(Por Astor Vitali) Hay dos números para pensar hoy: 47 y 40. Aniversario del comienzo de la dictadura que inicia Videla y el tiempo que llevamos sin una bota sobre las urnas. El proyecto de política económica y de modelo cultural impuesto entonces y una democracia que, estructuralmente, no ha logrado niveles de participación social capaces de quebrar el neoliberalismo.
(Por Astor Vitali) El martes se inauguró el período anual del Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil. Se aplicará un porcentaje de 26,4 (que no debe llamarse aumento) ¡en tres tramos hasta julio! ¿Vos estás de acuerdo con esto? Si no es así ¿quiénes y por qué aceptan fijar nuestras vidas en la pobreza y por qué aceptamos que nos representen?
(Por Astor Vitali) Ayer se cumplieron tres años del anuncio de las medidas de aislamiento por parte de Alberto Fernández en el contexto de pandemia. Han cambiado muchas cosas y a su vez no ha cambiado nada. Esta sensación de haber viajado a la velocidad de la luz y de permanecer a la vez en el mismo lugar hace necesario sacar la lupa de la cosa pequeña, de la cosa diaria –que es lo que da la sensación de que todo se mueve- y ponerla en las estructuras que nos fijan en un sitio.
(Por Astor Vitali) Volvemos al aire De la Calle con muchísima alegría. No es poca cosa proponer un programa de radio que toque lo central de la vida, ni más ni menos que lo cultural, y que esto tenga frecuencia diaria. ¿Por qué lo hacemos?
(Por Astor Vitali) A menudo se buscan las rupturas y las continuidades del proyecto impuesto por la última dictadura cívico-militar-clerical a través de enfoques confusos: democracia vs dictadura; proscripción vs libertad de sufragio, etc. Quien suscribe cree que resulta más adecuado percibir las rupturas y las continuidades a través de prismas que se toquen con los fundamentos de las luchas de entonces: igualdad vs desigualdad, acceso a la salud y educación públicas vs modelo privado y excluyente, soberanía vs dependencia…
Más o menos está todo escrito como más menos siempre se escribe de todo desde los diferentes lugares del confuso arcoíris ideológico. Resulta curioso, en cambio, que toda la discusión funcione sobre supuestos que entran en la lógica de locura (neoliberal).
(Por Astor Vitali) No es novedad y esto es lo peor: todos los veranos hacen lo mismo. Y no dije “todos los veranos pasa lo mismo” porque los cortes sistemáticos de energía, esa política criminal, no ocurren por causa de misteriosos azares sino que suceden porque la empresa no es capaz de brindar el servicio de manera adecuada y a eso se llega a partir de decisiones.
(Por Astor Vitali) Hay hechos políticos que son constitutivos de las generaciones que los atraviesan. Hay momentos en que los pueblos fijan límites y, en el mejor de los casos, rumbos. A 20 años de un ajuste brutal, la democracia argentina está discutiendo su plan económico con el FMI. Las fuerzas políticas decepcionan a sus bases y lo social tiende a no encontrar canales de participación partidaria. Hay marcas en la piel de la consciencia. Hay preguntas en la conciencia de la piel.
(Por Astor Vitali) Cuando invito a comer, no soy muy amigo de la cocina colectiva: los resultados nunca son los deseados por nadie en particular sino que, finalmente, lo que se sirve contiene muchos deseos frustrados que tienen sabor diferente al deseado por quien metió cuchara. La cocina popular es otra cosa, desde el vamos, cada persona es consciente de que el plato tendrá sabor a un todo, a algo más que el resultado de la suma de individualidades.
(Por Astor Vitali) Hablar de “reapertura” implica, necesariamente, un cierre. ¿Por qué estuvo cerrado el teatro y qué significa la reapertura? Más allá de las paredes, de la acústica, de sus imprescindibles técnicos, de su mística ¿para qué y por qué se reabre? ¿Cuál es el proyecto que se pone en juego? ¿Qué significan están preguntas para la comunidad?
Por fin, la primera encuesta confiable para las elecciones legislativas de este 2021 se ha llevado a cabo. La cultura de participación política en contexto electoral ha sido ratificada, pese a la mala leche de algunos grandes medios de comunicación porteños –que se autodenominan nacionales–. A partir de la lectura de este sondeo, se pueden comenzar a elaborar algunas lecturas acerca de la coyuntura y de la ideología en Argentina.
(Por Astor Vitali) Siento que la formalidad lo ha estropeado todo. Siete de junio: día del periodista, día de la periodista. Un cúmulo de mensajes de salutación por “tan importante tarea”. Unas cámaras empresarias que saludan y fijan una capa más de revoque a su fachada. Los miserables de siempre pasando a cobrar por ventanilla o garroneando cenas, especias o prestigio. Pocos dueños de medios que saben de medios. Sueldos que no sólo no llegan a romper el techo siniestro de la pobreza –techo que padece gran parte de la clase trabajadora, otrora agente de movilidad social- sino que están muy por debajo. Condiciones laborales que no hubieran sido aceptadas por el más garca de los obsecuentes antes de ingresar a este siglo.
“No importa la redacción pibe, sácame cuatro o cinco notas rápido, poné un videíto y un título en el que diga la noticia”, dice el nuevo gerente de noticias, hasta ayer, movilero de dudosa capacidad oratorio pero de hábil destreza para ubicar su correa en la mano del dueño de zapato mejor lustrado.
“Acá no hay censura, vivimos en democracia, pibe”, dice el gerente del programa de la mañana –alguien que aluna vez tuvo el sueño de ser periodista antes que publicista de la podredumbre-. Pero no hace falta más que mirar la tanda que está en al aire hace añares, históricamente, como las partículas cancerígenas: Dow, Profertil, otras petroquímicas de turno, bancos, Bolsa de Comercio, Municipalidad, Consorcio, y algún amigo menor que se sumerge en la aventura del prestigio del “te escuché en la radio”. Esta es la estructura que sostiene el modelo privado desde las reformas estructurales de la economía regional de la mano del neoliberalismo.
La censura habitual no radica en que alguien venga y te diga “no podés hablar de esto” sino en que los recursos que sostienen a esos medios privados provienen de las empresas que son tema de tratamiento periodístico, o deberían serlo.
Esta ciudad, en la que los y las periodistas buscan hacer periodismo a pesar del sistema mediático, aún no ha terminado de velar a sus mártires: aquí la familia Massot asesinó a Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola y la empresa insigne de la violenta Diana Julio y su casta disfrazada de urnas durante el menemismo es la misma firma que ha elegido el nuevo empresariado local cuyo proyecto económico no dista de aquel consenso neoliberal. Pero la formalidad le remozó el nombre y la formalidad –que se cae como la piel muerta- es, por decisión política, parte constitutiva de la cream dirigencial local que, en lugar de apostar a la construcción de medios democráticos, no duda en ir a besar anillos y buscar el visto bueno del “electorado bahiense”.
Las fuerzas políticas democráticas no actúan con criterio democrático a la hora de mirar para otro lado en cuanto a la concentración de medios en manos de concentradores de otras empresas. “Los dueños de todas las otras cosas”, al decir de Walsh.
Para que esta operación sea posible, la del sostenimiento común de la fachada de las buenas costumbres de las castas locales, hace falta meterse la memoria en el archivo y cerrarlo con llave: Gustavo Elías aparece como un hombre que trajo “aire fresco” a la ciudad de Bahía Blanca. No se registra la nota del último 24 de marzo, los despidos de trabajadores gráficos un primero de mayo del siglo 21, ¡la quema de toda la tirada de los periódicos este mismo año! Un hecho de censura, sin duda. Todo eso está en el archivo. Si se trata de aire fresco, sólo es porque sopla desde el sur.
