(Por Paula Ércoli) Tiempos violentos corren, o más bien tiempos signados por una crisis social donde pareciera que las violencias, en sus más amplias expresiones, son noticia corriente. Cómo narrarlas y darles tratamiento sigue siendo materia pendiente del periodismo.

Miriam Maidana es psicoanalista, docente de la UBA, investigadora y columnista del portal de noticias digital Cosecha Roja. Actualmente coordina un taller en este medio digital sobre cómo narrar las violencias. Su punto de partida es el análisis de la relación construida a lo largo del tiempo entre la noción de violencias y de cuerpos.

En la introducción al taller que estás impartiendo en Cosecha Roja planteás que a partir de la irrupción de la dictadura cívico militar hasta la actualidad en nuestro país es posible “escuchar” la expansión de conductas violentas ligadas al cuerpo, ¿cómo ha ido mutando el término violencias en este breve recorrido histórico que planteas en la propuesta de encuentro?

La desaparición durante el proceso fue la marca, es esto que dice Videla, “no están muertos ni vivos, son desaparecidos”. De lo que habla es de un cuerpo no enterrable, no encarcelado, ni un cuerpo libre, ni un cuerpo sepultado, lo que instala una figura que en psicología ligamos con lo siniestro, pero no es una amenaza clara, tiene que ver con ‘algo’ que todos empezamos a sentir como una amenaza: estamos amenazados pero no sabemos porqué.

Esto está muy ligado, en la actualidad, a trabajar el término como violencias (plural) porque es impensable el fenómeno desde una sola disciplina. No es casual que la patología de la época sean los ataques de pánico que están absolutamente ligados a ésta sensación de un miedo, el miedo a morir, el miedo a salir, al contacto y se liga entonces, con lo siniestro y yo elijo leerlo a partir del fenómeno del proceso.

Cuando hablamos de violencias, necesariamente hablamos de cuerpos, esto toma una relevancia significativa en estos tiempos que corren por lo casos de femicidios, asesinatos, matanzas escolares. ¿Qué dimensión cobra la idea de los cuerpos al momento de narrarlos?

Hay una característica, hay un sesgo de la época que es el cuerpo desecho. Desde la aparición de Ángeles Rawson en el CEAMSE, que es el lugar no casualmente donde se procesa la basura, chicas embolsadas, travestis en alcantarillas, el cuerpo de Lucía empalado, Kiara enterrada viva aún embarazada con 14 años; habla de un cuerpo al que hay que someter incluso a un daño mas importante, no alcanza solo con matar sino que hay como un ensañamiento en este punto: o sea, el cuerpo objeto “yo tomo tu cuerpo y puedo hacer de vos lo que quiero” y esto es completamente siniestro.

Por eso trabajar violencias es todo un tema porque la verdad que la violencia existe ancestralmente, si vos lees un párrafo de la Biblia verás que hubo violencias terribles en todas las épocas. Pero el concepto de violencia urbana, yo elijo pensarlo desde Rosa de Olmo, que es quien introduce de algún manera este concepto en Latinoamérica.

En la Argentina la particularidad es que al cuerpo hay que buscarlo, en general la mayoría de los femicidios, travesticidios, empiezan con una desaparición y ahí lanzamos las redes de búsqueda que normalmente terminan con resultados poco felices. No es el mismo fenómeno en México, en Colombia o en Brasil donde las matanzas y la exposición de los cuerpos tiene que ser visible, porque es como una firma de los asesinatos. Entonces, si te cortan las manos es una característica del cartel de Guadalajara, pero si te sacan los ojos es una característica de la zona de Cuerno de Vaca. En Argentina ese fenómeno aún no existe, salvo en los casos de representación de asesinatos vía narcotráfico, sobretodo en las mulas. El fenómeno que yo trabajo, sobre todo en el tema de las muertes de mujeres, tiene que ver con este fenómeno donde el cuerpo se transforma en un objeto y yo ‘muestro mi poder a través de que lo corto, lo trozo’, es decir lo vuelvo a matar reiteradas veces.

¿Qué ocurre cuando las violencias se mediatizan y se asocian a la idea de primicia? ¿Qué rol le cabe al periodismo al momento de informar estos casos?

En la Argentina se ha venido viendo en los últimos cinco años una masacre mediática, se violan cualquier tipo de garantías, porque cuando una persona asesina, igual tiene que ser comprobado y, por el contrario, generalmente todo lo que se dice en los medios el primer día es mentira: la edad de los femicidas, de lo que se ocupan, de los antecedentes que tienen y en muchos casos cómo se llaman, donde vivían y con quiénes vivían.  Los medios salen y dicen, total después digo otra cosa ¿quién se va a acordar? Esto tiene que ver con lo efímero de los cuerpos. Y, ¿cómo se instala? Por repetición, lo que genera que un mismo caso lo pasen varias veces a lo largo del día, no es que son ‘distintos femicidios’, es siempre el mismo pero tratan de buscarle distintos ángulos, y entonces pareciera que, por ejemplo Lugano, está siendo víctima de un asesino que está tirando chicas por el balcón para matarlas; y esto tiene un efecto importante en la población, porque la población tiende a defenderse y  piensa salir a la calle y matar también, cuando en realidad la violencia seguida de muerte, está más ligada a lo ‘intra’ que a lo externo. Son muy pocos casos donde alguien mata a un desconocido.

Algunos/as plantean que la ciudadanía es “morbosa”, que pareciera que en algunos casos el o la lectora que quiere saber más sobre cómo pasó, que porqué sucedió, ¿cómo impactan estas violencias en aquel/aquella que lee, mira, escucha?

Eso pasó siempre, una persona se cae en la calle la diferencia es que ahora la filman. Ser espectador tiene mucho de atractivo y sí, claro que hay un morbo. Pero los medios de comunicación producen vía la imagen y lo que hacen es guiarte la mirada. No es lo mismo ver Crónica que ver TN, sin embargo cuando hay un femicidio todos salen a buscar lo mismo: el cuerpo. Está todo enfocado en la víctima y esto es más siniestro que lo morboso, porque de alguna manera caemos en la victimas que ‘se lo merecen’, que lo han buscado, y las que no.

Foto: Cosecha Roja.