“Una autobiografía es lo contrario del suicidio”
(Por Astor Vitali) Esto dice el Tarta. O esto le hace decir David Viñas a su personaje en la novela Tartabul o los últimos argentinos del siglo XX. ¿De qué color sería la tapa de una autobiografía argentina? Sospecho que una parte de la población pujaría por imprimirlas en tinte verde. Verde dólar, no verde pampa.
¿Cómo es que, en un país donde la mayoría carece precisamente de capacidad de ahorro, el principal tema de los medios de comunicación social pasa a ser el conjunto de medidas de control de cambio de quienes supuestamente compraban para ahorro personal?
Si, entre ayer y hoy, por caso, un coreano miró los canales de televisión argentinos se vería sorprendido por la capacidad de ahorro argentina. Pensaría: “este tema debe estar en la centralidad del debate público porque todos o la mayoría de los habitantes de ese país tendrán capacidad de ahorro y la medida les perjudica porque, además de seguir sin poder comprar más de 200 dólares mensuales, ahora se les restringe a que compre una persona por cuenta o porque se descuenta de esos 200 gastos de tarjeta en moneda extranjera”.
Más, nuestro observador agregaría: “¡pero qué país tan próspero éste que deben restringir la capacidad de ahorro porque sobra dinero para ahorrar y buscan que se gaste en el mercado interno!”.
Uno que vive en este país y conoce la economía de quienes trabajamos, uno que comprende perfectamente de qué habla cuando se refiere a la capacidad adquisitiva del salario –por puro no llegar a fin de mes-, siente que los medios de la capital están emplazados en un país de otros que no son como uno. Hacen prensa para sus financistas; no hacen comunicación para la ciudadanía.
Ni yo ni millones de personas en este país estamos pensando en este momento en otra cosa más que en cómo no profundizar el peligro de la precarización constante y de cómo no seguir perdiendo frente a la inflación; si es que no perdiendo empleo. Ni yo ni millones de personas tenemos nada que ver con los que especulan con recursos que están totalmente por fuera del sistema argentino y que no aportan al mejoramiento de su economía sino más bien al terrorismo síquico que azotó al peso argentino durante períodos muy claros de la Historia; en los que ganaron esos, no nosotros que no ahorramos porque no tenemos dinero para hacerlo.
Y téngase en cuenta que hablo de ahorro en su sentido concreto. Nadie debería tomar en serio que por tomarse un helado o comprar un libro es que uno no puede ahorrar (porque uno no se esfuerza). Uno no puede porque el costo de vida no está hecho para millones que trabajamos.
Entonces ¿de qué país están hablando esos medios? Volví a Viñas, o a uno de sus personajes de esa novela, que dice: “Aunque no termina de encontrarle razones a lo que estaba haciendo. Los de enfrente me daban argumentos. Para todo necesité de los de enfrente. Aprendí: la espada del enemigo es nuestro pecho”.
Y entonces a uno le da un poco de bronca y un poco de pena. Un poco de bronca porque estamos aquí, con nuestro pecho que tiene la forma de la espada de ese enemigo voraz y especulador. Nuestra autobiografía de país la escribe ese sector minoritario y eso termina hablando por todos y por todas. Pena, porque uno mismo termina hablando de esto en lugar de hablar de cómo hacemos para levantarnos desde otra lógica, otra óptica, otra realidad económica solidaria, productiva y sin esas estructuras corporativas que nada tienen que ver con el crecimiento de la economía entendido como algo para el desarrollo de la sociedad en su conjunto.
Es cansador que nuestra autobiografía la defina la espada que nos da forma al pecho.
Si “una autobiografía es lo contrario del suicidio” entonces tratemos de que no la escriban los que quieren el libro de tapa verde. Sería una paradoja irremediable verse impreso en un relato para morir de angustia. Sería nuestra autobiografía, finalmente, un suicidio. Prefiero cambiar de tema y buscar, con ustedes, la forma de nuestras armas que le forjen el pecho a la especulación y a la carroña.