1 de Mayo: reforma y después

(Por Astor Vitali) La dirigencia política argentina, como regalito para la clase trabajadora, en la víspera del primero de mayo, decide debatir una reforma laboral, entre otras especias de la receta mileista–a la que no pocos apoyadores de la institucionalidad seriales, adhieren. Un paso legal para una reforma laboral establecida ya de hecho. Los desafíos del día después.

“Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza

¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?”

César Vallejo

-¿Por qué tengo comportarme así?

-Porque es así.

El diálogo precedente ilustra buena parte de la pobre vocación argumentativa que se demuestra, desde la infancia, a los futuros ciudadanos. El “porque es así” (a veces resumido en el más escueto “porque sí”), significa: porque la norma social así lo establece, así lo dice la ley.

Pero ¿y si la ley no hace bien a la sociedad? ¿Y si no nos gusta la ley? ¿Y si ley no es justa?

“Las leyes se hicieron para cumplirse”, es la respuesta consabida. Las leyes se hicieron para cumplirse… hasta que no. Acuda a su constitución más cercana para certificar cuánto de ella no se cumple, empezando por aquello del derecho a la vivienda digna, etc.

La reforma de hecho

Las leyes son fotos que ocultan la historia de sus protagonistas. Son cristalizaciones de procesos ya ocurridos. No explican el proceso a partir del cual ocurre lo que la lente capta.

El caso argentino permite observar lo antedicho: puede haber reforma laboral de derecho porque ya había reforma laboral de hecho.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el empleo informal “incluye todo trabajo remunerado (p.ej. tanto autoempleo como empleo asalariado) que no está registrado, regulado o protegido por marcos legales o normativos, así como también trabajo no remunerado llevado a cabo en una empresa generadora de ingresos. Los trabajadores informales no cuentan con contratos de empleo seguros, prestaciones laborales, protección social o representación de los trabajadores”.

En Argentina, según datos oficiales, a fines de 2022, el número de trabajadores informales llegó al 47,6%. Por otra parte, un estudio de la UCA muestra que, para el mismo año, el ingreso medio del sector informal fue un 48,9% menor al de quienes trabajan en el sector privado.

En otra palabras, para la mitad de la clase trabajara de esta país, los derechos laborales son, en el mejor de los casos, el recuerdo de unas cosas que se decían en la mesa familiar, cuando algún abuelo mencionaba al general o el tío zurdo recordaba una gesta que alguna vez ocurrió en Córdoba, sobre fines de los sesenta.

¿Puede una reforma laboral de hecho de tamañas características avanzar sin la complicidad y participación de la dirigencia política y sindical, en sus escaños mayores? No caben dudas de que no sería posible semejante avanzada del capital sobre el conjunto de los derechos de quienes trabajan si quienes dicen representar los intereses de los trabajadores hubieran levantado un muro de “no pasarán” con los ladrillos de un movimiento obrero cuya solidez, otrora, inspiró respeto y capacidad de construcción política.

La destrucción de Convenios Colectivos de Trabajo, la incursión en sindicalismo light que “acompaña a los empresarios” y la nula capacidad política de interpelar a nuevos actores precarizados (contados por millones) son algunos elementos que explican por que sí pasaron y avanzaron. Galperin, por caso, es posible debido a una dirigencia política que avaló la precarización y gracias a la genuflexión de dirigentes sindicales-empresarios que juegan a la “modernización”.

Legitimidad y legalidad

Del mismo modo que siempre al derecho le antecede el hecho, a toda legalidad le precede la construcción de una legitimidad social que justifique la redacción y aprobación de una norma. Por izquierda: primero se moviliza, se lucha y se construye la legitimidad social de un asunto y luego, muy luego, casi siempre sangre mediante, se logra la norma que ampara ese reclamo bajo la forma de un nuevo derecho. Por derecha: primero se moviliza un aparato de propaganda y construcción de subjetividad respecto de un asunto (privatizaciones de empresas sociales, reforma laboral, sistema de salud o educación, etc.), se procede a la destrucción objetiva de la cosa y a la puesta en marcha de una campaña de desprestigio para abonar a una una percepción social negativa de determinado asunto y luego se obtiene –desgaste social mediante- la norma que corone el proceso (breve repaso de los 90).

