿por qué? ¿Por qué?

A veces, para conjurar el presente hace falta recurrir a la historia, abrir los ojos y ver que estamos rodeados de fantasmas que nos hablan y que nos guían. Digo: Rodolfo Walsh. Cabe decir, Rodolfo Walsh. Cabe señalar que la dignidad es una posibilidad para el aquí y para el ahora y que se puede construir ya un modelo social que nos quite el asco de encima, de los cuerpos y de los sentidos; esa costumbre de ejercer el poder en lugar de la conciencia.

Como síntesis, algunas preguntas que todes podemos ensayar, buscándonos. ¿Cómo describiríamos hoy lo que ocurre en la ciudad, si tuviéramos que escribirle una carta a Rodolfo? ¿Con cuántos horrores convivimos? ¿Quiénes son responsables? ¿Qué hacemos para cambiarlo?

Seguramente las respuestas no estarán publicadas en La Nueva.

Foto: Agencia Paco Urondo

(Por Astor Vitali) Salgo a caminar para reconocer este tiempo y esta tierra luego de un año de aislamiento y distanciamiento. Uno cubre periodísticamente aquello a lo que se denomina “la realidad” desde el estudio de radio y habla con les protagonistas y va tomando nota. Pero pisar el suelo es convertir el cuerpo en un sensor infalible de la metamorfosis urbana. A esta altura del año, puedo decir, sin dudar ni regodearme en un gran descubrimiento, que sí, que están avanzando ilimitadamente; es como Casa tomada de Cortázar pero ahora es la ciudad la que se ve amenazada por un inmenso monstruo que domina todo (hasta la cultura): así que sí, está en riesgo la propiedad comunitaria.

Durante todo el año sufrimos sistemáticamente la contaminación sonora, a modo de mantras elaborados por las usinas de los monjes negros del capitalismo argentino, que rezaban: “está en riesgo la propiedad privada”. Se trata de una constatación más de la victoria de la opinión sobre el pensamiento. No importaba mucho –o nada- de qué se discutía ni en base a qué datos ni si en efecto lo que ocurría era todo lo contrario. Lo fáctico es un detalle innecesario para la militancia de la tontera. El existencialismo está en oferta y los vacíos de la mentalidad media contemporánea se llenan de colesterol argumentativo. “Está en riesgo la propiedad privada”, repetían.

Volviendo a la caminata, en un momento me encuento ingresando al Parque de Mayo por el camino que se origina en el Paseo de las Esculturas. Veo un bebedero muy pro, tuneado por la firma de la farmacia Lipstein: les aseguro que me estremeció. Otra vez el sector privado en medio de lo público. Y digo otra vez porque este fue un año signado por ese debate, un tanto sordo.

Algunas realidades constatables. El gobierno de Juntos por el Cambio sub ejecutó el presupuesto municipal en áreas sensibles como acción social y cultura. En Salud –en medio de la pandemia- no invirtió todo lo que podría y de hecho mantuvo a les profesionales en carácter de voluntaries, por ejemplo, en el sistema del 147. Es decir: achicaron lo público. No se puede decir que el estado “no logró” llegar a la comunidad sino que es perfectamente adecuado decir que el gobierno decidió no ejecutar fondos disponibles en medio de la desesperación.

Mientras tanto, el mismo gobierno impuso, a través del sistema de medios oficiales, algunos temas para favorecer al sector privado. Decimos sistema de medios oficiales porque se gastaron mucho más millones de pesos en dicho esquema que en la propia emergencia sanitaria. Son datos constatables. Entonces, a través de ese sistema de medio traficaron temas que no estaban en la agenda social. Por ejemplo, y uno muy importante en términos de recursos económicos, la privatización del sistema de recolección. Nuevamente, los amigos en el gobierno para hacer negocios. Los verdaderos chori-contratistas que reciben del estado y que nunca arriesgan con las reglas del liberalismo serio. Son ellos los que viven del estado.

Luego, en medio de la pandemia, Gay expulsó a organizaciones, que trabajan con lo social y lo cultural, del mercado municipal Eugenio Martínez para hacer un polo gastronómico e insiste con la destrucción de la Plaza del Sol/De la Resistencia y la Memoria/Lavalle para dar paso al capricho de la cochera subterránea que promueve un privado. Nuevamente, utilizando el estado en favor de intereses privados, no sociales.

El gobierno de Héctor Gay tiene como estandarte la bandera de la co gestión público privada (otro mantra). Sin embargo, no se trata de eso ni siquiera: se trata de la utilización de lo público para  rédito de unos pocos pseudo empresarios. Que es otra cosa. Todo esto al mismo tiempo que sub ejecutan las áreas más sensibles. ¡No se puede no ligar la subejecución de presupuesto en medio de la pandemia, con veinte mil nuevos pobres, con esta política de beneficiar al sector privado! ¡No se puede no ligar! Lo más raro del equilibrio democrático es que no siempre desde las oposiciones hay un criterio que se diferencie de manera tajante respecto de esta idea constatablemente antipopular de beneficio de lo privado a través de lo público. Nunca ganó la población con ello. Los efectos concretos de la aplicación del mantra “público privado” siempre redundan en beneficio para las empresas -invirtiendo nada, en términos relativos- y ganando en materia de publicidad y legitimación social. Lo que dejan socialmente siempre es pasajero y está pensado al revés: no desde la comunidad y desde sus necesidades sino desde los objetivos de “responsabilidad social empresaria” (el más chistoso de los mantras) y en el marco de una visión de acumulación económica. La publicidad sigue siendo un arte de la expansión capitalista.  

Pero el problema de mayor profundidad que subyace en el anverso de la fiesta de la hegemonía de liberalismo mentiroso no la encontramos en las acciones concretas del gobierno de Juntos por el Cambio ni en los elementos señalados: polo gastronómico, piquetes empresariales que nos van cerrando las calles, etc. El problema de fondo es la profunda colonización mental.

Han pasado las fiestas. Las fiestas en medio de la pandemia, con algún grado de relajación por parte de la población y campañas de concientización insuficientes por parte de todos los estamentos del estado. La recomendación era estar al aire libre.

¿Vos te acordás las fiestas con tus abuelos, con tus abuelas, en los barrios, en los clubes, en los pueblos, con los banderines, las lucecitas y las mesas en la calle? ¿Por qué es que en medio de esta situación tan particular no se nos ocurrió, como población, que el espacio comunitario es nuestro y no privado? ¿Por qué terminamos, con un clima apacible al aire libre, en muchas casas que no tienen patio amontonades adentro con la puerta abierta, cagándose de calor? ¿Por qué no la mesa en la calle y el distanciamiento? ¿Por qué no la navidad en el espacio comunitario, en el espacio público? Habría sido, por cierto, una actitud cristiana.

A esa altura del año, de la pandemia y de las políticas aplicadas a nivel municipal; del coro desafinado que ha gritado durante el año “está en juego la propiedad privada” y otras yerbas, a uno no le preocupa tanto la tontera de esas opiniones impuestas por el sistema de medios oficial, que no revisten carácter de pensamiento, sino más bien la colonización cultural manijeada. Preocupa la batalla ideológica de fondo. ¿Por qué no se no nos ocurrió estar afuera, en la calle, en el espacio comunitario? ¿Y por qué terminamos por aceptar cada vez más contaminación visual, cada vez más propaganda empresarial que no pone y no puso un mango en medio de la pandemia –queda el debate por la tasa especial-, por qué vamos aceptando todo esto y decimos “está en juego la propiedad privada” cuando en la actualidad no hay nada más ratificado que los intereses privados a través del usufructo del estado.

¡No! Si hay algo que no está en juego –lamentablemente, muy a nuestro pesar (teléfono para la AFI)- es la propiedad privada. Pero lamentablemente está en jaque la propiedad comunitaria –y dependerá de nuestra inteligencia para organizarnos que no se trate de jaque mate.

(Por Astor Vitali) Me va ganando la sensación, cada día con mayor intensidad, de que no tengo la menor idea de qué hablamos en términos sociales. ¿De qué hablamos? ¿Qué temas interesan? ¿Qué cosas resuelven los temas que discutimos a diario? Si uno abre los principales portales informativos a nivel país y hace el ejercicio de vincular esos temas con lo que ocurre –no es su vida individual, lo cual no tendría un carácter político, sino en su vida individual inmersa en un todo social-, muy pocas veces va a encontrar coincidencia entre esos titulares, esas grandes discusiones que ocupan horas de panelistas y panelistas –especialistas en nada- en temas que se supone que son los que “a la gente le interesa”.

Empezó a cotizar el agua en el mercado de valores. Es una noticia que se compara con las cotizaciones de los granos de alimentos en mercado allá por la década del noventa. Dato histórico a partir del cual se puede leer la modificación de todo el sistema alimentario del mundo. Argentina abrió las puertas a Monsanto y otros y, a partir de allí, el “granero del mundo” comenzó a producir forraje para animales chinos. Commodities.

Aquello que hizo que pequeños campesinos en todo el mundo tuvieran que, progresivamente, ir vendiendo sus pequeñas parcelas de tierras para luego pagar una renta, pagar por la patente de la semilla y pagar por el agrotóxico, para después ser desplazados por una máquina porque, claro, no resultaban competitivos contra el sembrado directo y su modelo.

Una noticia, entonces: “los granos cotizan en el mercado de valores”. Eran los noventa. El hecho generó una cantidad de cambios estructurales que hicieron que nuestra vida hoy, en términos alimentarios, y por ende términos de salud generales, sea tan miserable como lo es. Andamos esquivando derivados de agrotóxicos para comer un tomate que más o menos se parezca un tomate.

Bueno: ¡es el agua lo que ahora ha empezado a cotizar! A partir de esta noticia, mirar los portales de los diarios en la actualidad genera un contraste pocas veces expresado de manera tan clara. Y así, como uno se va, a esta altura de diciembre, de alguna manera metiendo en una serie de balances, hoy inauguramos uno general para luego realizar otros particulares. ¿De qué hemos discutido durante 2020? De la pandemia, claramente. Afecta a todo el mundo. Pero ¿cuáles han sido los temas centrales que nos ocuparon y cuánto esos esos tienen los temas tienen que ver con nuestra vida diaria en la comunidad?

Para pasarlo a un plano más asequible: ¿cuáles fueron las diez principales discusiones en el Concejo Deliberante, por ejemplo, que hayan mejorado la calidad de vida de la población en la ciudad? ¿Cuál cuestión estructural? Ahora están, desde el oficialismo, empujados por iniciativas de privados para intervenir los espacios públicos en favor de sus arcas, como la Plaza del Sol/Lavalle/De la Resistencia y la Memoria. ¿Para qué los ámbitos de representación política si no van a expresar lo que se discute por abajo, en la calle? ¿Para qué?

Daría la sensación de que, para contactar con algo que tenga ver con los intereses de la comunidad en un debate público, hay que sacarse de encima una cantidad de ruidos, de ruidos estridentes, que nos chillan todo el tiempo. Como si fuera poco que los portales de los medios -lo que se llama la opinión publicada- nos hablen de cosas que vaya a saber a quién le interesa y sobre todo bajo qué interés están operando esos medios -por cierto el intendente ya recibió a las autoridades de la Unión Industrial encabezadas por el dueño de La Nueva Provincia, Gustavo Elías, entre otras cosas-  ocurre que después tenemos el universo de los memes, Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp y, si uno hiciera la cuenta de cuánto tiempo ocupa en pensar qué cosas, podría sorprenderse de cómo cada día estamos un poco más cerca de la estupidez y un poco más lejos de la inteligencia.

¿Cuáles son los temas que discutimos en medio de tanto ruido? Estos últimos días del año intentaremos cambiar el aire, trataremos de separar el ruido de lo que suena por sustancia y, entonces, buscaremos algunos debates que puedan servirnos socialmente para algo.

Porque hay mucho, mucho ruido. Mucho ruido. Tanto ruido que, por ejemplo, mucha gente pensó en este país en el año 2020 que estaba en discusión la propiedad privada.

Tanto ruido que ahí andan el clero, autoridades de la iglesia católica, pidiéndoles a diputados y a diputadas que piensen “lo que significa la vida”. Tanto ruido que lo dicen bajo el mismo techo en que se apañó la picana y la muerte. Y tanto ruido que se le da difusión a lo que dice un funcionario de una iglesia de otro estado (Vaticano) en lugar de tomar una discusión de salud pública.

Tanto ruido que las fuerzas de inseguridad desaparecen un pibe -muches pibes-, y sin embargo nos ponemos a hablar de si usaba la gorra así o de otra forma o si la medre esto o lo otro, o si los abogados esto o aquello, en lugar de hablar de una práctica de la bonaerense y sobre todo el encubrimiento de algunos medios de comunicación que han perdido la brújula y que nada tienen de nuevos. Fueron haciendo mucho, mucho ruido.

Ruido, ruido, ruido. Por ejemplo, en el concejo deliberante cuándo quién sabe por qué a partir del capricho de un empresario estamos discutiendo hace un mes y medio si cabe destruir la Plaza del Sol en lugar de por ejemplo legislar en torno a la falta de tierras para miles de familias en la ciudad. Ruido de comisiones que están para que nada ocurra. El concejo está lleno, lleno de ruido.

Donde hay mucho, mucho ruido es en la oficina del intendente Héctor Gay. Un intendente implacable en el ejercicio de su política absolutamente clasista al servicio de muy pocos intereses y muy hostil con la mayor parte de la ciudadanía. Ha sido muy evidente en este 2020 cómo se dejó en total desamparo, incluso a sectores que deberían fungir como aliados como el comercio, como si no hubiera recursos en las arcas públicas municipales.

Como me voy sacando los ruidos, uno de los mayores ruidos que me parece que habría que sacarse de encima es el propio ruido. Porque los concejalas y las concejalas están en sus bancas porque han sido votadas y votadas. Porque Héctor Gay está en su segundo mandato, después de todas y cada una de las cositas que hizo durante el primero, que daban cuenta exactamente de su proyecto político, de su figura como dirigente clasista –para las clases ricas- y sin embargo, está allí por voto popular.

Hay mucho, mucho ruido ideológico que hace que la democracia no esté sonando.

(Por Astor Vitali) Desde el miércoles pasado un sector de trabajadores y trabajadoras de la federación aceitera está llevando adelante un paro de actividades. Algunos se preguntan: ¿cómo van a parar tantos días? Ocurre que una buena parte del movimiento obrero argentino ha cedido terreno en la cuestión cultural: hacernos creer que un sector de trabajadores y de trabajadoras que están organizados atenta contra la economía cuando en rigor es el resultado de las políticas de las empresas aquello que hace que la economía se vea afectada. Sobre todo en materia de caída salarial.

La Federación Aceitera está vinculada a un sector que no podría excusarse en que le viene yendo mal. Todo lo contario, hay empresas como AGB, las grandes industrias portuarias como Dreyfus, Cargill o Bunge. Ayer fueron convocadas las partes por el gobierno.

Es salario que están reclamando se ubica entre 82 mil y 92 mil pesos. El análisis que realizan desde el sector se hace en base a los datos publicados por el INDEC. Esta federación no naturalizó que ser trabajador o trabajadora implica ganar por debajo de lo que cualquier persona debería recibir para llevar adelante una vida donde sus necesidades estén cubiertas. Aquí hay una gran diferencia con otros sectores del movimiento obrero que han, no solamente aceptado distintas caídas del salario, en muchos casos por debajo de los límites de canasta familiar y de pobreza, sino habiendo aceptado otros elementos de fondo como las condiciones de trabajo.

¿Por qué naturalizamos que una persona debe trabajar todo el día sino que debe contar con uno o más trabajos para tener, no una vida holgada, sino apenas para su subsistencia? Sabemos que el costo de vida no está cubierto por nuestros salarios, al menos no para un nivel de vida digno.

Este sector está planteado no ceder ante los intereses patronales y utilizar la herramienta que tiene la clase trabajadora, sobre todo en sectores de la industria con mayores niveles de organización y por ende mayor capacidad de incidir en los debates y en las acciones.

No incide en gran medida el costo laboral en la facturación de estas empresas. Si alguien piensa seriamente que para esas firmas que exportan y acumulan en dólares el problema es un salario un poquito más alto no está dimensionando la magnitud de la cosa.