El empresariado y pequeño empresariado local no tienen más proyecto de comunicación que –también- besar anillos o sumar su firma a la cartera de los prestigiados en dos o tres medios y programas que “sostienen” la agenda del “desarrollo”. En decir, son financistas del sistema de medios del orden económico que les excluye sistemáticamente a ellos mismos como actores económicos, ya que no articula valor agregado y segrega al comercio.
Hoy no hay comodidad para quienes trabajan en la empresa “modelo”. Además de conocer esta realidad a partir del descontento de los y las colegas, queda claro en lo expresado hoy por el Sindicato de Prensa de Bahía Blanca: “nuestra realidad es grave. Tan grave que ya no admite discursos grandilocuentes, frases hechas o actitudes impostadas de quiénes deben retribuir adecuadamente nuestro trabajo”.
No hablemos del lugar que ocupan el periodismo cultural y de investigación: no hay recursos económicos para ello. Para ser más claros: no hay recursos económicos para ningún proyecto que escape a los intereses de los factores de poder en Bahía Blanca.
Desde luego hay en la ciudad excelentes trabajadores de prensa, periodistas rigurosos y pequeños proyectos de gran valía ética y profesional. Esto afortunadamente existe. Pero aquí nos referimos a cuál es el contexto en que nuestra comunidad nos dirá “feliz día” y de las responsabilidades políticas y empresariales de la mediocridad. Estamos haciendo, digamos, por parafrasear un lugar común que generó cuadros políticos de gobierno y construyó los consensos del discurso del progreso, un Panorama de la realidad.
La opereta republicana que plantea la Argentina blanca de la división de poderes y un periodismo que actúe como contrapunto de la supuesta concentración de poder político plantea, en términos teóricos, que para que se garantice el sistema democrático y la ciudadanía tenga un rol activo debe haber medios de comunicación que apuesten a la investigación. Eso se garantizaría con la independencia del poder político a través del aporte de recursos originados desde el sector privado, fundaciones y otras veleidades del sistema de lavado de alta alcurnia.
En Bahía Blanca hay que lamentar un empresariado de corte holgazán, que no se ocupa siquiera de sostener esta fachada que funciona para los lectores de mesa de café y para las sectas del privatismo a ultranza.
Liberales de la boca para afuera, son los primeros sectores que asisten a pedir subsidio estatal. La ciudadanía empobrecida de la ciudad debe tolerar que desde esos medios se estigmatice la toma de tierras, el clientelismo para pobres y otras mieles de la diatriba archi consabida, cuando en rigor el clientelismo real es uno de tipo invertido: el sector político tributa al privado, el verdadero choricontratismo de época.
La formalidad lo ha devorado todo. Si hasta puede escucharse en misceláneas que “hay que estar agradecido” a tener un laburo de periodista aunque no puedas hacer lo que quieras.
Por supuesto, si quisiéramos completar el análisis deberíamos incluir otros asuntos: la cultura de gerencia de machitos, la estigmatización a la participación gremial –marca histórica de La Nueva-, los despidos arbitrarios, el financiamiento directo de carreras de fachada periodística pero que están disputando otros espacios de poder, la persecución al buen gusto por el rapidismo estupidizante, la arrogancia de personas con poder dentro de empresas que nada saben de periodismo y sin embargo mandan, la angustia de buenos profesionales que ven pasar el tiempo y se pregunta si para esto querían ser periodistas, el alcahuetismo crónico, y una larga lista de elementos.
Este siete de junio, para sintetizar, señalamos dos cuestiones centrales en pos de la defensa de los valores democráticos, la gomina simbólica con la que todo actor político se peina por la mañana: el actual sistema de medios en Bahía Blanca implica concentración económica, apoyo político a empresas que precarizan, empobrecen y despiden trabajadores (que el resto interpreta como premios), que no invierten un centavo en investigación -empobreciendo la democracia- y que operan como una herramienta de burdo lobby del proyecto económico y político de la casta que coyunturalmente hegemoniza esos espacios de poder.
A su vez, es preciso señalar con claridad que es errónea la táctica de la progresía política de congraciarse con los círculos cuya primera opción electoral siempre tendrá preferencia en su riñón. Se ha probado siempre con la misma táctica, fracasando con éxito: el cordero se viste de lobo y se sienta a la mesa, creyendo que así evitará la faena. Sin embargo, la bestia es astuta y tiene olfato.
No hay sistema democrático posible si el derecho a la comunicación no está garantizado desde lo público. Guste o no, el sistema privado de medios local tiende a construir odio, desinformar, catapultar personajes sin brillo propio, silenciar temas relevantes para la vida en comunidad, actuar en favor de intereses económicos que van en contra de los intereses púbicos y ciudadanos, y una larga de lista de cuestiones por todes conocida y, sin embargo, apañada.
(Por Astor Vitali) Los hechos que conmocionan, a menudo, sobre todo si tocan nervios de la memoria, del inconsciente colectivo que generan angustia de la seria, de la que afecta el equilibrio, son sucesos que mueven el todo. Por tanto, la actividad del analista, en ese contexto, debe dar cuenta de esa situación, extremando la rigurosidad, para no reproducir esa costumbre de los violentos: la reacción.
¿Qué tenemos hasta el momento? Un grupo de personas se organizó, redactó una cantidad de consignas utilizando lenguaje protofascista, diseñó un volante con dichas consignas, las imprimió en algún lugar, las distribuyó en el radio céntrico. Un grupo de personas obtuvo elementos para armar una bomba, la armó, la trasladó hasta el local de La Cámpora ubicado en Beruti y Donado en Bahía Blanca, la colocó en la madrugada del 25 de mayo, y activó el dispositivo (que pudo haber sido remoto o cronometrado) e hizo estallar un local partidario.
Es decir, hubo una logística, lo que implica un grupo preparado para una operación de estas características: hacer estallar un local partidario y amenazar a sectores concretos. No son palabras al viento.
Si bien puede resultar contra fáctico, no ingresamos en el terreno de la especulación si afirmamos que de este suceso podría haber daños más que materiales, es decir, alguien podría haber resultado herido, dadas las características del explosivo.
No puedo dejar de traer a la memoria la figura del “casero”, personaje folclórico de la cultura política local. Se acostumbraba que un simpatizante partidario fuera el cuidador de las casas partidarias, un poco manteniéndolas y otro poco obteniendo un techo. Afortunadamente, en este caso, no lo había.
Entre los elementos concretos, siguiendo la línea de no hacer interpretaciones apresuradas, tenemos la palabra “atentado” ratificada por todo el arco político. Principalmente, por el jefe político del Frente de Todos a nivel regional, Federico Susbielles, y por el intendente Héctor Gay, de signo político contrario.
¿Cómo convive la palabra democracia con la palabra atentando? Solamente puede haber reparación en tanto haya esclarecimiento y justicia, puesto que si a esas palabras se le sumare otra -muy odiada pero presente- impunidad, las complicaciones se agudizan.
El atentado representa un paso adelante (atrás) en lo que ya viene pasando recientemente: el 17 de mayo se registraron leyendas antisemitas en una casa del pueblo judía: “Los vamos a matar. Ratas judías”. El 29 de agosto de 2020 un mensaje fue grafiteado el local partidario del Frente de Todos ubicado en Lavalle al 300: “zurdos traidores”, pude leerse, entre otras leyendas.
