(Por Giuliana Crucianelli) No. No. No. Que no sea verdad, no de nuevo. Teclas. Chicas ¿qué hacemos? No se sabe con seguridad. Che, ¿qué hacemos? ¿Confirmó alguien? No sé pero esperemos. No tomé el tiempo pero habrán sido cinco minutos, una bocha. Sí chicas, confirmaron. Sí, sí, ocurrió. Ay, no. Ay, no. Vamos a la plaza. Convoquemos. ¿Te paso a buscar? Haceme una perdida cuando llegues.  Hola, ¿qué sabemos? No se sabe con certeza pero es ella.

En la radio: “a pesar de su forma de vida, en el fondo era una niña”, en el fondo y en la superficie, completamente. Puteo, pienso como puede ser que para informarme tenga que estar escuchando a dinosaurios en chomba Lacoste. Cómo es posible. Se me ocurre una radio abierta. Ya es tarde. No sé dónde están mis compañeros y compañeras. Aviso. Aviso a todo el mundo, mando audios, llamo por teléfono.

Llego. Caras amigas. Avisamos. Caminamos. Tocamos el timbre.  Un telegrama hablado.

¿Qué pasa? Micaela. Está muerta. La encontraron recién. Vení a la plaza.

Raya. Punto, punto. Raya.

Sigo llamando. Me digo calmate, no te desbordes.  El frío me pega en los cachetes y los tengo más rojos que de costumbre. Calor en el pecho. Volvemos. Cortemos, cortemos la calle. Vamos a la esquina. Un Patrullero. Dos patrulleros.  Pare señor. ¿Sabe lo que pasó?  Le cuento. Otra vez la realidad. Otra vez pienso, esta vez, bronca. El tipo sigue.  Otro le grita a los pitufos ¿dónde estaban? ¿Por qué no hicieron nada? ¡Corruptos hijos de puta! Cruzo la calle.

Clic, saco una foto.

Dentro del bar un hombre  lee el diario. Ese diario paleozoico de los dinosaurios en chomba. Los mozos preparan café. Al fondo unas viejas ríen y conversan animosamente. Yo miro por el vidrio. Miro con asco. Ninguna me registra. Pienso con indignación, viejas de mierda ¿tan fachas pueden ser? Paguen la medialuna y salgan a protestar. Podría haber sido su nieta.  Pero reflexiono, claro, las nietas de ellas no son cabecitas negras del Noroeste. Seguro piensan que a ellas no les va a tocar. Otra foto. Esta vez, mental. Miro afuera y en un nicho de gas un cartel que reza “Hacia otro Ni Una Menos. Charla debate”. Clic. Otra foto.

Sigo. Escucho, la comisaría está cercada. Ir es al pedo, nos van a cagar a palos.  Seguimos marchando. Me meto entre la gente. Más patrulleros. Caminamos. A dónde vamos. A Alem.  Que nos vean. Gente en los balcones, desde los autos. Se suman seis o sietes nenas, agarradas de la mano. A llanto desconsolado. Me corro. Me agarro de un nicho de gas y pienso  gorra de mierda, políticos de mierda, qué asco, qué dolor, la mamá. Mica. Mica.

Llegamos a Alem. Ya éramos más de 200. Se suman compañeras con carteles que todavía tenían la pintura fresca. Caminamos por la inmensidad de la calle, con las luces de los autos de reflectores. La gente en los bares aplaude pero no sale. Sigo pensando, qué falta de solidaridad, qué cagones, qué mierdas.

Llegamos al teatro, los lugares para sacar fotos estaban todos ocupados. Bueno, ya fue, me subo acá. Puta madre, no llego. Una voz amiga, un colega. Te ayudo, te hago piecito. Un, dos, tres ¡va! ¡Carajo! Me llené  de mierda de paloma.  Gracias. Gente. Foto.

Sigo, con un hilo de aliento. Saco el grabador. Te hago dos preguntas para la radio. ¿Cómo te enteraste? Por las redes sociales, vine. Ojos llorosos. Estoy por irme de la ciudad, tengo dos hijas chicas, no quiero que me pase a ellas o a mí.

Escozor. ¿Te hago dos preguntas para la radio? No tengo palabras, no sé qué decir.

Concentración en el punto de partida. Disputas. Vamos a la comisaría a hacer justicia. Un bardero tira una botella, el resto lo calma. Así no, así no. Se tapa con un pañuelo. Pienso, si tanta justicia querés da la cara.

Recorro, un minuto de silencio. Todo se congeló. Caminé entre la gente inmóvil. Todo se detuvo. Nadie dijo nada. Llantos del silencio. Un bebé grita, llora con dolor. Silencio. Desazón. Foto. Habla la abogada. Pide calma. Saqué otra foto.

Un dolor punzante me recorre la espalda. Vámonos, ya está. No queremos bardo, queremos justicia.

Llego a mi casa, mi viejo viendo televisión. No sabía nada. Le cuento. Ojos rojos. Me voy a dormir. A intentarlo.

Me acuesto. Mica. Mica. No. No, que no sea cierto.