(Por Astor Vitali) Hay muertos más difícil de reivindicar que otros. Para un sector de la sociedad, si les matan un pibe en un boliche, no hay problema en acusar a los negros de mierda y al gobierno corrupto que no hace nada. Para las organizaciones progresistas, si matan a un pibe pobre u originario, las cuentas son bastantes claras: la larga tradición del estado argentino en sus diferentes envoltorios registra todo tipo de ismos violentos contra los más pobres. Si matan a un militante que no acepta las reglas de juego de la formalidad democrática: esa muerte no nos jode tanto y hasta se incurre en un “por algo será”, aparece como “un militante” y eso está muy cerca de “algo habrá hecho”. Todo esto a horas de las elecciones.
(Por Astor Vitali) Desde la recuperación de la democracia a esta parte, se fueron trazando con claridad las líneas que delimitan lo que podríamos llamar una política de los trabajadores y de las trabajadoras de la cultura en Bahía Blanca: el acceso a la cultura de la comunidad como un derecho y el reconocimiento del artista como laburante.
(Por Astor Vitali) Lo que ocurre en Jujuy es conmovedor y toca un tema crucial que, hasta el momento, tuvo un trato superficial en otros escenarios recientes en los que se manifestó: el ejercicio de gobierno de una corriente política argentina de larga tradición que se autodenomina liberal (por su orientación económica) pero siempre fue conservadora (por su acción concreta en política).
(Por Astor Vitali) Hay dos números para pensar hoy: 47 y 40. Aniversario del comienzo de la dictadura que inicia Videla y el tiempo que llevamos sin una bota sobre las urnas. El proyecto de política económica y de modelo cultural impuesto entonces y una democracia que, estructuralmente, no ha logrado niveles de participación social capaces de quebrar el neoliberalismo.
(Por Astor Vitali) El martes se inauguró el período anual del Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil. Se aplicará un porcentaje de 26,4 (que no debe llamarse aumento) ¡en tres tramos hasta julio! ¿Vos estás de acuerdo con esto? Si no es así ¿quiénes y por qué aceptan fijar nuestras vidas en la pobreza y por qué aceptamos que nos representen?
(Por Astor Vitali) Ayer se cumplieron tres años del anuncio de las medidas de aislamiento por parte de Alberto Fernández en el contexto de pandemia. Han cambiado muchas cosas y a su vez no ha cambiado nada. Esta sensación de haber viajado a la velocidad de la luz y de permanecer a la vez en el mismo lugar hace necesario sacar la lupa de la cosa pequeña, de la cosa diaria –que es lo que da la sensación de que todo se mueve- y ponerla en las estructuras que nos fijan en un sitio.
(Por Astor Vitali) Volvemos al aire De la Calle con muchísima alegría. No es poca cosa proponer un programa de radio que toque lo central de la vida, ni más ni menos que lo cultural, y que esto tenga frecuencia diaria. ¿Por qué lo hacemos?
(Por Astor Vitali) A menudo se buscan las rupturas y las continuidades del proyecto impuesto por la última dictadura cívico-militar-clerical a través de enfoques confusos: democracia vs dictadura; proscripción vs libertad de sufragio, etc. Quien suscribe cree que resulta más adecuado percibir las rupturas y las continuidades a través de prismas que se toquen con los fundamentos de las luchas de entonces: igualdad vs desigualdad, acceso a la salud y educación públicas vs modelo privado y excluyente, soberanía vs dependencia…
Más o menos está todo escrito como más menos siempre se escribe de todo desde los diferentes lugares del confuso arcoíris ideológico. Resulta curioso, en cambio, que toda la discusión funcione sobre supuestos que entran en la lógica de locura (neoliberal).
(Por Astor Vitali) No es novedad y esto es lo peor: todos los veranos hacen lo mismo. Y no dije “todos los veranos pasa lo mismo” porque los cortes sistemáticos de energía, esa política criminal, no ocurren por causa de misteriosos azares sino que suceden porque la empresa no es capaz de brindar el servicio de manera adecuada y a eso se llega a partir de decisiones.
(Por Astor Vitali) Hay hechos políticos que son constitutivos de las generaciones que los atraviesan. Hay momentos en que los pueblos fijan límites y, en el mejor de los casos, rumbos. A 20 años de un ajuste brutal, la democracia argentina está discutiendo su plan económico con el FMI. Las fuerzas políticas decepcionan a sus bases y lo social tiende a no encontrar canales de participación partidaria. Hay marcas en la piel de la consciencia. Hay preguntas en la conciencia de la piel.
(Por Astor Vitali) Cuando invito a comer, no soy muy amigo de la cocina colectiva: los resultados nunca son los deseados por nadie en particular sino que, finalmente, lo que se sirve contiene muchos deseos frustrados que tienen sabor diferente al deseado por quien metió cuchara. La cocina popular es otra cosa, desde el vamos, cada persona es consciente de que el plato tendrá sabor a un todo, a algo más que el resultado de la suma de individualidades.