Lo que cambia es la capacidad operativa: una cosa es hacer una pintada y otra cosa es hacer estallar un lugar y dejar un mensaje de amenazas concretas.
Hablamos del pasado reciente porque claro que hay una larga lista de hechos de violencia política en diferentes contextos, como por ejemplo el incendio en la casa del ex concejal Norberto Martínez, allá por el año 2005, entre otros.
El panfleto, además, amenza a dirigentes políticos, gremiales y periodistas. Sin embargo, resulta algo naif suponer, como se ha dicho por estas horas, que las amenazas son en general: no amenaza a los políticos de derecha, las amenazas están dirigidas a banderas que sostiene, para decirlo a grandes rasgos, el arco político progresista. Es decir, si bien se articula un discurso que podríamos denominar “antipolítica”, esas ideas supuestamente antipolíticas no hacen más que disfrazarse de tal cosa para disimular la presencia concreta de ideas políticas derecha.
Tenemos entonces hasta ahora a un grupo de personas que se organiza, realiza un atentado y amenza a dirigentes de lo que podríamos llamar ampliamente el arco progresista.
Para no abundar, cabe preguntarse qué significa La Cámpora: una de las organizaciones políticas más importantes de la actualidad. Ya no se trata, como en sus comienzos, de un grupo de jóvenes neófitos que buscaban un perfil progresista o nacional y popular dentro del amplio movimiento peronista. Se trata de una organización, sólida, fuerte, con poder político, influencia en el mundo empresarial y gremial. Elegir a La Cámpora dentro del Frente de Todos como blanco de un atentado en el día del aniversario de la Revolución de Mayo de 1810 posiciona a los agresores en el sitio buscado por los agentes difusores de los discurso de odio antipopular que ven en todo lo que huela a pueblo un retraso para la sociedad que buscan construir, mirando siempre a otros lugares ajenos a su propia historia y las mejores tradiciones políticas vernáculas.
Hace un tiempo hablamos con Pablo Stefanoni, autor de “¿La rebeldía se volvió de derecha?”, acerca de qué significa un discurso aparentemente ridículo, como aquel contenido del panfleto, y que sin embargo tiene carnadura en hechos de estas características.
En este sentido, cabe destacar que las declaraciones de repudio no pueden ser relativas: deben ser totales. Porque la violencia política se instala a modo de conciencia comunitaria cuando este tipo de sucesos se naturalizan. Los principales sectores afectados por la práctica de violencia siempre son quienes menos herramientas poseen para defenderse, es decir, los propios sectores populares.
En otras palabras, no hay ningún grado de heroísmo en la acción de un atentado perpetrado por un grupo que se arroga la representación de una supuesta visión crítica de la política puesto que, en contexto democrático, representa un acto vil de cobardía en el que los perpetradores del hecho no se muestran ante la sociedad como una alternativa válida a lo que cuestionan, sino que utilizan el miedo para arrogarse una representación para la que nadie, absolutamente nadie les mandató. Por más débil que resulte la democracia que supimos conseguir, al menos la dirigencia política tiene mandato.
La democracia no es un libro que sea lea una vez y luego pueda dejarse en la estantería de la biblioteca: es un libro que debe leerse a menudo puesto que el contexto en el que se lea modifica el contenido del texto. Las páginas que hoy leemos nos muestran que lo ocurrido pone en riesgo la convivencia comunitaria y no es una amenaza para lo que se denomina “clase política” sino para la población en general.
Si el objetivo fuera criticar falencias del sistema democrático, se propondrían herramientas participativas que mejorasen esta vida democrático. En cambio, llevar adelante un atentado, por más cháchara antipolítica bajo la cual se amparen los perpetradores y los autores intelectuales, es un ataque a los principios básicos de la democracia y de la vida en comunidad.
Para finalizar, e insistir con el peligro que estos sucesos suponen, es inquietante leer en el portal La Voz de Tandil que, durante la manifestación que hicieron un grupo de personas contra las medidas de cuidado sanitario, las consignas que aparecieron en el panfleto en Bahía Blanca estaban presentes en afiches pegados en territorio tandilense. Nuevamente, sin arriesgar interpretaciones, el hecho en sí es preocupante: las mismas consignas el mismo día en territorios distintos solo pueden aparecer si existe coordinación.
La tensión que generó este atentado requiere una atención muy concreta, precisa y cuidada por parte de todos los actores democráticos. Es crucial que el rechazo no sea formal sino real y que la acción no caiga bajo el amparo de la impunidad. No es sólo decir que no da lo mismo: es preciso hacer todo cuanto sea posible para que efectivamente no de lo mismo y los anticuerpos sociales actúen efectivamente sobre la enfermedad del odio.
(Por Astor Vitali) Cuando el equipo de producción de En Eso Estamos se reunió para intercambiar posturas respecto de qué enfoque debíamos adoptar para producir los contenidos de un programa especial en torno a la fecha que oficialmente se reconoce como aniversario de Bahía Blanca, concluimos que, en esta oportunidad, pondríamos el lente en aquellas cosas que nos enorgullecen de la ciudad.
Se sabe que los poderes político y económico de esta localidad persisten sólidamente imbricados con sectores conservadores en lo ideológico y especuladores en lo económico. Los estigmas de una ciudad que el mundo identifica con sus niveles de fascismo en ambiente constituyen los primeros elementos con los que, quien observa la ciudad, suele construir su caracterización.
Sin embargo, como contrapartida de esta realidad insoslayable, hubo y hay otra calidad de ciudadanes que conforman tejidos entrañables.
En ocasión de realizarse un acto por el inicio de los primeros juicios por delitos de lesa humanidad en Bahía Blanca, el 28 de junio de 2011, el secretario general de la CTA local, Enrique Gandolfo, dijo que, sin olvidarse de los “enemigos del pueblo” quería referirse a “la otra Bahía. Es la Bahía muchas veces invisibilizada pero que viene del fondo de la historia (…). La huelga de los trabajadores de Ing. White en 1907, las luchas heroicas de los cinco mil obreros ferroviarios que había en esta ciudad antes de las privatizaciones”, la Bahía “de los que resistieron al golpe del ’55, de los trabajadores que el 30 de mayo de 1969 paralizaron esta ciudad, el día después del Cordobazo” y de los y las protagonistas de “la huelga de las coordinadoras que tiró abajo a López Rega y a su ministro Rodrigo”, en julio de 1975.
“La Bahía de aquella generación de estudiantes rebeldes, generosos, combativos de la UNS, de la UTN, de la escuela de trabajo social, incluso del Juan XXIII. La Bahía de aquellos compañeros, muchos de ellos están presentes, cristianos de base, compañeros y compañeras de la Pequeña Obra, de Cáritas, de los sacerdotes y las monjas tercermundistas que también hubo en Bahía Blanca. Vivieron, amaron y lucharon acá en Bahía Blanca. No hay que olvidarse de todo eso. La Bahía de Enrique Heinrich y de Miguel Loyola, obreros gráficos de La Nueva Provincia” asesinados por “luchar en contra de esa patronal”. Y la de “un movimiento de los derechos humanos ejemplar”.
También recordó un 24 de marzo de 1994 cuando 50 compañeros advertidos por el entonces estudiante secundario Federico Randazzo, supieron que a 50 metros de ellos estaba el genocida Astiz.
