La dictadura que llevamos dentro
(Por Astor Vitali) Hay dos números para pensar hoy: 47 y 40. Aniversario del comienzo de la dictadura que inicia Videla y el tiempo que llevamos sin una bota sobre las urnas. El terror instaurado contra las libertades que progresivamente conquistó la sociedad argentina. El proyecto de política económica y de modelo cultural impuesto entonces y una democracia que, estructuralmente, no ha logrado niveles de participación social capaces de quebrar el neoliberalismo.
La memoria tiene rostro pero también espejo. Cuando se mira reflejada, el efecto que produce no es el de llevarnos atrás en el tiempo sino el de contrastar cuánto de ese pasado pervive.
¿Cuánto de Martínez de Hoz tienen la política económica argentina, en un sentido estructural, desde el comienzo de la democracia hasta hoy? ¿O no estamos pidiendo permiso al Fondo Monetario Internacional, construyendo una política económica tutelada y posponiendo una mirada soberana? ¿O no te despertás a diario con alguien en la radio que habla del dólar blue, bolsa, contado con liqui y otras construcciones mitológicas de la economía capitalista contemporánea.
La democracia argentina ha logrado cosas que ninguna otra ha logrado en materia de memoria histórica y derechos humanos. Sin duda alguna. También nuestra sociedad fue avanzando en algunos derechos individuales que permiten que ciertas decisiones de vida de las personas no sufran persecución directa. Por caso, pensemos en el divorcio vincular, los derechos incorporados en la reforma constitucional de 1994 y los avances en materia legislativa de los últimos años como matrimonio igualitario o el derecho al aborto.
Sin embargo, todos los logros civiles que obtuvo nuestra sociedad se hicieron sin modificar una estructura económica y política construida en el contexto del Plan Cóndor.
Podríamos sintetizar estas estructuras políticas y económicas bajo un solo nombre: proyecto neoliberal. Argentina, con sus más o sus menos, no sacó los pies del plato neoliberal durante estos años de democracia. Tal como sostiene Jorge Alemán –que defiende los proyectos “nacionales y populares” ningún gobierno del llamado progresismo fue post-neoliberal. En todo caso y en el mejor de ellos esos gobiernos promovieron políticas de acceso al consumo sin modificar la estructura económica ni los supuestos ideológicos que sustentan a este modo de vida.
Nuevamente ¿cuánto de Martínez de Hoz pervive?
En una entrevista de 1997, el filósofo argentino León Rozitchner explicó su punto de vista respecto de los efectos del terror en la sociedad argentina.
“El miedo es un aspecto superficial del terror que produce angustia de muerte. Yo creo que en la Argentina todos estamos signados por el terror militar que todavía se produce. El terror aterra hasta tal punto que la gente ni siquiera puede pensar que está aterrorizada y que todavía está viviendo el temible efecto de que si supera ciertos límites la amenaza de muerte vuelve a caer sobre uno. En ese sentido el terror es inconsciente y parece que el sujeto aterrado no sintiera nada.
Justamente el terror hace que uno no pueda llegar a sentir lo que la realidad te significa o lo que te produce la situación que estás viviendo porque si llegara a profundizar hasta ese lugar donde el sentido de lo que está pasando tendría que aparecer está allí justamente tocando el mismo lugar que el terror de alguna manera trató de cerrar de impedir que ese sujeto pueda poner en juego lo que en él es más sensible”.
¿Pero qué pasa cuando el terror militar acaba? ¿Qué nos queda de aquello? ¿No es el terror, la violencia física de afuera para adentro de nuestros cuerpos, una forma de instaurar el terror en nuestro pensamiento?
El ejercicio de la violencia terrorista no es concebido para durar por siempre sino que implica dejar claro en la consciencia del sujeto –una vez aterrorizado- que si hace algo que no le es permitido, que está por fuera del consenso neoliberal, en este caso, la amenaza del terror está latente dentro mismo del sujeto.
Hasta acá el límite de tu libertad: esta prisión de la subjetividad es lo que forja el hierro candente del terror sobre las conciencias torturadas.
“Pienso que la sociedad argentina toda está atravesada por el terror. Fijate vos que el terror no desaparece porque desaparecen los militares. Vos decías recién: después vino la hiperinflación. La hiperinflación es la prolongación económica del terror militar por otros medios.
