Hermano, el testimonio de la violencia de clase
(Por Astor Vitali) Santiago O´Donnel escribió el libro Hermano, básicamente ordenando diecisiete horas de entrevista con Mariano Macri, algunos libros escritos sobre Mauricio Macri y los de su padre Franco. Queda asentado el carácter de runfla del ex presidente, a través de un testimonio directo de alguien que –a no perder de vista- es parte del Grupo Macri. Es revelar desde adentro un entramado de negociosos y truchadas donde siempre pierde lo público. Nuevamente, revelado desde adentro.
Según el autor, el menor de los varones Macri decidió publicar su testimonio por tres motivaciones: “Por salud mental” ya que “lleva trece años de enfrentamientos con Mauricio en reclamo de que le pague el precio justo por su parte del paquete accionario”. En segundo término, “para romper el mito de que su padre, el legendario empresario Franco Macri, era un mafioso menemista que vivió toda su vida de aprietes y negociados con el Estado” ya que “Mariano está convencido de que esta es una historia inventada por Mauricio y por quienes lo asesoran en marketing político”. En tercer lugar, “Mariano siente que el mismo abuso y maltrato que él recibió de Mauricio a nivel familiar el pueblo argentino lo sufrió a nivel político. La misma desilusión, la misma estafa”.
Encontrándose Mariano Macri en litigio por recuperar parte de su fortuna, la que le corresponde como integrante del grupo empresario, es imposible soslayar que el libro es también una herramienta de presión social para limitar el esquema de impunidad con el que se ha manejado Mauricio Macri hasta el momento, en el marco de esa disputa.
El libro está dividido en tres partes: Franco, Mauricio y Mariano. En cada una de ellas se van narrando los chanchullos del grupo familiar y el traspaso de la hegemonía de Franco hacia Mauricio, quien la fue imponiendo a través de mecanismos de extorsión, excluyendo progresivamente a quienes integran la familia de la toma de decisiones.
Quien lee esta publicación -que recomendamos leer de corrido para no perder dimensión de las monstruosidades allí explícitas-, encontrará mayormente un mundo que es ajeno a la mayoría de la población: casas de innumerables cantidad de ambientes, firmas y sub firmas, holdings y subholdigns, negocios realizados a través de bancos estatales y con estados –donde pierde siempre lo público, nuevamente-, cuentas offshore de millones de dólares, extorciones familiares y manipulación de terceros, testaferros, en definitiva, un entramado mafioso para sostener fortunas que se consiguieron a través del verso del “trabajo” y el esfuerzo del “sueño americano” cuando en rigor son fruto de la trampa y el robo a lo público, utilizando las estructuras estatales para hacer negocios privados. Las mismas estructuras del estado del que estas gentes se espantan cuando sirven como herramientas públicas para asistir a los sectores de menos ingresos. No tienen cara.
Es un mundo ajeno de un uno por ciento. Es un mundo de tránsfugas que roban a lo grande, estafan a dimensiones colosales, y por otro lado, luego descalifican al resto de la sociedad dándose aires de superioridad moral. Son los que después dicen: “estos no quieren trabajar”. Internarse en el libro desde esta perspectiva nos permite pensar muchos de los debates que se están dando por estos días en la Argentina.
El desprecio de clase expresado en la declaración de los rugbiers, ese auto convencimiento que profesan de que son superiores al resto, no tiene que ver con el deporte –no hay nada malo en sí mismo en ninguna cosa- sino con la composición de clase de quienes llegan a determinado estatus. Ese nivel de violencia que llevan dentro no es otra cosa que la formación que recibieron y que ahora reproducen. Están seguros, seguras de que lo que tienen lo tienen porque son mejor que el resto y de que son portadores de esa moral superior, que tienen derecho a decirle al resto cómo vivir; incluso que tienen derecho sobre el cuerpo de –como ellos les llaman- sus mucamas, sus trabajadores.