“¿Cuál era el acto del 24 de marzo? Era ir caminando y pararnos como lo hicimos frente al genocida Alfredo Astiz y gritarle en la cara: ‘Astiz cobarde en las Malvinas, asesino en el país’. Y Celia Korsunsky se paró a medio metro de Astiz, y era todo un símbolo de esta ciudad que se atrevía a decirle al genocida en la cara que no nos íbamos a reconciliar, que no los íbamos a perdonar y que íbamos a pedir siempre Juicio y Castigo. Esa Bahía también existe”, sostuvo Gandolfo.
Coincidimos: esa Bahía también existe o, sobre todo, esa Bahía existe.
Lo mismo podemos decir en este contexto en el que se llevan adelante los juicios a la Triple A, que dan cuenta de una memoria que se hace carne en grupos militantes que sostiene valores esenciales para que la democracia no sea un conjunto de frases vacías. En el medio del pensamiento posibilista, de un debate político institucional de calidad ramplona, plantear esta política de la memoria activa da sentido a las luchas de mañana.
Desde el punto de vista de los social, en la actualidad, para cualquiera que observe con atención, está claro que las situaciones dramáticas a las que la desigualdad que nos impone el modelo económico local fueron sobrellevadas por la solidaridad de abajo: comedores, merenderos, campañas de colectas, fondos espontáneos para sortear las desgracias corrientes, organizaciones sociales, gremiales y culturales asistiendo a sus bases, y una larga lista de personas que dedicaron una parte de sus bajos sueldos a inyectar recursos hacia quienes menos tienen.
El gobierno municipal, en cambio, sub ejecutó partidas de todas estas áreas sensibles.
Desde el punto de vista de la salud, cabe recordar que el 147 fue atendido por un grupo de voluntarios ya que el municipio no invirtió recursos para pagar el trabajo de quienes se dedicaron a la ardua tarea de seguimiento.
Huelga señalar que fueron los y las trabajadores de la salud, con bonos mal cobrados y sin reconocimiento salariar acorde, quienes soportaron la crisis sanitaria en una ciudad cuyas autoridades dieron rienda suelta a la idea de que cada uno haga más o menos lo que quiera, cómo y cuando quiera, como si la salud pública no fuera un problema comunitario y como si el estado no fuera el responsable de garantizarla.
En el ámbito cultural, somos unan ciudad con una gran cantidad y calidad de propuestas artísticas y culturales de todo tipo. Además de esa calidad cultural, existe una conciencia de clase de los trabajadores y de las trabajadoras de la cultura que se expresa en un conjunto de normas que supieron instalar a través de la lucha política.
La Comedia Municipal de Bahía Blanca, por ejemplo, no solo implica trabajo para actores y actrices sino que está concebida desde el enfoque de garantizar los derechos culturales de la población, recorriendo barrio a barrio, con plena conciencia de que si el mercado nos busca empobrecer intelectual y espiritualmente pues a través de la lucha política podemos construir herramientas que garanticen dicho acceso al arte y a la cultura.
El Consejo Cultural Consultivo, los Espacios Culturales Independientes, la ordenanza de Eventos con Continuidad en el Tiempo -que garantizan la financiación del entramado de festivales, encuentros y talleres que la propia población construye-, los sindicatos que funcionan como herramientas de lucha y memoria colectiva de peso, y un sinnúmero de colectivos que profundizan los conocimientos y garantizan la participación comunitaria, son elementos particulares de Bahía Blanca.
Desde el punto de vista deportivo, hay un universo de gente con los pies en la tierra que escapa a la lógica cholula de los apóstoles de Ginóbili, universo en que muchas personas construyen techos, redes y arcos para que les pibes tengan un lugar donde el juego no esté ceñido por el peligro y la violencia social, donde se dan talleres, donde perviven los oficios.
Las bibliotecas constituyen una red de inmensa relevancia. En un continente en el que el analfabetismo funcional y el sistema de educación han venido decayendo -pese a la lucha docente-, la existencia de libros a la mano del pueblo, con bibliotecarias profesionales, constituye un entramado imprescindible.
Podríamos seguir enumerando un universo de hacedores y de hacedoras en más ámbitos, como en el trabajo, el cooperativismo, el sindicalismo que no se sienta con esos “enemigos del pueblo” que diseñan un modelo económico local con casi un tercio empobrecido y miles de personas bajo la línea de indigencia. Un modelo centrado en un polo que lo único que derrama es enfermedad.
Hay un Bahía hermosa, luchadora y poética, que a menudo no tiene tanta prensa. Estos micrófonos se hacen eco de ella y, si la calle así nos lo reconoce, busca también resonar junto a su pueblo en ese canto libertario.
(Por Astor Vitali) En un artículo titulado “Día de la Memoria: la mirada del director de ´La Nueva.´ de cara al 24 de marzo”, el titular del medio, Gustavo Elías, quien pocos días atrás acababa de censurar la edición impresa del periódico que dirige, afirma que en su empresa “no existe el menor espacio para la oscura intención de fomentar el arrebato de las libertades democráticas”.
Un analista debe agradecer cuando la sustancia de lo declarado contrasta en franca contradicción con lo que todo el público puede constatar a simple vista.
Sin embargo, el artículo debe analizarse en un doble sentido: en su contenido literal y, en perspectiva ampliada, en razón de que quien lo escribe ocupa hoy un lugar de poder central en el entramado de conducción actual.
Elías hace un recorrido por su biografía y sus deseos de “dar trabajo”, vicio del discurso de quienes nos explotan. Dice que para el desarrollo de una dinámica empresarial -para él saludable- “sea posible es fundamental la existencia de un Estado que también funcione armónicamente. Y para que eso ocurre (sic) tiene que existir sobre la base de un sistema. Creo sinceramente que la democracia es el mejor de los sistemas para garantizar esas metas”.
Para este sector empresarial, los gobiernos de las características actuales (lo que ellos consideran “el estado”), formales, apenas representativos, vaciados de participación real –es decir, poco democráticos- y lleno de influencias de pocos poderosos, los recursos públicos son fundamentales para garantizar sus negocios y sus privilegios. Pagar un impuesto extraordinario no alcanza para reparar una política de precarización laboral sistemática, esquemas de desigualdad consolidados y gambetas impositivas. Los ricos se quejan de los “choriplaneros” pero, si tuvieran que confesar qué tan buenos empresarios son y cuánto arriesgan (ojalá algún día se publique cuánto se debe a los supuestos riesgos –que nunca corren- y cuánto a los salvatajes estatales), terminaríamos por descubrir que ellos son los verdaderos choricontratistas.
En un guiño que caracteriza con claridad los cambios culturales de la dirigencia actual respecto de la anterior, Elías sostiene que alguna vez le “dijeron que un empresario no sabe de historia justamente porque está ocupado construyéndola”. A un empresario lo definiría el “hacer cosas y al mismo tiempo propiciar que los demás las hagan”. Diana Julio y Vicente Massot hacían y sabían.
Luego de una serie de ambigüedades sobre “a quienes los avatares de nuestro recorrido como Nación les han provocado un enorme sufrimiento” Elías dice que su “sueño presente es que el diario de la ciudad y la región sea el noble territorio de discusión para definir un modelo de progreso”. Esto se haría sobre un sistema de valores morales y espirituales” a su vez con “el carácter decisivo de resolver lo material y generar el sustento que nos permita vivir dignamente en el marco de aquellos valores”.