(Por Astor Vitali) Hablar de “reapertura” implica, necesariamente, un cierre. ¿Por qué estuvo cerrado el teatro y qué significa la reapertura? Más allá de las paredes, de la acústica, de sus imprescindibles técnicos, de su mística ¿para qué y por qué se reabre? ¿Cuál es el proyecto que se pone en juego? ¿Qué significan están preguntas para la comunidad?
Por fin, la primera encuesta confiable para las elecciones legislativas de este 2021 se ha llevado a cabo. La cultura de participación política en contexto electoral ha sido ratificada, pese a la mala leche de algunos grandes medios de comunicación porteños –que se autodenominan nacionales–. A partir de la lectura de este sondeo, se pueden comenzar a elaborar algunas lecturas acerca de la coyuntura y de la ideología en Argentina.
(Por Astor Vitali) Siento que la formalidad lo ha estropeado todo. Siete de junio: día del periodista, día de la periodista. Un cúmulo de mensajes de salutación por “tan importante tarea”. Unas cámaras empresarias que saludan y fijan una capa más de revoque a su fachada. Los miserables de siempre pasando a cobrar por ventanilla o garroneando cenas, especias o prestigio. Pocos dueños de medios que saben de medios. Sueldos que no sólo no llegan a romper el techo siniestro de la pobreza –techo que padece gran parte de la clase trabajadora, otrora agente de movilidad social- sino que están muy por debajo. Condiciones laborales que no hubieran sido aceptadas por el más garca de los obsecuentes antes de ingresar a este siglo.
“No importa la redacción pibe, sácame cuatro o cinco notas rápido, poné un videíto y un título en el que diga la noticia”, dice el nuevo gerente de noticias, hasta ayer, movilero de dudosa capacidad oratorio pero de hábil destreza para ubicar su correa en la mano del dueño de zapato mejor lustrado.
“Acá no hay censura, vivimos en democracia, pibe”, dice el gerente del programa de la mañana –alguien que aluna vez tuvo el sueño de ser periodista antes que publicista de la podredumbre-. Pero no hace falta más que mirar la tanda que está en al aire hace añares, históricamente, como las partículas cancerígenas: Dow, Profertil, otras petroquímicas de turno, bancos, Bolsa de Comercio, Municipalidad, Consorcio, y algún amigo menor que se sumerge en la aventura del prestigio del “te escuché en la radio”. Esta es la estructura que sostiene el modelo privado desde las reformas estructurales de la economía regional de la mano del neoliberalismo.
La censura habitual no radica en que alguien venga y te diga “no podés hablar de esto” sino en que los recursos que sostienen a esos medios privados provienen de las empresas que son tema de tratamiento periodístico, o deberían serlo.
Esta ciudad, en la que los y las periodistas buscan hacer periodismo a pesar del sistema mediático, aún no ha terminado de velar a sus mártires: aquí la familia Massot asesinó a Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola y la empresa insigne de la violenta Diana Julio y su casta disfrazada de urnas durante el menemismo es la misma firma que ha elegido el nuevo empresariado local cuyo proyecto económico no dista de aquel consenso neoliberal. Pero la formalidad le remozó el nombre y la formalidad –que se cae como la piel muerta- es, por decisión política, parte constitutiva de la cream dirigencial local que, en lugar de apostar a la construcción de medios democráticos, no duda en ir a besar anillos y buscar el visto bueno del “electorado bahiense”.
Las fuerzas políticas democráticas no actúan con criterio democrático a la hora de mirar para otro lado en cuanto a la concentración de medios en manos de concentradores de otras empresas. “Los dueños de todas las otras cosas”, al decir de Walsh.
Para que esta operación sea posible, la del sostenimiento común de la fachada de las buenas costumbres de las castas locales, hace falta meterse la memoria en el archivo y cerrarlo con llave: Gustavo Elías aparece como un hombre que trajo “aire fresco” a la ciudad de Bahía Blanca. No se registra la nota del último 24 de marzo, los despidos de trabajadores gráficos un primero de mayo del siglo 21, ¡la quema de toda la tirada de los periódicos este mismo año! Un hecho de censura, sin duda. Todo eso está en el archivo. Si se trata de aire fresco, sólo es porque sopla desde el sur.
El empresariado y pequeño empresariado local no tienen más proyecto de comunicación que –también- besar anillos o sumar su firma a la cartera de los prestigiados en dos o tres medios y programas que “sostienen” la agenda del “desarrollo”. En decir, son financistas del sistema de medios del orden económico que les excluye sistemáticamente a ellos mismos como actores económicos, ya que no articula valor agregado y segrega al comercio.
Hoy no hay comodidad para quienes trabajan en la empresa “modelo”. Además de conocer esta realidad a partir del descontento de los y las colegas, queda claro en lo expresado hoy por el Sindicato de Prensa de Bahía Blanca: “nuestra realidad es grave. Tan grave que ya no admite discursos grandilocuentes, frases hechas o actitudes impostadas de quiénes deben retribuir adecuadamente nuestro trabajo”.
No hablemos del lugar que ocupan el periodismo cultural y de investigación: no hay recursos económicos para ello. Para ser más claros: no hay recursos económicos para ningún proyecto que escape a los intereses de los factores de poder en Bahía Blanca.