Hay otra pelea atrás que tiene que ver con que las empresas no están dispuestas a legitimar como patronal la capacidad de lucha de un sector organizado, como este caso, que siempre con la constitución en la mano lleva adelante negociaciones salariales que no aceptan que se registren a la pérdida.

Hay también otros elementos que se ven en estos momentos de lucha de otros sectores de trabajadores y de trabajadoras, que en lugar de notar que estas luchas les son beneficiosas para mejorar su propia condición laboral hacen lo contrario: se quejan porque “ganan mucho” (nadie sabe muy bien cuánto es mucho) o porque “yo tengo que trabajar todo el día, gano dos mangos y no paro porque si paro me reemplaza otro”. Aquí aparece una perfecta incomprensión, una expresión del analfabetismo político que hace que la persona se posicione en el lugar de patronal cuando debería posicionarse en el lugar de “uno mismo en otro cuero”, como decía Yupanqui, es decir otro trabajador de otro sector, pero trabajador al fin. Su condición de clase les debería unificar.

Similar circunstancia se da cuando hay pelea gremial en el ámbito de la educación y se habla de privilegios de la docencia que no son tales. Pasó, paradójicamente, con les trabajadores de la salud, a quienes durante un período se les aplaudía a las 21 y luego se les aplicó una suerte de extorción moral a la hora de reclamar salario: ustedes no pueden parar porque atienden la salud.

La lucha por el salario es también una de las principales facetas de la lucha por la distribución de la riqueza. El Estado argentino, ni siquiera en el mejor de los momentos de su expresión más progresista, no ha jugado firmemente en un rol de levantar el salario de manera significativa –pero en serio, en una disputa por la riqueza que podría registrarse económicamente afectando algún interés de empresas con capacidad de pago-. Tampoco se hizo demasiado presente en cuanto a la progresiva aunque muy veloz destrucción de las condiciones de trabajo en innumerables sectores de nuestra sociedad.

Cuando alguien dice “yo lo que quiero es trabajar” tal vez lo que esté diciendo es “yo lo que quiero es tener un ingreso”. ¿Qué significa trabajar? Si el trabajo significa estar veinticuatro horas por siete días a disposición de unas patronales que no sólo no me reconocen lo que deberían –incluso legalmente- ni tampoco condiciones de trabajo entonces no nos entendemos. A mí me da vergüenza ver cuando uno hace una compra online, que venga un pibito o una pibita en su bicicleta, sin ningún tipo de reconocimiento legal, por una propina, con el cartelito de Glovo o de Pedidos Ya. Me de vergüenza por el tipo de sociedad que hemos construido que expone a los pibes y a las pibas a una idea de que trabajo significa ese nivel se sobreexplotación que no garantiza las mínimas condiciones de seguridad ni las posibilidades de vivir dignamente.

Un trabajo no es algo que te da un recurso determinado para que puedas alquilar pero junto a tu primo, tu tío, tus viejos y solo comprar una partecita de la yerba y una partecita del morfi, una partecita del techo. Un trabajo es aquello que debería garantizarle a un ser humano en carácter individual acceder a vivienda, alimentación, indumentaria y todo tipo de servicio que garantice sus derechos humanos básicos.

Esto no ocurre en la actualidad y se ve de manera muy expuesta. Lo vamos aceptando como sociedad de una manera muy vergonzosa y vergonzante.

Lo que se está dando en la pelea aceitera tiene que ver con esa discusión de fondo: condiciones de trabajo y salario digno y nada tiene que ver con la imposibilidad de un conjunto de empresas que no pueda pagar.

Hay que volver a definir qué es trabajo. Pero no por contexto sino por lo que es justo y necesario. Por contexto podemos compararnos con situaciones esclavistas que se viven, no en África, sino en el conurbano bonaerense y en otras ciudades del interior.

Defender la idea de la continuidad del trabajo a rajatabla porque si no el país se para es una idea patronal, de las grandes empresas, no debería ser recogida por un gobierno que se autodenomine progresista y por supuesto no tiene que ver con los intereses de ningún trabajador ni de ninguna trabajadora.

Dice José Elías Mequierenexpropiar, nuestro columnista de los martes, nuestro oyente crítico, que siempre tiene que seguir “la rueda de la vida”. Creemos que no. Para poder defender al conjunto de quienes trabajan –la mayor parte de la población- y sus condiciones de vida, para poder volver a pensar en que se pueda trabajar ocho o seis horas y con ello sustentar una vida plena hacen falta peleas como la que está haciendo la federación aceitera.

Ciertamente, no todo tiene que seguir. No da lo mismo que todo siga igual.

(Por Astor Vitali) El carácter circular de la política –y también de la política local- poner por estas fechas en las portadas de los medios de comunicación una cantidad de titulares que refieren a la falta de agua en la ciudad. Quejas de vecines. Promesas incumplidas de dirigentes políticas. El mal teatro de las campañas y la defraudación del público que mira como espectador, minutos después de pagar la entrada en las urnas.

El reclamo vecinal se renueva porque los problemas de fondo no se resuelven. Para peor, la densidad poblacional aumenta y la planificación urbanística no sólo es nula sino que está vinculada a las necesidades del mercado inmobiliario. No es nula sino más bien a demanda del mejor portador. Es decir, no de las necesidades habitacionales. Nuevamente, lo público por sobre sobre lo privado: marca de época.

Cada vez que un gobierno habla de que se trata de un problema estructural, soslaya de que ese gobierno es parte de la estructura que podría solucionar las cuestiones de fondo.

Héctor Gay, como otros intendentes, prometió solucionar el problema al comienzo de su gestión. Está cumpliendo el primer año de su primer año correspondiente a su segunda gestión.

En general pasa lo que siempre pasa. Un grupo de vecinos y de vecinas se organiza. Reclaman. Alguna discusión altisonante. Reclamos aquí y allá. Algún funcionario de ABSA pone la cara. La dirigencia política dice “qué barbaridad”. La tensión sube y baja según cómo avancen las negociaciones. Pero finalmente no pasa nada.

Se dan respuestas que no son respuestas. La respuesta al reclamo por falta de agua es que haya agua.

Fernando Compagnoni, presidente del Concejo Deliberante (Honorable, él), anunció, luego del reclamo popular que se abrirá un “canal de comunicación para vehiculizar reclamos”. El edil “mantuvo una reunión en la Secretaría de Gobierno del Municipio con la directora de la O.M.I.C. (Oficina Municipal de Información al Consumidor), Mercedes Patiño, a los efectos de comenzar acciones inmediatas ante esta situación, como por ejemplo establecer un canal de comunicación eficaz para vehiculizar los distintos reclamos ante la empresa prestataria”, informó el parte de prensa del concejo.

“Dado que los vecinos manifiestan no tener un canal para llevar sus quejas y sus reclamos ante la empresa prestataria del servicio, A.B.S.A. (Aguas Bonaerenses Sociedad Anónima) nosotros vamos a poner unas alternativas de comunicación de ellos para con nosotros así podemos hacer de intermediarios”, explicó el titular del cuerpo deliberativo.

“Especificó seguidamente que, y en consenso con todos los concejales, se activará una casilla de mail exclusiva para esta clase de reclamos, como así también, y desde el Departamento Jurídico de la O.M.I.C., se estudiarán todas las variables para llevar adelante medidas, tanto administrativas como judiciales que permitan, no solamente solicitar el amparo de un rápido restablecimiento del servicio del agua; sino que se analice la posibilidad de solicitar la exención del cobro de las facturas del período que no se haya prestado el servicio y la reparación de todos los daños ocasionados”.

En otras palabras, la respuesta del sistema de representación ante la falta de agua en distintos barrios es una casilla de correo electrónico para enviar quejas.

Nuevamente, la respuesta ante el reclamo por falta de agua es que haya agua. Claramente las soluciones estructurales no son mágicas, por lo cual, las respuestas que debería dar un gobierno a un problema que tiene artistas distintas desde lo humano, desde la dignidad, desde lo sanitario, deberían ser dos. La primera: ponemos en este momento todos los dispositivos provisorios para garantizar que llegue agua. La financiación de ello no es un problema de los vecinos ni de las vecinas puesto que vienen pagando su factura. Si las empresas no invierten, no es problema de la comunidad. Y, en segundo término, anunciar e implementar de inmediato un plan de inversiones para solucionar el problema estructural. Pero no anuncios de anuncios de anuncios de algo que van a anuncias: de eso vivimos hace años.

Todo lo demás es parte del manual de las escusas y del forreo a la comunidad. Es probable que esto quede como objeto de estudio de la no representación política.

¿Y qué hacemo’? Una casilla de correo no es una respuesta política a la angustia comunitaria por falta de agua.

Ilustración: María Florencia Laiuppa

(Por Astor Vitali) Santiago O´Donnel escribió el libro Hermano, básicamente ordenando diecisiete horas de entrevista con Mariano Macri, algunos libros escritos sobre Mauricio Macri y los de su padre Franco. Queda asentado el carácter de runfla del ex presidente, a través de un testimonio directo de alguien que –a no perder de vista- es parte del Grupo Macri. Es revelar desde adentro un entramado de negociosos y truchadas donde siempre pierde lo público. Nuevamente, revelado desde adentro.  

Según el autor, el menor de los varones Macri decidió publicar su testimonio por tres motivaciones: “Por salud mental” ya que “lleva trece años de enfrentamientos con Mauricio en reclamo de que le pague el precio justo por su parte del paquete accionario”. En segundo término, “para romper el mito de que su padre, el legendario empresario Franco Macri, era un mafioso menemista que vivió toda su vida de aprietes y negociados con el Estado” ya que “Mariano está convencido de que esta es una historia inventada por Mauricio y por quienes lo asesoran en marketing político”. En tercer lugar, “Mariano siente que el mismo abuso y maltrato que él recibió de Mauricio a nivel familiar el pueblo argentino lo sufrió a nivel político. La misma desilusión, la misma estafa”.

Encontrándose Mariano Macri en litigio por recuperar parte de su fortuna, la que le corresponde como integrante del grupo empresario, es imposible soslayar que el libro es también una herramienta de presión social para limitar el esquema de impunidad con el que se ha manejado Mauricio Macri hasta el momento, en el marco de esa disputa.

El libro está dividido en tres partes: Franco, Mauricio y Mariano. En cada una de ellas se van narrando los chanchullos del grupo familiar y el traspaso de la hegemonía de Franco hacia Mauricio, quien la fue imponiendo a través de mecanismos de extorsión, excluyendo progresivamente a quienes integran la familia de la toma de decisiones.

Quien lee esta publicación -que recomendamos leer de corrido para no perder dimensión de las monstruosidades allí explícitas-, encontrará mayormente un mundo que es ajeno a la mayoría de la población: casas de innumerables cantidad de ambientes, firmas y sub firmas, holdings y subholdigns, negocios realizados a través de bancos estatales y con estados –donde pierde siempre lo público, nuevamente-, cuentas offshore de millones de dólares, extorciones familiares y manipulación de terceros, testaferros, en definitiva, un entramado mafioso para sostener fortunas que se consiguieron a través del verso del “trabajo” y el esfuerzo del “sueño americano” cuando en rigor son fruto de la trampa y el robo a lo público, utilizando las estructuras estatales para hacer negocios privados. Las mismas estructuras del estado del que estas gentes se espantan cuando sirven como herramientas públicas para asistir a los sectores de menos ingresos. No tienen cara.

Es un mundo ajeno de un uno por ciento. Es un mundo de tránsfugas que roban a lo grande, estafan a dimensiones colosales, y por otro lado, luego descalifican al resto de la sociedad dándose aires de superioridad moral. Son los que después dicen: “estos no quieren trabajar”. Internarse en el libro desde esta perspectiva nos permite pensar muchos de los debates que se están dando por estos días en la Argentina.

El desprecio de clase expresado en la declaración de los rugbiers, ese auto convencimiento que profesan de que son superiores al resto, no tiene que ver con el deporte –no hay nada malo en sí mismo en ninguna cosa- sino con la composición de clase de quienes llegan a determinado estatus. Ese nivel de violencia que llevan dentro no es otra cosa que la formación que recibieron y que ahora reproducen. Están seguros, seguras de que lo que tienen lo tienen porque son mejor que el resto y de que son portadores de esa moral superior, que tienen derecho a decirle al resto cómo vivir; incluso que tienen derecho sobre el cuerpo de –como ellos les llaman- sus mucamas, sus trabajadores.

En lugar de ver la desigualdad social existente y que ellos requieren del trabajo de un pequeño ejército para sostener su estatus –porque de agacharse a lavar el piso ni hablar- se auto convencen de que “dan trabajo” y de que además dan el ejemplo. La autopercepción de superioridad moral que dio fundamento al nacismo, al fascismo y todas las filosofías reaccionarias cuyas doctrinas políticas y aplicación concreta en el devenir histórico tuvo saldos catastróficos para la humanidad.

Cuando salió el libro de Santiago O´Donnell, que es más bien una herramienta de pluma periodística para ordenar el testimonio de Mariano Macri, algunas personas sospechaban que sería el fin de la carrera política de Macri. Otras suponían que hasta abonaría a su figura.

La segunda hipótesis puede funcionar dentro de la clase pedante –y por ende, en buena medida en lo que reflejen los medios, porque les pertenecen a ellos-, esta clase de la nube de pedo y de la superioridad moral auto percibida. Porque en ese mundillo de miserables que compiten por acumulación de poder, la declaración de Mariano no hace otra cosa que dar cuenta de la “habilidad” de Mauricio Macri de quedarse con todo, utilizarlo y hasta generar un paraguas de protección judicial en base a su acumulación de poder.

En otras palabras, de manera inconfesable, para esa casta privilegiada de hipermillonarios la actitud rapaz de Mauricio Macri lo convierte más en una suerte de héroe de la jungla financiera –que no funciona en base a valores de solidaridad sino de extremo beneficio individual-. El testimonio de Mariano Macri es la queda del “perdedor” dentro de la puja interna.

Por su puesto, en ese modelo social, en el mundillo de empresarios, las mujeres de la Familia Macri no jugaron un rol central ni de decisión en el destino de las empresas: más bien el patriarcado oper+o desde el “paternalismo” de Franco, quien terminó inclinando la balanza hacia las intenciones de Mauricio Macri, que tenía con qué extorsionar al viejo empresario.

Para el resto de los mortales, es más fácil imaginar un viaje a la luna que ese mundo de cifras siderales, vidas prostituidas por el dios dinero y proyectos personales supeditados a la acumulación personal pisoteando al resto.

Retomando los objetivos de Mariano Macri a la hora de publicar este libro, podemos decir que el más convincente es el de su salud mental. Seguramente, luego de muchos años de destrato paterno y maltrato del jefe del holding, Mauricio Macri, será para él un gran acto de desahogo contar todas estas miserias e intentar diferenciarse. Aunque cabe decir que no puede Mariano comparar su situación con la del resto del pueblo argentino, como se atrevió a hacer, puesto que el resto del pueblo argentino no es millonario y puesto que su propia persona –que recién ahora decidió hacer algo público al respecto- forma parte del grupo empresario que constituyó el bloque histórico político y económico que destrozó la economía del país, privatizó, liberalizó y generó el actual estado de pobreza estructural.

El objetivo de despegar al padre de su figura de referencia de la “patria contratista#” resulta un poco más flojo. Se lee de inmediato una sobreactuación en cada intento de despegada, sobre todo en aquello que es públicamente conocido. Claro está: no es lo mismo un representante de la vieja burguesía liberal que el de su hijo más propio de la etapa puramente financiera. Pero despegarlo de lo que fue es un esfuerzo fatuo, una subestimación de la inteligencia. Ocurre que el plan tiene como contrapeso oponer la figura del Mauricio con la de Franco.

El tercer motivo, el de aportar al pueblo argentino, representa, aunque tardío, un motivo noble en el que, de ser así, Mariano Macri ha dado su primer paso. Porque la información que se da a conocer en este libro debería ser el comienzo de una campaña de difusión y de una cruzada judicial local e internacional para evidenciar la perversidad de Mauricio Macri, su ejercicio de la violencia contra la pobreza y su saqueo ya ampliamente publicado. En definitiva. Mauricio es Macri. Sin duda. Mariano es Macri, a su vez. En todo caso, Hermano, puede ser el primer paso para despegarse de un apellido que no es historia pasada sino protagonista presente y que sigue haciendo mucho daño al conjunto de la población.