Ha pasado que también la población argentina estuvo comprometida con el terror porque cuando, en complicidad con las fuerzas militares, emprende la guerra de Malvinas y manda a morir a sus propios hijos, allí toda la población argentina de alguna manera hizo un pacto con el diablo. Porque en ese sentido a partir de allí ellos también son cómplices de otras muertes, estas muertes que ellos mismos de alguna manera motivado. Y por eso alegremente vuelve a aparecer como si no hubieran hecho nada. Por eso el 35 por ciento de los que ha venido de la guerra se ha suicidado. Los vimos pidiendo, en las calles, los colectivos… La gente se daba media vuelta como si no hubiera tenido nada que ver con ese fenómeno.
Esta idea del terror y de que permanece, subyace en la gente: aparece en la economía”.
Traemos hoy a este filósofo para pensar esto que proponemos como la centralidad del problema: ¿cuánto de esa dictadura que nuestra sociedad vivió por fuera realmente la llevamos dentro? ¿Cuánto de nuestra economía es continuidad?
“Primeramente con la hiperinflación que tuvo su estrategia… Recordarán que el ex Ministro Cavallo, funcionario de economía en la época militar, por lo tanto, cómplice de los asesinatos, es el que iba viajando al FMI para decir que no dieran los préstamos al gobierno de Alfonsín.
Y cuando aparece la estabilidad, no es solo para lo económico: tiene un sentido metafísico. En realidad la estabilidad va más allá de lo económico porque hace como si la gente sintiera que queda contenido en un sitio. que el movimiento que lo succionaba hacia el vacío, de pronto se detiene. Pero ese movimiento no es simplemente la pérdida del trabajo, era algo más profundo que la hiperinflación suscitó, sin tener nadie que lo pudiera contener.
En ese sentido es cuando aparece la estrategia de un peso un dólar. Y estamos peor que aquellos países que han rechazado acuerdos con el fondo y que sin embargo, aun habiendo tenido sus dificultades, nunca han llegado al extremo límite de haber vendido la propiedad nacional, de haber entregado la riqueza del país, haber pauperizado a la mayoría, como ha pasado con el gobierno de Menem.
Menem para mí no es más que el resultado, el desarrollo final, la figura más insigne de la entrega del país por otro medios que no son los medios solamente militares –que sí hicieron posible su emergencia- pero es por le medio de la entrega económica y al mismo tiempo de la entrega política”.
¿No son los economistas neoliberales una versión remozada, formalmente democrática de la política económica que aplicó el terrorismo de estado? ¿No están en la tele en horario central? ¿No son los subproductos como Miley un fenómeno de naturalización de un discurso sobre el que también se debería aplicar un Nunca Más? ¿No hay Nunca Más para la economía y el proyecto económico neoliberal?
Se me dirá que hubo un momento de la historia reciente en que la democracia tuvo gestos de valentía sobre el terror y yo estaré de acuerdo: Néstor Kirchner descolgando los cuadros en la ESMA entusiasmó a quienes no se dieron por vencidos. Fue un hecho simbólico (y la política está constituida, entre otras cosas, de hechos simbólicos) realmente significativo.
Pero el devenir de la política mostró que, con gobiernos más o menos distributivos, más sensibles al padecimiento estructural de nuestro pueblo y o directamente violentos contra nuestro pueblo, la relación de Argentina respecto del modelo financiero internacional sigue siendo de subordinación, tal como fue instalado en aquella etapa histórica que hoy nos ocupa.
No creemos que sea solo un asunto de los gobiernos ni de los partidos (que tienen la mayor responsabilidad). Se trata de un problema en la propia subjetividad de nuestra población. Porque en la calle (salvo en las organizaciones minoritarias que nunca cesan la lucha) se habla de lo que sea habla: como zafar, comprar cosas en cuotas o festejar un mundial. Los sueños que se escuchan son individuales, de imaginación pequeña, de vidas acotadas a los límites impuestos por el liberalismo.
El éxito del terrorismo está en la conquista de los límites en que nos permitimos pensar, en lo flaco de nuestros sueños. La imposibilidad de construir afuera de uno mismo un mundo justo, igualitario, soberano, solidario no está garantizado hoy por una bota que aplaste sino por la confección de una cultura neoliberal de la cual no salimos; está adentro nuestro.
El éxito del programa político instaurado a través del terrorismo de estado reside en que ha logrado que no nos permitamos pensar, accionar, crear, amar por fuera de los límites de los postulados del individualismo neoliberal.
Es la dictadura que llevamos dentro.