La Cultura en la cornisa (Nota III)
(Por Luis Ponte) Sobre fines de enero de este año, el empresario teatral Carlos Rottemberg confirmaba una caída del 30% en el total de entradas vendidas en las salas de Mar del Plata en lo que iba del 2016. Un mes después, y a punto de cerrar la temporada estival de teatro en ese balneario, reconocía que se había quedado corto: el salto negativo daba un 44% menos de espectadores en los teatros con respecto a la temporada 2015.
El 16 de marzo con el título “¿Apagón teatral? El aumento de las tarifas amenaza la actividad”, el diario La Nación mostraba comparativos de aumentos en pesos, en las tarifas de luz de varias salas de teatro porteño. La mayoría, escandalosos: Maipo de 17.300 a 89.400; Liceo, de 6.800 a 38.200; Multiteatro, de 11.600 a 60.700; Tabarís, de 9.100 a 48.100; Paseo La Plaza, de 10.500 a 74.900; Nacional, de 15.300 a 99.700; etc.
Las medidas económicas del flamante gobierno de la Alianza Cambiemos (PRO-UCR-CC) generaron un efecto tenaza sobre buena porción de la actividad cultural del país. Entre la disminución de espectadores a raíz de la súbita baja del poder adquisitivo de los trabajadores (alzas de precios indetenibles, devaluación, despidos, suspensiones, freno de paritarias, etc.) y los tarifazos salvajes impuestos por el Ministerio de Energía, muchos espacios culturales, salas y teatros, se encontraron de buenas a primeras frente a una situación desesperante.
Liliana Weimer, presidenta de la Asociación Argentina de Teatros Independientes, entidad que agrupa a más de 60 salas de Buenos Aires, y uno de los sectores más castigados por estas medidas, lo explica así: “Los aumentos tarifarios en nuestras salas fueron de entre un 800 a 1000% en algunos casos. Pese a ello tuvimos que mantener los precios de las entradas del año pasado, sumarle promociones, pero la disminución de espectadores igual se nota. También bajó la inscripción de alumnos en las capacitaciones y debimos cerrar cursos.”
La entidad presentó recursos de amparo y pedidos de cautelares ante el Ministerio de Energía, AYSA, y las empresas de energía. Todas fueron rechazadas o esperan respuestas de esos organismos. Los mismos que les sugieren que “ahorren consumos” para reducir los montos a pagar por servicios. El 21 de mayo el conjunto de las salas de la Capital realizó un “Apagón Cultural” para visibilizar ante los medios, sus públicos y la sociedad en general la situación acuciante.
Desde diferentes áreas de Gobierno – reconoce la presidenta de ARTEI – ofrecieron algunas ayudas aisladas, no soluciones de fondo. Una línea de subsidios de 50.000 por parte del Ministerio de Cultura que recién ahora algunos teatros comenzaron a cobrar. Desde el I.N.T. (Instituto Nacional del Teatro) se lanzó una línea de créditos para equipamientos. También se suma desde el Fondo Nacional de las Artes, un proyecto a mediano o largo plazo para el recambio de las instalaciones eléctricas a sistemas de iluminación basados en la tecnología LED.
En la Legislatura porteña y el Congreso Nacional, descansan desde comienzos de año un par de proyectos que apuntan a reducir en hasta un 60% las tarifas para centros culturales y salas de teatro. Pero como dice Weimer “estas ayudas, en realidad son paliativos, que no llegan en tiempo y forma. Todo va para largo, pero nuestros tiempos son hoy, son de mucha urgencia”.
Frente a la merma de asistentes a los teatros, la presidenta de ARTEI señala que “hacemos muchas acciones para que no decaigan los espectadores en la salas, pero también debemos reconocer que esta temporada tuvimos menos programación que otros años. Y esto se debe a que esta situación nos empujó a frenar o postergar nuevas obras o proyectos ante la falta de financiación.”
La situación se traduce en “una tormenta perfecta”: caída de ingresos por espectadores y merma de la programación, aumentos impagables de tarifas de servicios, invisibilidad del problema en los medios hegemónicos, rechazo de amparos y cautelares por parte de la Justicia, falta de reflejos en los órganos legislativos, paliativos débiles y sin urgencias por parte de los funcionarios del Ejecutivo.
El juego de unir puntos nos devuelve una figura con forma de situación de emergencia para muchos trabajadores de la cultura, que necesitan una solución hoy.
Son músicos, productores, sellos discográficos, escritores, editoriales, teatros, actores, que crean, producen, invierten, trabajan, editan, actúan, se capacitan con el propio capital de sus esfuerzos personales o colectivos. Fuera de las luces de los circuitos comerciales, de la economía de las industrias culturales, con el tibio apoyo de los grandes medios, y un Estado, muchas veces distraído, ausente, desinteresado o ignorante de las necesidades de este sector.
Y frente a esa realidad que viene de lejos, un hoy que con cifras y hechos concretos a la vista, acentúa la certeza de empujarlos un poco más hacia el borde de la cornisa.