(Por Astor Vitali) ¿Por qué todo el mundo siente que tiene que decir algo sobre Diego Armando Maradona? ¿Por qué todo el mundo siente que tiene algo que decir sobre Maradona? ¿Qué hay detrás de esa pulsión que se vio estos días? ¿Qué pasa que ante un jugador de fútbol de origen pobre la popular aplaude pero el grupo de accionistas y la comisión directa se horrorizan? ¿Qué podría importar y a quién lo que uno opine y nuevamente por qué esa necesidad de opinar?

Hoy estoy alejado del fútbol. Durante mis años de adolescencia, en General Daniel Cerri, solía ir a ver jugar a Sansinena de local. Fue un intento por sostener una cultura, por sentirme parte de algo que venía de familia. Porque yo veía a mi viejo panza arriba vincularse con la pantalla en el televisor medio cascoteado que transmitía el partido, abstraído de su entorno –tan abstraído que el entorno pasaba a ser un ruido-, vincularse con un juego que, en la pantalla, me parecía aburrido. No era el fútbol lo que me parecía aburrido: toda la mediación comercial, la publicidad, la estúpida pronunciación (estéticamente superficial) de muchos locutores –aunque siempre me atrajo el glorioso vuelo poético narrativo de los grandes relatores y comentaristas-, los jugadores convertidos en posters que nos vendía Coca-Cola, los clubes deportivos en manos de millonarios como una empresa más en aquel este país saqueado –el de los 90-, los negocios espurios que en lugar de dar espacio a les jóvenes los ponían en la ruta del runfla, los odios irracionales. En definitiva: la podredumbre de haber convertido en un comercio de pocos ricos lo que es un deporte popular donde debería primar la alegría y la destreza, la belleza del juego y la virtud; no el encono y violencia, no el malestar y la trampa.

Si bien, entonces, el fútbol de primera me repelía porque no veía la cosa del pueblo en ello sino la cosa para el pueblo: una construcción vertical donde las ganancias también son recibidas verticalmente (pero de abajo hacia arriba). Entonces, ir a la cancha fue la manera que encontré de pibe de vincularme con “los que juegan por la camiseta”.

Ir a ver a Sansinena era hermoso. Los días a cielo abierto; la caminata hasta la cancha, la tribuna dispuesta a introducirse de lleno en el juego. El folclore. Las broncas y las alegrías. Los abrazos y la descarga con los malos arbitrajes.

Los jugadores; otro capítulo. Estaban los más pibes, pura energía y destreza buscando su estilo y, tal vez, buscando un futuro alejado de todos los dolores que la vida de un laburante pobre tiene. En esto, Maradona es un espejo en que el que querían verse reflejados todos los gurises de todas las canchitas del país.

No se sabe, pero ¿quién te dice? En una de esas salimos de pobres y le compro a mi vieja una casita y puedo comprarme pilchas para invitar a salir a Sofi que yo creo que le gusto pero no animo a ir hasta la casa con estos pantalones. Además, el padre trabaja en una empresa y seguro que si voy bien empilchado la cosa cambia. En una de esa hasta nos podemos ir de vacaciones a algún lado. Capaz que hasta puedo terminar de estudiar y todo.

La odiosa reacción de los odiadores de estos días no puede desconocer que Argentina se convirtió en un país en el que una de las pocas promesas que tal vez funcionen para un puñado de pibes es a través de la pelota. Diego Armando Maradona era un pibe cualquiera de millones que le escuchan el ruido de la panza a la vieja durante años, que miran a los costado y ven changas, cirujeo y cartoneo, que ven en las fachadas de las universidades la leyenda “pública y gratuita” y saben que será pública y gratuita pero para otros que pueden pagarse la comida y el techo, que saben que su patria no les ofrece salida y encima les acusa de no querer trabajar –como si hubiese un trabajo digno a la vista que no sea más que para para la olla y sobrevivir, apenas- como si alguien ofreciera salida. La pelota representa, para miles de niños en este país, la esperanza de una vida de sonrisas con dientes y Diego Armando Maradona es el testimonio posible de esa utopía.

Los odiadores, por estos días, los odiadores que siempre odian desde la comodidad personal de saberse a salvo de las calamidades económicas, no pueden ver algo tan evidente como la dura realidad de que el país que le dejamos a miles de pibes es tan frágil que todo puede jugarse en un centro: la suerte de la vida entera de uno y de sus hermanos, de sus hermanas y de sus amados puede revelarse en la gloria artística del empeine dibujando en el viento un geometría mágica que estalla en el grito de la hinchada. Las mentes “bienpensantes” prefieren ver que “qué barbaridad lo que pasa en la cancha”. Sin embargo, la verdadera barbarie está en que esas mentes bienpensantes son las que instauraron un modelo económico en el que la pelota –que no se mancha- representa toda la esperanza que la economía dada no ofrece.

Volviendo a la cancha, otro tema eran los jugadores más grandes. Treinta y pico. Seguros pero de cansancio más fácil. Maduros en su expresión. Templados. Para ellos había otro Maradona. Algunos ya con hijos, otros trabajos y asentándose en otros sueños más modestos: para esos estaba el Maradona que le escupía el asado al papa y que se abrazaba con Fidel Castro. Gestos, nada más. Gestos, nada menos. Referencias que dan cuenta de un rumbo: “toda la gilada de la tele la hago pero la hago haciendo esto otro; lo que vale”.

Para ser más claros: un tipo exitoso y millonario sabe que compra el boleto perdedor bancando abiertamente a la revolución cubana en medio de la victoria y la arrogancia del “Fin de la Historia”. No sólo no es necesario hacer eso: es para salir perdiendo, en ese mundo de ricos y famosos. Pero es perder para que ganen muchos y muchas en términos simbólicos.

Maradona es una expresión social, más allá de su persona. Los moralistas se ofenden porque ese “negro de mierda” se droga, participa de fiestas y vive con las contradicciones publicadas. Ellos, los moralistas, se engañan únicamente así mismos  porque todo sus fiestas, sus putas (porque son prostituyentes) y sus drogas las viven a escondidas en costosas fortalezas el sábado por la noche, horas antes de inyectarse otra dosis de moralina en la misa del domingo.

Toda esta dimensión tan grande de lo que significa Maradona para una enorme masa de personas de este pueblo se pierde de vista cuando por algún motivo uno cree que tiene algo que decir de ese tipo. Ojo: yo no creo en las vidas privadas. No creo que uno tenga derecho a maltratar o ser violento puertas para adentro y que eso es privado. Lo personal, es político, está dicho. Maradona dijo abiertamente que él no quería ser ejemplo de nadie y que la familia de cada quien era el propio ejemplo. A veces las familias fustigan al personaje público para no autocriticarse sus propias miserias.

Huelga decir que toda violencia y ejercicio del poder es condenable porque tenemos acuerdo en eso. Ahora, la biografías son otra cosa. La biografía de Manzi no pasa el filtro de género actual y la de Borges no pasa el de los derechos humanos vigente. Pero la calidad artística de Milonga triste o la literatura de Borges no gozan de la saña con la que se ataca a Maradona. David Viñas atacaba a Borges con la literatura de Arlt en la mano; es decir, con argumentos literarios, no con aspectos biográficos.

Sin duda de todas las personas públicas encontraremos aspectos que, a los ojos de la ética actual, serán cuestionables o repudiables. También en Lenin, Fidel o el Che. Pero lo que despierta la descalificación hacia Maradona por estos días es un aspecto indudablemente de clase: no soportan el festejo de la plebe por uno de los que alguna vez fue suyo.

Las imágenes de la Casa Rosada dan cuenta de esto. Por un momento hubo pueblo que se cagó en la formalidad de la fachada democrática y dijo: no nos jodan, al menos queremos saludarlo, no nos van a sacar esto. La respuesta fue la represión. Es la barbarie para la derecha. Gente en cuero en la Rosada. ¿No era la Rosada la casa del Pueblo? El jueves 26 de noviembre de 2020 un poquito lo fue. Un poquito.

A uno le resulta mucho más violento y bárbaro la pobreza estructural que padecemos a diario. Sin embargo, varones ricos, prostituyentes, que lavan dinero, que estafan a lo público, que viven de contratos del estado, que se cagan en la educación y la salud pública, que negocian con el tráfico de drogas, que hacen negocios de todo –hasta con sus propias hijas-, esos tipos son para la sociedad blanca héroes sociales que hasta presiden sociedades industriales y se dan premios entre ellos. Ninguno pasa el moralímetro que le aplican a la figura popular de Diego Maradona.

Sobre Maradona, uno no justifica nada porque nadie tiene por qué justificar. Maradona es todo lo que se dijo: lo reivindicable y lo que él mismo asumió que es repudiable. No hay nada escondido como sí lo hay en esas casas de esos señores ricos que se horrorizan con la monada en la Rosada. Este artículo no es una reivindicación de un ser humano -al que le caben todas las críticas que el feminismo le hizo, sin duda alguna, como a cualquier de nosotros- sino un anticuerpo contra el odio social hacia la masa popular a la que no se le respetó el duelo.

Esta semana nos despedimos de un fenómeno popular que además tenía rasgos artísticos en el deporte que hacía. Ni yo ni nadie tendría que tener la necesidad de defenderlo ni de atacarlo en un momento de duelo porque todo el mundo tiene ya su opinión íntima para con él. En cambio, imbuido por todo lo dicho esta semana sí es preciso defendernos de quienes cuando fustigan esa figura, no hacen más que cagarse en el dolor popular y desplegar su odio de clase.

Para esos, para los odiadores desde la comodidad y el privilegio, queremos decirles: no sean hipócritas, ustedes son tan igual o peores que él en sus defectos; sólo que sin talento ni sus virtudes y con sus porquerías transfugadas a escondidas.

(Por Astor Vitali) Parece que no es posible salir de la trampa impuesta en la discusión política actual: la reacción como única posibilidad. Los titulares de los materiales confeccionados para redes sociales son del tipo: “Pepito destruyó a Josecito”. El impacto de las frases fuera de contexto es superior a la sensualidad de la argumentación inteligente. Más: la argumentación se nos presenta como pérdida de tiempo. ¿En qué lugar queda la posibilidad de razonar, de esbozar razonamientos lógicos, de pensar junto con otres?

Es una trampa porque nadie se nutre de semejante bagatela de la retórica. Me cuesta pensar en la última vez que, a través de un medio de comunicación masivo, un punto de vista de alguien ubicado en otro punto del arco ideológico me dejó boquiabierto, me llevó a ese lugar tan gratificante que es la sorpresa frente a un argumento sólido que a uno lo mande a estudiar, le lleve a preguntarse por la validez de sus fundamentos y profundizar en la búsqueda de respuestas para mejorar, para ser mejor, para abonar a un debate.

Es una trampa en la que perdemos todes porque nadie se va mejor a la casa. Al contrario, nos vamos enojades, perturbades, neuróticos. Parece que el objetivo de los debates públicos es irritar al otro. La provocación intelectual está lejos de esta sensación de mierda. La provocación intelectual busca que el otro se pregunte, o que retruque con más argumentos y entonces yo haga lo mismo y así. En la provocación intelectual el objetivo es el crecimiento; no la anulación, ni la degradación ni la descalificación del otro.

Es una trampa porque se va profundizando en las miserias. Uno amanece pensando en cómo “destruir” la otredad en lugar de en cómo seducir inteligencias. Cuando más violento, burdo y autoevidente el planteo, más efectivo. Nadie crece. Todes nos vamos empequeñeciendo en las miserias propias y la auto confirmación de que todo lo que digo está “bárbaro” y todo lo que diga la otredad es digno de humillación.

Si bien es cierto que el mundo de los memes y de la imagen va copando todo –cosa que habría que revisar porque también se lee, se canta, se toma mate y se coge, no todo lo ha copado ese universo virtual-, aún en ese universo hay lugar para que sea la búsqueda de la reflexión inteligente la que mande y no la descalificación. Eso es el humor, básicamente: algo que nos hace pensar. La descalificación, lejos de la humorada, es fuente de tristeza. Barcelona es un ejemplo de la seducción de la inteligencia y no de la violencia de la agresión.

Y decimos que es una trampa impuesta porque no somos quienes no tenemos grandes cuotas de poder los que hemos elegido esto: la agenda publicada, la que fijan los medios de comunicación que pertenecen a holdings empresarios imponen ese lenguaje. En el barrio la amistad aún es posible. En la universidad se estudia con argumentos. En la escuela se intenta la reflexión en la niñez y en la adolescencia. En los centros de jubilades se apuesta a actividades artísticas, artísticas y a mover las neuronas.

No es una decisión popular la violencia como método de comunicación política: es una imposición de la maquinaria cultural hegemónica (medios y redes sociales).

Lamentablemente, la política, que debería intentar moldear su entorno, trasformar el mundo, en líneas generales, se suma a este festival del sinrazón, donde el pensamiento no entra, donde la reflexión “aburre”, donde la belleza solo se ve reducida a un par de tetas –excluyendo todas las bellezas que no sean las que se deprenden de los propósitos de cosificación sexual patriarcal. La política que debería estar en una altura que eleve a la población a la mayores virtudes posibles, no hace más que reproducir posteos de tuiter totalmente olvidables, se pelean como los más tontos del curso por las más cruentas tonteras. En la política es el festival de las chicanas.

No merecemos esto como pueblo. Nadie merece que quieren viven de la función pública se aboquen a la alabanza del falo agresivo de violencia simbólica, verbal, estética y la pobreza argumentativa a viva voz. Los funcionarios y las funcionarias deberían buscar, toda vez que sus vidas son financiadas para trabajar para y por la población, la mejor de sus posibilidades intelectuales, artísticas, la profundización de su sensibilidad ante la injusticia y la búsqueda de la belleza y de la virtud.

En cambio, se abocan a unas coas muy poco productivas y nada edificantes.

Comenzamos diciendo que parece que no es posible salir de la trampa impuesta en la discusión política actual: la reacción como única posibilidad. ¿Cuántas veces nos encontramos ¡mirando una pantalla en soledad! y enojándonos? Dijimos que esto parece, porque, como en todo, también está en nosotres proponer una alternativa inteligente y sensual para salir de este espiral espantoso que nos consume los días, la alegría, la belleza, y sobre todo, el poco tiempo de vida que tenemos para experimentar la virtud humana.

La explotación de la miseria humana no es un tema popular: es el objetivo de quienes oprimen.

Ilustración: María Florencia Laiuppa

(Por Astor Vitali) ¿Ya no se puede cambiar el mundo? Mmm… ¿de qué estamos hablando? ¿Te parece una pregunta demasiado abstracta? Por mi parte, en cambio, tengo la sensación, cada vez con mayor firmeza, que abocándonos a las minucias de la política, a una suerte de sistema de recolección de lo que se cae de las agendas de los medios del poder, lo que hacemos es precisamente hablar de abstracciones. Como contrapartida, referirnos a cosas en apariencia abstractas, es hacer alusión a la más concretas de las realidades. ¿Por qué no hablamos del poder y del poder para cambiar el mundo?

La prensa hegemónica plantea temas que se nos presentan como concretos. A saber: “la grieta”, “la corrupción”, “la inseguridad”. Son construcciones simbólicas de una sola vía que están planteadas sobre asuntos que ocupan tapas de diarios y tiempo de programación. Sin embargo, cuando queremos profundizar sobre esos pseudo conceptos nos encontraremos con la imposibilidad de tomar lo concreto del asunto: nunca cuando se utiliza la palabra “grieta” se hacer referencia por ejemplo a los datos económicos concretos de la población que está separada por un abismo –más que una grieta- en términos de ingreso de otro sector social beneficiario de ese esquema de exclusión. Se habla de “repúblicas” en frentes llenos de personajotes autoritarios y nada democráticos (Macri, Vidal, Gay) y una serie de abstracciones idílicas que no pueden tener demostración fáctica ¿de qué se habla? ¿De algo concreto?

Si analizamos con este criterio la idea de que “la corrupción” sería una línea divisoria de la grieta –como plantean los medios de poder: ¿cuántas empresas financistas de campañas y cuántos referentes importantes pasan el examen con resultado de “libre de corrupción”? Nuevamente, la corrupción es una bandera que levantan muchos personajes del llamado círculo rojo que cuando pasan por la calle de la AFIP, cruzan de vereda.

