El consumidor de información – ¿Está inmunizado contra la manipulación?
Despojarnos del derecho a informarnos es sepultar una necesidad social que reduce el acto de informar al capricho de una guerra ideológica alienante. Despojados de nuestros derechos, nos hacemos parásitos de generalizaciones abstractas que obran como “verdades” placebo. Es la burocratización de la verdad.
Fernando Buen Abad Domínguez
(Por Ricardo Vicente López) Vuelvo a un tema sobre el cual ya he escrito unas cuantas notas en esta columna [[1]]. Me obliga a ello la publicación de algunas notas sobre lo que denominan la imposibilidad de lograr la manipulación de la opinión pública. Éstas, que exhiben una gran ignorancia sobre la historia de los temas de la comunicación pública, aparecen como conclusiones de algunas manifestaciones de periodistas. Por diversas razones, en las que no quiero entrar aquí, los defensores de su profesión, a quienes les importa más su salario que la verdad, argumentan que el ciudadano de a pie es libre de leer o escuchar lo que mejor le parezca. Sólo deben cambiar de canal utilizando el instrumento libertario: el control remoto. Este instrumento lo convierte en amo de sí mismo y lo protege de cualquier intento de restringir su libertad de elección.
Tal vez, una primera aproximación nos la pueda ofrecer la RAE, dice que «Elegir: es escoger o preferir a alguien o algo para un fin», además dice que «Optar: es escoger una posibilidad entre varias». El problema es cuántas son las varias de las que se habla. Es evidente que elegir una de las muchas que existan no es el mismo que hacerlo entre dos o tres.
Agrego acá la repercusión que tuvo, en su tiempo, la publicación del libro Apocalípticos e integrados (1964) del Profesor universitario Umberto Eco [[2]] (1932-2016). A treinta años de su publicación el Blog cultura.wordpress.com (23-3-2016) le dedicó una larga nota reivindicando la tesis que sostenía el autor respecto de lo que denominó la “guerrilla semiológica”:
«A más de tres décadas de la publicación de su libro Apocalípticos e Integrados, se retoma el debate en torno a la influencia de los medios en el cual sostuvo su tesis ya célebre sobre la imposibilidad de controlar la opinión pública, defendiendo el protagonismo de la recepción. “Es el público quien re-construye los mensajes a partir de sus propios códigos que varían según los diversos contextos sociales y las variables psicológicas de cada individuo”. Es interesante observar cómo reformula conceptos de uno de sus ensayos más lúcidos sobre el problema de los medios y la cultura de masas… Una guerrilla entendida como un llamado a la responsabilidad individual y comunitaria frente a los avances de la cultura de masas: propicia el análisis, agudiza el sentido crítico, para evitar la recepción pasiva, éste sería el principal desafío de la cultura mediática».
Amigo lector, voy a reproducir y comentar sus tesis para después ofrecerle mis opiniones críticas. Con un sorprendente título El público le hace mal a la televisión Umberto Eco publicó en el diario La Nación (mayo de 2004), una nota en la que recupera y reformula la tesis de su libro de 1964:
«Tal vez ése es el asunto. En los años sesenta y principios de los setenta se decía en diversos lugares que sin duda la televisión (y en general los medios de comunicación masivos) es un instrumento potentísimo, capaz de controlar aquello que entonces llamábamos el “mensaje”, y que al analizar ese mensaje era posible ejercer influencia sobre la opinión de los usuarios y hasta directamente moldear su conciencia».
Es evidente que el Profesor comenta, con mucho escepticismo, que esto que “se decía” era una simple opinión de personas asustadizas y de poca confianza en la capacidad analítica sobre la información pública: la sola mención de la posibilidad de manipular la opinión pública era una mera fantasía. ¿Por qué podía sostener esto con tanta certeza?:
«Pero se observaba que aquello que el mensaje decía intencionalmente no era necesariamente lo mismo que leía el público. Los ejemplos más obvios eran que la imagen de un corral lleno de vacas es “leída” de manera diferente por un carnicero europeo que por un brahmán de la India; que la publicidad de un automóvil Jaguar despierta el deseo de un espectador adinerado y provoca frustración en un desheredado. En suma, un mensaje apunta a producir ciertos efectos, pero puede chocar contra situaciones locales, con distintas disposiciones psicológicas y deseos, y producir un efecto boomerang».
Dice un poco más adelante, dándole mayor peso argumentativo:
«Y en ese punto se introdujo el segundo fenómeno, que en su momento fue definido como “guerrilla semiológica”. Se explicaba así: si alguien tiene el control de la emisión, no se puede ocupar esa silla ante la cámara, pero idealmente sí puede ocupar la silla ante cada televisor. En otras palabras, la guerrilla semiológica consiste en una serie de intervenciones y actuaciones producidas, no desde el sitio de partida del mensaje, sino en el lugar al que llega, induciendo a los usuarios a discutirlo, a criticarlo, a no recibirlo pasivamente».