Sin más, recupera la idea del paladín contra “el narcotráfico, el crimen organizado y cualquier otra actividad ilícita que le robe el futuro a nuestros hijos”. ¿Qué decir de los crímenes financieros? ¿Cabe señalarlos? ¿No es una de las principales causas del estado actual de las cosas? El encierro de perejiles no puede ser el fundamento de la construcción de un relato épico. Agrego, por sumar al debate sobre el progreso que nos propone nuestro pro hombre.
Luego del intento de despegue del pasado, la idea de pertenecer al firmamento local no le permite deshacerse del pegamento y aparece llanamente la reivindicación de ese pasado: “´La Nueva Provincia´ fue un verdadero pilar del desarrollo en esta región. La voluntad de su fundador y sus continuadores era apuntalar el progreso junto a su comunidad”. ¿Cómo? ¿Pero cómo?
Para Elías, “la decisión de aquellos que apoyaron y fueron funcionales desde las páginas del diario a la dictadura militar que tomó el poder entre 1976 y 1983 cometieron un enorme error histórico y un fallo moral de una gravedad mayúscula”. La memoria del pueblo puede responder esto desde su voz histórica y sus cantos en la calle: “no hubo errores”.
No se puede condenar a La Nueva Provincia, parte integrante y actor fundamental del genocidio en el sur de Argentina y a su vez reivindicarla como actor social: por ser un actor social hegemónico tuvo ese rol central en la dictadura. No se puede separar. En el fondo, para este empresariado que busca el lifting social, los efectores del genocidio apenas incurrieron en un error. No acompañaron, fueron parte necesaria y llevaron a cabo el proyecto, junto a otros actores civiles, clericales y militares.
Saliendo ahora del contenido del artículo, desde que, en noviembre del año pasado, Elías asumió como presidente de la Unión Industrial de Bahía Blanca (fungió como vicepresidente durante tres mandatos anteriores) éste comenzó una nueva etapa de su aventura política. Hubo el comienzo de una búsqueda de cambio de imagen. Hasta entonces, el referente empresarial se mostraba reticente a aparecer mediáticamente. Se le conocían pocas entrevistas en las que, fiel a la filosofía del empresariado contemporáneo, marca gestualmente a su entrevistado qué sí y qué no. Además de elegir personas bajo su influencia como interlocutores.
En los últimos meses, en cambio, ha comenzado a ser protagonista de puestas en escena criollas que buscan posicionarlo como un hombre de diálogo y consensos hacia la ciudadanía -con su aparato mediático de confección victoriana, en pleno siglo XXI. Por ejemplo, la misma noche en que asumió su cargo, pasó por el programa de televisión La Brújula TV, ansioso y vehemente. La construcción de la idea del paladín del progreso, es decir, del modelo económico hegemónico, no podía esperar.
En esa línea de construcción de relato, resulta inolvidable cómo, en diciembre del año pasado, parte de la dirigencia cegetista local lo recibió en su casa, cobijando también al intendente, el jefe de la oposición y rectores de universidades públicas para rubricar nuevamente la fórmula de la dirigencia local: el anuncio del anuncio de lo que será anunciado en donde nada concreto puede constatarse. A uno le dio un poco de cosa que la central obrera bese el anillo de quien, pocos meses atrás, despidió ¡nada menos que un primero de mayo! a todos los obreros gráficos del matutino. “La memoria pincha hasta sangrar”, dice la canción. Hay a quienes la amnesia les sienta bien.
Curiosamente, la dirigencia política no habla públicamente de este empresario, aunque debe ser el referente de la pseudo burguesía local más nombrado en mesas de café y encuentros informales: el miedo no es gratuito y cala más profundo que los intentos de la tecno ciencia contemporáneos, como los chips subcutáneos. “Cada cual tiene un trip en el bocho”, y en la ciudad de Bahía Blanca el miedo a La Nueva, se reconozca o no, es algo que atraviesa a la dirigencia política. No es parte del pasado.
Claro que no es lo mismo y ninguna época histórica es comparable: no es el miedo a que la familia Massot te mande a reventar la casa o a que asesine a obreros gráficos: es el miedo a que no te llamen más, a que desaparezcas de la agenda publicada. Esto ya ocurrió con la oposición en el legislativo local, en un período en que la jefa política de ese espacio con casi la mitad de los votos no era publicada. ¿Y la democracia? ¿No requiere que se escuchen todas las voces? ¿No requiere al menos el gesto de su mímica?
Peor que el miedo, para las personas que se auto proponen dirigir a la sociedad, son el cholulismo y el oportunismo. Hay dirigentes que se mueren de ganas –incluso de izquierda- de salir en la foto (hoy en un vivo) con algún editorialista de La Nueva o de La Brújula. Lo curioso no es que se hable en/con los medios que representan y construyen el proyecto de poder económico, social y cultural local –con su correlato de pobreza estructural, desempleo, violencias, etc.-. Como cualquier dirigente sabe, es preciso hablar hacia todos los actores existentes. Lo curioso es que asiste allí a una suerte de ceremonia de aceptación social hegemónica (“yo también soy aceptado y salgo acá”) sin que los iniciados se animen a plantear ningún elemento crítico de fondo –solo la superficialidad de lo permitido- y sobre todo, sin decir una palabra de todo lo que se dice en los café y en los pasillos acerca de ese medio, del modelo de concentración, del proyecto economía política que representa Gustavo Elías y del propio Gustavo Elías como “empresario” y como articulador de las tramoyas del poder regional.
Con Vicente Massot había un “de eso no se habla” porque la sola posibilidad de que este sujeto ejerciera poder contra un actor político causaba autocensura. Se hablaba en pasillos; se hablaba por lo bajo, que es peor que no hablar. Llevar al ámbito del susurro aquello que pertenece a la órbita de lo público le asigna una relevancia insoslayable.
De Gustavo Elías tampoco se habla públicamente. Tiene “el diario”. Todo el mundo habla entre pasillos y todo el mundo busca despegarse –entre pasillos-. Sin embargo, nadie quiere ejercer las críticas públicamente. De Elías, públicamente, no se habla.
Lo mismo ocurría, muy pocos años atrás, con la figura de Néstor Luis Montessanti. Por lo bajo, el mundillo liberal sugería que el referente de la carrera de derecho ya no les representaba pero si no fuera por la militancia que sostuvo la memoria y acción políticas y judiciales, hoy podría seguir transitando por los pasillos desmemoriados de la Universidad Nacional del Sur. No era imposible lograr que ya no ejerciera poder a través del miedo: había que hablar, hablar y hablar. Había que hacer de la memoria un hecho político sustancial. Gracias a la militancia –que hoy espera además una sentencia en el marco de los crímenes cometidos por la Triple A- sabemos que las cosas no tienen que ser como los poderosos nos plantean y que hay que descolonizarse el cuerpo y las ideas. No aceptamos su poder sobre nosotres.
¿Por qué no se puede con las figuras que en la actualidad detentan el poder local? No habrá democracia si el ámbito de lo público guarda espacios oscuros sobre los que todos los actores (o casi todos) ponen el cuerpo para mantener la sombra.
A 45 años del golpe, ha quedado claro el plan sistemático de terror. Pero ese plan sistemático tuvo un objetivo: el modelo económico y cultural que la democracia formal no dio por tierra. Esta Bahía Blanca con altísimos grados de exclusión no es el resultado de una fatalidad: es ni más ni menos que la configuración de las desigualdades que –con el modelo liberal de Martínez de Hoz como horizonte- fueron y son construidos políticamente desde el poder real.