Por último, si nos referimos a la llamada “inseguridad”, y queremos analizar de qué se trata, nos toparemos con un negocio millonario del que no participan (en sus beneficios) las masas ciudadanas en general sino más bien un conjunto de políticos, comisarios, empresarios ganadores de licitaciones y funcionarios judiciales. Cada vez más inversión en instrumentos represivos que no repercuten concertante en la modificación de los índices criminales y mucho menos en disminuir la violencia social generada por la verdadera inseguridad que padece al menos la mitad de la población: la inseguridad económica, la inseguridad de estar endeudades hasta la médula y la inseguridad de no saber si esta noche hay algo para el manduque o una frazada para el tornillo que nos atraviesa en el invierno.

Como dijimos, esos términos representan abstracciones que abonan a la confusión generalizada. Ahora, si alguien plantea cosas del orden de “cambiar el mundo”, discutir en manos de quién está el poder o nociones como “justicia social”, “soberanía política y alimentaria” o “independencia económica” inmediatamente el lúgubre coro de obsecuentes de la comunicación canta en famélico unísono (con afinación argumentativa difusa) que: “esas son cosas de otro tiempo”, del pasado, que son “vaguedades” y que “hay que hablar de las cosas que le interesan a la gente”.

Pues bien ¿cambiar el mundo no le interesa a la gente? Comer todos los días, educarse, acceder a la salud, acceder a las expresiones culturales, tener derecho a viajar, a saber que se puede vivir sin la angustia de la incertidumbre de la pobreza ¿no le interesa a la gente?

La mejor manera de tomar lo concreto en las propias manos es discutir un rumbo general de la sociedad que pueda dar lugar a políticas concretas. La discusión de un presupuesto no es un análisis de planillas: es establecer prioridades. Lo mismo ocurre en torno de los proyectos de ley –como IVE- que surgen de las propias organizaciones de la comunidad.

Las discusiones en torno de la articulación entre las organizaciones sociales, políticas y gremiales no son temas que no se toquen con la realidad: apelan concretamente a millones de voluntades que están construyendo concretamente en todo el territorio. Es mucho más concreto que ese “la gente”.

Se supone que todo está ya dado en el marco del capitalismo y que eso no se puede discutir; como dijo impúdicamente un concejal local: “ya nadie discute el mercado”. Y sin embargo, las sociedades no hacen otra cosa que discutir el mercado. Lo hacen a través de distintas vías. Cuando se organiza en entidades intermedias porque no alcanza lo que obtiene a través de su salario, o cuando no hay salario y se organiza para poder acceder a derechos universales (AUH), está discutiendo el mercado. Está diciendo que no es cierto que la economía capitalista de lugar a todes y que al menos un tercio queda afuera.

En Chile –país de mercado por excelencia- ¿no se está discutiendo el mercado desde que comenzaron las masivas movilizaciones? Cuándo se votó por amplísima mayoría contra la constitución del mercado, domingos atrás ¿no está en discusión el mercado?

En Bolivia donde el mercado (asistido por la embajada, como siempre) realiza un golpe de estado y donde democráticamente la población restablece el gobierno del MAS ¿no está en discusión el mercado?

En Venezuela con todas las contradicciones, los problemas, los azotes del imperialismo, las dificultades internas y todo lo que quieran ¿no está en discusión el mercado?

En Cuba, desde el año 1959, también con todos los problemas del bloqueo y las contradicciones internas ¿no está en discusión el capitalismo?

En Argentina, donde sobre fin de año pasado la población claramente rechazó al neoliberalismo a través de la vía electoral mediante la fórmula Fernández y Fernández ¿no se puso en discusión al menos las “verdades” neoliberales?

En cada uno de los países africanos, europeos donde hay revueltas, levantamientos, represiones, modos de organización alternativa puestos a jugar ¿no está en discusión el mercado?

Hay un consenso en el seno de la política tradicional argentina que se basa en permitirse dar algún debate en torno de la economía concentrada pero no referirse bajo ninguna circunstancia a modelos alternativos al capitalismo. Debemos ponerlo en estos términos: es consenso vetusto, es un consenso que está detrás de lo que la población plantea en todo el país a través de experiencias concretas de economía popular, de organización social, de espacios feministas, gremiales, sociales, institucionales de participación. Incluso algunos frentes de carácter vecinalists.

Domina esta idea de que no se puede cambiar nada: ni el mundo, ni el país, ni la provincia, ni la ciudad, ni el barrio, ni si quiera la discusión dentro de un frente político interno sería rebatible; ni tampoco al menos la participación en una delegación municipal. Se trata de “administrar” lo dado. Este consenso que tienen entre lo que se llama políticos profesionales –no me gusta llamarles “clase política” porque las clases sociales son otra cosa- es un consenso que está muy por detrás de lo comisiones internas, organizaciones sociales y de otro tipo están dispuestas a reconocer y construyen concretamente a través de su trabajo diario. Puede verse en las formas de organizarse en los comedores que están a unas poquitas cuadras de cualquier persona en esta ciudad. Esos espacios reconocen que el capitalismo así como está no solamente no da de comer sino que no educa, que genera violencia social en el propio barrio, que genera adicciones y una serie de enfermedades sociales.

Según lo que analizamos, pareciera que lo más abstracto es seguir hablando de lo que parecen cosas concretas, planteadas por la agenta publicada (grieta, república y otras sandeces); y lo más concreto, en cambio, seguiría siendo -en las agendas populares- algo que gira en torno de una pregunta muy sencilla que se deriva de otra un tanto más compleja para la que todos los espacios tienen una mínima respuesta. La primera pregunta es ¿se puede cambiar el mundo? Si pensamos que no, a otra cosa.

Si nos animamos a esa pregunta –en apariencia abstracta y sin embargo es nada menos que la pregunta que abre la posibilidad a todos los cambios concretos-, surge la segunda pregunta para la que, como dijimos, todos los sectores tienen parte de la respuesta: ¿cómo se puede cambiar el mundo? Repetir para reponer: todos los sectores tienen parte de la respuesta.

Aquí un pequeño aporte abstracto para problemas muy concretos.  

Un nuevo capítulo de la infamia se cierne sobre las políticas culturales municipales: el uso de fondos previstos para espacios culturales derivado finalmente en parte hacia el sector privado. El gobierno de Bahía Blanca denominó “Fondo Municipal para la Reactivación Cultural y Turística” a la reorientación de fondos provinciales destinados a espacios culturales y turísticos.

A su vez, el municipio aseguró que “los requisitos, procedimiento y modalidades para su otorgamiento los estableció el Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica de la provincia”.

Dicha cartera creó un registro de espacios y dispuso de un período de tiempo para que cada uno pudiera inscribirse. Dirigentes de las organizaciones gremiales locales solicitaron al gobierno provincial que definiera con mayor precisión el destino de los fondos pero las autoridades del gobierno de la provincia de Buenos Aires decidieron que quedara en manos de cada municipio. En principio, esa política podría verse con buenos ojos dado que da prioridad a un esquema en el que se decide desde el lugar en lugar de imponer verticalmente. Pero ¿qué pasa cuando en los municipios las autoridades de cultura no son idóneas o el espacio político desprecia a los espacios culturales?

Se solicitó también que la reglamentación para implementar los destinos de los fondos estuviera bajo la órbita del Consejo Deliberante de Bahía Blanca, que cuenta con una comisión abocada a cuestiones culturales y dialoga con los actores concretos. En cambio, el municipio lo definió a través del poder ejecutivo de manera arbitraria: por decreto. Asimismo, el Consejo Cultural Consultivo solicitó que la cuestión se dirimiera en el ámbito deliberativo y fue desestimado por el gabinete emburbujado.

En una opereta de poca monta, la directora del Instituto Cultural, Morena Llanca Rosselló –a quien recientemente todo el arco político democrático, las organizaciones de la cultura y buena parte del movimiento obrero solicitaron su renuncia semanas atrás- dice que “hubo una serie de reuniones que se llevaron a cabo, dos reuniones, con los integrantes del Consejo Cultural Consultivo, primero con una de sus asesoras y luego con el Consejo Cultural, planteando cuales eran algunas de las inquietudes que ellos tenían para que nosotros consideráramos dentro de lo que era este catálogo. En cuanto a lo que son las inquietudes, sobre todo una que ellos plantearon a la que por supuesto dimos respuesta, es la de que en este catálogo, perdón, en estos subsidios no estuvieran, por lo menos en esta instancia, contemplados lo que son los espacios culturales públicos o mixtos. Hablamos en este caso, por ejemplo, de un museo municipal. Pero sí hablamos de que se pueda beneficiar un museo privado. Tuvimos los encuentros con el Consejo Cultural Consultivo, plantearon esta situación, plantearon otras que hemos también evaluado así que las instancias de diálogo si han estado”.

Agregó que “los criterios fueron comunicados al Consejo Cultural Consultivo”. La clave para entender cómo es la mecánica del engaño está en esta oración: “los criterios fueron comunicados”. Es decir, el intento de mostrar consensos cuando no existió ninguna reunión de trabajo en la que se definieran qué monto sería destinado a cada espacio (como sí ocurre específicamente con el Fondo Municipal del Artes, en que se discute subsidio por subsidio en formato de plenario). Lo que hubo fue un simulacro en el que se recibieron “criterios generales” pero el gobierno definió arbitrariamente. Luego comunicó una decisión de carácter unilateral. A todas, luces: eso no es trabajo colegiado.

Respecto de los fondos hay una clara definición de no priorizar a los espacios culturales y, en cambio, otorgar a algunas firmas del sector privado que son más pasibles de recibir ATP que considerarlos bajo el espíritu de este programa.

Durante todo el año, los espacios culturales han hecho pública en reiteradas oportunidades la política de “presupuesto 0” para el área cultural. Ahora que –no con fondos municipales- hay recursos –provenientes de provincia- sobre los cuales existía conocimiento público, se vieron forzados a “largar algo” para el sector pero nuevamente con conceptos maniqueos y haciendo entrar por la ventana y a pura palanca al ámbito privado, derivando así recursos de un fondo que está pensado en un sentido muy diferente.

Algunos centros culturales, por ejemplo, recibieron casi cincuenta mil pesos ($ 49.420,21). Estamos hablando de los sectores que no han podido sostener la actividad de ningún modo durante este período. Ese monto les fue asignado. Y, por su parte, en esta idea de que algo se lleven los privados, finalmente fueron subsidiadas empresas privadas –en algunos casos dos del mismo dueño, quien registra recientes declaraciones en el periódico oficial acerca de que en el rubro “se está vendiendo más” en el contexto de pandemia- o por ejemplo restaurante Gambrinus ($50.000), que estaría aquí considerado como un espacio cultural o turístico (¿?). El  mismo que se vio beneficiado con las modificaciones urbanísticas en torno del mercado municipal Eugenio Martínez.

Algunas asociación como la Asociación Artistas del Sur, la Biblioteca Bernardino Rivadavia y el Centro Luis Braille, recibirán $83.333,33 cada una. Luego, recordemos, los centros culturales que reciben, lo hacen por un monto general de $49.420,21. Como contrapartida de esta política de derivación hacia privados, en el contexto de los turísticos ingresan empresas como Wellness (Dow Center).

Aquí se verifica nuevamente la manipulación de los conceptos y recursos públicos. Ayer tomamos un concepto muy claro: ¿qué pasa si los organismos de participación comunitaria fueran vinculantes? Aquí estamos un paso atrás porque no sólo no son tomadas sus opiniones sino que son utilizados para hacer una política de sentido opuesto a la que proponen.

Tal como confirmó a FM De la Calle el consejero por literatura Pablo Duca: “no nos sorprende que se consensue una cosa y se diga otra. Una vez más; el anterior había sido el del Fondo Municipales. Al término de la reunión se llega a un cierto acuerdo y dos horas después el acuerdo se desvanece porque lo que deciden es totalmente diferente a lo acordado. Y para colmo la manifestación pública es una total mentira. Las palabras de la funcionaria dan cuenta de un acuerdo que no fue tal. Nosotros nos manifestamos a favor de que los fondos no salieran por decreto sino a través de una ordenanza de común acuerdo en la Comisión de Cultura del Concejo Deliberante. Esa es la primera falacia: el consejo sugirió vincular al concejo deliberante al uso de los fondos porque nos parecía lo más democrático. Uno puede ser democrático y expeditivo. Y por otro lado considerábamos que había un atraso con respecto a los espacios culturales independientes y por supuesto las bibliotecas populares pero acá en este plan que hizo el instituto cultural se confundió en metros cuadrados, empleados. Digamos, si vos veías eso, hasta Waltmart podría estar incluido en el beneficio. Y casualmente a lo que la provincia instaba era a la apertura de lo que más demorado estaba”.

En síntesis, el gobierno de la provincia de Buenos Aires del cual llegó una porción a cada ciudad. Las autoridades provinciales no quisieron presionar políticamente –en la idea de convivencia pacífica con los municipios donde gobierno Juntos por el Cambio (¿debe primar la idea de convivencia pacífica o debería primar la idea de hacer una política que contenga a los sectores populares en un gobierno que fue votado en perspectiva popular?)-. Se sugirió que lo tome el Concejo Deliberante para democratizar el debate y el ejecutivo no quiso. Y finalmente distribuyeron como quisieron pero además, y lo más grave, utilizando a un espacio de participación comunitaria como el Consejo Cultural Consultivo para legitimar tramposamente una política a todas luces repudiable.  

Ilustración: María Florencia Laiuppa

Listado total de beneficiarios

Listado de beneficiarios y montos:

Culturales:

La Asociación Artistas del Sur, la Biblioteca Bernardino Rivadavia y el Centro Luis Braille, recibirán $83.333,33 cada una.
Los siguientes establecimientos recibirán cada uno el monto de $49.420,21: Asociación Bahiense de Tango, Asociación Filarmónica de Bahía Blanca, Asociación Teatristas del Sur, Bahía Blanca Che, Bella Vista Galpón Enciclopédico, las Bibliotecas Populares Daniel Aguirre, Don Germán García, Gabriela Mistral, Domingo Pronsato, José Hernández, Mariano Moreno, Martín Allica, Pajarita de Papel, Roberto J. Payró, Rosario Sur, Simón Rodríguez y Villa Duprat; Centro Cultural La Panadería, Centro Cultural Villa Rosas –
Biblioteca Popular Eduardo Mallea, Centro Fomento, Cultura y Biblioteca Popular Bartolomé Mitre, Cinemacenter Bahía Blanca, Club La Esperanza, Espacio + Rana, Espacio Cultural Independiente Casa del Pueblo, Espacio Cultural Motor Colectivo, Espacio Juanita Primera, Feria Artesanal Bahía Blanca, Guillermo Horacio Galassi (Microcirco), Klas Libros, Librería Don Quijote – Henry Libros, Marcelo Carlos Cebrián, Maroma, Márquez Garabano, Maurizi Alejandro Jorge, Museo y Parque Estereoscópico “El Histórico”;, Pez Dorado Espacio Cultural, Sociedad de Fomento y Cultura del Barrio Tiro Federal – Biblioteca Popular Jorge Luis Borges, Teatro El Tablado, Teatro Gran Plaza, Teatro Ingeniero White, Varietté y Vitró.
Y por último, las siguientes instituciones recibirán $25.000: Amigos de la Estación (Ferrocarril Cabildo), Edgardo Ariel Epherra (El Aleph), Marca en Línea, Milagros Rocío Navarrete Valdéz, Museo de Radios Antiguas “Carlos Gardel” y Vanina Santicchia.

Turísticos

Cipriano (turismo gastronómico, $50.000), Hotel Argos ($65.000), Hotel Austral ($65.000), Hotel Bahía ($60.000), Hotel Muñiz ($65.000), Hotel Victoria ($ 60.000), La Barca (turismo gastronómico, $40.000), La Sociedad de los Chicos (salones para eventos, $ 15.000), Asociaciçon Bahiense de Basquet (infraestructura para desarrollo de deportes turísticos, $50.000), Newtown (turismo gastronómico, $50.000), Olivos del Napostá (turismo de naturaleza, $57.000), Orion Apart Hotel ($60.000), Residencia Napostá ($40.000), Restaurante Gambrinus ($50.000), RIa Express Servicios (turismo de naturaleza, $57.000), Santiago Martínez (infraestructura para el desarrollo de deportes turísticos, $ 50.000), Sofia Soberana Hotel Boutique ($60.000), Villa Barley (turismo gastronómico, $50.000), Villa Magdalena (turismo rural, $57.000), Wellness (Dow Center) (servicio de alojamiento $60.000), Whest Guardián del Estuario (turismo de naturaleza, $57.000).

