Círculos y espirales
(Por Astor Vitali) No a todo el mundo le va mal. Hay gente que sabe moverse y sobre todo hay gentes que saben con claridad hacia dónde van. ¿No es así? Por ejemplo, los dueños y las dueñas de la mayor parte de las cosas tienen la cultura del espiral: nunca vuelven al mismo lugar luego de cumplir la planificación del ciclo que les toque ejecutar. Nunca vuelven al mismo lugar.
Para ponerlo en términos históricos, cuando se les pudría todo adentro de las fábricas porque los obreros y las obreras se contaban por miles y constituían un contrapoder con capacidad fáctica de disputar, decidieron triturar su propio modelo industrial y poner a un chino a producir la materia prima que un solitario campesino peruano cosechó. Separaron las grandes concentraciones. A otra cosa.
La burguesía no hizo inamovible ningún esquema y no sostuvo ningún statu quo a rajatabla: buscó formas concretas de mutar, adaptarse y sobrevivir. Esa mutación tuvo además carácter ofensivo. Los que tienen el poder en serio no buscaron defender su modelo mirando para atrás sino que redoblaron esfuerzos para avanzar en esa defensa con la estrategia de despliegue ideológico. “Vamos a convecerles de que les conviene ser como nosotros. Nunca serán como nosotros. Pero vivirán de la ilusión de que todos somos capitalistas en potencia con capacidad de éxito”.
Y no volvieron al mismo lugar: amplias capas de trabajadores y trabajadoras tienen como objetivo obtener un nivel individual de vida confortable a través del consumo. El progresismo mucho tuvo que ver con esto. En términos clásicos: ya no nos interesa socializar los medios de producción sino obtener una paga para disfrutar de los productos y, si es posible, hacernos de los medios pero como empresarios.
No podemos en un editorial revisar todo para atrás pero si te ponés a analizar cada momento de la historia desde que el capitalismo manda, vas a ver que siempre hubo recomposición de las crisis “fugando hacia adelante”. Siempre es más cómodo ver los procesos duros y violentos como la única cara del capitalismo. En cambio, hay una cara más inteligente y, tal vez, más peligrosa.
Como contrapartida, los que estamos abajo -en términos de poder social- a diferencia de los que tienen la manija, parecemos más propensos a movernos en círculos. Frente a las permanentes presiones de los poderosos sobre los débiles, estos últimos se ven obligados a trazar tácticas defensivas y no pueden encontrar lugares para acordar estrategias que permitan salir del círculo.
¿Cuál es el círculo? Por ejemplo, en Argentina no hubo un solo proyecto emanado de las organizaciones populares (gremios, organizaciones social, culturales, etc.). Para mayor claridad: hubo participación de organizaciones populares en diferentes gobiernos, por caso, el gobierno anterior, durante el alfonsinismo y el primer peronismo. Pero esas organizaciones se sumaron a proyectos políticos trazados por otros, con quienes circunstancialmente hubo puntos de acuerdo (muchas veces incumplidos) y oportunidad de alianzas coyunturales. En esos proyectos se está siempre de prestado: no se es redactor del programa.
En este contexto, cuando ocurre el natural cambio pendular en democracias como las nuestras, que oscilan entre gobiernos conservadores-liberales y capitalistas pseudo-distributivos, las organizaciones populares, vos yo y aquel, caemos en la misma situación de incapacidad de acción política. Podremos encontrar mejores herramientas de resistencia, o peores. Pero en cuanto a la capacidad de disputa de poder real, volvemos casi al mismo lugar. Esperando que venga el próximo ciclo a ver qué se puede rascar.
Uno cree que hay que dejar de rascar y buscar la forma de arrancarle lo que hay que arrancarle a quienes nos robaron todo.
Mientras la OMC discute sus proyectos para los próximos 50 años, en Argentina la representación política opositora se encuentra vacante (cuando no protectora del orden macrista) y el conjunto de las organizaciones y gentes del pueblo discute apenas en el plano de si seremos capaces de lograr unidad de acción para resistir.
Tal vez, tomar nota de esta situación sirva para atender la cuestión del qué queremos. ¿Qué queremos realmente? ¿Cómo queremos vivir? ¿Qué queremos aprender? ¿Con qué hacemos le puchero? ¿Qué música tocamos? ¿Cómo querés vivir realmente? Si le consultás al zurdo que late tu pecho ¿qué te dice? ¿Para dónde vamos?
Con claridad digamos que las acciones de resistencia son imprescindibles ante la violencia capitalista que encarna el plan de gobierno presidido por Macri. Pero con claridad también hay que decir que si no se para la pelota para discutir un rumbo, acciones ofensivas de construcción concreta, daremos otra vuelta a la calesita de la misma historia.
Hoy se sabe que, al margen de las fotos del jueves y ayer en el Congreso, el modelo de endeudamiento macrista-menemista-martinezdehozista tiene como destino su implosión y es sabido que eso puede llevar a una crisis social. No será copia de 2001. Pero habrá mayor crisis social y represión. Ya matan pibes por la espalda y miramos para otro lado. Quienes buscan un modelo diferente al que hemos transitado hasta ahora: ¿qué harán para no volver al mismo lugar del círculo?
Ojalá no sea el Duhalde del momento el que tome la decisión por nosotros.