Desde luego hay en la ciudad excelentes trabajadores de prensa, periodistas rigurosos y pequeños proyectos de gran valía ética y profesional. Esto afortunadamente existe. Pero aquí nos referimos a cuál es el contexto en que nuestra comunidad nos dirá “feliz día” y de las responsabilidades políticas y empresariales de la mediocridad. Estamos haciendo, digamos, por parafrasear un lugar común que generó cuadros políticos de gobierno y construyó los consensos del discurso del progreso, un Panorama de la realidad.
La opereta republicana que plantea la Argentina blanca de la división de poderes y un periodismo que actúe como contrapunto de la supuesta concentración de poder político plantea, en términos teóricos, que para que se garantice el sistema democrático y la ciudadanía tenga un rol activo debe haber medios de comunicación que apuesten a la investigación. Eso se garantizaría con la independencia del poder político a través del aporte de recursos originados desde el sector privado, fundaciones y otras veleidades del sistema de lavado de alta alcurnia.
En Bahía Blanca hay que lamentar un empresariado de corte holgazán, que no se ocupa siquiera de sostener esta fachada que funciona para los lectores de mesa de café y para las sectas del privatismo a ultranza.
Liberales de la boca para afuera, son los primeros sectores que asisten a pedir subsidio estatal. La ciudadanía empobrecida de la ciudad debe tolerar que desde esos medios se estigmatice la toma de tierras, el clientelismo para pobres y otras mieles de la diatriba archi consabida, cuando en rigor el clientelismo real es uno de tipo invertido: el sector político tributa al privado, el verdadero choricontratismo de época.
La formalidad lo ha devorado todo. Si hasta puede escucharse en misceláneas que “hay que estar agradecido” a tener un laburo de periodista aunque no puedas hacer lo que quieras.
Por supuesto, si quisiéramos completar el análisis deberíamos incluir otros asuntos: la cultura de gerencia de machitos, la estigmatización a la participación gremial –marca histórica de La Nueva-, los despidos arbitrarios, el financiamiento directo de carreras de fachada periodística pero que están disputando otros espacios de poder, la persecución al buen gusto por el rapidismo estupidizante, la arrogancia de personas con poder dentro de empresas que nada saben de periodismo y sin embargo mandan, la angustia de buenos profesionales que ven pasar el tiempo y se pregunta si para esto querían ser periodistas, el alcahuetismo crónico, y una larga lista de elementos.
Este siete de junio, para sintetizar, señalamos dos cuestiones centrales en pos de la defensa de los valores democráticos, la gomina simbólica con la que todo actor político se peina por la mañana: el actual sistema de medios en Bahía Blanca implica concentración económica, apoyo político a empresas que precarizan, empobrecen y despiden trabajadores (que el resto interpreta como premios), que no invierten un centavo en investigación -empobreciendo la democracia- y que operan como una herramienta de burdo lobby del proyecto económico y político de la casta que coyunturalmente hegemoniza esos espacios de poder.
A su vez, es preciso señalar con claridad que es errónea la táctica de la progresía política de congraciarse con los círculos cuya primera opción electoral siempre tendrá preferencia en su riñón. Se ha probado siempre con la misma táctica, fracasando con éxito: el cordero se viste de lobo y se sienta a la mesa, creyendo que así evitará la faena. Sin embargo, la bestia es astuta y tiene olfato.
No hay sistema democrático posible si el derecho a la comunicación no está garantizado desde lo público. Guste o no, el sistema privado de medios local tiende a construir odio, desinformar, catapultar personajes sin brillo propio, silenciar temas relevantes para la vida en comunidad, actuar en favor de intereses económicos que van en contra de los intereses púbicos y ciudadanos, y una larga de lista de cuestiones por todes conocida y, sin embargo, apañada.
(Por Astor Vitali) Los hechos que conmocionan, a menudo, sobre todo si tocan nervios de la memoria, del inconsciente colectivo que generan angustia de la seria, de la que afecta el equilibrio, son sucesos que mueven el todo. Por tanto, la actividad del analista, en ese contexto, debe dar cuenta de esa situación, extremando la rigurosidad, para no reproducir esa costumbre de los violentos: la reacción.
¿Qué tenemos hasta el momento? Un grupo de personas se organizó, redactó una cantidad de consignas utilizando lenguaje protofascista, diseñó un volante con dichas consignas, las imprimió en algún lugar, las distribuyó en el radio céntrico. Un grupo de personas obtuvo elementos para armar una bomba, la armó, la trasladó hasta el local de La Cámpora ubicado en Beruti y Donado en Bahía Blanca, la colocó en la madrugada del 25 de mayo, y activó el dispositivo (que pudo haber sido remoto o cronometrado) e hizo estallar un local partidario.
Es decir, hubo una logística, lo que implica un grupo preparado para una operación de estas características: hacer estallar un local partidario y amenazar a sectores concretos. No son palabras al viento.
Si bien puede resultar contra fáctico, no ingresamos en el terreno de la especulación si afirmamos que de este suceso podría haber daños más que materiales, es decir, alguien podría haber resultado herido, dadas las características del explosivo.
