¿Cómo contrarrestar la tendencia a la supresión y al olvido?
Un sector de la ciudad abandonado durante décadas por gobiernos locales y nacionales, revitalizado por el trabajo de la comunidad barrial, es nuevamente acechado por intereses privados. A partir de la demolición de la Estación Noroeste, FM De la Calle conversó con Ana Miravalles, autora de “Los talleres invisibles”.
“Fue un shock no inesperado porque, después de la destrucción de los talleres, la estación era de alguna manera la última sobreviviente desde el punto de vista edilicio de ese complejo ubicado entre Malvinas y Sixto Laspiur”, dijo.
La investigadora contó que “la estación sobrevivió casi 140 años. La compañía de ferrocarril Bahía Blanca-Noroeste la había construido de manera provisoria, por lo que duró bastante. Toda esa enorme extensión de tierras al día de hoy son tierras fiscales. En nuestra ciudad la existencia de tierras fiscales fue siempre un terrible problema porque son enormes extensiones de tierra que no son susceptibles de ser ocupadas porque son del Estado”.
Miravalles recordó que “la estación en su función de tren de pasajeros había dejado de funcionar ya en los años sesenta, luego siguió funcionando para los trenes de carga hasta la década del noventa, después estuvo un tiempo abandonada hasta que finalmente fue recuperada”.
“Ahora la esperanza, luego del shock y la tristeza que vinieron con el incendio y la demolición, es tomar cartas como para pensar soluciones que no queden ancladas en una momificación del pasado, sino pensar en vivir ese predio, no olvidar su historia y que esté a disposición de la vida, no de las instituciones, que esté para los grupos de teatro, los músicos, los chicos que se juntaban a jugar allí”.
“Uno piensa en todo el tiempo que sobrevivió una pequeña estación que estaba por delante de un enorme complejo de inmensos edificios de ladrillos que eran los talleres ferroviarios”, agregó.
“Una cosa es mencionar en un catálogo de patrimonio que una obra debe ser preservada y otra son las decisiones que se toman en determinados momentos, que llevan a que la persona a cargo diga chau, se demuele”.
Buena parte de la intensa actividad ferroviaria del puerto de Ingeniero White dependió de los trabajos realizados durante 100 años en los talleres Bahía Blanca Noroeste. Sin embargo, a pesar de la gran importancia que tuvieron hoy están completamente destruidos. Y no solamente eso, como si no hubieran formado parte de la historia y de la geografía urbana, pareciera que no se ven. ¿Cómo podría explicarse una ausencia como esta?
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¿Cómo hacer para no quedar atrapados en la versión de un pasado recortado por la distancia, idealizado por la propia nostalgia de la juventud de quienes hablan, y mistificado por el contraste con
una historia reciente que da pena contar? ¿Cuánta resistencia interna hay que oponer a los relatos minuciosamente apocalípticos para seguir pensando que sí vale la pena tratar de entender y decir qué fue lo que pasó? ¿Cómo contrarrestar las explicaciones exaltadas, moralizantes y absolutas (del tipo “los argentinos somos así, no podemos tener nada”, “los políticos son todos unos hijos de puta”), los desplazamientos tranquilizadores (por ejemplo, espantarse por los edificios mismos en ruinas, pero quedarse solamente en eso), o la victimización de quienes hablan y la demonización de quienes parecen haber sido los responsables? ¿Cómo contrarrestar lo más fuerte, lo más cómodo para todos, con respecto a este tema, cómo contrarrestar la tendencia a la supresión y al olvido?
Fragmento de “Los talleres invisibles. Una historia de los talleres ferroviarios Bahía Blanca Noroeste”, publicado por Ana Miravalles a través de FerroWhite Museo-Taller.