Marina Marcela Herrero

Alrededor del 29 de diciembre de 1976, Marina HERRERO fue secuestrada cuando se dirigía a una fiesta en el barrio Palihue junto a dos amigos.

En el trayecto, tras detenerse el grupo a realizar una compra en un Kiosco en la intersección de las calles Chiclana y Alsina, un camión se estacionó detrás del vehículo y dos personas vestidas de civil procedieron a reducir a la víctima dentro del comercio, para encapucharla e introducirla en el camión, donde fue amarrada.

A continuación, HERRERO fue conducida al CCDT “La Escuelita”, en donde –previo reemplazo de la capucha por una venda– fue ingresada en un espacio con piso de madera y colocada en una cucheta con las manos atadas. Posteriormente, un sujeto al que llamaban el “Tío” ordenó a uno de los guardias –apodado el “Vaca”– que le retiraran el disfraz que llevaba puesto y le colocaran una camisa de conscripto.

Posteriormente, fue sometida a brutales torturas: con las manos y los pies atados a una especie de elástico de metal, fue interrogada violentamente, bajo aplicación de electricidad y fuertes golpes, especialmente en las rodillas.

En la sala de torturas estuvieron presentes el “Vaca”, el “Laucha” y el “Tío”, siendo este último quien formulaba las preguntas. Luego de reiteradas sesiones de torturas, la víctima no podía hablar, producto de la hinchazón de su lengua y su boca, ni tampoco lograba mantenerse en pie.

Posteriormente, HERRERO fue colocada en el mismo espacio donde estuvo al principio, permaneciendo en idénticas condiciones de cautiverio.
Al amanecer, fue retirada –aún vendada y atada– e introducida en la parte delantera de un automóvil, que la trasladó hasta las proximidades de un motel del camino de la Carrindanga.

La victima permaneció en “La Escuelita” un período de alrededor de 11 horas.

A raíz de los golpes recibidos durante la tortura, HERRERO debió ser operada en una de sus rodillas. Luego de esa intervención quirúrgica, se marchó a pasar todo el verano a la localidad de Viedma, ciudad en la que residía su padre, y regresó a Bahía Blanca recién en el mes de marzo del año siguiente para retomar su último año de secundario.

En una oportunidad, el Ejército allanó el departamento donde vivía con su madre, razón por la cual decidió abandonar el cursado de la carrera de biología en la Universidad del Sur para radicarse en Buenos Aires. En el año 1983, tras sufrir un nuevo intento de secuestro, abandonó el país trasladándose a la ciudad de San Pablo, Brasil.

Cabe agregar que con los años la víctima debió someterse a otras tres cirugías en la rodilla, lo que le impidió continuar con la práctica de danza clásica a la que se dedicaba. La aplicación de electricidad le produjo lesiones encefálicas. Además, los hechos traumáticos padecidos la llevaron a intentar suicidarse.

Además de los hechos sufridos por la víctima, cabe referir que la persecución se extendió a su familia. Su tío, Hudy Heber HERRERO, empleado no docente de la Universidad, fue cesanteado durante la gestión del rector interventor Remus TETU en 1975. La pensión donde vivía Hudy HERRERO fue ametrallada en una oportunidad, episodio que lo determinó a radicarse en España.

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