No puedo dejar de traer a la memoria la figura del “casero”, personaje folclórico de la cultura política local. Se acostumbraba que un simpatizante partidario fuera el cuidador de las casas partidarias, un poco manteniéndolas y otro poco obteniendo un techo. Afortunadamente, en este caso, no lo había.
Entre los elementos concretos, siguiendo la línea de no hacer interpretaciones apresuradas, tenemos la palabra “atentado” ratificada por todo el arco político. Principalmente, por el jefe político del Frente de Todos a nivel regional, Federico Susbielles, y por el intendente Héctor Gay, de signo político contrario.
¿Cómo convive la palabra democracia con la palabra atentando? Solamente puede haber reparación en tanto haya esclarecimiento y justicia, puesto que si a esas palabras se le sumare otra -muy odiada pero presente- impunidad, las complicaciones se agudizan.
El atentado representa un paso adelante (atrás) en lo que ya viene pasando recientemente: el 17 de mayo se registraron leyendas antisemitas en una casa del pueblo judía: “Los vamos a matar. Ratas judías”. El 29 de agosto de 2020 un mensaje fue grafiteado el local partidario del Frente de Todos ubicado en Lavalle al 300: “zurdos traidores”, pude leerse, entre otras leyendas.
Lo que cambia es la capacidad operativa: una cosa es hacer una pintada y otra cosa es hacer estallar un lugar y dejar un mensaje de amenazas concretas.
Hablamos del pasado reciente porque claro que hay una larga lista de hechos de violencia política en diferentes contextos, como por ejemplo el incendio en la casa del ex concejal Norberto Martínez, allá por el año 2005, entre otros.
El panfleto, además, amenza a dirigentes políticos, gremiales y periodistas. Sin embargo, resulta algo naif suponer, como se ha dicho por estas horas, que las amenazas son en general: no amenaza a los políticos de derecha, las amenazas están dirigidas a banderas que sostiene, para decirlo a grandes rasgos, el arco político progresista. Es decir, si bien se articula un discurso que podríamos denominar “antipolítica”, esas ideas supuestamente antipolíticas no hacen más que disfrazarse de tal cosa para disimular la presencia concreta de ideas políticas derecha.
Tenemos entonces hasta ahora a un grupo de personas que se organiza, realiza un atentado y amenza a dirigentes de lo que podríamos llamar ampliamente el arco progresista.
Para no abundar, cabe preguntarse qué significa La Cámpora: una de las organizaciones políticas más importantes de la actualidad. Ya no se trata, como en sus comienzos, de un grupo de jóvenes neófitos que buscaban un perfil progresista o nacional y popular dentro del amplio movimiento peronista. Se trata de una organización, sólida, fuerte, con poder político, influencia en el mundo empresarial y gremial. Elegir a La Cámpora dentro del Frente de Todos como blanco de un atentado en el día del aniversario de la Revolución de Mayo de 1810 posiciona a los agresores en el sitio buscado por los agentes difusores de los discurso de odio antipopular que ven en todo lo que huela a pueblo un retraso para la sociedad que buscan construir, mirando siempre a otros lugares ajenos a su propia historia y las mejores tradiciones políticas vernáculas.
Hace un tiempo hablamos con Pablo Stefanoni, autor de “¿La rebeldía se volvió de derecha?”, acerca de qué significa un discurso aparentemente ridículo, como aquel contenido del panfleto, y que sin embargo tiene carnadura en hechos de estas características.
En este sentido, cabe destacar que las declaraciones de repudio no pueden ser relativas: deben ser totales. Porque la violencia política se instala a modo de conciencia comunitaria cuando este tipo de sucesos se naturalizan. Los principales sectores afectados por la práctica de violencia siempre son quienes menos herramientas poseen para defenderse, es decir, los propios sectores populares.
En otras palabras, no hay ningún grado de heroísmo en la acción de un atentado perpetrado por un grupo que se arroga la representación de una supuesta visión crítica de la política puesto que, en contexto democrático, representa un acto vil de cobardía en el que los perpetradores del hecho no se muestran ante la sociedad como una alternativa válida a lo que cuestionan, sino que utilizan el miedo para arrogarse una representación para la que nadie, absolutamente nadie les mandató. Por más débil que resulte la democracia que supimos conseguir, al menos la dirigencia política tiene mandato.
La democracia no es un libro que sea lea una vez y luego pueda dejarse en la estantería de la biblioteca: es un libro que debe leerse a menudo puesto que el contexto en el que se lea modifica el contenido del texto. Las páginas que hoy leemos nos muestran que lo ocurrido pone en riesgo la convivencia comunitaria y no es una amenaza para lo que se denomina “clase política” sino para la población en general.
Si el objetivo fuera criticar falencias del sistema democrático, se propondrían herramientas participativas que mejorasen esta vida democrático. En cambio, llevar adelante un atentado, por más cháchara antipolítica bajo la cual se amparen los perpetradores y los autores intelectuales, es un ataque a los principios básicos de la democracia y de la vida en comunidad.