Una economía que no piensa en su comunidad y que se construye en torno al proyecto de trasnacionales emplazadas en derredor del polo petroquímico es la herencia del proyecto económico liberal construido a través del genocidio.
La nota de opinión del dueño de La Nueva quiso bajarnos línea respecto de en qué se diferencia el pasquín de la actualidad con el pasquín de la marina. Pero ¿en qué se parecen? ¿Acaso en ser el órgano de prensa del poder económico y desplegar un proyecto culturar hegemónico para la ciudad? ¿Acaso en concentrar la información y utilizar el medio para imponer temas que juegan en la política y la economía local?
La Nueva y la Unión Industrial despliegan un proyecto político, económico y cultural heredero de aquel proyecto que el conjunto de las fuerzas democráticas repudiamos (o que se supone que repudiamos). ¿Por qué aceptamos el instrumento de ese proyecto? Como propone la niñez para entender su mundo siempre cabe repetir y repetir la pregunta: ¿por qué? ¿Por qué?
A veces, para conjurar el presente hace falta recurrir a la historia, abrir los ojos y ver que estamos rodeados de fantasmas que nos hablan y que nos guían. Digo: Rodolfo Walsh. Cabe decir, Rodolfo Walsh. Cabe señalar que la dignidad es una posibilidad para el aquí y para el ahora y que se puede construir ya un modelo social que nos quite el asco de encima, de los cuerpos y de los sentidos; esa costumbre de ejercer el poder en lugar de la conciencia.
Como síntesis, algunas preguntas que todes podemos ensayar, buscándonos. ¿Cómo describiríamos hoy lo que ocurre en la ciudad, si tuviéramos que escribirle una carta a Rodolfo? ¿Con cuántos horrores convivimos? ¿Quiénes son responsables? ¿Qué hacemos para cambiarlo?
Seguramente las respuestas no estarán publicadas en La Nueva.
Foto: Agencia Paco Urondo
(Por Astor Vitali) Salgo a caminar para reconocer este tiempo y esta tierra luego de un año de aislamiento y distanciamiento. Uno cubre periodísticamente aquello a lo que se denomina “la realidad” desde el estudio de radio y habla con les protagonistas y va tomando nota. Pero pisar el suelo es convertir el cuerpo en un sensor infalible de la metamorfosis urbana. A esta altura del año, puedo decir, sin dudar ni regodearme en un gran descubrimiento, que sí, que están avanzando ilimitadamente; es como Casa tomada de Cortázar pero ahora es la ciudad la que se ve amenazada por un inmenso monstruo que domina todo (hasta la cultura): así que sí, está en riesgo la propiedad comunitaria.
Durante todo el año sufrimos sistemáticamente la contaminación sonora, a modo de mantras elaborados por las usinas de los monjes negros del capitalismo argentino, que rezaban: “está en riesgo la propiedad privada”. Se trata de una constatación más de la victoria de la opinión sobre el pensamiento. No importaba mucho –o nada- de qué se discutía ni en base a qué datos ni si en efecto lo que ocurría era todo lo contrario. Lo fáctico es un detalle innecesario para la militancia de la tontera. El existencialismo está en oferta y los vacíos de la mentalidad media contemporánea se llenan de colesterol argumentativo. “Está en riesgo la propiedad privada”, repetían.
Volviendo a la caminata, en un momento me encuento ingresando al Parque de Mayo por el camino que se origina en el Paseo de las Esculturas. Veo un bebedero muy pro, tuneado por la firma de la farmacia Lipstein: les aseguro que me estremeció. Otra vez el sector privado en medio de lo público. Y digo otra vez porque este fue un año signado por ese debate, un tanto sordo.
Algunas realidades constatables. El gobierno de Juntos por el Cambio sub ejecutó el presupuesto municipal en áreas sensibles como acción social y cultura. En Salud –en medio de la pandemia- no invirtió todo lo que podría y de hecho mantuvo a les profesionales en carácter de voluntaries, por ejemplo, en el sistema del 147. Es decir: achicaron lo público. No se puede decir que el estado “no logró” llegar a la comunidad sino que es perfectamente adecuado decir que el gobierno decidió no ejecutar fondos disponibles en medio de la desesperación.
Mientras tanto, el mismo gobierno impuso, a través del sistema de medios oficiales, algunos temas para favorecer al sector privado. Decimos sistema de medios oficiales porque se gastaron mucho más millones de pesos en dicho esquema que en la propia emergencia sanitaria. Son datos constatables. Entonces, a través de ese sistema de medio traficaron temas que no estaban en la agenda social. Por ejemplo, y uno muy importante en términos de recursos económicos, la privatización del sistema de recolección. Nuevamente, los amigos en el gobierno para hacer negocios. Los verdaderos chori-contratistas que reciben del estado y que nunca arriesgan con las reglas del liberalismo serio. Son ellos los que viven del estado.
Luego, en medio de la pandemia, Gay expulsó a organizaciones, que trabajan con lo social y lo cultural, del mercado municipal Eugenio Martínez para hacer un polo gastronómico e insiste con la destrucción de la Plaza del Sol/De la Resistencia y la Memoria/Lavalle para dar paso al capricho de la cochera subterránea que promueve un privado. Nuevamente, utilizando el estado en favor de intereses privados, no sociales.
El gobierno de Héctor Gay tiene como estandarte la bandera de la co gestión público privada (otro mantra). Sin embargo, no se trata de eso ni siquiera: se trata de la utilización de lo público para rédito de unos pocos pseudo empresarios. Que es otra cosa. Todo esto al mismo tiempo que sub ejecutan las áreas más sensibles. ¡No se puede no ligar la subejecución de presupuesto en medio de la pandemia, con veinte mil nuevos pobres, con esta política de beneficiar al sector privado! ¡No se puede no ligar! Lo más raro del equilibrio democrático es que no siempre desde las oposiciones hay un criterio que se diferencie de manera tajante respecto de esta idea constatablemente antipopular de beneficio de lo privado a través de lo público. Nunca ganó la población con ello. Los efectos concretos de la aplicación del mantra “público privado” siempre redundan en beneficio para las empresas -invirtiendo nada, en términos relativos- y ganando en materia de publicidad y legitimación social. Lo que dejan socialmente siempre es pasajero y está pensado al revés: no desde la comunidad y desde sus necesidades sino desde los objetivos de “responsabilidad social empresaria” (el más chistoso de los mantras) y en el marco de una visión de acumulación económica. La publicidad sigue siendo un arte de la expansión capitalista.
Pero el problema de mayor profundidad que subyace en el anverso de la fiesta de la hegemonía de liberalismo mentiroso no la encontramos en las acciones concretas del gobierno de Juntos por el Cambio ni en los elementos señalados: polo gastronómico, piquetes empresariales que nos van cerrando las calles, etc. El problema de fondo es la profunda colonización mental.
Han pasado las fiestas. Las fiestas en medio de la pandemia, con algún grado de relajación por parte de la población y campañas de concientización insuficientes por parte de todos los estamentos del estado. La recomendación era estar al aire libre.
