“Hoyos y Pervertidos”

 

(Por Luis Ponte) A comienzos de marzo de 1984, la Primer Ministro británica Margaret Tatcher dispone el cierre de una mina de carbón en la zona de Yorkshire, al norte de Inglaterra, como parte de un plan de reducción de subsidios estatales. Al frente de la Oficina Nacional del Carbón, la corporación estatal encargada de administrar las minas de carbón nacionalizadas durante la Segunda Guerra Mundial, se encuentra Ian McGregor, hombre de confianza de la Dama de Hierro.

McGregor, venía de hacer el mismo “trabajo sucio” en un área también sensible para la economía británica, la Oficina Nacional del Acero, donde se había “cargado” en 3 años 100.000 puestos de trabajo. El paso previo y necesario para que su jefa comenzara a hablar de privatizaciones.

El mismo plan esperaba ahora al sector de las minas de carbón. Bajo la excusa de eliminar  subsidios, el gobierno apuntaba al cierre de 20 minas en todo el país. Los hechos mostraron que dicho anuncio escondía una mentira. Tatcher cerraría durante ese año 70 explotaciones carboníferas, dejando en la calle a más de 20.000 trabajadores, con el consiguiente drama económico de sus familias, y las comunidades y pueblos cuya economía dependía de dicha actividad.

El plan para reducir el Estado, privatizar la economía y estabilizar la alta inflación, ya había dejado a más de 2 millones de trabajadores del sector industrial en la calle, sólo entre 1979 y 1981. Pero la decisión de tocar la actividad del carbón se topaba con un escollo político nada fácil: el poderoso Sindicato Nacional de Mineros.

Ante la decisión innegociable del gobierno, los trabajadores deciden declararse en huelga, en defensa de sus puestos de trabajo. Ello da paso al que sería el conflicto laboral más prolongado y duro en la historia británica. Casi un año de medidas de lucha, marchas, tomas, heridos, detenidos y muertos entre los trabajadores. Enfrentados en una pulseada feroz contra la presión de un gobierno que, con tal de no ceder en su plan de, por un lado, achicar el sector, y por el otro, resquebrajar el poderoso brazo sindical aliado al Partido Laborista se mostraba dispuesto a todo.

Por ejemplo confiscar los propios fondos del Sindicato de Mineros, a fin de socavar la ayuda económica en forma de recaudaciones de fondos voluntarios que recibían por parte de diferentes sectores “hermanados” con las comunidades mineras.

Entre ellos un grupo de Gays y Lesbianas de Londres, liderados por Mark Ashton y y Mike Jacson deciden recaudar fondos para los huelguistas durante la marcha de orgullo gay en Londres de ese 1984. Entusiasmados deciden fundar el colectivo Lesbians Gays Support Miners (LGSM), “Lesbianas y Gays en Apoyo a los Mineros” cuyo lugar de encuentro y trabajo era la Librería Gay’s the Word (hoy emblema mundial de la literatura LGBT, que padeció en ese mismo año una clausura temporal por parte del propio gobierno de la Tatcher, falsamente acusada de vender textos pornográficos, y sus dueños de importar material indecente).

La primera reacción del Sindicato es rechazar el acercamiento y la ayuda de la agrupación por miedo de ”quedar pegados” con una comunidad que entonces era observada con todo tipo de prejuicios, no sólo por parte de los mineros.

Decididos a no claudicar el grupo LGSM, contacta directamente a las comunidades mineras epicentro de la crisis, y viajan a una de ellas,  Onllwyn en Gales. Para muchos de los vecinos, era un escándalo. Inteligentes, interactúan con las mujeres y las familias de los mineros en huelga, a fin de “entrarles de alguna forma” para romper los prejuicios mutuos.

Llegan a recaudar 20.000 Libras, para la época mucho dinero. Y el 10 de diciembre de 1984 los LGSM producen un festival de música en Londres, llamado “Pits and perverts” (“Hoyos y Pervertidos”), irónico título, para apoyo y recaudación de los mineros, que tuvo mucha repercusión, y termino de derretir el hielo del lado de los mineros.

Nadie podría aventurar entonces que de semejante crisis política, nacería bajo la presión de las circunstancias y la convicción de atrevidos a cambiar las cosas a como sea, una alianza impensada entre mineros, lesbianas y gays cuya repercusión positiva se vería en el tiempo.

La huelga general fue desarmándose. El paso del tiempo, fue otro aliado del gobierno. Muchos sindicatos negociaron el regreso al trabajo a las minas,  ante la desesperación; otros la consideraron ilegal y le quitaron el apoyo a los dirigentes que la defendían, con lo cual en marzo de 1985 los últimos bastiones de lucha volvieron a sus trabajos.

El gobierno de Tatcher se adjudicó una victoria que fue visagra política más allá de las propias fronteras británicas. Fortaleció su frente interno, tanto como la Guerra de Malvinas su imagen externa de mano dura y poderío frente a sus adversarios. Lo cual le dio plafond para consolidar sus políticas neoliberales  en Gran Bretaña, y extenderlas por el mundo junto a sus socio, el presidente norteamericano Ronald Reagan. Hasta lograr con la caída del muro de Berlín, terminar con 40 años de “guerra fría”.

Pero en medio de ese panorama sombrío, meses después de terminada la huelga, otro punto de inflexión iba a suceder. Tal como lo narra el premiado filme inglés independiente “Pride” (2014),  el 29 de junio de 1985, antes de iniciarse la tradicional marcha del orgullo LG por las calles de Londres,  llegaron colectivos de los que descendieron mineros, familiares y miembros de esas comunidades, para sumarse y marchar con estandartes de apoyo al movimiento LG, como agradecimiento y retribución a su apoyo durante la huelga.

En 1986, sucedió algo que sería también un hito en el camino de la ampliación de derechos de las comunidades LG en Inglaterra. Durante la conferencia anual del Partido Laborista se propuso y aprobó que los derechos de gays y lesbianas fueran parte del manifiesto oficial del Partido, a diferencia de años anteriores, donde había sido propuesto pero siempre rechazado. Esta vez, hubo un factor impensado hasta entonces y muy influyente dentro del Laborismo, que volcó la decisión a favor de forma total, el Sindicato Nacional de Mineros.