Para finalizar, e insistir con el peligro que estos sucesos suponen, es inquietante leer en el portal La Voz de Tandil que, durante la manifestación que hicieron un grupo de personas contra las medidas de cuidado sanitario, las consignas que aparecieron en el panfleto en Bahía Blanca estaban presentes en afiches pegados en territorio tandilense. Nuevamente, sin arriesgar interpretaciones, el hecho en sí es preocupante: las mismas consignas el mismo día en territorios distintos solo pueden aparecer si existe coordinación.
La tensión que generó este atentado requiere una atención muy concreta, precisa y cuidada por parte de todos los actores democráticos. Es crucial que el rechazo no sea formal sino real y que la acción no caiga bajo el amparo de la impunidad. No es sólo decir que no da lo mismo: es preciso hacer todo cuanto sea posible para que efectivamente no de lo mismo y los anticuerpos sociales actúen efectivamente sobre la enfermedad del odio.
(Por Astor Vitali) Cuando el equipo de producción de En Eso Estamos se reunió para intercambiar posturas respecto de qué enfoque debíamos adoptar para producir los contenidos de un programa especial en torno a la fecha que oficialmente se reconoce como aniversario de Bahía Blanca, concluimos que, en esta oportunidad, pondríamos el lente en aquellas cosas que nos enorgullecen de la ciudad.
Se sabe que los poderes político y económico de esta localidad persisten sólidamente imbricados con sectores conservadores en lo ideológico y especuladores en lo económico. Los estigmas de una ciudad que el mundo identifica con sus niveles de fascismo en ambiente constituyen los primeros elementos con los que, quien observa la ciudad, suele construir su caracterización.
Sin embargo, como contrapartida de esta realidad insoslayable, hubo y hay otra calidad de ciudadanes que conforman tejidos entrañables.
En ocasión de realizarse un acto por el inicio de los primeros juicios por delitos de lesa humanidad en Bahía Blanca, el 28 de junio de 2011, el secretario general de la CTA local, Enrique Gandolfo, dijo que, sin olvidarse de los “enemigos del pueblo” quería referirse a “la otra Bahía. Es la Bahía muchas veces invisibilizada pero que viene del fondo de la historia (…). La huelga de los trabajadores de Ing. White en 1907, las luchas heroicas de los cinco mil obreros ferroviarios que había en esta ciudad antes de las privatizaciones”, la Bahía “de los que resistieron al golpe del ’55, de los trabajadores que el 30 de mayo de 1969 paralizaron esta ciudad, el día después del Cordobazo” y de los y las protagonistas de “la huelga de las coordinadoras que tiró abajo a López Rega y a su ministro Rodrigo”, en julio de 1975.
“La Bahía de aquella generación de estudiantes rebeldes, generosos, combativos de la UNS, de la UTN, de la escuela de trabajo social, incluso del Juan XXIII. La Bahía de aquellos compañeros, muchos de ellos están presentes, cristianos de base, compañeros y compañeras de la Pequeña Obra, de Cáritas, de los sacerdotes y las monjas tercermundistas que también hubo en Bahía Blanca. Vivieron, amaron y lucharon acá en Bahía Blanca. No hay que olvidarse de todo eso. La Bahía de Enrique Heinrich y de Miguel Loyola, obreros gráficos de La Nueva Provincia” asesinados por “luchar en contra de esa patronal”. Y la de “un movimiento de los derechos humanos ejemplar”.
También recordó un 24 de marzo de 1994 cuando 50 compañeros advertidos por el entonces estudiante secundario Federico Randazzo, supieron que a 50 metros de ellos estaba el genocida Astiz.
“¿Cuál era el acto del 24 de marzo? Era ir caminando y pararnos como lo hicimos frente al genocida Alfredo Astiz y gritarle en la cara: ‘Astiz cobarde en las Malvinas, asesino en el país’. Y Celia Korsunsky se paró a medio metro de Astiz, y era todo un símbolo de esta ciudad que se atrevía a decirle al genocida en la cara que no nos íbamos a reconciliar, que no los íbamos a perdonar y que íbamos a pedir siempre Juicio y Castigo. Esa Bahía también existe”, sostuvo Gandolfo.
Coincidimos: esa Bahía también existe o, sobre todo, esa Bahía existe.
Lo mismo podemos decir en este contexto en el que se llevan adelante los juicios a la Triple A, que dan cuenta de una memoria que se hace carne en grupos militantes que sostiene valores esenciales para que la democracia no sea un conjunto de frases vacías. En el medio del pensamiento posibilista, de un debate político institucional de calidad ramplona, plantear esta política de la memoria activa da sentido a las luchas de mañana.
Desde el punto de vista de los social, en la actualidad, para cualquiera que observe con atención, está claro que las situaciones dramáticas a las que la desigualdad que nos impone el modelo económico local fueron sobrellevadas por la solidaridad de abajo: comedores, merenderos, campañas de colectas, fondos espontáneos para sortear las desgracias corrientes, organizaciones sociales, gremiales y culturales asistiendo a sus bases, y una larga lista de personas que dedicaron una parte de sus bajos sueldos a inyectar recursos hacia quienes menos tienen.
El gobierno municipal, en cambio, sub ejecutó partidas de todas estas áreas sensibles.