¿Vos te acordás las fiestas con tus abuelos, con tus abuelas, en los barrios, en los clubes, en los pueblos, con los banderines, las lucecitas y las mesas en la calle? ¿Por qué es que en medio de esta situación tan particular no se nos ocurrió, como población, que el espacio comunitario es nuestro y no privado? ¿Por qué terminamos, con un clima apacible al aire libre, en muchas casas que no tienen patio amontonades adentro con la puerta abierta, cagándose de calor? ¿Por qué no la mesa en la calle y el distanciamiento? ¿Por qué no la navidad en el espacio comunitario, en el espacio público? Habría sido, por cierto, una actitud cristiana.
A esa altura del año, de la pandemia y de las políticas aplicadas a nivel municipal; del coro desafinado que ha gritado durante el año “está en juego la propiedad privada” y otras yerbas, a uno no le preocupa tanto la tontera de esas opiniones impuestas por el sistema de medios oficial, que no revisten carácter de pensamiento, sino más bien la colonización cultural manijeada. Preocupa la batalla ideológica de fondo. ¿Por qué no se no nos ocurrió estar afuera, en la calle, en el espacio comunitario? ¿Y por qué terminamos por aceptar cada vez más contaminación visual, cada vez más propaganda empresarial que no pone y no puso un mango en medio de la pandemia –queda el debate por la tasa especial-, por qué vamos aceptando todo esto y decimos “está en juego la propiedad privada” cuando en la actualidad no hay nada más ratificado que los intereses privados a través del usufructo del estado.
¡No! Si hay algo que no está en juego –lamentablemente, muy a nuestro pesar (teléfono para la AFI)- es la propiedad privada. Pero lamentablemente está en jaque la propiedad comunitaria –y dependerá de nuestra inteligencia para organizarnos que no se trate de jaque mate.

(Por Astor Vitali) Me va ganando la sensación, cada día con mayor intensidad, de que no tengo la menor idea de qué hablamos en términos sociales. ¿De qué hablamos? ¿Qué temas interesan? ¿Qué cosas resuelven los temas que discutimos a diario? Si uno abre los principales portales informativos a nivel país y hace el ejercicio de vincular esos temas con lo que ocurre –no es su vida individual, lo cual no tendría un carácter político, sino en su vida individual inmersa en un todo social-, muy pocas veces va a encontrar coincidencia entre esos titulares, esas grandes discusiones que ocupan horas de panelistas y panelistas –especialistas en nada- en temas que se supone que son los que “a la gente le interesa”.
Empezó a cotizar el agua en el mercado de valores. Es una noticia que se compara con las cotizaciones de los granos de alimentos en mercado allá por la década del noventa. Dato histórico a partir del cual se puede leer la modificación de todo el sistema alimentario del mundo. Argentina abrió las puertas a Monsanto y otros y, a partir de allí, el “granero del mundo” comenzó a producir forraje para animales chinos. Commodities.
Aquello que hizo que pequeños campesinos en todo el mundo tuvieran que, progresivamente, ir vendiendo sus pequeñas parcelas de tierras para luego pagar una renta, pagar por la patente de la semilla y pagar por el agrotóxico, para después ser desplazados por una máquina porque, claro, no resultaban competitivos contra el sembrado directo y su modelo.
Una noticia, entonces: “los granos cotizan en el mercado de valores”. Eran los noventa. El hecho generó una cantidad de cambios estructurales que hicieron que nuestra vida hoy, en términos alimentarios, y por ende términos de salud generales, sea tan miserable como lo es. Andamos esquivando derivados de agrotóxicos para comer un tomate que más o menos se parezca un tomate.
Bueno: ¡es el agua lo que ahora ha empezado a cotizar! A partir de esta noticia, mirar los portales de los diarios en la actualidad genera un contraste pocas veces expresado de manera tan clara. Y así, como uno se va, a esta altura de diciembre, de alguna manera metiendo en una serie de balances, hoy inauguramos uno general para luego realizar otros particulares. ¿De qué hemos discutido durante 2020? De la pandemia, claramente. Afecta a todo el mundo. Pero ¿cuáles han sido los temas centrales que nos ocuparon y cuánto esos esos tienen los temas tienen que ver con nuestra vida diaria en la comunidad?
Para pasarlo a un plano más asequible: ¿cuáles fueron las diez principales discusiones en el Concejo Deliberante, por ejemplo, que hayan mejorado la calidad de vida de la población en la ciudad? ¿Cuál cuestión estructural? Ahora están, desde el oficialismo, empujados por iniciativas de privados para intervenir los espacios públicos en favor de sus arcas, como la Plaza del Sol/Lavalle/De la Resistencia y la Memoria. ¿Para qué los ámbitos de representación política si no van a expresar lo que se discute por abajo, en la calle? ¿Para qué?
Daría la sensación de que, para contactar con algo que tenga ver con los intereses de la comunidad en un debate público, hay que sacarse de encima una cantidad de ruidos, de ruidos estridentes, que nos chillan todo el tiempo. Como si fuera poco que los portales de los medios -lo que se llama la opinión publicada- nos hablen de cosas que vaya a saber a quién le interesa y sobre todo bajo qué interés están operando esos medios -por cierto el intendente ya recibió a las autoridades de la Unión Industrial encabezadas por el dueño de La Nueva Provincia, Gustavo Elías, entre otras cosas- ocurre que después tenemos el universo de los memes, Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp y, si uno hiciera la cuenta de cuánto tiempo ocupa en pensar qué cosas, podría sorprenderse de cómo cada día estamos un poco más cerca de la estupidez y un poco más lejos de la inteligencia.
¿Cuáles son los temas que discutimos en medio de tanto ruido? Estos últimos días del año intentaremos cambiar el aire, trataremos de separar el ruido de lo que suena por sustancia y, entonces, buscaremos algunos debates que puedan servirnos socialmente para algo.
Porque hay mucho, mucho ruido. Mucho ruido. Tanto ruido que, por ejemplo, mucha gente pensó en este país en el año 2020 que estaba en discusión la propiedad privada.
Tanto ruido que ahí andan el clero, autoridades de la iglesia católica, pidiéndoles a diputados y a diputadas que piensen “lo que significa la vida”. Tanto ruido que lo dicen bajo el mismo techo en que se apañó la picana y la muerte. Y tanto ruido que se le da difusión a lo que dice un funcionario de una iglesia de otro estado (Vaticano) en lugar de tomar una discusión de salud pública.
Tanto ruido que las fuerzas de inseguridad desaparecen un pibe -muches pibes-, y sin embargo nos ponemos a hablar de si usaba la gorra así o de otra forma o si la medre esto o lo otro, o si los abogados esto o aquello, en lugar de hablar de una práctica de la bonaerense y sobre todo el encubrimiento de algunos medios de comunicación que han perdido la brújula y que nada tienen de nuevos. Fueron haciendo mucho, mucho ruido.
Ruido, ruido, ruido. Por ejemplo, en el concejo deliberante cuándo quién sabe por qué a partir del capricho de un empresario estamos discutiendo hace un mes y medio si cabe destruir la Plaza del Sol en lugar de por ejemplo legislar en torno a la falta de tierras para miles de familias en la ciudad. Ruido de comisiones que están para que nada ocurra. El concejo está lleno, lleno de ruido.
Donde hay mucho, mucho ruido es en la oficina del intendente Héctor Gay. Un intendente implacable en el ejercicio de su política absolutamente clasista al servicio de muy pocos intereses y muy hostil con la mayor parte de la ciudadanía. Ha sido muy evidente en este 2020 cómo se dejó en total desamparo, incluso a sectores que deberían fungir como aliados como el comercio, como si no hubiera recursos en las arcas públicas municipales.
