Desarraigar para sobrevivir

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(Por Pablo Duca) La palabra “desarraigo” está formada por raíces latinas y significa “acción de arrancar raíces”. Sus componentes léxicos son el prefijo dis (divergencia, separación múltiple, de allí el sufijo romance des- que indica la inversión de la acción), ad (hacia), radix (raíz), más el sufijo -icus (igo= relativo a).  En el mundo moderno la plasticidad humana nos permite salir de los lugares conocidos e intervenir las nuevas circunstancias. La cotidianidad se emplaza, emerge y cristaliza. Hasta que se rompe. Nada nuevo bajo el sol o todo es nuevo bajo el sol. Recuerdo a la mirada de mi padre como un pregón: “El arraigo me sostiene”. Lo recuerdo tanto como la energía dispuesta a destrozar en mí mismo ese concepto. Al menos tres amores a distancia, una carrera y un post grado lejos de familia-ciudad-amigxs-parejas. La búsqueda del teléfono pinchado caminando por las madrugadas de La Plata en los finales de los `80 para comunicarnos. Deshabitar la casa luego del divorcio. Elegir la duda por sobre la certeza como leiv motiv. Escribir para buscar. Actuar para buscar. Nunca (o pocas veces) encontrar.

El mundo moderno no se apiada, cambia. No pregunta, cambia. Insiste y muta. La manera de relacionarnos, vincularnos, tratarnos, mirarnos, amarnos, comercializar, comunicar, trabajar y todas las acciones que imaginemos han mutado. El arraigo impide ver la vida desde la vereda de enfrente. La puesta del sol es siempre la misma, clara, presumible. ¿Y si el mundo cambia de la noche a la mañana? ¿Obligaremos al mundo a arraigarse tal como nos sucede a nosotrxs o trataremos de mutar en el mismo sentido? Resignificar también es una manera de desarraigarse. Saberse permeables, plásticxs, flexibles.  No postulo la creencia en una obediencia a órdenes superiores. Claro que no. La rebeldía y las revoluciones son los mayores actos de desarraigo que pudieran postularse. Sólo insisto en la suelta de las ataduras, el vaciado de las mochilas y la apertura ocular como gesto solidario para el cambio. Un pueblo que endurece sus posiciones no crece. Una comunidad que robustece las diferencias no se ambiciona mejor. Dejar atrás aquellas veredas que transitábamos como seguras nos permiten ver otras baldosas como posibles. ¿Serán flojas? Pues sí. Siempre lo son. Pero la posibilidad de mi cambio permite al otrx ser más empático, más benigno, más humanx.

¿Y si solo es cuestión de desarraigarse para sobrevivir?