Desde el punto de vista de la salud, cabe recordar que el 147 fue atendido por un grupo de voluntarios ya que el municipio no invirtió recursos para pagar el trabajo de quienes se dedicaron a la ardua tarea de seguimiento.
Huelga señalar que fueron los y las trabajadores de la salud, con bonos mal cobrados y sin reconocimiento salariar acorde, quienes soportaron la crisis sanitaria en una ciudad cuyas autoridades dieron rienda suelta a la idea de que cada uno haga más o menos lo que quiera, cómo y cuando quiera, como si la salud pública no fuera un problema comunitario y como si el estado no fuera el responsable de garantizarla.
En el ámbito cultural, somos unan ciudad con una gran cantidad y calidad de propuestas artísticas y culturales de todo tipo. Además de esa calidad cultural, existe una conciencia de clase de los trabajadores y de las trabajadoras de la cultura que se expresa en un conjunto de normas que supieron instalar a través de la lucha política.
La Comedia Municipal de Bahía Blanca, por ejemplo, no solo implica trabajo para actores y actrices sino que está concebida desde el enfoque de garantizar los derechos culturales de la población, recorriendo barrio a barrio, con plena conciencia de que si el mercado nos busca empobrecer intelectual y espiritualmente pues a través de la lucha política podemos construir herramientas que garanticen dicho acceso al arte y a la cultura.
El Consejo Cultural Consultivo, los Espacios Culturales Independientes, la ordenanza de Eventos con Continuidad en el Tiempo -que garantizan la financiación del entramado de festivales, encuentros y talleres que la propia población construye-, los sindicatos que funcionan como herramientas de lucha y memoria colectiva de peso, y un sinnúmero de colectivos que profundizan los conocimientos y garantizan la participación comunitaria, son elementos particulares de Bahía Blanca.
Desde el punto de vista deportivo, hay un universo de gente con los pies en la tierra que escapa a la lógica cholula de los apóstoles de Ginóbili, universo en que muchas personas construyen techos, redes y arcos para que les pibes tengan un lugar donde el juego no esté ceñido por el peligro y la violencia social, donde se dan talleres, donde perviven los oficios.
Las bibliotecas constituyen una red de inmensa relevancia. En un continente en el que el analfabetismo funcional y el sistema de educación han venido decayendo -pese a la lucha docente-, la existencia de libros a la mano del pueblo, con bibliotecarias profesionales, constituye un entramado imprescindible.
Podríamos seguir enumerando un universo de hacedores y de hacedoras en más ámbitos, como en el trabajo, el cooperativismo, el sindicalismo que no se sienta con esos “enemigos del pueblo” que diseñan un modelo económico local con casi un tercio empobrecido y miles de personas bajo la línea de indigencia. Un modelo centrado en un polo que lo único que derrama es enfermedad.
Hay un Bahía hermosa, luchadora y poética, que a menudo no tiene tanta prensa. Estos micrófonos se hacen eco de ella y, si la calle así nos lo reconoce, busca también resonar junto a su pueblo en ese canto libertario.
(Por Astor Vitali) En un artículo titulado “Día de la Memoria: la mirada del director de ´La Nueva.´ de cara al 24 de marzo”, el titular del medio, Gustavo Elías, quien pocos días atrás acababa de censurar la edición impresa del periódico que dirige, afirma que en su empresa “no existe el menor espacio para la oscura intención de fomentar el arrebato de las libertades democráticas”.
Un analista debe agradecer cuando la sustancia de lo declarado contrasta en franca contradicción con lo que todo el público puede constatar a simple vista.
Sin embargo, el artículo debe analizarse en un doble sentido: en su contenido literal y, en perspectiva ampliada, en razón de que quien lo escribe ocupa hoy un lugar de poder central en el entramado de conducción actual.
Elías hace un recorrido por su biografía y sus deseos de “dar trabajo”, vicio del discurso de quienes nos explotan. Dice que para el desarrollo de una dinámica empresarial -para él saludable- “sea posible es fundamental la existencia de un Estado que también funcione armónicamente. Y para que eso ocurre (sic) tiene que existir sobre la base de un sistema. Creo sinceramente que la democracia es el mejor de los sistemas para garantizar esas metas”.
Para este sector empresarial, los gobiernos de las características actuales (lo que ellos consideran “el estado”), formales, apenas representativos, vaciados de participación real –es decir, poco democráticos- y lleno de influencias de pocos poderosos, los recursos públicos son fundamentales para garantizar sus negocios y sus privilegios. Pagar un impuesto extraordinario no alcanza para reparar una política de precarización laboral sistemática, esquemas de desigualdad consolidados y gambetas impositivas. Los ricos se quejan de los “choriplaneros” pero, si tuvieran que confesar qué tan buenos empresarios son y cuánto arriesgan (ojalá algún día se publique cuánto se debe a los supuestos riesgos –que nunca corren- y cuánto a los salvatajes estatales), terminaríamos por descubrir que ellos son los verdaderos choricontratistas.
