Ser docente: vivir y contar la universidad

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La docente e investigadora de la Universidad Nacional del Sur, María Celia Vázquez, se jubiló para dar paso a una nueva etapa de su vida después de casi 31 años de trabajo y aporte a la comunidad.

FM De la Calle conversó con ella para conocer sus deseos, expectativas y opiniones sobre la actualidad de la tarea docente.

María Celia se inició en 1985 en escuelas secundarias y nocturnas e ingresó dos años más tarde a la UNS como ayudante de cátedra.

“Desde el momento que empecé a evaluar la posibilidad de jubilarme, un poco apremiada por la coyuntura, empecé a ver como una película de lo que fue la trayectoria. Recuperé imágenes que tenía super olvidadas, se ve que se activa la idea de cierre de algo; la proximidad de eso me activó un montón de recuerdos. Estoy muy contenta de lo que pude hacer, para empezar porque pude trabajar siempre en el contexto de la actividad de la educación pública, a la que reivindico y defiendo. Me parece que es una pieza clave en la construcción del tejido social, de la sociabilidad y de la conciencia, fundamentalmente”.

A lo largo de su historia Celia aseguró haber pasado por momentos difíciles en la docencia pero también reconfortantes: “Pienso en los noventa, que fue un momento tremendamente áspero en la universidad, no sólo en lo que respecta a lo salarial o a lo presupuestario, sino que ahí refundan una universidad copiando el modelo norteamericano, con la idea de la eficiencia, de la productividad… Ese fue un momento muy duro donde los docentes universitarios o los sindicatos que nos representan, no pudimos oponernos con la suficiente fuerza. Esa refundación de los noventa en la universidad todavía tiene hoy muchas cosas que no se desmantelaron”.

Consultada por su mirada de la docencia en perspectiva de su trayectoria, María Celia contó que a pesar de que siempre supo que era un trabajo, “ser docente es desempeñar una función social muy importante, no sólo de instruir, de impartir conocimiento sino de crear conciencia y en los últimos años yo sentía que había que trabajar con la construcción de una sensibilidad y una empatía entre los alumnos como un dato nuevo, había que profundizar e incentivar situaciones que promovieran el desarrollo de la empatía”.

“A mí me impresionaba bastante cierta impronta del individualismo, del encierro, del ensimismamiento, como poco registro más colectivo como una dato que se había agudizado bastante. (…) A lo mejor tiene que ver también con que algunas cosas están y yo no las puedo percibir porque están en un modo muy diferente al modo al que estaba acostumbrada a verlas”.

Además de la docencia, Vázquez continuará su tarea de investigación que en lo que va de su carrera se ha centrado en la historia de la crítica literaria en Argentina, los debates en torno al peronismo clásico del ‘45 al ‘55 y a Victoria Ocampo: “Ese lugar incómodo me cuesta pero lo reivindico”.

“Cualquier docente en cualquier tramo que enseñe literatura ya está ejerciendo un modo de la crítica, esa me parece que es una función política y social fundamental. Qué enseñamos a leer, a quiénes leemos, qué modelos de lectura planteamos, todo eso va construyendo un sentido común, pero también una idea de la inteligibilidad del mundo, de quiénes somos, por ejemplo, si trabajamos con literatura argentina”.

-¿Qué le diría a aquellos/as que están por emprender el camino de la tarea educativa?

“La docencia es un camino de ida, en el sentido de que si uno es docente, cuesta mucho dejar de serlo, pero es un camino áspero, es difícil y, en este contexto, es doblemente difícil. Se trabaja con personas que en este momento están tan vulnerables como uno, entonces es difícil lograr los cometidos, lograr que los alumnos aprendan, compartir entusiasmos comunes… Pero ese es el gran desafío; cómo encontrar el punto en común para que los alumnos digan: ‘A lo mejor esta tiene algo interesante para decir’. Ser docente es tener que remarla para que el alumno te dé esa chance, no viene dada, hay que ganársela”.