(Por Astor Vitali) ¿En qué lugar se discuten los temas que preocupan a la comunidad? ¿Qué ámbitos de participación reserva la democracia a las preocupaciones comunitarias? Desde la vuelta a la democracia, cada instancia estatal ha creado distintas formas de nuclear colectivos sociales y tramitar sus inquietudes. Estas herramientas de democracia semi directa pueden ser muy útiles, ante la falta de participación en los ámbitos partidarios. Sin embargo, la calidad democrática se ve afectada cuando estos espacios elevan propuestas a las estructuras de gobierno y no son escuchadas. El carácter no vinculante de estos espacios, consejos y comisiones debería ser revisado en función de poner en práctica un entramado democrático no formal.

Por poner la ciudad de Bahía Blanca, como para tomar algo asequible, podríamos enumerar: el Consejo Cultural Consultivo, el Consejo Local de Niñez y Adolescencia, el Consejo Local de Mujeres, el Observatorio de Discapacidad, la Comisión Asesora Ambienta, Audiencias Públicas y una cantidad de herramientas de participación social en las que se llegan a diagnósticos muy completos de situaciones puntuales.

Además de los diagnósticos, esos espacios elevan propuestas de políticas de estado basadas en medidas concretas que deberían aplicarse a través de la ejecución de herramientas, partidas y dispositivos que podrían ponerse en marcha sin mayor inconveniente. Sin embargo, estos organismos rara vez son escuchados, si no es para la foto en contexto electoral o para enviar fotos a organismos internacionales para “hacer que se hace” en la política de selfies y de flyers con las que el oficialismo local construye su imagen de una realidad que es muy otra en el mundo concreto.

En el libro El Consorcio. Cambiemos en Bahía Blanca, publicado el año pasado por Ediciones De la Calle, sostuvimos que “mientras (el gobierno) aduce que su preocupación es la vivienda y la situación de quienes menos tienen, la incontrastable realidad arroja datos que no pueden cimentar esa mirada idílica. Mientras promete que ahora el gobierno municipal garantizará, a través de la gestión de comedores, la alimentación de los niños y de las niñas, la realidad concreta espeta el sistemático cierre de lugares de educación pública formal e informal, por decisión de su propio gobierno. Mientras promete que arrimará un proyecto con alunas ordenanzas para fomentar la radicación de empresas (con esa vaguedad), los datos publicados por las consultoras locales contrastan una realidad de perjuicio para quienes intentan la aventura productiva en medio de la jungla financiera”.

Es decir, en el discurso del gobierno hay una “enumeración de elementos que remiten a una realidad contrastablemente ajena a la que vivimos a diario. Una vez más: no alcanza con nombrar las cosas para que ellas existan” y que la publicidad oficial “ratifica los términos fantasiosos de un discurso sin contacto con la realidad que padecemos a diario”.

En esa construcción que denominamos “epidérmica”, “todo pasa y nada queda. Todo nos roza. Esa es la impresión del mundo contemporáneo. Esa es la militancia Cambiemos, también. Hacer que pasen cosas como para que parezca que pasa algo, pero en rigor nada pasa”.

“Este mecanismo consta de una severa ocupación por los anuncios y sus formas. Casi nadie repara luego en si se cumple o no lo anunciado. Aún más: no importa. Importa mostrar que se hace que se hace”.

´”La militancia por la política epidérmica es aquella que desprecia a la realidad concreta de su pueblo y actúa para las cámaras de sus celulares y se publica en redes”.

Decíamos entonces también que “lamentablemente, lo único que permite que esta política –por ahora- no tenga límites es que por abajo no hay el bullicio suficiente como para que su vibración haga temblar el brazo que sostiene la mano que gatilla la selfie epidérmica”

Esa construcción ficticia de relato se explica por la falta de implementación concreta de las propuestas elevadas por los órganos de participación directa. Que existen: por todos lados hay propuestas de la población para solucionar los comunes problemas. Se gastan millones para hablar de transparencia y, en cambio, los funcionarios suele ocultarse de los y las referentes sociales o de sectores que integran estos cuerpos de participación.

Uno de los temas más delicados para la sociedad es el de la niñez. Al respecto, el gobierno se negó sistemáticamente a implementar las sugerencias estructurales que realizaron quienes integran el consejo local que nuclea a distintas y diversas organizaciones que trabajan el tema tanto desde el punto de vista teórico como desde la perspectiva del trabajo en el territorio.

En las últimas semanas, se hizo público el hecho de que el Observatorio de Discapacidad había solicitado que, antes de realizar modificaciones urbanísticas, dicho ente sea consultado a fin de cumplir un rol activo en el diseño urbano para garantizar la accesibilidad. No sólo no fueron consultados sino que se implementaron las reformas de las calles … en favor de empresas privadas, utilizando un “diseño” claramente excluyente.

Ni que hablar del maltrato de la responsable del Instituto Cultural, Morena Rosselló, hacia el Consejo Cultural Consultivo, la manipulación de información y la aplicación de políticas totalmente contrarias a las que el cuerpo colegiado y representativo sugiere al gobierno municipal.

De esta manera, como si ya no hubiera una aguda crisis de participación en los órganos de representación partidaria, la política del gobierno desde hace un lustro lesiona la credibilidad de otras herramientas de participación y por ende la percepción de la población acerca de la utilidad de participar en entidad colectivas.

Dado que no se puede confiar únicamente en la voluntad de las personas para garantizar el funcionamiento de las instituciones, más allá de la presión social sobre los gobiernos, la democracia requiere de medidas concretas para solucionar este problema: modificar el carácter no vinculante de esos organismos, es una medida que nos permitimos proponer.

Si las decisiones de la comunidad debidamente organizada tuvieran carácter vinculante, quienes ejerzan la función pública tendrían la obligación de aplicar las políticas definidas por los estamentos comunitarios.

Hay reticencia a esto y se ponen trabas a la participación directa. A veces también desde espacio que se auto perciben democráticos. ¿A qué se le teme? ¿A qué le tienen miedo? Probablemente, a quitar el último velo que les protege de una verdad tan cruda como constatable: en muchas ocasiones –en demasiadas también- los intereses de quienes están en funciones nada tienen que ver con los intereses del conjunto de la población.

Ilustración: María Florencia Laiuppa

(Por Astor Vitali) Cuando se generan críticas por izquierda a los gobierno denominados progresistas o populares, se les acusa de “ser funcionales a la derecha” porque esas críticas abonarían a “pegarle” a gobiernos que están constantemente afectados por la metralleta mediática, por derecha. A su vez, los sectores críticos plantean que perder dicha actitud crítica implica dejar disputas por las que cobra sentido su existencia. Nos preguntamos ¿cuándo y por qué se es funcional a la derecha?

Como primera cuestión debemos señalar que la clásica defensa argumentativa basada en que no es lo mismo ejercer la crítica sin detentar poder que ejercer el gobierno es una aclaración válida. Del mismo modo, no es lo mismo el rol del intelectual (crítico, por definición) que del militante político. Podrían de hecho –en una postura progresista inteligente- considerarse complementarias estas visiones. Hay una conversación entre David Viñas y Cristina Fernández que da cuenta de esto.

Viñas: … Menem, De La Rúa, De la Rúa, Ménem. Justicialismo, Alianza o radicalismo y a la inversa. Es un vaivén. Creo que son clonados.

-Fernández: me parece que son más las cosas en las que se parecen que en las que se diferencian…

-Viñas: ¿las diferencias entre quiénes?

-Fernández: se parecen, lo que usted acaba de decir, coincido. No se enoje que estoy coincidiendo con usted…

-Viñas: ¡ah! Coincidimos. ¡Qué alegría!

-Fernández: yo soy más optimista que Franco en el sentido que pienso que el voto directo de la gente va a obligar a la aparición de otro dirigentes políticos. Yo también quiero decirle a la gente que es importante que construya sus propias representaciones, que cuando toma la lista vea quien está y decida en consecuencia. Y tercero, que a los que no están conformes, como tantísima gente, que por favor participe donde sea. Aunque sea fundando su propio partido, pero que participe.

-Viñas: ¿usted me perdona? Me resulta un poco panglosiana su perspectiva.

-Fernández: ¿Por qué?

-Viñas: Porque es de un optimismo que me desborda…

-Fernández: yo tengo la obligación de ser optimista…

-Viñas: claro, yo tengo la obligación de ser pesimista y ser crítico  

-Fernández: porque es un intelectual crítico, pero yo soy una militante política y quiero cambiar las cosas y pienso que lo voy a poder hacer…

-Viñas: ¿y usted cree que yo que no?

-Fernández: Si yo pienso que no las voy a poder cambiar me tengo que quedar en mi casa…

-Viñas: No, no, no. Yo discrepo… (Se corta la grabación)

Hay una tensión pero también un reconocimiento a la complementariedad que deberían tener los sectores críticos con las fuerzas progresistas.

En el gobierno se hace política hacía todos los sectores y no sólo hacia la filas propias y esto demarca una necesidad de trabajo cuidadoso. Lo cuidadoso no quita lo valiente: implica que hay que actuar con inteligencia y mediando entre actores, intereses, tiempos, temples y operaciones de todo tipo. De manera que, damos por válido este argumento.

Sin embargo, aun reconociendo que desde el gobierno las cosas son más complejas, hay que decir que se es gobierno para aplicar un proyecto político determinado que tiene rasgos ideológicos determinados, a veces anunciados en campaña.

La elección de Alberto Fernández tuvo su fundamento en la construcción de un frente amplio (Frente de Todos) que pudiera interrumpir la violencia neoliberal e imprimir en sus políticas aspectos de economía política que incluyan a los sectores postergados. En otras palabras, un gobierno que discontinúe el saqueo financiero y de los ganadores de siempre y que diera un sentido popular a las políticas de estado.

La derecha, por su parte, tiene muy definido su discurso basado en la meritocracia, la criminalización de la pobreza, los acuerdos prebendaríos para subsidiar a los suyos mientras recorta en materia social (porque si hay planeros en la estructura social argentina, pertenecen más bien a la clase alta).

En el esquema contemporáneo de dos grandes fuerzas electorales que pueden identificarse –pongamos- como centro izquierda y centro derecha, es necesario que cada una actúe dentro de las delimitaciones de sus fronteras ideológicas. Para esto, la crítica por izquierda, contrariamente a lo que se supone, no actúa como un elemento funcional a la derecha sino precisamente como una suerte de recordatorio de aquello por lo cual se supone que tuvo sentido la creación del frente de centro izquierda.

En otras palabras mucho más claras: ser funcional a la derecha es que ese polo de centro izquierda seda terreno en sus políticas a ideas y políticas de derecha, es decir, del otro polo electoral. No solamente por una cuestión de ubicación política de las fuerzas en el arco ideológico y mucho menos por purismo vacuos sino por una razón muy práctica y muy pragmática: cada elemento que se sede a la derecha abona a solidificar los cimientos borrascosos de una sociedad que acepta como normas del sentido común pensamientos de derecha, abonando al consabido desclasamiento generalizado, marca de época.

Si la derecha dice que “hay que reprimir” y que esta es la solución de todos los males la centro izquierda debe decir que “hay que educar”. Pero como que “mejor que decir es hacer”, no solamente debe sostener este discurso sino que debe garantizar las inversiones necesarias para efectivamente modificar las condiciones objetivas del sistema educativo y todo lo necesario para que todo el mundo pueda educarse, es decir, acceso a salud, vivienda, comida y cultura –generar las condiciones para poder educarse. De otra forma, la incursión en el mero sostenimiento del discurso y en una práctica difusa en la que no se mejoran concretamente las condiciones hace que “la gente” perciba la vacuidad del discurso y, por ende, se auto convenza de lo que la derecha nos quiere convencer: que la política no sirve para nada.

Pero peor aún es que la derecha diga que la solución a todos los problemas sociales es pedir balas y que la centro izquierda adopta parte de ese discurso porque esto corre el contrapeso necesario para que el sentido común no se bandee hasta límites que rozan el fascismo.

Para poner el asunto en un tema de candente actualidad, si la derecha comienza su padrenuestro a la “sagrada propiedad” ¿la centro izquierda, los democráticas y progresistas deben persignarse y sumarse a la cadena de oración o deben contraponer un discurso que recuerde que la vida humana y los derechos básicos del conjunto de la población están por encima de un cacho de algo que se inscribe jurídicamente como propiedad privada?

En la actualidad, hay mucho de esto y es preocupante como antecedente. Se anunció la expropiación de Vicentín y se retrocedió con las indebidas disculpas. Se incurrió en la represión a cientos de familias en Guernica para restituir propiedad privada a dudosos dueños vinculados a funcionarios de la dictadura genocida; millones sólo cobraron 10 mil pesos de IFE cada dos meses en medio de una crisis total y aún aquí no hay la definición política para aplicar un impuesto a la riqueza más que moderado –mientras, por ejemplo, en la monarquía española se aumentó tres puntos el impuesto a las grandes fortunas-. Ponemos estos tres elementos sólo por enumerar algunos.

Estas críticas “por izquierda” no son funcionales a la derecha. La derecha es la expresión política de sectores sociales que sistemáticamente han atentado contra el pueblo argentino. Eso está fuera de discusión. Está fuera de discusión que no es lo mismo Macri que Fernández desde el punto de vista analítico del discurso y desde el punto de vista de ciertas prácticas concretas. Pero el progresismo debe verificar en la práctica sus diferencias de discurso con el polo opositor, precisamente, para no ser funcional a la derecha. Porque cada vez que sede algo a esos sectores de poder no se está haciendo otra cosa que aplicando sus políticas, es decir, siendo funcional a la derecha.

Se acerca fin de año y ha sido uno muy complejo para toda la dirigencia y, más allá de cómo fustiguen Clarín, La nación y otros holdigns dueños de diarios, Alberto Fernández ha mostrado cierta cintura que para algunes puede ser interpretada como habilidad y para otres como debilidad.

Como sea, el mayor desafío que tiene el gobierno argentino en la actualidad es ejecutar políticas que se adecúen al discurso por el que fue votado, al proyecto de hacer lo contario a lo que haría un proyecto neoliberal (diríamos brutalmente intervencionista en favor de los suyos, pero pongamos ése término a los fines de entendernos) como el que en encabezaba Macri. Esto implica tomar decisiones concretamente en favor de lo popular y estas –necesariamente- afectan intereses de las corporaciones. Si no, no hay distribución de la riqueza. No se las puede tomar más o menos.

La idea de querer “tranquilizar a los mercados” (Guzmán) es una idea demodé porque sobra la experiencia en este país que verifica que esos mercados no son nunca benevolentes con un mandatario que no sea propio y que por más frac y gomina que se ponga un “populista” a esos sectores nunca les alcanza nada y siempre van a atacar hasta desgastar y poner alguien que les satisfaga. Siempre van a “contestar con el bolsillo” aunque les hablen con el corazón.

En ese sentido, el presupuesto 2021, criticado por propios y ajenos por izquierda, no da cuenta de políticas que beneficien activamente a los sectores populares: más bien da señales de tranquilidad en materia de “ahorro fiscal” (con perdón de las palabra) para “los mercados”.

Quienes jamás pondríamos el peso de un pelo de confianza en ningún proyecto de derecha, debemos, al mismo tiempo, decir con claridad que ser funcional a la derecha no es recordar a los gobiernos denominados nacionales y populares que fueron votados en el marco del ideario de un proyecto contrario al neoliberalismo. A revés, se es funcional a la derecha en la medida en la que se entregan banderas, se conceden políticas, se ajusta el gasto social y, sobre todo, se toman como válidos argumentos de derecha para gobernar por centro izquierda.

