La campaña del desierto de las ideas
(Por Astor Vitali) Desde el sábado pasado y hasta el 25 de octubre a las 8:00 comenzó oficialmente la campaña electoral 2019. Si bien, en términos reales, la campaña nunca discontinuó, mucho menos luego de los resultados de las PASO, la sensación que da transitar los términos oficiales de campaña es la de una etapa nueva con fecha de desenlace.
Si bien Argentina es un país cuya dinámica política no permite anticipar los desenlaces de los procesos políticos con precisión –vale recordar que en 2015 todos los analistas daban como ganador a Daniel Scioli-, los resultados de las PASO parecen irreversibles. Esto permite pensar en que no habrá continuidad de este modelo económico neoliberal durante el próximo período presidencial.
La centralidad de la campaña para unos y otros ya no se centrará en la consolidación del voto propio -aquel que está asegurado y es casi inamovible-, sino que los jefes de campaña buscarán avanzar sobre los votos de las terceras marcas y sobre los segmentos geográficos en los que sus candidatos presenten mayor debilidad.
Habiendo quedado claro que la sociedad argentina no avala el rumbo de la política económica impuesto por las huestes PRO, para la principal fórmula opositora no le será difícil mostrarse como una alternativa. Hacer lo contrario a lo que el macrismo hizo en materia económica es una ecuación lógica.
Sin embargo, la fórmula Fernández y Fernández representa una nomenclatura de composición compleja. Como toda alianza amplia -en cuanto a su diversidad ideológica-, en vista de la necesidad de ampliar para conseguir los votos necesarios para hacer efectiva una alternativa de gobierno, los elementos integrantes tienen acuerdo sobre la necesidad de ganar la elección pero no tienen pleno acuerdo sobre el modelo a seguir.
No todo el mundo que concentra la fórmula tiene las mismas ideas sobre el modelo de país al que aspirar. Una cosa piensan quienes tuvieron hegemonía durante el período de gobierno kirchnerista. Otra cosa piensan los pejotistas puros y duros. Otra visión tienen los gobernadores con responsabilidad sobre las provincias que están implicadas en proyectos económicos energéticos.
Por estos motivos, las afirmaciones de campaña no podrán delimitarse sobre un proyecto claro sino más bien sobre vaguedades tales como “un país más justo”. El período para definir el tipo de país y sus modelos económico, político y cultural será posterior a octubre. Más bien, es esperable a que sea posterior a diciembre.
En otras palabras, durante la gestión del futuro gobierno, no habiendo liderazgos indiscutibles, se dirimirán, a través de la política y la presión económica, los límites que dirimirán el proyecto político, siempre hablando dentro de los marcos de la gobernabilidad capitalista.
Para el movimiento obrero en particular y popular en general, esta situación de disputa da la oportunidad de tomar fuerza por abajo para reclamar un programa de reivindicaciones propias. Esto implica el desarrollo de la noción de autonomía del movimiento popular, aunque importantes segmentos del mismo manifiesten su apoyo o empatía política por el futuro oficialismo. Lo que no reclame el movimiento popular no será otorgado por mera misericordia.
Será una nueva etapa en la política argentina. Es razonable reclamar que todos los sectores populares actúen con conciencia precisa y tomen nota de los aprendizajes recogidos durante las últimas experiencias de la historia reciente.