No va más

(Por Astor Vitali) Tengo la sensación de que está todo mal y de que todo el mundo tiene la sensación de que está todo mal pero nadie se quiere hacer cargo de que está todo mal. Hay un ánimo en todo ambiente, viciado, saturado, como se suele decir, con tal densidad que se corta el aire al paso de los cuerpos.

En lo laboral sabés que la situación económica no acompaña y que tu puesto de laburo –en caso de que lo tengas- está en la mira de una manada de creyentes en el sálvese quien pueda y la famosa competencia. ¿Qué competencia? ¿Competencia de qué? Si los que manejan los hilos de esta marioneta patética, famélica, vetusta que es la sobrevivencia humana no compiten: se reparten entre sí y a lo sumo se aplastan; pero no compiten.

En lo cultural queda poco por destruir, producto de un ajuste violento que atentó contra los sectores más débiles: desfinanciamiento de organismos públicos, cierres de orquestas escuelas, cierre de establecimientos y un largo etcétera.

En lo vivible de esta vida, cuando ya se supone que tu edad y tus aportes a la sociedad te permiten no tener que salir a laburar a diario para ganarte el pan -cada vez más caro- tenés que colgarte de lo que puedas para no caer en el abismo del olvido social. Ser jubilado o jubilada es sufrir el final de un modelo social que no viene sirviendo a nadie más que a quienes siempre ganan.

Ni que hablar del problema de la vivienda. Todo está hecho para que quienes especulan ganen guita alquilando no para que quienes necesitan vivienda puedan obtenerla a un precio justo.

La salud y la educación, se sabe, se sostienen –en los lugares donde se sostienen- por obra y gracia de sus laburantes que bancan lo público… hasta que no lo hagan más.

Está todo mal, sí, y vos lo sabés. Por ahí te refugias en alguna creencia de cualquier tipo. Un día es la zanahoria de la alimentación; otro día la verdura del emprendurismo; tal vez el todo te conforma ya que estaríamos de paso y hasta tal vez te convenzan unos planes financieros con reglamentos de tinte piadoso.

Todo lo que quieras. Pero en el fondo vos sabés que está todo mal. Sabemos que está todo mal. Pero no hacemos nada. O hacemos poco. O hacemos cosas parciales. O buscamos culpas. O tomamos alguna tarea social por unos meses y nos cansamos. O lo que sea.

“¡Hay que dar vuelta el viento como la taba, el que no cambia todo, no cambia nada!”, decía la letra de Triunfo agrario. Y parece una pavada hoy en plena victoria del capitalismo más ramplón y el individualismo más profundo que nos toca a todos y a todas en algún lugar.

Parece una superficialidad, sí. Pero en el fondo de todo corazón humano, está planteado que está todo mal y que hay que dar vuelta las cosas. No se sabe cómo ni por dónde ni con quiénes. Pero al menos se sabe que es necesario.

Reconocer que la cosa así no va más es tender la mano para tomar la cosa y darla vuelta. En algún momento uno se tiene que cansar de hacer como que así se puede seguir. Porque se puede sí sobrevivir una eternidad padeciendo. Pero nadie vive con la vida suspendida hasta nuevo aviso, en esa vana promesa capitalista del bienestar individual.

Estamos dejando pasar la vida, nuestra vida, tu vida, esperando una que nos prometen y que a las claras no llega más que para quienes pueden comprarla.

Pintura: Ernesto Bertani