Un primer comentario: amigo lector, ¿puede Ud. imaginarse el regocijo del viejo diario de la oligarquía, pudiendo publicar, con la pluma de un famoso y acreditado académico que los grandes medios de información están incapacitados para manipular la opinión del público, (uso este verbo “manipular” porque es el que utiliza Noam Chomsky en la nota Nº 1).
Y es nada menos que el Profesor Chomsky, Emérito del Instituto Técnico de Massachusetts, (el famoso MIT), Lingüista, Filósofo, Politólogo estadounidense, quien sostiene lo contrario. La diferencia que yo observo entre estos dos importantes académicos es su posición ideológica. En el caso de Chomsky es clara su rechazo a la Guerra de Vietnam; sus marchas por la defensa de los derechos humanos y políticos de los pobres y los negros; sus denuncias contra la prepotencia militar estadounidense. Por el contrario, el pensamiento, las actitudes y los compromisos del Profesor Eco no estuvieron siempre del lado de los explotados.
Sin embargo, me sorprende la ignorancia de Eco respecto de los estudios e investigaciones que comenzaron en los EEUU en la segunda década del siglo XX. Para dar algunas aproximaciones al tema cito un párrafo del libro de Chomsky El control de los medios de difusión – Los espectaculares logros de la propaganda, (Editorial Crítica – 2000):
«El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad… Hay dos conceptos distintos de democracia. Uno afirma que la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera significativa y los medios de información son libres e imparciales. La otra idea de democracia es la de que no permite esa libertad de la gente y los medios de información están fuerte y rígidamente controlados. Quizás esto suene como una concepción anticuada de democracia, pero es importante entender que ésta es la democracia que hoy tenemos».
Amigo lector: lea los periódicos, escuche la radio, mire la televisión, después haber prestado atención a todo esto, descubrirá que estamos sumergidos en un medio cultural dominado por las diversas variantes de la propaganda de las multinacionales. Es, en realidad, lo que consumimos. El Doctor Eduard Bernays (1891-1995) fue publicista, periodista e inventor de la teoría de la propaganda y las Relaciones públicas. Fue sobrino de Sigmund Freud del cual utilizó, en los EEUU, las concepciones sobre el inconsciente y la posibilidad de la persuasión del self (el sí mismo) en el ámbito publicitario masivo. En el libro La Propaganda (1927), escribe:
«La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de gran importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país. Quienes nos gobiernan, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas. Son en gran medida personas de las que nunca hemos oído hablar».
Otro investigador importante fue George Gerbner (1919- 2005) Licenciado y Doctorado en Periodismo por la Universidad de California, Berkeley, un estudioso de la Teoría de la Comunicación; se especializó en los efectos que produce la televisión en la sociedad. Escribió:
«Los medios comerciales de comunicación están provocando, al menos, tres efectos principales. El primero, tiende a reforzar la despolitización de la gente; segundo, tiende a desmoralizar a la población convenciéndola de que es vana toda esperanza de cambio: aceptando la realidad tal cual es. Tercero, es la producción de realidades paradójicas. Se verifica un mayor, y creciente, acceso a la recepción de medios y, los medios están cada vez en manos de menos. Son los grandes medios los que exaltan la importancia de la libertad de expresión en la vida de la sociedad, especialmente porque son ellos los que poseen los mayores centros de información. La libertad de expresión se ha ido convirtiendo en la libertad comercial para conducirla».
Amigo lector, para mí es todo un desafío responder a un intelectual de la importancia de Umberto Eco, pero estoy obligado por el compromiso asumido con Ud. Tal vez, una hipótesis que puede intentar explicar lo que dice el Profesor Eco es que ha pertenecido a un medio académico, alejado del ciudadano de a pie. Agrego a ello las importantes diferencias culturales entre el ciudadano promedio europeo y el ciudadano medio estadounidense. Le sugiero, para este tema, la lectura de mi trabajo La cultura Homero Simpson – el modelo que propone la globalización, en la página www.ricardovicentelopez.com.ar, Sección Biblioteca.
[1] Debo citar, una vez más, un trabajo mío publicado en la página www.ricardovicentelopez.com.ar El control de la opinión pública, o el trabajo de Noam Chomsky, El control de los medios de comunicación, que puede leerse en www.voltairenet.org/article145977.html. Debe agregarse las notas publicadas en la columna Reflexiones Políticas de la página kontrainfo.com.
[2] Hoy está un poco olvidado por lo que voy a recordar sus antecedentes: se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín; fue Profesor en esa universidad, además de la Florencia y la de Milán; en la Universidad de Bolonia ocupó la titularidad de la cátedra de semiótica; autor de la novela El nombre de la rosa.