La pérdida concreta de derechos laborales y, por ende, el debilitamiento de la capacidad de organización sindical de la masa trabajadora argentina es el hecho que construye las condiciones de posibilidad de que una dirigencia política que no representa los intereses de sus votantes sino de sus inversores, alce las manos y, sin ruborizarse, sostenga que son los cambios necesarios para “favorecer al mercado del trabajo” cuando, se sabe, favorece al mercado (a los capitales) y deteriora la vida de quienes trabajan.

Si la legalidad es, por tanto, producto de la imposición de una nueva legitimidad, el trabajo de quienes defendemos derechos laborales es construir por abajo, con fortaleza, una nueva legitimidad entre los trabajadores, las trabajadores y la sociedad en general, para que esa legitimidad de clase pueda tornarse nueva (vieja) legalidad.

En otras palabras, sin discusión política de las organizaciones de las que participan los trabajadores y las trabajadoras, no hay posibilidad de contrarreforma.

No se trata de redactar una nueva norma, o sea, de fortalecer al símbolo, sino de fortificar concretamente la capacidad de organización de la clase trabajadora en las circunstancias actuales, para que logre la fuerza necesaria, robustecer sus condiciones concretas de disputa. Solo con una fuerte organización por abajo es posible ejercer la presión necesaria hacia la institucionalidad.

Dicho de otra forma, para construir las condiciones necesarias de una contrarreforma en favor de quienes trabajan, hace falta denunciar a los traidores, recuperar la organización sindical para los intereses de quienes trabajan y abordar a esa gran masa que ya carece de derechos desde hace años en las miras de incluir a los desclasados en un proyecto de clase.

En términos clásicos, recuperar la capacidad de organización para construir una nueva hegemonía de las mayorías. La mayor parte de los partidos que hoy se dan a la representación institucional son responsables de haber consentido la reforma de hecho y hace rato que ya no representan más que los mediocres intereses de la supervivencia en cargos y estructuras, desligadas de las masas: esas son las condiciones de posibilidad del asenso del adefesio Milei… pero ese es otro asunto.

Soñar para combatir

En una escena de Recuerdos de la muerte, Miguel Bonasso escribe un diálogo en el que Massera le dice al Tigre Acosta (la cita corresponde porque la presente reforma no es más que la continuidad de aquel proyecto económico):

-Me imagino que ha leído a Clausewitz, ¿no? ¿Se acuerda cuál es su definición de victoria? Un ejército vence a otro no cuando lo aniquila totalmente (cosa que se da pocas veces en la realidad), sino cuando le arrebata la voluntad de combatir.

En esta pelea de siglos entre capital y trabajo, no cabe aceptar bajo ninguna circunstancia que el poder de fuego de los trabajadores y de las trabajadoras está extinguido: para que el mundo se mueva, todavía hace falta trabajo y este trabajo lo llevan adelante quienes trabajan; son mayorías capaces de organizarse contra las minorías que tienen el capital. Pero no alcanza con esa potencia. Sin la visión política capaz de construir la estrategia y tácticas adecuadas, es sólo potencia.

La operación que el capital viene llevando adelante contra quienes trabajan está en el orden de lo subjetivo: arrebatar la capacidad de soñar una vida por fuera de este infierno estresante de vivir para trabajar en mil yeites (multiempleo). De esa incapacidad de desear vidas dignas se desprende la falta de voluntad para combatir. Solo se combate cuando se desea. Solo se lucha por lo que se sueña.

¿Será posible recuperar la capacidad de desear un mundo justo, para recuperar la voluntad de combate?

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