“Somos responsables del cuidado de la vida pero no queremos ser las únicas”
“Las mujeres nunca van a tener la libertad de elegir entre cuidar o no cuidar. Tenemos una responsabilidad y somos responsables en el cuidado de la vida, pero no queremos ser las únicas”, dijo la economista Cristina Carrasco en FM De la Calle.
La profesora de Teoría Económica de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona (UB) en el Master en Estudios de Género participó de la Catedra Abierta de Violencia de Género de la UNS y la Red Local junto al Espacio Feminista de la Sociedad de Economía Crítica (SEC).
“No somos algo más a la economía oficial porque planteamos un objetivo distinto. La economía debe ser una disciplina que resuelva el problema de las necesidades de las personas y que intente dar la vida más digna posible con los recursos disponibles y, por tanto, el objetivo no puede ser el crecimiento y la acumulación de capital por parte de unos pocos”, explicó.
Carrasco afirmó que desde el siglo XIX, aunque desconocidas, hay mujeres que discuten con los grandes clásicos. “A principios del XX hay un retroceso y a mediados surge la segunda ola del feminismo, el marxismo renovado y una enorme cantidad de movimientos sociales a lo largo del mundo”. Aquel debate marxista-feminista de las décadas del 60 y 70 derivaron en lo que en los `90 empieza a denominarse economía feminista.
Desde entonces se reconoce al trabajo doméstico como trabajo y se subraya su relación “directa” y “oculta” con el empleo. “El doméstico, aparte de dar calidad de vida en los hogares, entrega fuerza de trabajo muy barata a la industria, con lo cual aquí está jugando un papel importante en el incremento de la obtención de beneficios a la empresa capitalista”.
“Hace falta otra economía. No somos algo más a la economía oficial porque planteamos un objetivo distinto. La economía debe ser una disciplina que resuelva el problema de las necesidades de las personas y que intente dar la vida más digna posible con los recursos disponibles y, por tanto, el objetivo no puede ser el crecimiento y la acumulación de capital por parte de unos pocos”, dijo.
La investigadora aseguró que la idea del trabajo como sinónimo de empleo surge a partir del proceso de industrialización. “Antes la palabra trabajo para designar un conjunto de tareas no existía. Por ejemplo en la época en que la gente vivía en el campo había la actividad de la cosecha, la de la pesca, eran actividades diferentes pero no existía una sola palabra que las agrupara a todas”.
“Son los grandes clásicos, empezando por Adam Smith, que empiezan a llamar trabajo a esta actividad que aparece en la industria y le dan una serie de características con lo cual solo miran la producción industrial y la distribución. A partir de ahí todo lo que queda afuera de ese campo no tuvo la característica de trabajo”.
Carrasco agregó que “estos clásicos eran personas muy educadas, muy leídas, muy inteligentes, que dijeron muchas cosas sensatas. Sin embargo, aquí hay una ceguera patriarcal enorme que no pueden ver los otros trabajos que no sean los de la industria”.
“Adam Smith llegaba a decir que el trabajo que hacían las mujeres en casa era muy importante para tener obreros para que el día de mañana le den riqueza a la nación, pero nunca le da categoría económica. Pensemos que estamos en la revolución industrial en Inglaterra, una mortalidad infantil brutal, entonces el papel de las mujeres en la alimentación, en el cuidado de los niños era fundamental para que sobrevivieran”.
Cuando la teoría neoclásica desplazó al marxismo la economía quedó “dentro de los márgenes de los mercados”. “En esta división del trabajo por sexos, el trabajo reconocido y valorado, el que da más poder se le asigna a los hombres y el otro a las mujeres. Pues los hombres también mantienen su papel privilegiado”.
Tiempos modernos
Respecto a la importancia del tiempo para la economía feminista, Carrasco advirtió que existen muchas dimensiones: “Hay unas más objetivas que se pueden contar y otras muy subjetivas, emotivas, etcétera. Estas más objetivas surgen básicamente en la industrialización. El reloj existía antes pero, a partir de aquí, el tiempo de trabajo empieza a medirse por el reloj”.
“Empieza el tiempo reloj, tiempo cronómetro, todas las horas son iguales porque las horas de la máquina son iguales pero no la de las personas. Lo que interesa es que la máquina sea cada vez más rápida, que se produzca cada vez más, la velocidad, la eficiencia, todo esto es un valor porque produce más dinero”.
“Nos preparan para eso, toda la disciplina que existe desde las escuelas en adelante es preparar para que estés dispuesto a trabajar unos horarios, unas jornadas que cada vez las impone más la empresa capitalista”, explicó.
La economista comentó que las encuestas sobre uso del tiempo permitieron medir algunos aspectos como las horas que se trabajan en casa o fuera de ella, pero no registran los aspectos subjetivos.
“Si en el hogar es importante la relación entre las personas, si yo lavo los platos con mi hijo y aprovechamos a conversar, a lo mejor tardé una hora. Me dicen: ‘Eres muy ineficiente’. No, el objetivo no era lavar los platos, el objetivo era la conversación. Si cambio el objetivo me cambia el tema. ¿Por ganar más tiempo voy a sacar a pasear al abuelo con Alzheimer más rápido? No tiene sentido”.
Carrasco afirmó que el “tiempo de la empresa capitalista es imperialista, ha invadido todo”, por ejemplo, los ritmos de la naturaleza. “Tendríamos que buscar fórmulas. Ir hacia nuevos sistemas donde se respetaran los tiempos de relación, los tiempos de reproducción, y si producimos un poco menos tampoco es tan importante, ¿no?”.
Conciencia contra el patriarcado
La economista feminista criticó las políticas sociales que suelen implementarse frente a las crisis porque “no atacan al patriarcado”. “Relaja muchas veces la tensión o ayuda. Por ejemplo, si me dicen ‘las madres que han tenido un bebé ahora tendrán en el trabajo una hora más libre’, me parece estupendo antes que no tenerla. Ahora, eso no resuelve nada del problema de fondo”.
“Una política que puede no atacar pero ir creando una conciencia distinta son los permisos paternales”, reconoció Carrasco. En algunos países las licencias son intransferibles y se dividen entre la madre y el padre. “Si el padre no lo toma se pierde. Claro, son países que te mantienen el 60 u 80 por ciento del sueldo”.
“Que el padre durante seis meses se quede en casa con la criatura, que falte a la empresa, bueno, empieza a ser como un modelo diferente, puede empezar a cambiar algo a la empresa porque padre y madre se le pueden ir unos meses cuando nazca la criatura y al padre supongo que algo también le puede empezar a cambiar cuando deja de estar en el empleo y está seis meses en casa cuidando a su criatura”, opinó.
Fotos: Sandra Lázaro, eldiario.es