Ilustración: María Florencia Laiuppa

(Por Astor Vitali) Desde el martes tiene lugar una de las puestas en escena más espectaculares del mundo: las elecciones es Estados Unidos. Producto del profundo y sistemático trabajo ideológico que llevan adelante desde hace más de un siglo a través de la parafernalia cultural yanqui, muchas personas siguen percibiendo que se trata de “la mejor democracia del mundo”. Sin embargo, se trata de una estructura social de clases en la que poco puede influir el ciudadano o la ciudadana de a pie en las definiciones políticas estratégicas, reservadas a minorías de ricos muy bien organizadas. Es curioso pensar que de la mayor puesta en escena mundial se derivan serias implicancias para el resto del mundo, que mira por TV cómo el mejor postor del establishment (que deposita en las cuentas de demócratas y de republicanos) será la figura que conducirá las políticas que se deciden en otros ámbitos nada democráticos.

En el libro Mega Capitalistas, Peter Phillips refiere a las élites gobernantes trasnacionales y explica que “según un informe de Oxfam Internacional de enero de 2016, sesenta y dos personas poseían la misma riqueza que medio mundo; un año más tarde, Oxfam informaba que la mitad de la riqueza mundial estaba en manos de solo ocho hombres. La concentración de riqueza se está produciendo de forma tan rápida que es posible que algún día no muy lejano un hombre solo ostente más dinero que la mitad de los seres humanos del mundo. Los seis multimillonarios más destacados de 2017, con su nacionalidad y su patrimonio neto estimado, eran: Bill Gates (Estados Unidos, 88.800 millones de dólares) Amancio Ortega (España, 84.600 millones), Jeff Bezos (Estados Unidos, 82.200 millones), Warren Buffett (Estados Unidos, 56.000 millones), Mark Zuckerberg (Estados Unidos, 56.000 millones)  y Carlos Slim Helú (México, 54.500 millones). La lista de multimillonarios de la revista Forbes en 2017 contenía 2.047 hombres. Estos integrantes de la élite capitalista global son muy conscientes de las enormes desigualdades y de la vertiginosa concentración de riqueza. Los multimillonarios son parecidos a los propietarios de plantaciones coloniales: saben que son una pequeña minoría con enormes recursos y poder, pero viven con la constante preocupación de que las masas explotadas se rebelen. Para promover una mayor democracia e igualdad este libro pretende explicar cómo siguen creciendo esas enormes diferencias de riqueza, y qué mecanismos de poder protegen y mantienen a los gigantes del capitalismo. ¿Cómo es posible que el Congreso de los Estados Unidos haya aprobado recientemente una bajada masiva de impuestos a las élites más adineradas del país, concediéndoles aún más miles de millones de riqueza acumulada? Conociendo cómo se sostienen el poder y la desigualdad, es posible que veamos oportunidades para defender y conquistar democracia e igualdad para el mundo actual”.

“Una larga tradición de investigación sociológica documenta la existencia de una clase dominante en Estados Unidos. Estas élites fijan las normas y deciden cuáles son las prioridades políticas nacionales. La clase gobernante estadounidense es compleja y competitiva. Se perpetúa a través de familias de un nivel social elevado, que están relacionadas entre sí y llevan estilos de vida parecidos, con filiaciones corporativas, selectos clubes sociales y colegios privados comunes”.

“En las últimas décadas, y especialmente desde los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, las élites políticas en Estados Unidos han estado mayormente unidas en su apoyo a un imperio estadounidense de poder militar que mantiene una guerra represiva contra grupos de resistencia (típicamente etiquetados como ´terroristas´) en todo el mundo. En realidad, esta guerra contra el terror trata mucho más de proteger la globalización transnacional, el flujo libre de capital financiero de ámbito mundial, la hegemonía del dólar y el acceso al petróleo que de reprimir el terrorismo. Estados Unidos cuenta con una larga historia de intervenciones en todo el planeta cuyo objetivo era proteger nuestros ´intereses nacionales´. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está cada vez más alineada con la agenda de dominación global de Estado Unidos, y eso refleja el creciente carácter económico transnacional de nuestros intereses nacionales”.

Plantea también que, en línea con este comentario, en aquellas instituciones donde Estados Unidos tiene comprados la mayor parte de los boletos, “el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el G20, el G7, el Foro Económico Mundial, la Comisión Trilateral, el Grupo Bilderberg, el Banco de Pagos Internacionales y otras asociaciones (…) los Estados-nación se convierten en poco más que zonas de contención de la población, y que el verdadero podre reside en los ´decididores´ que controlan el capital”. Del mismo modo, “cada vez hay menos gente involucrada” ya que, por ejemplo, ente 1996 y 2006 “el número de integrantes de las juntas corporativas cayó de 20,2 a 14”.

Hay también, dentro esa clase, lo que se denomina superclase que “está formada por entre seis y siete mil personas, lo que equivale a un 0,0001 % de la población mundial. Son los miembros de la élite mundial interconectados en megacorporaciones que asisten a Davos” (allí donde Macri se relamía llevándonos) “y vuelvan en jets privados o aviones Gulfsteam y elaboran las políticas a seguir; personas situadas en el vértice de la pirámide del poder global. Un 94% son hombres, predominantemente de raza blanca y en su mayoría norteamericanos y europeos. (…) Son los que fijan la agenda en el G8 (actualmente, G7, tras la exclusión de Rusia), el G20, la OTAN, el Banco Mundial y la OMT”.

Y un tema que nos parece central en todo esto: cuando estas minorías son consultadas acerca de sus intereses en intervenir en los proceso políticos “casi todos los multimillonarios coincidirían en la importancia de que los Estados-nación, las fuerzas policiales y los responsables políticos protejan su riqueza y su continuo crecimiento”.

Intervienen básicamente en “la especulación financiera arriesgada, las guerras y su preparación, y la privatización de instituciones públicas”.

Para no irnos de Estados Unidos, donde viven u operan estos ricos, intervienen a través de organizaciones como “National Association of Manufacturers, Business Council, Business Roundtable, The Conference Board, American Enterprise Institute for Public Policy Research, El Consejo de Relaciones Exteriores y otros grupos políticos orientados a los negocios. Estas asociaciones llevan muchos años dominando las decisiones sobre las políticas que se deben seguir dentro del Gobierno estadounidense”.

En el medio de toda esta maraña, en la que tienen gran influencia quienes más poseen, hay un sistema electoral muy difícil de comprender para quienes vivimos en otras latitudes. Se votan 538 intermediarios que eligen presidente y vice. Como se explica en un artículo publicado en la sección El mundo de la edición del 1 de noviembre de Página 12i: “La forma en la que esos 538 electores se distribuyen entre los distintos estados depende de la cantidad de personas que vivan en cada uno. Los estados con mayor población tienen una mayor proporción de miembros del Colegio Electoral que aquellos con menor población. Esto es porque el número que se le asigna a cada estado está relacionado con la cantidad de integrantes que tiene su delegación al Congreso y esta depende, a su vez, de los resultados del censo. Hay un mínimo de tres electores para cada estado, por los dos miembros del Senado que le corresponde a cada uno y la cantidad base de representantes”.

En pocas palabras: “en Estados Unidos no es presidente la persona que saque la mayor cantidad de votos, sino la que logra mayoría en el Colegio Electoral. Es decir, el candidato que gane los estados suficientes como para que sus miembros del colegio Electoral sumen por lo menos 270”.   

También –y sobre todo- hay cuestiones de carácter clasista como el hecho de votar un día martes, impidiendo que una parte de la población pueda hacerlo. O por ejemplo, el hecho de que se registra más de 80 % de personas con ingresos de más de ciento cincuenta mil dólares y, en cambio, no supera el 40% la cantidad de personas con un ingreso anual menor a diez mil dólares. Es decir, participan en mayor medida (no son obligatorias) quienes más tienen.

Hay una gran cantidad de restricciones para acceder a la votación que se ven agravadas por otro partido –el de la élite yanqui- que juega y que juega fuerte. En las declaraciones de Donald Trump de estas últimas horas se observan elementos que pueden tener impacto en el resto de los países, por ejemplo, en los que somos dólar dependientes. Porque juegan a través de esas organizaciones que operan en bolsa y en todo aspecto político y de economía política posible, que sacuden luego otras economías de otros países. En otras palabras, esa desestabilización que van a intentar, para afectar el derrotero electoral, apelando incluso a la justicia si no les cierra, es una desestabilización que podría afectar a otras economías, a otras realidades políticas del mundo.

Porque en el fondo, lo que está operando en este contexto es el partido de estas élites: un partido que nunca se presenta a elecciones pero que siempre gana.

Ilustración: María Florencia Laiuppa

(Por Astor Vitali) Para sumar a la lista de atrocidades contra la cultura que el gobierno de Héctor Gay viene llevando adelante como parte de su programa político –en favor de un proyecto cultural de mercado- comenzamos la semana enterándonos de que el gobierno notificó a la asociación civil de difusión de arte y artesanías Bahía Blanca Che que serán desalojados del local en el que funcionan dentro del Mercado Municipal. El plan que afecta a esta y a otras asociaciones civiles se enmarca en uno más profundo: el intento de generar un espacio lucrativo en derredor de la llamada por la UCR Plaza Lavalle que, a su paso, intentará aniquilar toda reminiscencia de la intensa actividad popular y cultural que cobijó ese sitio.

Allí donde ahora comenzaron a trazarse los lineamientos para desplegar un proyecto que favorecerá al sector privado, desarrollado en medio de la situación pandémica, se vivieron eventos de impacto social, convirtiendo al sitio en un espacio preponderantemente de raigambre comunitaria.  

La también llamada Plaza del Sol, ese espacio albergó muchas expresiones populares. Punto de partida o de llegada de memorables movilizaciones. Espacio histórico donde las organizaciones sociales llevaron adelante los actos por el 24 de marzo. Lugar de fiesta y de reconocimiento popular.

En ese lugar, luego de la recuperación democrática, el movimiento cultural de la ciudad se convocó durante muchos años para llevar adelante las memorables Ferias de la Cultura, de la que participaron la mayor parte o todas las expresiones artísticas y culturales de la ciudad. Participaban artistas-artesanos trabajando allí, conciertos, encuentros, murgas, teatro, literatura, artistas visuales y una cantidad de expresiones infinitas. Esta radio supo –en tiempos analógicos- tirar cable desde su sede frente a la Plaza Rivadavia hasta ese espacio para transmitir en directo la enorme diversidad que podía registrarse.

El 15 de marzo de 1996, en el marco de las actividades por los veinte años del golpe del golpe cívico militar clerical, se hizo allí un Juicio Ético y Popular a los genocidas. Las personas que participaban se constituían como jueces responsables del veredicto: culpables. A ver si no tiene peso simbólico este lugar.

Ese espacio, visualmente, funcionó como antídoto contra la desmemoria. En un edificio que había quedado a medio hacer desde hace mucho tiempo, sobre las paredes laterales, había un mural realizado a principios de los noventa que recordaba el nombre de los desaparecidos y de las desaparecidas a raíz del plan sistemático de desaparición de personas que tuvo lugar en Argentina. Plan a través del cual se impuso el actual modelo económico y del que salieron beneficiados muchos actores económicos que actualmente pululan. Sólo se castigó a los represores: no así a los impulsores y depositarios de las suculentas fortunas arrebatadas al pueblo.

En el año 2009 se aprobó un proyecto de ordenanza presentado por Integración Ciudadana que estableció la implementación de un Sitio por la Memoria en Plaza Lavalle. No se cumplimentó.

En el año 2012, una comisión impulsó la denominación de ese espacio público como Plaza de la Resistencia y la Memoria, depositando sobre el concreto el cartel que enunciaba ese nombre, en virtud de las razones antes mencionadas y otras tantas que no caben en esta breve reseña.

El año pasado, otra vez un conjunto de vecinos y de vecinas impulsó un proyecto de defensa de ese espacio para toda la comunidad ante el trascendido de la posibilidad de que el Concejo Deliberante (Honorable, él) diera la venia para que el lugar fuera usufructuado para beneficio privado a raíz de un proyecto de estacionamientos que tendría amplios beneficios para el “inversor” (palabra, a esta altura, vacía de significado).

En el edificio del Mercado Municipal Eugenio Martínez (por el ex intendente del FREJULI) funcionan, además de comercios, una serie de organizaciones sociales con amplia trayectoria y trabajo en favor de la comunidad (a diferencia del privado, en pos del propio beneficio). Una de esas organizaciones es Bahía Blanca Che. Tal como se presentan en un comunicado emitido este lunes, se trata de  “un centro cultural que trabaja en la ciudad desde hace muchos años. Tiene sus raíces en la Feria de la Cultura.  En el 2006 se constituyó formalmente como una Asociación Civil sin fines de lucro.  ¿Para qué se conformó BBChe? Para defender y promover las artes/artesanías locales y regionales. Para organizar artesanes y artistas, promover ventas, producción, difusión, cursos, perfeccionamientos, hacer talleres, exponer y hacer conocer lo que se hace en la ciudad y la zona. Uno de los objetivos es reunir la producción  local de todas las artes: música/ literatura/ artes plásticas/ escénica/ visuales, etc. Hemos hecho Salones todos los años, desde el año 2009, para promover la cerámica, el arte textil y el arte objeto, otorgando premios para estimular la producción”.

“En el año 2008, el Secretario de Cultura de la Municipalidad nos concedió en comodato un local en Alsina 370. Estaba en malas condiciones y luego de mucho trabajo lo pusimos en funciones. Allí desarrollamos muchísimas actividades culturales: ferias en el patio del limonero, cursos, talleres textiles, recitales de poesía, encuentros musicales, obras teatrales, etc. Un lugar que supimos convertir en un espacio cultural nutritivo y  expansivo”.

“En el año 2016, con el cambio de gobierno municipal, nos piden el local de Alsina 370 y nos ofrecen un espacio en el Mercado Municipal, diciendo que se va a construir un Hostel y vamos a tener más movimiento. Aceptamos, y tuvimos que acondicionar un nuevo espacio. Ahora, en plena pandemia, nos solicitan que abandonemos el lugar porque van a hacer un emprendimiento gastronómico. Y  no nos quieren dar nada a cambio”.

No hace falta explicar la lógica de quitar un espacio a una organización social –en este caso vinculada a la cultura- para dárselo a un privado. Teniendo en cuenta que estamos hablando de utilizar un bien en poder del estado municipal para dárselo a un privado que lo explotará en su propio beneficio, estamos ante un escenario de saqueo de un lugar de la comunidad para dárselo a otra cosa muy distinta. Previniendo contra ataques basados en de pomposidades de argumento de matiz legal, nos detenemos en lo concreto: lo tiene una asociación civil, se lo sacan y se lo dan a otro de carácter no comunitario. Saqueo, a secas. Por más vericuetos del lenguaje formalote, leguleyo o de estrategia de márcketing con que el pasquín local y el sistema de medios de Juntos por el Cambio vaya a bautizar a su nuevo engendro.

Pero también hay otras instituciones de importante trabajo como CreerSí y a Nido a quienes le dieron aviso para que se retiren.

Quien suscribe no suele adherir a las tesis conspiranoicas. No podemos decir que esto se hace para borrar la memoria de lo popular que se juega en ese lugar como único objetivo. Se hace, como todo lo que se hace en esta gestión, para que alguien del círculo de Hetitor se beneficie del brazo invisible del estado con algún negocio con el que se ve favorecido. Pero lo que sí podemos decir –con toda precisión- es que la consecuencia del proyecto político, económico y cultural que buscan imponer necesariamente cambiará las características concretas de ese espacio como espacio público de acceso a la población en general y el memorial de espacio de lucha y de expresión cultural. Es de decir que si bien no podemos decir que esto se hace para borrar la memoria de lo popular que se juega en ese lugar sí podemos decir que esa será la consecuencia de este plan de la violencia privatista.

Dos cosas como corolario: desde Juntos por el Cambio son implacables con la aplicación de su proyecto, y este no es un asunto que afecte a una asociación civil o a un par de ellas sino que es un tema de profundo carácter comunitario (por ende, esencialmente político) en el que se juega la suerte simbólica, el significado, de un espacio por el que miles de personas hemos transitado compartiendo una visión de ciudad –de mundo- en el que la expresión humana y la felicidad sean patrimonio del conjunto. Es decir, esta debería ser una pelea de la comunidad contra un privado (con representación política gubernamental propia).

