Fuera de micrófono

Cuatro son los principales negocios a escala internacional: en narcotráfico, el tráfico de armas, de personas y de órganos. En un mundo global (unilateral), los negocios se extienden, y esta es una ley natural del comercio capitalista.

Muchos y muy poderosos son los intereses que se juegan, dadas las personas y factores involucrados: no son posibles estos negocios sin complicidades en los ámbitos político, judicial y policial.

Para operar fuera de la ley de manera sistemática hace falta sistematizar la corrupción. Cuando la corrupción se sistematiza pasa a ser un sistema paralelo que todos conocen pero contra el que nadie arremete, puesto que expondría la irrealidad del equilibrio institucional contemporáneo,  en el que más o menos la comodidad y la tranquilidad se equilibran para conciliar el sueño y soterrar las conciencias en el sueño pueril de la calidad institucional.

Conviene el silencio y la omisión para evitar el escándalo de reconocer que las cosas no funcionan estructuralmente. Sin embargo, el inconsciente opera siempre a pesar de la voluntad propia.

Bahía Blanca no es ajena al mundo y, por ende, la realidad del mundo se materializa en estas tierras. Lento e inseguro, el Honorable Concejo Deliberante aprobó en abril el Observatorio de la Problemática del Narcotráfico. El 24 de julio se realizó una reunión preparatoria de la que participaron concejales de todas las bancadas, legisladores provinciales, autoridades de las fuerzas de seguridad, representantes del poder judicial y también de instituciones educativas. La creación de este espacio multidisciplinario blanquea hacia la comunidad, desde la dirigencia política, la lectura de que el narcotráfico es un problema complejo e insoslayable.

Resulta paradigmático del estado de cosas la coincidencia unánime en las declaraciones de dirigentes políticos, incluso de candidatos a intendente: “todo el mundo sabe lo que pasa en los barrios, quién vende y quién permite que se venda”. Sin embargo, públicamente nadie señala a los nuevos ricos, a quienes se benefician económicamente con este negocio ni a sus cómplices.

Sin embargo, es posible leer la realidad entre líneas (tal vez, la única manera de leerla). ¿Dónde se publican los hechos delictivos? En el segmento policiales. Leyendo con atención, algunos hechos resultan llamativos.

El último mes se desarrollaron en la ciudad una serie de robos con características similares. Grupos numerosos ingresaron a viviendas de personas mayores. Los sucesos fueron informados de manera detallada. El 22 de julio La Nueva Provincia publicó que varios ladrones asaltaron a una pareja de ancianos. Lo habrían hecho ingresando a la vivienda a través de engaños. Se destacó especialmente que el hecho ocurriera “en pleno centro” de la ciudad.

Cuatro días después, nuevamente un grupo de delincuentes asaltó a una pareja de adultos mayores “frente a la departamental” de policía en calle Alem al 800. También se difundió que un familiar relató que eran unas ocho personas quienes ingresaron al domicilio. ¿Por qué arriesgarse a robar en ese lugar? ¿Por qué acometer con una operación tan desafiante y provocadora?

Dos días más tarde otra crónica relata un robo rural con similar modus operandi en una zona rural.

Las características de delitos cometidos por grupos numerosos en lugares de gran circulación y, en una ocasión, frente al edificio policial, son por lo menos llamativas.

Fuentes de la investigación afirman que los presuntos autores de estos delitos formarían parte de un mismo grupo vinculado a una red de narcotráfico que opera en la ciudad, algunos de cuyos miembros serían extranjeros.

En pasillos palaciegos, fuera de micrófono, se murmura que según las coyunturas políticas, según qué dirigente visite la ciudad, pueden aumentan delitos, haber “zonas liberadas” para operaciones criminales y otras artimañas de esta comunidad criminal. No hablamos de rateros de mala muerte. Hay hechos que no resisten análisis lógico. Hay, por su puesto y cómo es público, hechos no esclarecidos, incluso dentro del ámbito político.

Fuera de micrófono, la dirigencia reconoce la existencia de las mafias y la calaña de los negocios. Fuera de micrófono las dirigencias sugieren la existencia de peculios de procedencias inconfesables.

Esta es la misma ciudad donde encerraron durante horas a 20 empresarios de alto status en una casa, humillaron, robaron y maltrataron a sus seres queridos. Hecho realizado con una capacidad operacional comando. Pese a lo evidentemente irregular del suceso, a los pocos días se generan los consensos para transmitir a la sociedad la idea de que fue “un hecho más del flagelo de la inseguridad”.

¿Está la dirigencia política a la altura de la compleja problemática del narcotráfico? ¿Tienen la voluntad política para hacerlo? Si la tienen ¿qué tipo de intereses o compromisos limitan la acción concreta? ¿Los organismos del Estado tienen anticuerpos para combatir las células afectadas, o la enfermedad es crónica?

¿La Justicia tiene herramientas para avanzar contra un poder cuyas leyes son redactadas por oscuros congresos habitados por legisladores que no provienen del sufragio corriente?

Da la sensación de que hay más preguntas que respuesta. Por momentos, la sensación es peor, nadie quiere hacerse esas preguntas en voz alta.