Como me voy sacando los ruidos, uno de los mayores ruidos que me parece que habría que sacarse de encima es el propio ruido. Porque los concejalas y las concejalas están en sus bancas porque han sido votadas y votadas. Porque Héctor Gay está en su segundo mandato, después de todas y cada una de las cositas que hizo durante el primero, que daban cuenta exactamente de su proyecto político, de su figura como dirigente clasista –para las clases ricas- y sin embargo, está allí por voto popular.
Hay mucho, mucho ruido ideológico que hace que la democracia no esté sonando.

(Por Astor Vitali) Desde el miércoles pasado un sector de trabajadores y trabajadoras de la federación aceitera está llevando adelante un paro de actividades. Algunos se preguntan: ¿cómo van a parar tantos días? Ocurre que una buena parte del movimiento obrero argentino ha cedido terreno en la cuestión cultural: hacernos creer que un sector de trabajadores y de trabajadoras que están organizados atenta contra la economía cuando en rigor es el resultado de las políticas de las empresas aquello que hace que la economía se vea afectada. Sobre todo en materia de caída salarial.
La Federación Aceitera está vinculada a un sector que no podría excusarse en que le viene yendo mal. Todo lo contario, hay empresas como AGB, las grandes industrias portuarias como Dreyfus, Cargill o Bunge. Ayer fueron convocadas las partes por el gobierno.
Es salario que están reclamando se ubica entre 82 mil y 92 mil pesos. El análisis que realizan desde el sector se hace en base a los datos publicados por el INDEC. Esta federación no naturalizó que ser trabajador o trabajadora implica ganar por debajo de lo que cualquier persona debería recibir para llevar adelante una vida donde sus necesidades estén cubiertas. Aquí hay una gran diferencia con otros sectores del movimiento obrero que han, no solamente aceptado distintas caídas del salario, en muchos casos por debajo de los límites de canasta familiar y de pobreza, sino habiendo aceptado otros elementos de fondo como las condiciones de trabajo.
¿Por qué naturalizamos que una persona debe trabajar todo el día sino que debe contar con uno o más trabajos para tener, no una vida holgada, sino apenas para su subsistencia? Sabemos que el costo de vida no está cubierto por nuestros salarios, al menos no para un nivel de vida digno.
Este sector está planteado no ceder ante los intereses patronales y utilizar la herramienta que tiene la clase trabajadora, sobre todo en sectores de la industria con mayores niveles de organización y por ende mayor capacidad de incidir en los debates y en las acciones.
No incide en gran medida el costo laboral en la facturación de estas empresas. Si alguien piensa seriamente que para esas firmas que exportan y acumulan en dólares el problema es un salario un poquito más alto no está dimensionando la magnitud de la cosa.
Hay otra pelea atrás que tiene que ver con que las empresas no están dispuestas a legitimar como patronal la capacidad de lucha de un sector organizado, como este caso, que siempre con la constitución en la mano lleva adelante negociaciones salariales que no aceptan que se registren a la pérdida.
Hay también otros elementos que se ven en estos momentos de lucha de otros sectores de trabajadores y de trabajadoras, que en lugar de notar que estas luchas les son beneficiosas para mejorar su propia condición laboral hacen lo contrario: se quejan porque “ganan mucho” (nadie sabe muy bien cuánto es mucho) o porque “yo tengo que trabajar todo el día, gano dos mangos y no paro porque si paro me reemplaza otro”. Aquí aparece una perfecta incomprensión, una expresión del analfabetismo político que hace que la persona se posicione en el lugar de patronal cuando debería posicionarse en el lugar de “uno mismo en otro cuero”, como decía Yupanqui, es decir otro trabajador de otro sector, pero trabajador al fin. Su condición de clase les debería unificar.
Similar circunstancia se da cuando hay pelea gremial en el ámbito de la educación y se habla de privilegios de la docencia que no son tales. Pasó, paradójicamente, con les trabajadores de la salud, a quienes durante un período se les aplaudía a las 21 y luego se les aplicó una suerte de extorción moral a la hora de reclamar salario: ustedes no pueden parar porque atienden la salud.
La lucha por el salario es también una de las principales facetas de la lucha por la distribución de la riqueza. El Estado argentino, ni siquiera en el mejor de los momentos de su expresión más progresista, no ha jugado firmemente en un rol de levantar el salario de manera significativa –pero en serio, en una disputa por la riqueza que podría registrarse económicamente afectando algún interés de empresas con capacidad de pago-. Tampoco se hizo demasiado presente en cuanto a la progresiva aunque muy veloz destrucción de las condiciones de trabajo en innumerables sectores de nuestra sociedad.
Cuando alguien dice “yo lo que quiero es trabajar” tal vez lo que esté diciendo es “yo lo que quiero es tener un ingreso”. ¿Qué significa trabajar? Si el trabajo significa estar veinticuatro horas por siete días a disposición de unas patronales que no sólo no me reconocen lo que deberían –incluso legalmente- ni tampoco condiciones de trabajo entonces no nos entendemos. A mí me da vergüenza ver cuando uno hace una compra online, que venga un pibito o una pibita en su bicicleta, sin ningún tipo de reconocimiento legal, por una propina, con el cartelito de Glovo o de Pedidos Ya. Me de vergüenza por el tipo de sociedad que hemos construido que expone a los pibes y a las pibas a una idea de que trabajo significa ese nivel se sobreexplotación que no garantiza las mínimas condiciones de seguridad ni las posibilidades de vivir dignamente.
Un trabajo no es algo que te da un recurso determinado para que puedas alquilar pero junto a tu primo, tu tío, tus viejos y solo comprar una partecita de la yerba y una partecita del morfi, una partecita del techo. Un trabajo es aquello que debería garantizarle a un ser humano en carácter individual acceder a vivienda, alimentación, indumentaria y todo tipo de servicio que garantice sus derechos humanos básicos.
Esto no ocurre en la actualidad y se ve de manera muy expuesta. Lo vamos aceptando como sociedad de una manera muy vergonzosa y vergonzante.
Lo que se está dando en la pelea aceitera tiene que ver con esa discusión de fondo: condiciones de trabajo y salario digno y nada tiene que ver con la imposibilidad de un conjunto de empresas que no pueda pagar.
Hay que volver a definir qué es trabajo. Pero no por contexto sino por lo que es justo y necesario. Por contexto podemos compararnos con situaciones esclavistas que se viven, no en África, sino en el conurbano bonaerense y en otras ciudades del interior.
Defender la idea de la continuidad del trabajo a rajatabla porque si no el país se para es una idea patronal, de las grandes empresas, no debería ser recogida por un gobierno que se autodenomine progresista y por supuesto no tiene que ver con los intereses de ningún trabajador ni de ninguna trabajadora.
Dice José Elías Mequierenexpropiar, nuestro columnista de los martes, nuestro oyente crítico, que siempre tiene que seguir “la rueda de la vida”. Creemos que no. Para poder defender al conjunto de quienes trabajan –la mayor parte de la población- y sus condiciones de vida, para poder volver a pensar en que se pueda trabajar ocho o seis horas y con ello sustentar una vida plena hacen falta peleas como la que está haciendo la federación aceitera.
Ciertamente, no todo tiene que seguir. No da lo mismo que todo siga igual.
Suscribite a la radio.
Porque la comunicación popular la hacemos entre todxs. Cambiar el aire depende de vos.
Ayudanos a que la radio comunitaria siga en la calle.