Por último, decir del oficialismo que es de baja, miserable calaña utilizar el momento de la pandemia en el que una buena parte de la población y de los actores aquí implicados son personas  de riesgo y se ven en inferioridad de condiciones para dar una disputa política en términos clásicos. Claro, eso supondría asumir que quienes gobiernan se auto perciben como dirigentes políticos con adversarios. Sin embargo, hasta ahora, sólo se ve en el bloque de poder local un conjunto de ejecutores de deseos del sector privado camuflados en uniformes de funcionarios públicos. La función pública implica el consenso. La imposición de negocios es saco de otro costal.

La concreción del proyecto oficialista representa un saqueo y un duro golpe simbólico. ¿Lo harán sin ningún costo político? ¿Qué tiene para decir la población? ¿Cuánta unidad habrá entre los espacios implicados para lograr un consenso social en la necesidad de que den marcha atrás? ¿Qué hará la oposición?

(Por Astor Vitali) La represión sobre las familias que permanecieron en Guernica es un llamado de atención respecto de cuál es el rol de la política a la hora de resolver los problemas de vivienda enmarcados en la figura de toma. Se observan dos posiciones contrapuestas: la criminalización (que pregona la derecha, es decir, es un discurso de derecha) y la defensa del derecho al acceso a la vivienda (como discurso de lo que se denomina la centro izquierda o progresismo). Los intentos de puntos intermedios para adornar a unos y otros pensando en los futuros resultados electorales de próximos comicios llevan a la una encerrona en la que los únicos perjudicados son los sectores populares. ¿Se puede estar más o menos en una o en otra posición?

Unas doscientas familias, de ciudadanos y de ciudadanas de Argentina, entre quienes se encontraban niños y niñas, fueron invadidos por fuerzas de seguridad a cargo de un ministro (un ministro de un sistema democrático, armado) de la provincia de Buenos Aires que, vestido de Rambo hoy –y jugando a las escondidas ayer, cuando se levantaron sus subalternos-. Fue de madrugada. ¿Te vas poniendo en situación y en su lugar? Sufrieron en carne propia un operativo represivo abusivo. Destruyeron sus hogares precarios. Les prendieron fuego las dos o tres chapas que pudieron conseguir. Las imágenes son impactantes.

El ministro Sergio B(ulrich)erni, además, dejó en claro de que no se trata de un hecho aislado ni se trata de que “lo ordenó la justicia” sino de la construcción de un mensaje cuidadosamente emitido hacia las millones de familias sin techo argentinas porque no se privó de subir la cámara nada menos que de TN para transmitir un espectáculo vergonzoso para la tradición democrática Argentina.

El gobierno de Axel Kicillof intenta despegarse arguyendo que “lo ordenó la Justicia”. Hace cien días que venían negociando mediante las gestiones del ministro Larroque. Unas seiscientas familias, dice el gobierno, aceptaron las ofertas. Desde la toma, lo niegan y sostienen que si no había solución para el conjunto sólo se acordaba retiro momentáneo. Lo concreto es que al menos doscientas decidieron permanecer en la toma.

Si bien es cierto que el desalojo lo ordena la inJusticia, no menos cierto es que el control de la fuerza pública está en manos de un ministro, es decir, del poder ejecutivo provincial. El cómo se reprime es una decisión política. La responsabilidad de no haber ofrecido nada que convenza a los cuatro barrios de la toma después de cien días de negociación es del gobierno y de su vocero Larroque, quien decide culpar a un par de dirigentes de izquierda.

Cualquiera que no repita titulares de medios y se preocupe en conocer cómo funcionan las situaciones de toma sabe que si una oferta concreta del gobierno hubiera sido lo que las familias necesitaban, por más dirigencia de izquierda que exista en un lugar, las familias aceptan porque lo que buscan es resolver su problema de vivienda; no están buscando armar el soviet de Guernica.

Hay una subestimación espantosa en ese tipo de declaraciones. Las personas no son marionetas: son sujetos de derecho. Y es una subestimación que forma parte del ideario del discurso histórico de la oligarquía, a la que el peronismo debería combatir. A pocos meses de gobierno, ya apareció el macartismo, que no parece patrimonio exclusivo de Pichetto.

Tomar la decisión de reprimir implica dejar la política de lado como herramienta de negociación y dar lugar a la violencia contra sectores desposeídos, tal como hubiera operado el gobierno de Mauricio Macri y su ministra de seguridad. El voto al Frente de Todos ¿no representaba la idea de cambiar de rumbo en todas las materias –incluida la de seguridad? ¿No se votó a este gobierno para que hiciera lo contrario a lo que se esperaba de los defensores de los derechos de los ricos, como la propiedad, en favor de los sectores desposeídos?

Además se dijo que había quienes “no estaban para resolver su situación habitacional individual”. Otro elemento verdaderamente de derecha en el discurso, porque se supone que desde el cristianismo hasta el progresismo el valor de la solidaridad, de acudir en la ayuda del prójimo, son valores definitivos y definitorios. Ese tipo de porquerías como “¿qué hace usted ahí si no es problema suyo?” son porquerías que dice la derecha. Nuevamente, hay corrimientos en los discursos, mucha confusión. Hay que ponerse de acuerdo en qué lugar del arco ideológico se ubica uno.

La ministra de Gobierno, Teresa García, se refirió a las personas reprimidas como “este remanente, resto de personas que hoy vimos a la mañana no accedieron a la firma de los acuerdos que le proponía el ministro Larroque”. ¿Quiénes no accedan a lo que propone el gobierno están de más?

Por una cuestión ética, un militante político popular, entre lo que diga una persona de la base y lo que diga un funcionario (por más que sea parte de la corriente a la que se adhiera) siempre debe ubicarse al lado de la persona de la base. Es una cuestión ética porque media una posición de poder, que la militancia debería tender a balancear, entre quien ocupa un espacio de gobierno y quien nada tiene.

Para sumar, la Iglesia Católica argentina manifestó hoy que “como cristianos nos sentimos interpelados ante toda forma de exclusión que deja a hombres y mujeres sin un techo digno”. Los esmerilados obispos –con pasaje sin escala al medio evo- dicen, como quien no quiere la cosa, de pasadita, en este momento tan cruel, que “nada justifica la intrusión y la violencia a costa de la vida y los derechos de los demás” y por lo tanto “la Iglesia no avala las tomas” porque “son ocasión de violencia y agitación social, muchas veces incentivadas (macartismo, de vuelta)”. Listo. La Iglesia no avala. Pusieron una bala más en el fusil de Berni. Repriman tranqui, chiques. Teléfono para Francisco.

¿No es violencia social que la economía en democracia te deje en la calle? ¿Qué pretenden que hagan las familias? ¿Cómo se puede ser tan hipócrita con un déficit de tres millones de viviendas? ¿Qué esperen en la calle? ¿No es aún más violento que lo digan unos señores patriarcales, panzas llenas, rodeados de riqueza mientras otros nada tienen? Más cabría que la jerarquía católica se ocupara de educar a sus empleados de cinta al cuello en una cultura democrática y de investigar y denunciar a sus bufarrones en lugar de protegerlos, de manera que pueda recuperar su autoridad moral entre el conjunto de la sociedad.

El gobernador Axel Kicillof, aquí en Bahía Blanca, sostuvo la postura de que la decisión fue de la justicia, que “el desalojo en Guernica se hizo con todos los cuidados posibles”. ¿Qué significa esto? ¿Cuidados para quién? ¿Quiere decir que no hubo muertos? ¿Qué es una represión cuidadosa? Además adujo que no tenían alternativa puesto que si no la provincia incurriría en “desacato”. ¿Este es el problema? ¿Para qué ingresan las personas a la vida política si no están dispuestas a pagar los costos de sostener las ideas políticas que dicen que promueven? ¿Cuál es el límite que define el ejercicio del buen gobierno -en este caso, cuando otro poder del estado ordena una medida que lacera otros derechos de ciudadano y de ciudadanas- como para que puede decir: no, esto no lo voy a hacer? ¿Por qué está impedido políticamente? ¿Para qué está la política sino para dirimir este tipo de cuestiones?

No alcanza este argumento de “lo ordenó la Justicia” en términos políticos para justificar una represión transmitida en cadena y que estaba siendo solicitada por sectores que hoy están muy felices en Argentina y que son quienes encarnan la verdadera figura de delincuentes.

Las repercusiones de la represión en Guernica son de gran impacto simbólico, porque quienes fueron votados con la idea de sostener un ideario contrario al neoliberal están cediendo terreno discursivo ante la violenta derecha argentina que pidió esto mismo como salida: represión.

No es casual tampoco que sea en el mismo día en el que el proyecto Artigas se retira de los terrenos que cedió Dolores Etchevehere dado que la inJustica otorgó razón a Luis Etchevehere y mandó en cana a la oveja negra.

Tenemos tres elementos, entonces: la jueza de Paraná Carolina Castagno y esta resolución en la mañana de ayer, anteriormente la represión en Guernica y las declaraciones de la iglesia. Todo va en el mismo sentido: ante un déficit de millones de casas, de una situación pandémica que afectó también a millones habitantes, hay muchas personas a las que no le quedó más alternativa que este tipo de acciones directas y hoy encontraron una señal dolorosa y clara.

Este veinte nueve de octubre, el gobierno que fue votado con una expectativa de ejercicio de conducción política que se diferenciara del discurso de la derecha argentina, encarnada en la figura de Patricia Bulrich, entregó parte de su capital simbólico ofreciendo a la derecha lo que quiere y abonó a la construcción de una sociedad cada vez más conservadora, que está mirando con buenos ojos que saquen a palazos de un pedacito de tierra a familias argentinas que se supone tienen sus derechos amparados a través de la constitución. Familias argentinas de laburantes que, a ver si no nos entendemos: ¡no pueden pagar el alquiler! Trabajan y no pueden pagar un alquiler. Este fenómeno de laburantes cuyo sueldo no alcanza es también responsabilidad política de quienes han sostenido este modelo económico.

Esta respuesta es la que espera la derecha política en Argentina. Si el progresismo, que es la única fuerza política que hasta el momento ha tenido la posibilidad de discontinuar el derrotero neoliberal con las urnas, no toma una actitud francamente abierta y clara en términos discursivos contra las intenciones de la derecha, abonará a una sociedad cada vez más conservadora que mira con buenos ojos este tipo de violencia hacia los sectores más postergados.

Debe haber una clara señal de las fuerzas que se reclaman como parte del ideario progresista. Cuando la derecha diga “defendemos la propiedad privada y no toleramos las tomas, vamos a reprimir”, las fuerzas progresistas deberían decir con toda claridad y altisonancia: “defendemos la vida de las personas, defendemos su derecho a la vivienda y bajo ningún punto de vista vamos a reprimir. Bajo ningún punto de vista vamos a reprimir”. Néstor Kirchner se jactaba de haber sostenido una política de no represión a las organizaciones sociales.

Es grave lo ocurrido durante la jornada, bajo todo punto de vista. En Bahía Blanca el fiscal Ulpiano Martínez se vio inspirado en su militancia anti popular y mandó a la federal a las tomas de Don Bosco al 2200. No había orden de nada. Pero el clima represivo activa los nervios que mueven las extremidades del cuerpo espiritual del gendarme judicial. La derecha se inspira rápidamente en su odio de clase cuando ve topadoras.

En otro momento de la vida política bipartidista, en términos teóricos, se pensaba que la alternancia se daba entre dos grandes frentes de signo opuesto. SI las fuerzas políticas mayoritarias tienen sobre el problema del déficit de vivienda tienen la misma posición filosófica, esto eso, la propiedad privada por encima del derecho a la vivienda y represión como solución ante el conflicto, entonces la calidad democrática a cedido a una sociedad de corte totalmente conservador que está disparando para abajo, a su propia población.

El problema de ese tipo de disparos es que el cuerpo social es uno solo, por lo que, disparar para abajo es lo mismo que dispararse en los pies.

Foto: La Izquierda Diario.

(Por Astor Vitali) El resultado de la consulta realizada en Chile en torno a la reforma constitucional representa una de las novedades políticas más importantes de los últimos años. Ya no hay duda: una amplísima mayoría de la población chilena rechaza el ideario neoliberal que implica la constitución impuesta por Pinochet. Por otra parte, la incapacidad del sistema político chileno de absorber el reclamo popular callejero sigue planteando interrogantes acerca de qué características tendrán los movimientos políticos anti sistema en nuestro siglo.

Un ochenta por ciento de la población chilena rechaza el cuerpo de ideas que guio a los diferentes gobiernos de facto y democráticos en ese país. La violencia neoliberal muestra una sociedad marcadamente dividida entre quienes ingresan a la posibilidad de acceder a bienes y servicios de del “primer mundo” y quienes sobreviven en la más absoluta miseria. Miseria de todo tipo, porque de la mano de la marginación económica va la marginación del acceso a la salud, a la educación y a la cultura.

Esa crudísima realidad fue impuesta a través de la violencia de la dictadura de Pinochet, que vino a interrumpir, por otra parte y nada menos, un proceso político de liberación a través del armado democrático que llevó a Salvador Allende al gobierno. Las clases acomodadas de Chile –las de cualquier lugar- manifestaron una vez más que no es cierto que se banquen la democracia y que interrumpen la legitimidad de gobierno porque les es insoportable algún grado de distribución e incluso los discursos políticos que suenen igualitarios. En ese proceso, impusieron un modelo salvaje que comenzó a implosionar marcadamente el año pasado a través de las manifestaciones populares. Un proceso que no fue sin costo: ahí aún presos políticos, faltan ojos y sobran abusos sexuales.

Si uno lee, ve o escucha las declaraciones de la dirigencia política en los medios de comunicación chilenos y los contratas con el mensaje que puede recogerse en la calle, va notar que aún existe una disociación entre el sistema de representación política y la crítica profunda que expresa el pueblo. La participación en la consulta de si cambiar la constitución y a través de qué metodología hacerlo (ganó la de la participación popular sin que sean los mismos de siempre quienes definan) se explica por la profundidad del plateo de cambio.

La población chilena no está cuestionando elementos de forma de la vida en ese país: está cuestionando los basamentos filosóficos e ideológicos acerca de cómo vivir en ese lugar del mundo. Nada menos. Rechaza centralmente el hecho concreto de que haya dos tipos de ciudadanías definidas: la ciudadanía plena que es habilitada por la tarjeta de crédito y la ciudadanía restringida de quienes no poseen recursos económicos. Ese espejo en el que quieren verse los poderosos de este país y de América latina.  

El gobierno de Piñera hace gambetas para ir dilatando el malestar popular y sostener, dentro de un ámbito de reformas que no modifiquen lo sustancias, la gobernabilidad chilena. El progresismo y las izquierdas están en jaque porque la representatividad de los planteos profundos encuentran serias limitaciones de desempeño dentro de los marcos de la “convivencia” del sistema político.

¿Cómo debe ser una fuerza política que busque integrar los cuestionamientos profundos a su plataforma? ¿Qué tipo de mediación debe articular esa representatividad política? ¿Cómo se suma la calle a la organización política con representación institucional? ¿Le interesa a la calle el tipo de representación popular vigente?

El momento histórico que vive Chile es de vital relevancia ya que representa un espejo en el que América latina, que compartió el dominó de golpes de estado e implementación de políticas neoliberales que perviven en la lógica de administración económica (que padeció el Plan Cóndor, para ser sintéticos), puede mirarse y comprender que es posible poner en jaque al sistema en cuestiones de fondo y ya no en aspectos formales, que no hacen a las transformaciones necesarias para que la población puede acceder plenamente al ejercicio de sus derechos.

La política tradicional sigue siendo el ámbito por excelencia donde se dirimen los diferentes puntos de vista de modelo social. Pero esa representación política tradicional ha excluido (precisamente a partir del Plan Cóndor) todo tipo de expresión política que plantee posturas radicales. En Chile, de hecho, fue la calle la que se mantuvo en consignas de cambios profundos, mientras el sistema político de ese país se limitó a administrar la pobreza de las mayorías al mismo tiempo que generó las condiciones para que “los inversores” gozaran de los escenarios propicios para garantizar sus ganancias para sí mismos, sin interés en la suerte social del país.

