“Nosotros no pactamos nada, se nos impuso el silencio”
Pablo Verna, integrante del colectivo de hijas e hijos de genocidas que repudian el accionar de sus padres durante el terrorismo de Estado, dijo a FM De la Calle que “se habla mucho del pacto de silencio” pero “nosotros no pactamos nada, se nos ha impuesto de manera implícita y explícita el silencio dentro de las familias con mecanismos de manipulación”.
“Hay muchísimos genocidas impunes, muchos familiares que esconden el horror debajo de la alfombra y afecta a las personas de maneras que no te puedo explicar”. El diálogo se produjo horas después de la declaración de Daniel Argibay, hijo y hermano de integrantes de la Triple A bahiense.
Verna comentó que “los que podemos trascender esta imposición de silencio -con mandatos que son insostenibles como son los crímenes de lesa humanidad- como el compañero Daniel, somos muchos. Es muy importante, es trascender una situación que te hace culpable, no a nivel jurídico penal pero sí a un nivel personal más abarcativo”.
El colectivo de hijes se autodenominó Historias Desobedientes. Busca “desobedecer a lo injusto, a lo que es aberrante, intolerable”. Se conformó a mediados de 2017 en el contexto de movilización contra el 2×1 para genocidas que pretendía habilitar la Corte.
Su primera iniciativa fue un proyecto de ley que les habilitara a declarar contra sus familiares directos. El Código Penal impide denunciar a cónyuges, ascendientes, descendientes o hermanos/as salvo que el delito fuera en su contra o de un pariente de igual grado o más próximo.
Daniel Argibay pudo declarar ante el tribunal oral bahiense porque su padre Jorge Oscar y su hermano Pablo Francisco –dos de los asesinos de Watu Cilleruelo- están muertos. Pablo es hijo del médico militar Julio Alejandro Verna, quien le confesó su participación en vuelos de la muerte. También pudo decir lo suyo en el juicio por la Contraofensiva Montonera.
“Previamente se dio un debate importante, se hablaron de un montón de aspectos que a su vez cualquier tribunal puede considerarlos válidos. Dos de los tres jueces admitieron mi declaración apoyándose en el fundamento de que mi padre no es imputado en ese juicio”.
En cuanto a su repudio al accionar criminal de su progenitor, Verna explicó que “hay compañeras en el colectivo que se han enterado frente a prisiones o elevaciones a juicio y cayeron en la cuenta. No pudieron seguir desconociendo lo que era evidente, tomaron conciencia y se pararon sobre sí mismas y siguieron adelante”.
“El mío fue un camino largo y progresivo, de muchos años, hubo momentos coyunturales donde tomé mis decisiones, que fueron difíciles, para no sostener esta complicidad con el silencio”.
“Nunca me sentí interpelado por la comunidad. Los genocidas, por lo general, mientras no estén condenados ni señalados de ninguna manera no trascienden. Si yo no hubiera dicho nunca nada, mi padre caminaría por la calle como si nada hubiera ocurrido”, contó.
Algunes cuentan con el apoyo de sus familias y otres “quedaron absolutamente solos y solas”. “Nuestro colectivo está integrado también por nietos y nietas de genocidas. Mis hijos están del lado contrario a los genocidas, nos apoyan pero en algunos casos no deciden militar activamente”.
“Lo que hicimos fue lo que necesitamos hacer. Así como dijo Daniel, es reparador. Es sanador que nos escuchen, cada militante del movimiento de derechos humanos que se toma un rato para escucharnos expresar qué es lo que sentimos y qué nos pasa, habla de un encuentro. Venimos de un camino distinto, pero claramente nos paramos en la vereda contraria a la de los genocidas y en ese punto coincidimos”, concluyó.