En un guiño que caracteriza con claridad los cambios culturales de la dirigencia actual respecto de la anterior, Elías sostiene que alguna vez le “dijeron que un empresario no sabe de historia justamente porque está ocupado construyéndola”. A un empresario lo definiría el “hacer cosas y al mismo tiempo propiciar que los demás las hagan”. Diana Julio y Vicente Massot hacían y sabían.
Luego de una serie de ambigüedades sobre “a quienes los avatares de nuestro recorrido como Nación les han provocado un enorme sufrimiento” Elías dice que su “sueño presente es que el diario de la ciudad y la región sea el noble territorio de discusión para definir un modelo de progreso”. Esto se haría sobre un sistema de valores morales y espirituales” a su vez con “el carácter decisivo de resolver lo material y generar el sustento que nos permita vivir dignamente en el marco de aquellos valores”.
Sin más, recupera la idea del paladín contra “el narcotráfico, el crimen organizado y cualquier otra actividad ilícita que le robe el futuro a nuestros hijos”. ¿Qué decir de los crímenes financieros? ¿Cabe señalarlos? ¿No es una de las principales causas del estado actual de las cosas? El encierro de perejiles no puede ser el fundamento de la construcción de un relato épico. Agrego, por sumar al debate sobre el progreso que nos propone nuestro pro hombre.
Luego del intento de despegue del pasado, la idea de pertenecer al firmamento local no le permite deshacerse del pegamento y aparece llanamente la reivindicación de ese pasado: “´La Nueva Provincia´ fue un verdadero pilar del desarrollo en esta región. La voluntad de su fundador y sus continuadores era apuntalar el progreso junto a su comunidad”. ¿Cómo? ¿Pero cómo?
Para Elías, “la decisión de aquellos que apoyaron y fueron funcionales desde las páginas del diario a la dictadura militar que tomó el poder entre 1976 y 1983 cometieron un enorme error histórico y un fallo moral de una gravedad mayúscula”. La memoria del pueblo puede responder esto desde su voz histórica y sus cantos en la calle: “no hubo errores”.
No se puede condenar a La Nueva Provincia, parte integrante y actor fundamental del genocidio en el sur de Argentina y a su vez reivindicarla como actor social: por ser un actor social hegemónico tuvo ese rol central en la dictadura. No se puede separar. En el fondo, para este empresariado que busca el lifting social, los efectores del genocidio apenas incurrieron en un error. No acompañaron, fueron parte necesaria y llevaron a cabo el proyecto, junto a otros actores civiles, clericales y militares.
Saliendo ahora del contenido del artículo, desde que, en noviembre del año pasado, Elías asumió como presidente de la Unión Industrial de Bahía Blanca (fungió como vicepresidente durante tres mandatos anteriores) éste comenzó una nueva etapa de su aventura política. Hubo el comienzo de una búsqueda de cambio de imagen. Hasta entonces, el referente empresarial se mostraba reticente a aparecer mediáticamente. Se le conocían pocas entrevistas en las que, fiel a la filosofía del empresariado contemporáneo, marca gestualmente a su entrevistado qué sí y qué no. Además de elegir personas bajo su influencia como interlocutores.
En los últimos meses, en cambio, ha comenzado a ser protagonista de puestas en escena criollas que buscan posicionarlo como un hombre de diálogo y consensos hacia la ciudadanía -con su aparato mediático de confección victoriana, en pleno siglo XXI. Por ejemplo, la misma noche en que asumió su cargo, pasó por el programa de televisión La Brújula TV, ansioso y vehemente. La construcción de la idea del paladín del progreso, es decir, del modelo económico hegemónico, no podía esperar.
En esa línea de construcción de relato, resulta inolvidable cómo, en diciembre del año pasado, parte de la dirigencia cegetista local lo recibió en su casa, cobijando también al intendente, el jefe de la oposición y rectores de universidades públicas para rubricar nuevamente la fórmula de la dirigencia local: el anuncio del anuncio de lo que será anunciado en donde nada concreto puede constatarse. A uno le dio un poco de cosa que la central obrera bese el anillo de quien, pocos meses atrás, despidió ¡nada menos que un primero de mayo! a todos los obreros gráficos del matutino. “La memoria pincha hasta sangrar”, dice la canción. Hay a quienes la amnesia les sienta bien.
Curiosamente, la dirigencia política no habla públicamente de este empresario, aunque debe ser el referente de la pseudo burguesía local más nombrado en mesas de café y encuentros informales: el miedo no es gratuito y cala más profundo que los intentos de la tecno ciencia contemporáneos, como los chips subcutáneos. “Cada cual tiene un trip en el bocho”, y en la ciudad de Bahía Blanca el miedo a La Nueva, se reconozca o no, es algo que atraviesa a la dirigencia política. No es parte del pasado.
Claro que no es lo mismo y ninguna época histórica es comparable: no es el miedo a que la familia Massot te mande a reventar la casa o a que asesine a obreros gráficos: es el miedo a que no te llamen más, a que desaparezcas de la agenda publicada. Esto ya ocurrió con la oposición en el legislativo local, en un período en que la jefa política de ese espacio con casi la mitad de los votos no era publicada. ¿Y la democracia? ¿No requiere que se escuchen todas las voces? ¿No requiere al menos el gesto de su mímica?