En lugar de ver la desigualdad social existente y que ellos requieren del trabajo de un pequeño ejército para sostener su estatus –porque de agacharse a lavar el piso ni hablar- se auto convencen de que “dan trabajo” y de que además dan el ejemplo. La autopercepción de superioridad moral que dio fundamento al nacismo, al fascismo y todas las filosofías reaccionarias cuyas doctrinas políticas y aplicación concreta en el devenir histórico tuvo saldos catastróficos para la humanidad.
Cuando salió el libro de Santiago O´Donnell, que es más bien una herramienta de pluma periodística para ordenar el testimonio de Mariano Macri, algunas personas sospechaban que sería el fin de la carrera política de Macri. Otras suponían que hasta abonaría a su figura.
La segunda hipótesis puede funcionar dentro de la clase pedante –y por ende, en buena medida en lo que reflejen los medios, porque les pertenecen a ellos-, esta clase de la nube de pedo y de la superioridad moral auto percibida. Porque en ese mundillo de miserables que compiten por acumulación de poder, la declaración de Mariano no hace otra cosa que dar cuenta de la “habilidad” de Mauricio Macri de quedarse con todo, utilizarlo y hasta generar un paraguas de protección judicial en base a su acumulación de poder.
En otras palabras, de manera inconfesable, para esa casta privilegiada de hipermillonarios la actitud rapaz de Mauricio Macri lo convierte más en una suerte de héroe de la jungla financiera –que no funciona en base a valores de solidaridad sino de extremo beneficio individual-. El testimonio de Mariano Macri es la queda del “perdedor” dentro de la puja interna.
Por su puesto, en ese modelo social, en el mundillo de empresarios, las mujeres de la Familia Macri no jugaron un rol central ni de decisión en el destino de las empresas: más bien el patriarcado oper+o desde el “paternalismo” de Franco, quien terminó inclinando la balanza hacia las intenciones de Mauricio Macri, que tenía con qué extorsionar al viejo empresario.
Para el resto de los mortales, es más fácil imaginar un viaje a la luna que ese mundo de cifras siderales, vidas prostituidas por el dios dinero y proyectos personales supeditados a la acumulación personal pisoteando al resto.
Retomando los objetivos de Mariano Macri a la hora de publicar este libro, podemos decir que el más convincente es el de su salud mental. Seguramente, luego de muchos años de destrato paterno y maltrato del jefe del holding, Mauricio Macri, será para él un gran acto de desahogo contar todas estas miserias e intentar diferenciarse. Aunque cabe decir que no puede Mariano comparar su situación con la del resto del pueblo argentino, como se atrevió a hacer, puesto que el resto del pueblo argentino no es millonario y puesto que su propia persona –que recién ahora decidió hacer algo público al respecto- forma parte del grupo empresario que constituyó el bloque histórico político y económico que destrozó la economía del país, privatizó, liberalizó y generó el actual estado de pobreza estructural.
El objetivo de despegar al padre de su figura de referencia de la “patria contratista#” resulta un poco más flojo. Se lee de inmediato una sobreactuación en cada intento de despegada, sobre todo en aquello que es públicamente conocido. Claro está: no es lo mismo un representante de la vieja burguesía liberal que el de su hijo más propio de la etapa puramente financiera. Pero despegarlo de lo que fue es un esfuerzo fatuo, una subestimación de la inteligencia. Ocurre que el plan tiene como contrapeso oponer la figura del Mauricio con la de Franco.
El tercer motivo, el de aportar al pueblo argentino, representa, aunque tardío, un motivo noble en el que, de ser así, Mariano Macri ha dado su primer paso. Porque la información que se da a conocer en este libro debería ser el comienzo de una campaña de difusión y de una cruzada judicial local e internacional para evidenciar la perversidad de Mauricio Macri, su ejercicio de la violencia contra la pobreza y su saqueo ya ampliamente publicado. En definitiva. Mauricio es Macri. Sin duda. Mariano es Macri, a su vez. En todo caso, Hermano, puede ser el primer paso para despegarse de un apellido que no es historia pasada sino protagonista presente y que sigue haciendo mucho daño al conjunto de la población.