¿Quién rompió La máquina?
(Por Astor Vitali) El lunes 31 de agosto habrá un programa de radio menos en el aire de Bahía Blanca y región: La máquina de LU3 conducido por el comunicador, actor y dirigente sindical Ángel Dantagnan y por el periodista y artista plástico Federico Hidalgo. El programa versa sobre actualidad, rescates de archivo, difusión de actividades artísticas, promoción de la defensa de los derechos humanos y hasta dio vida a algunos personajes de ficción.
Hace pocos días anunciaron que La máquina “va a estacionar” y aclararon que la razón es “inicialmente, económica”.
Salvo en las cuestiones de fondo, entre la línea editorial de esta radio y la de aquel programa no hay plena coincidencia. Sus integrantes han adherido, en líneas generales, a las políticas impulsadas por el anterior gobierno. Como se sabe, De la Calle ha sido crítica desde una postura anticapitalista aunque se ha manifestado y trabajado en favor de normas que hacen a los derechos de tercera generación, el derecho a la información, asignación universal y otros temas donde había puntos de coincidencia.
Digo esto porque, estando el vuelo político por el piso, muchas personas suponen que quien algo defiende o cuestiona lo hace desde una lógica de oficialismos y oposiciones, prisma que como vara política empobrece de antemano cualquier debate. Entonces hace falta aclarar que uno se conmueve por la muerte de un programa de radio de esas características aun cuando no comparta en plenitud su línea editorial. La grieta es el prisma de los holgazanes. Más difícil es pensar cosa por cosa, caso por caso.
La máquina representa a una audiencia preocupada por la construcción de derechos, por las cuestiones culturales, por la vida de la democracia, por la participación ciudadana. Pero además de representar, La máquina es un espacio de radio donde trabajan personas que se quedarán sin trabajo.
¿Se puede decir que La máquina hacía periodismo sin objetividad? Por supuesto. Del mismo modo que La Nueva (Provincia) y La Brújula representan hoy los intereses de una nueva burguesía, cuya patria es la especulación en todo tipo de negocios. Negocios que necesitan protección mediática y esto es lo que hace que sea negocio comprar medios deficitarios. Así como nosotros hacemos periodismo con la mayor rigurosidad posible, claramente ubicados en los intereses populares. Acá la cultura no es Profertil.
El problema es que el sector público no tiene ninguna imparcialidad ni objetividad a la hora de otorgar la pauta publicitaria. Por un lado, aplicando el criterio de la masividad (esto es, a mayor audiencia mayor pauta) pone en marcha un mecanismo antidemocrático ya que se supone que si un medio tiene mayor estatus comercial pues debería depender menos de la pauta oficial y esta debería oficiar de equiparadora, ya que la mano invisible del mercado no estaría regulando nada.
Pero este es un criterio formal: lo cierto es que la pauta se va distribuyendo hacia los sectores que comparten negocios y visión de negocios con el oficialismo o para apagar incendios en la lógica de chantaje periodístico –si no me das tanto te publico tal cosa.
Por esto, podemos decir que hoy el gobierno administra el Estado de manera ilegal, ya que no garantiza el derecho a la información a través de la justa distribución de la pauta publicitaria.
Luego está el sector privado. Éste se conforma por empresas pero también por organizaciones. De las primeras no hay mucho que decir: aportan a los medios que reproducen su discurso en la lógica empresarial.
Pero de las organizaciones sociales y sindicales sí hay para decir. ¿Cómo es que hay instituciones progresistas, incluso adherentes al gobierno anterior, que cacarean por izquierda pero los huevos los ponen mensualmente y hace décadas en la canasta sin fondo de Rex Publicidades? Por poner un ejemplo. ¿Cómo es que se lamentan de la pérdida de espacios de comunicación alternativos pero cuando un periodista o productor de ese palo se acerca a ofrecer su medio para difusión publicitaria sólo reciben palmadas en la espalda? No sean hipócritas. Hay mucho empresario progre al que le gusta bañarse de “popu” cantando la marcha pero no se olvida de las reglas de juego a la hora de abrir el facturero.
Por lo demás, en estos dos años de gobierno macrista son varios los puestos de trabajo, por un lado, y espacio de comunicación alternativa, por otro, que van quedando en el camino. Esto es menos acceso a la información y por tanto más formalidad de la democracia.
Lo concreto es que La máquina se rompió y algo de responsabilidad está en el Panorama que describimos. ¿Hacemos algo para repararla? ¿O nos alcanza con mirar las cosas por tv? Aunque la cuenten ellos.