Mujeres, ciencia y feminismos

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(Por Facundo Muñoz) La física y autora feminista, Evelyn Fox Keller, una vez dijo que: “[Es necesario] mirar la ciencia como producida por seres humanos desde una conciencia humana. De manera que, en lugar de tomar la objetividad como un producto científico autoevidente, quisiera examinar el aspecto subjetivo de la objetividad”.

Como cuando te das cuenta que la lógica bajo la cual el mundo se piensa y organiza es la de los varones blancos y heterosexuales, a pesar de que la humanidad no está formada sólo por ellos y la ciencia por más que se la piense fría y objetiva no esta exenta de ello. Cuando internalizamos los conceptos de machismo y patriarcado y nos damos cuenta que están presentes en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida diaria, empezamos también a rechazar los formatos preestablecidos y a crear nuevas realidades.

Eso fue lo que hizo la comunicadora científica e integrante del espacio de Economía Feminista, Agostina Mileo, quien confronta con sensatez los prejuicios y desarma con lenguaje claro e información accesible, cada uno de los lugares comunes en los que se arraiga el machismo, abriendo la discusión sobre temas como la “utilidad” de los orgasmos, las diferencias entre el cerebro “femenino” o “masculino” (¿y trans?), las falacias sobre el aborto y los mitos de la menstruación. Con irreverencia, demuestra porqué es imperioso construir una mirada crítica y diversa sobre la producción y comunicación del conocimiento y cuestionar nuestras propias opiniones una y otra vez. En la lucha por una sociedad igualitaria, necesitamos que también ¡la ciencia nos acompañe!

-¿Cómo es ser mujer en el campo de la ciencia?

“Horrible. Es hostil, te ves permanentemente subestimada. A mí además no sólo me sucede ser mujer joven sino haberme dedicado al campo de la comunicación, que es algo especialmente subestimado porque alguien con un título universitario cae en la falacia de creer que si sabe hacer una cosa, sabe hablar acerca de eso. Entonces mi trabajo es constantemente percibido como innecesario o como un ataque personal cuando le haces una sugerencia a una persona”.

Más allá de su experiencia personal, Agostina aporta datos concretos sobre las mujeres dentro del campo de la ciencia, un lugar en el que desde antaño hemos sido nosotros, los hombres, quienes en su mayoría lo hemos desarrollado, no porque no hubiera mujeres que quisieran hacerlo sino porque simplemente no se les permitía.

“Hay un montón de artículos que recaban evidencias de porqué las mujeres en ciencias somos pocas y porqué las que somos estamos mal. Y bueno, hay una cuestión de penalización de la maternidad, digamos, las condiciones laborales en la mayoría de los países hacen que si una mujer científica decide ser madre, esto sea contraproducente para su carrera y después, a mí me parece que hay que hacer énfasis en esto: los estudios que muestran si yo mando un paper exactamente igual con nombre de varón o nombre de mujer a una serie de revistas, los que tienen nombre de varón son más aceptados. Para que las mujeres estemos mejor va haber gente que tiene que ceder sus privilegios y esos son los varones en la ciencia”.

-¿Faltan mujeres que investiguen sobre ellas mismas?

“Yo creo que cada vez menos. Si alguien está investigando sobre nosotras, somos nosotras. Lo que realmente falta es un cambio de paradigma y que se empiece a considerar que la ciencia que no considera a las mujeres y disidencias es ciencia mal hecha. Esta pretensión de universalidad que tiene la ciencia, en donde descubrimientos y preceptos se adapten a la mayor cantidad de casos posibles. Si toma como sujeto neutro a un sujeto muy específico como es un varón blanco heterosexual de clase media, está en realidad mal hecha. En realidad lo que hace falta es cambiar el paradigma de que es la ciencia bien hecha o el conocimiento de calidad”.

“Que la ciencia te acompañe”

“Un día mi editora me escribió por Facebook y me preguntó: ‘¿No pensaste alguna vez en hacer un libro?’ Y yo venía pensando en otro libro que, cuando fui a la reunión le llevé esa idea, que era un libro sobre menstruación, que es mi tema específico de investigación y ella me dijo: ‘Bueno no, mira, ese libro no es un primer libro y es un tema muy chiquito’”, comenta Agostina sobre cómo surgió la idea de escribir “Que la ciencia te acompañe”.

Hablemos de aborto

En su libro le dedica un capítulo completo a desmitificar argumentos que se dicen científicos sobre el aborto: “La primera pregunta que tenemos que hacernos es porqué necesitamos una ley, digamos, si el fallo F.A.L fuera aplicado comprendiendo la salud en sentido amplio podría bastar para garantizar nuestros derechos pero, sin embargo, no lo hace y por el ordenamiento institucional que tenemos, necesitamos una ley que obligue a los Estados a proveer abortos seguros, porque es lo que no sucede”.

“Estos son los argumentos que ya están ahí. Desde que salió el fallo F.A.L, son los argumentos que se utilizan para impedir el acceso al derecho. Entonces, en realidad yo compilé lo que ya estaba en el aire y lo que ya sucedía al respecto. En el libro está puesto un argumento antiabortista y una refutación, era un capítulo para ganar la sobremesa en el momento en el que se le suelta la cadena al tío facho y ponerle los puntos”, agrega.

Considera que “la apelación a la ciencia, primero, lo que ratifica este lugar de verdad o cercano a la verdad que tiene la ciencia en el imaginario popular. Cada vez que lxs legisladorxs apelan a la ciencia, están como apelando a algo que parece indiscutible y estático”.

“Se usa la ciencia como argumento para sostener posiciones encontradas cuando hay un consenso respecto a las cuestiones como: ‘Legalizar el aborto produce más abortos’ y lo que se ve de hecho es que la distinción legal o ilegal no es la adecuada para medir la cantidad de aborto sino que el problema está en pensar el aborto como una política sanitaria aislada. Porque en países como China donde el aborto es método de control de la natalidad, el acceso a anticonceptivos es malísimo, no hay educación sexual, los números de abortos no disminuyen”.

“En cambio en países como Uruguay, que tienen un política sanitaria en donde el aborto es parte del acceso a los derechos sexuales y reproductivos, sí. Porque yo cuando voy a mi control luego de haber accedido al aborto, me ofrecen o me cuentan cuáles son los métodos anticonceptivos disponibles y puedo elegir y prevenir otro embarazo con los medios del Estado. Acá lo que va evidenciando toda esta cuestión es la falta y la ausencia del Estado”, concluye.