No es lo mismo vivir sin López
(Por Astor Vitali) El viernes fue 18 de setiembre. Falta Julio López. Falta Jorge Julio López. Catorce años sin Jorge Julio López. Estuve todo ese día pensando qué decir respecto de este tema que, ciertamente, genera un profundo dolor a todo habitante sensible de este país. No es lo mismo vivir sin López. No da lo mismo.
Yo estaba en la radio el día en que se dio a conocer la noticia. Tenía veinte años. Era otro el estudio, otro momento político, otro el mundo y otro yo mismo. Jorge Julio López sigue siendo el mismo. Es el tipo cuyo testimonio fue clave para la condena a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad al represor Miguel Etchecolatz.
Un albañil que supo construir bases sólidas de la memoria colectiva. Pero no de la memoria formal de actos oficiales y postales para llevar. De aquella memoria que nos recuerdo que estamos padeciendo los efectos de vida (diaria, palpable) del modelo económico impuesto en dictadura.
Decía que estaba en la radio y, ciertamente, no creo haber disimulado el impacto que me generó que, en plena democracia, haya ocurrido un hecho de esa magnitud. Me sorprendía también cómo el mismo estado que había abierto las puertas a los reclamos de las organizaciones de derechos humanos, llevando adelante los Juicios por la Verdad, resultaba tan poco tajante en su determinación respecto de, primero, el cuidado del testigo, y segundo, la investigación sobre lo ocurrido.
Pero lo que más me impactó hasta el momento es lo concreto: Jorge Julio López, un albañil, desaparecido y torturado, sobreviviente del terror, hombre de paz que buscó la justicia y no la venganza personal, que aún creía en que la sociedad podía tener otro camino distinto a este de la cruel indiferencia, luego de dar testimonio para la Justicia, es secuestrado y desaparecido nuevamente y no pasa nada.
Es una de los desaparecidos más presentes de todos y de todas. Jorge Julio Lópes se encontró presente en la valentía de todos los y las testigos que ofrecieron sus declaraciones en los juicios por la verdad que siguieron. Jorge Julio López está presente en cada aula y en cada cuaderno en que millones de alumnos y alumnas y docentes indagan sobre la verdad histórica. Está presente en las calles, en canciones, en charlas. Jorge Julio López es pura presencia y es reivindicación del testimonio.
Las huestes de la violencia suelen y pueden suponer que su victoria se deriva de la atrocidad de su segunda desaparición, que ganaron porque se lo chuparon. Pero, contrariamente a ese razonamiento -que sólo puede comprenderse dentro de la mentalidad de los violentos-, ese hecho horrendo de la historia democrática no hace más que reivindicar la honradez intelectual y la coherencia de un albañil que tiene más dignidad y más humanidad que los terroristas de estado, asesinos, violadores, chorros, delincuentes voraces que hablaron y actuaron en nombre de la familia y de la cruz.
Hace catorce años que López se me aparece, varias veces por año. Pero él no aparece y la investigación… como siempre, en estos casos, cuando hay algo que hace que no se profundice, queda ahí.
Uno tiene la sensación de que Jorge Julio López está perpetuado en la memoria y en cada sonrisa de las personas que quieren el buenvivir y la humanidad como norma. Sin embargo, tal como recuerdo haber señalado por aquel entonces en otro estudio de esta misma radio, la pregunta que surge es, estando López tan aquí, tan presente, tan parte de esta vida nuestra ¿el desaparecido es él o es la propia sociedad?
Hasta hoy no se sabe que pasó. El Nunca más se extendió en las conciencias. El 2×1 de Macri no pudo ser posible. Nadie –salvo la marginalidad- avala en Argentina un golpe de estado y cada vez más son los sectores que pugnan por una democracia de mayor participación. López no fue derrotado. López es inolvidable. Puede que, en cambio, el ejercicio de la memoria dependa de nosotres.