Peor que el miedo, para las personas que se auto proponen dirigir a la sociedad, son el cholulismo y el oportunismo. Hay dirigentes que se mueren de ganas –incluso de izquierda- de salir en la foto (hoy en un vivo) con algún editorialista de La Nueva o de La Brújula. Lo curioso no es que se hable en/con los medios que representan y construyen el proyecto de poder económico, social y cultural local –con su correlato de pobreza estructural, desempleo, violencias, etc.-. Como cualquier dirigente sabe, es preciso hablar hacia todos los actores existentes. Lo curioso es que asiste allí a una suerte de ceremonia de aceptación social hegemónica (“yo también soy aceptado y salgo acá”) sin que los iniciados se animen a plantear ningún elemento crítico de fondo –solo la superficialidad de lo permitido- y sobre todo, sin decir una palabra de todo lo que se dice en los café y en los pasillos acerca de ese medio, del modelo de concentración, del proyecto economía política que representa Gustavo Elías y del propio Gustavo Elías como “empresario” y como articulador de las tramoyas del poder regional.
Con Vicente Massot había un “de eso no se habla” porque la sola posibilidad de que este sujeto ejerciera poder contra un actor político causaba autocensura. Se hablaba en pasillos; se hablaba por lo bajo, que es peor que no hablar. Llevar al ámbito del susurro aquello que pertenece a la órbita de lo público le asigna una relevancia insoslayable.
De Gustavo Elías tampoco se habla públicamente. Tiene “el diario”. Todo el mundo habla entre pasillos y todo el mundo busca despegarse –entre pasillos-. Sin embargo, nadie quiere ejercer las críticas públicamente. De Elías, públicamente, no se habla.
Lo mismo ocurría, muy pocos años atrás, con la figura de Néstor Luis Montessanti. Por lo bajo, el mundillo liberal sugería que el referente de la carrera de derecho ya no les representaba pero si no fuera por la militancia que sostuvo la memoria y acción políticas y judiciales, hoy podría seguir transitando por los pasillos desmemoriados de la Universidad Nacional del Sur. No era imposible lograr que ya no ejerciera poder a través del miedo: había que hablar, hablar y hablar. Había que hacer de la memoria un hecho político sustancial. Gracias a la militancia –que hoy espera además una sentencia en el marco de los crímenes cometidos por la Triple A- sabemos que las cosas no tienen que ser como los poderosos nos plantean y que hay que descolonizarse el cuerpo y las ideas. No aceptamos su poder sobre nosotres.
¿Por qué no se puede con las figuras que en la actualidad detentan el poder local? No habrá democracia si el ámbito de lo público guarda espacios oscuros sobre los que todos los actores (o casi todos) ponen el cuerpo para mantener la sombra.
A 45 años del golpe, ha quedado claro el plan sistemático de terror. Pero ese plan sistemático tuvo un objetivo: el modelo económico y cultural que la democracia formal no dio por tierra. Esta Bahía Blanca con altísimos grados de exclusión no es el resultado de una fatalidad: es ni más ni menos que la configuración de las desigualdades que –con el modelo liberal de Martínez de Hoz como horizonte- fueron y son construidos políticamente desde el poder real.
Una economía que no piensa en su comunidad y que se construye en torno al proyecto de trasnacionales emplazadas en derredor del polo petroquímico es la herencia del proyecto económico liberal construido a través del genocidio.
La nota de opinión del dueño de La Nueva quiso bajarnos línea respecto de en qué se diferencia el pasquín de la actualidad con el pasquín de la marina. Pero ¿en qué se parecen? ¿Acaso en ser el órgano de prensa del poder económico y desplegar un proyecto culturar hegemónico para la ciudad? ¿Acaso en concentrar la información y utilizar el medio para imponer temas que juegan en la política y la economía local?
La Nueva y la Unión Industrial despliegan un proyecto político, económico y cultural heredero de aquel proyecto que el conjunto de las fuerzas democráticas repudiamos (o que se supone que repudiamos). ¿Por qué aceptamos el instrumento de ese proyecto? Como propone la niñez para entender su mundo siempre cabe repetir y repetir la pregunta: ¿por qué? ¿Por qué?
A veces, para conjurar el presente hace falta recurrir a la historia, abrir los ojos y ver que estamos rodeados de fantasmas que nos hablan y que nos guían. Digo: Rodolfo Walsh. Cabe decir, Rodolfo Walsh. Cabe señalar que la dignidad es una posibilidad para el aquí y para el ahora y que se puede construir ya un modelo social que nos quite el asco de encima, de los cuerpos y de los sentidos; esa costumbre de ejercer el poder en lugar de la conciencia.
Como síntesis, algunas preguntas que todes podemos ensayar, buscándonos. ¿Cómo describiríamos hoy lo que ocurre en la ciudad, si tuviéramos que escribirle una carta a Rodolfo? ¿Con cuántos horrores convivimos? ¿Quiénes son responsables? ¿Qué hacemos para cambiarlo?
Seguramente las respuestas no estarán publicadas en La Nueva.
Foto: Agencia Paco Urondo
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