¿Cómo se articula la política partidaria con un reclamo que no quiere ceder “ni un tantico así” a las agachadas hiper conocidas de quienes, en el marco de la representación dentro del sistema político chileno, no terminan de construir un paradigma lo suficientemente sólido para oponer al modelo excluyente de las trasnacionales?

El paso dado adelante en Chile es muy significativo para revisar la subjetividad revolucionaria de las propuestas políticas; no reformistas. ¿Hay que aceptar las reglas de juego del bipartidismo (neoliberales y progresismos) que administran una estructura social con pobreza sine qua non o es posible construir acuerdos para cambiar los cimientos de la vida política contemporánea?

Una pregunta que no podrán resolver las dirigencias sin la participación activa de sus pueblos.

(Por Astor Vitali) Ayer el portal Infobae publicó un adelanto de Hermano el libro de Santiago O´Donnel basado en 17 horas de conversación con Mariano Macri “sobre la trama de poder, política, negocios y familias detrás de su hermano Mauricio”. Se trata de la introducción al libro:   

“Me llamo Mariano Macri y soy hermano de Mauricio. Quiero hacer una inmersión cronológica en las desavenencias que se fueron sumando hasta dar como resultado la confrontación entre nosotros; los porqués, las circunstancias, los detalles. Mucho de lo que digo es mera opinión mía, pero mucho también surge de datos fríos que abren una veta de posibles teorías y conclusiones.

Doy mi punto de vista consciente de que existe información que escapa a mi conocimiento y que podría incriminar a mi padre. Sin embargo, sé que mis revelaciones mostrarán a un personaje político, Mauricio, que está en las antípodas del viejo, un gran emprendedor. Destaco su autenticidad versus ese afán de poder de Mauricio, afán de poder que es su costado destructivo.

Creo que lo que mi hermano me hizo a mí a nivel familiar lo terminaron padeciendo todos los argentinos. Pero además su estrategia comprometió la reputación o el nombre de mi padre, a quien yo acompañé tantos años y de quien tengo una impresión bien distinta. Subjetiva sin duda, y ligada a mi percepción y a mi codificación emocional, pero es la imagen de una persona auténtica y constructiva, que siempre buscó crecer y generar trabajo y desarrollo. Mi meta es que se pueda esclarecer su carácter y su esencia. No digo que no haya tenido su lado oscuro; yo no lo vi, pero las investigaciones existen y las acepto de buen grado. Para mí fue alguien que hizo el bien, que fue positivo, y que vivió mucho y tuvo que tomar decisiones difíciles en soledad.

Yuval Harari cuenta en sus magníficos libros –Sapiens. De animales a dioses, Homo Deus y 21 lecciones para el siglo XXI– que hoy la sociedad consume por igual tanto el marketing político como las creencias religiosas cuando ambas no son más que construcciones con las que el ser humano intenta darle un sentido a su vida. Harari también nos pone frente a una realidad: muy poca gente cambia de parecer.

Muchos podrán creer en toda esa fantasía del marketing político que se ha construido alrededor de Mauricio, pero hay otra realidad escondida detrás y me parece sano poder contarla. Es como decir: “Muchachos, no coman vidrio”. No se enamoren de sus ganas de que las cosas cambien al punto de que esas ganas los terminen traicionando. No crean en ídolos inventados, porque al final del cuento esos ídolos los van a hacer defender lo indefendible.

Mi opinión podrá entretener y despertar curiosidad, pero también sé que es probable que no cambie la forma de pensar de nadie. Como dice Harari, lo que a cada uno le importa no es la verdad, sino lo que le da sentido a su vida. Aunque así sea, y por eso mismo, quiero contar lo que fue mi viejo y el daño que hizo mi hermano. Y ese es el porqué de este libro.

Mauricio tuvo la Estrella del Norte, que fue el ejemplo de mi viejo. Un tipo que, por haber tenido que navegar en aguas turbias, debió forzar las reglas y –pongámoslo en términos crudos– pudo haberse corrompido. Pero nunca lo vi flaquear en una miseria humana, en un acto de egoísmo, de omnipotencia o de arrogancia. Mi hermano es todo lo contrario. ¿Qué le dejó al país? Vendió humo sobre lo que debería ser y no actuó en consecuencia. Nunca un acto de altruismo ni de solidaridad.

Volver atrás como lo estoy haciendo ahora después de trece años luchando por hacer mi camino lejos de Mauricio me hace sentir más firme en un momento delicado. Pero duele. Sé que podrá tener consecuencias sociales para mí y económicas para el grupo y hasta puede provocar que la justicia quiera citarme para dar testimonio. Es una apuesta a todo o nada, para terminar de resolver una situación de sometimiento, extorsión, maltrato y aislamiento.

Que la gente lea y se pronuncie. A favor o en contra”.

Se destaca la idea de la ilusión del márquetin y su anverso real, oculto. Esto nos hace reflexionar en torno de cuáles son las figuras que elegimos como referencias a seguir como sociedad. En este contexto histórico en el que las ideas del emprendedurismo y del empresario exitoso predominan, aparecen figuras que están contextualizadas a través del prisma de determinados medios de comunicación.

Se levantan referencias cuyas fortunas jamás son puestas en duda. El periodismo en general no pregunta a un “empresario exitoso”: ¿cómo hizo usted su fortuna, señor? ¿Cómo, de la nada, construyó una serie de empresas, compró medios de comunicación?

¿Cuál es nuestro modelo? En la ciudad: ¿nuestro modelo es Gustavo Elías como referencia de “empresario exitoso” –con medios para operar, incluidos- o nuestra referencia podría ser la psicoanalista que entrevistamos hace un rato, una profesional egresada de la universidad pública que cumple un rol social para adultos mayores en pos de un beneficio social? ¿Mi referencia debería ser “el empresario del año” (destacado por grupos de intereses) que está explotando recursos económicos en un contexto actual para su beneficio personal o podría ser un referente de una cooperativa o un club barrial trabajando a diario para reconstruir tejidos sociales? Si soy un joven buscando rumbo ¿mi referencia van a a ser los diez jóvenes destacados por la Cámara Junior Internacional o algún referente social que no tiene acceso a privilegios y sin embargo se destaca por sus valores solidarios expresados en su trabajo social o une artista?

¿Cuáles son nuestras referencias? Y sobre todo ¿cómo se construyen esas referencias? Esas referencias en general no tienen ningún tipo de cuestionamiento porque acumularon el suficiente poder como para acumular devolución de favores, miedo, influencias en ámbitos políticos, legislativos y judiciales, y negocios que no podrían justificarse.

Lo que sí se construye es el mito de cómo se obtuvieron esas fortunas. Mauricio Macri –heredero- que manda a todo el mundo a trabajar porque “en este país nadie trabaja” será expuesto en este libro de O´Donnell en una de las facetas aparentemente desconocidas para la sociedad. ¿Realmente eran desconocidas para la sociedad? ¿Había que ser investigador privado en 2015 para percibir el prontuario de Mauricio Macri, para saber qué significa apellidarse de ese modo en este país? ¿O no es una cuestión de desconocimiento o conocimiento sino de ratificación de posturas preconcebidas en torno a esas figuras?

Los negocios ilegales, las investigaciones, estuvieron publicadas. Pero hay un deseo de un parte de esta sociedad en que ese modelo es el correcto. Sobre los otros modelos (estudiantes, referentes sociales) siempre hay sospechas y acusaciones: “no tragaban”, “son punteros”, etc. En cambio, sobre estos modelos empresariales hay loas y ningún cuestionamiento.

¿Hay una sola fortuna del país (y de este ciudad) que pueda abrir sus números totalmente y sostener que fue obtenida en base a las reglas de libre competencia, las leyes, sin las influencias y el concurso de los gobiernos, de sectores políticos, de privilegios, de presiones, de aprietes? De esto no se habla en términos públicos porque en general los medios de comunicación precisamente responden a esos intereses.

Conviene observar, tal vez, un documento histórico musical: La Traviata. Cuando Verdi decide tomar el libreto de La Dama de las Camelias (Dumas) y poner en el rol de heroína a una mujer del siglo XIX menospreciada por las clases altas y sostener una dura crítica al Giorgio Germont, patriarca aristócrata: uno de esos tipos que son de visitar prostíbulos vip los sábados a la noche e ir a la iglesia el domingo a la mañana, dando clases de moral occidental y cuestionando a quienes “no llegan” por no hacer lo necesario. Cuando hablamos de prostíbulo lo utilizamos también como imagen de negocios sobre los que se rasgan las vestiduras y luego y dicen perseguir. El modelo del empresario exitoso es un modelo que no se construye sino a costa del perjuicio de muchos otros derroteros sociales. Creemos que es conveniente pensar acerca de cuál es nuestro modelo. ¿Cómo queremos ser? ¿Cómo ese personaje de La Traviata o queremos que nuestras referencias se parezcan más a un modelo que no requiera del castigo y de la opresión a quienes ya no consideran pares para seguir ascendiendo en sus carrera que a veces se disfraza de política peor que en general redunda siempre en beneficio propio?

(Por Astor Vitali) Se cumplieron setenta y cinco años del último movimiento histórico que determinó dos grandes sectores de la política y de la cultura argentinas: el peronismo y el antiperonismo. ¿Qué se puede analizar fuera de la lógica estúpida de la grieta?

El mayor problema que tienen los antiperonistas en su relación con lo que consideran que es el peronismo es su famélico marco conceptual: el antiperonismo tiende a definir al peronismo poniendo motes o sentencias tales como “populismo”, “fascismo”, “ladrones”, “corruptos”, “vagos”, “negros”, etc. Y estamos claros en que cuando desde el antiperonismo  dicen “fascismos” no se están refiriendo al concepto fascismo en sentido amplio –como describió Bobbio-: esos que hablan de “fascismo” gozaron del modelo de Martínez de Hoz y aplaudieron a Videla.

Cuando intentan una descripción un poco menos monosilábica, sólo se basan en un aspecto de las culturas peronistas. Sí, así: en plural. Para definir el peronismo no se puede tomar un pedazo y buscar hacer de él la totalidad. No funciona. No funciona para pensar, no funciona para actuar, no funciona para hacer política.

Pongamos un ejemplo. “No hubo otro movimiento que haya reconocido más derechos de los trabajadores y de las mujeres”. Correcto. “Perón –aliado de Franco y otros fascismos- vino a detener el avance del comunismo”. También es correcto. Como reflota ahora el ortodoxo Moreno: “ni yanquis ni marxistas”, sigue definiendo el marco conceptual justicialista. Buscar un posicionamiento contra el peronismo basado en un aspecto aislado del mismo es vincularse con un cuerpo sin alguna de sus partes.

Otras preguntas recurrentes que le sirven al antiperonista para profundizar su etiqueta.  ¿El peronismo es revolucionario? El peronismo tiene de revolucionario históricamente una potencia territorial, una cultura  de supervivencia y lucha (según los momentos) que vive en dirigentes populares, trabajadores y trabajadoras, artistas, y allí hay un núcleo dirigente capaz de conducir. El contexto histórico y la geopolítica son determinantes para el peronismo. El primer peronismo articuló detrás de si a buena parte de la dirigencia sindical que venía conduciendo (de origen de izquierda) y la articuló en un solo bloque supeditado a las necesidades de la política: la CGT. Esto es un modelo contrario al de la democracia obrera, claramente. ¿Pero cómo oponer a esas visiones conceptuales –democracia obrera- el hecho concreto de las trasformaciones que se generaban entonces a través de la política en el medio del despelote? ¿Las revoluciones socialistas no supeditaban también las organizaciones sociales a las políticas?

El peronismo no es revolucionario en sentido marxista porque el peronismo es otra cosa distinta del marxismo. Fidel y el Che no son Perón y Evita. No cabe buscar una visión socialista en una doctrina surgida en un momento de histórico donde la producción y la riqueza iban de la mano y en el que la idea de un capitalismo con pleno empleo no resolvería el problema marxista de la “explotación del hombre por el hombre” pero sí resolvería el drama de la pobreza, la educación, la salud. Los sesenta son un momento que requirió de los Cocke. Pero el contexto de nacimiento de la doctrina se fija en otro contexto histórico.

El peronismo nace como movimiento de masas, por lo cual, plagado de disputas internas. Esas disputas internas tienen que ver con todos los sectores que lo integran en un marco teórico dentro del mundo capitalista con “justica social”.

En este momento de la conversación es preciso hacer una diferenciación: una cosa es el antiperonismo y otra el no peronismo. ¿Por qué irrita tanto el peronismo al antiperosnismo? En la actualidad, ninguno de los mascarones de proa del discurso antiperonista es un motivo válido: no es la República, no es la democracia y no es el “respeto a las instituciones”. Ninguno de los sectores que militan el antiperonismo carece de prontuario basado en el ejercicio del poder directo en base a sus capacidades económicas en detrimento de la calidad democrática.

Lo que irrita al antiperonismo militante podría sintetizarse en dos grandes aspectos: que el estado les toque algo de sus privilegios de clase (aunque algunas veces sea en porciones nimias) y que las personas sin recursos gocen de derechos humanos). En ese sentido, en las marchas pueden escucharse cosas como “los pobres usan celular y se tiñen el pelo”. Para el gorilaje hay cosas en la vida que no son para la chusma. Por eso nos venden por ejemplo “música para pobres” y tienen a Mozart secuestrado, hasta que aparece una orquesta escuela.

El no peronismo, en cambio, tiene otras características que podrían sintetizarse en dos grandes aspectos, también: se viene de otra cultura política -por familia o por opción-, es decir, no hay una identificación con el movimiento o lisa y llanamente no se acuerda con la visión del mundo que propone el peronismo, pero no desde el punto de vista oligárquico sino desde la óptica de que las transformaciones sociales que requiere un país con justicia social no son de orden capitalista.

En ese sentido, el peronismo y el no peronismo tienen en común visiones contrarias al antiperonismo, cuya característica central está basada en el desdén de toda partícula que provenga del ámbito popular. ¿Cuántas veces frente a los ataques del gorilaje virulento el no peronismo tiende a buscar posturas de defensa de ciertas medidas tomadas por el peronismo ante la violencia explícitamente antipopular de los postulados antiperonistas?

Como decíamos la comienzo, setenta y cinco años de peronismo y antiperonismo en el que el no peronismo tuve vaivenes de todo tipo. Desde merodear a Braden hasta aliarse en la transversalidad. También construir opciones partidarias propias. Asimismo, el peronismo fue pasando desde el Plan Quinquenal, por la reforma estructural del menemismo en sentido liberal o la Triple A.

Asumir la Historia en sus términos complejos es lo único que puede ayudar a buscar posiciones en la actualidad concreta. Porque la actualidad tiene muchos desafíos para todo los sectores. El antiperonismo está desplegando un discurso violento y sus dirigentes deben resolver si quieren seguir camino a sus antecesores del 55, es decir, a aquellos capaces de masacrar a su propio pueblo o serán capaces de hacer política. Si optan por lo segundo, necesitarán formar cuadros puesto que su dirigencia actual es conceptualmente paupérrima. El peronismo tiene que resolver en su disputa interna a cuál de sus momentos se quiere parecer y si el movimiento obrero será columna vertebrar o furgón de cola de un proyecto de “políticos profesionales” que “administran la crisis”. En otras palabras, si el peronismo de base definirá rumbo o acatará modelo de gestión (que viene con pobreza estructural en el paquete). El no peronismo, tiene la necesidad de articular una visión no testimonial de la política que tiene puntos de contactos con las necesidades urgentes de las clases populares identificadas con el peronismo  pero que difiere respecto del hecho central de la conciliación de clases que plantea el justicialismo.

Recién van veinte años de este siglo con una población estructuralmente diferente a la de 1943. La pobreza estructural creó un sujeto fuera de sistema que representa una gran parte de la población. El capitalismo ha demostrado que no tiene rostro humano. El gorilismo amenaza con su cara más despiadada.

¿Cuáles son las discusiones pertinentes para este momento del siglo en este contexto geopolítico? Una pregunta que no mide puntos de reiting: no mide. Sin embargo, son las preguntas que se hacen quienes toman las decisiones, lejos del pueblo.

Para empezar: un movimiento popular -a esta altura del siglo veintiuno- debería contener la participación del pueblo. Una obviedad, sí. Sin embargo, una obviedad claramente soslayada si se observa el bajísimo nivel de participación política.