De Morricone y obras como universos
(Por Astor Vitali) Hacer música para cine es pensar universos. La creación no pertenece al orden de un aspecto del mundo concreto. Se trata de un despliegue sensorial de universos creativos que transportan el espíritu.
En la composición de música sinfónica es el universo de un ser humano el que transmite su subjetividad hacia el público destinatario: una versión del mundo, es decir, una visión del mundo. En la música para cine, si bien se parte de una pluma individual en la partitura, esa pluma viene cargada de tintas de todos los tiempos, las subjetividades de los hacedores del film, de un armado mucho más complejo, que a su vez está atravesado por millares de otras complejidades que habitan cada subjetividad –que su vez está delimitada por aquello que se ha leído, escuchado, comido, vestido, visto.
En la composición de música para cine hay que estar dispuesto a ser la voz de otros universos y, por un momento, dejar de sonar a uno mismo para pasar a sonar como suenen otros muchos.
Ennio Morricone hacía música para cine, en estos término. Cuando su música comienza a sonar el viaje ya empezó. Estamos en otro lugar. Más: estamos en otro universo o, tal vez, otro universo nos envuelve en el aire.
Unas melodías profundas, tan profundas como memorables (y cantables por cualquiera -cualquiera que habite por un rato esos universos-), una armonización sólida, universal, unos tempos a los que no corre nadie (ni siquiera la vorágine de esta época) sino que van al ritmo de su paso propio: el paso que necesitan para caminar. Unas orquestas de alta calidad para interpretar la profundidad. Unas cualidades recomendables para reconocer, una vez más, que la novedad no siempre está en lo que tiene etiqueta a estrenar sino en la capacidad de la originalidad artística en el ser humano.
Si bien las voces melódicas podían tener su preponderancia en el armado de su obra, la experimentación tímbrica iba de la mano de lo que requiriese el universo que se manifestaba a través de su obra.
Un artista no es otra cosa que alguien que logra o al menos intenta, a través de la experimentación, transmitir lo requiera expresar el universo que visita. Para lo demás están los deportes extremos y los consultorios para el control del ego.
Sí, es cierto, su confesa adhesión a las ideas comunistas le costaron el reconocimiento de ciertos monopolios de la industria. Pero a Morricone lo honra el reconocimiento de sus pares, del público y es su propia obra la que lo reivindica. Morricone tiene un lugar en la historia de la música, a diferencia de esos personajes oscuros que suenan a olvido.
Como cantaba Joan Béaz en “Here´s to you” (Sacco y Vanzetti):
“Tú vives, caminas, trabajas,
miras, hablas, cantas,
luego viene alguien
y te ata manos y pies
y te cierra la boca
y te cierra los ojos”.
Afortunadamente la obra de Morricone no soporta carcelero.