Ese podio

(Por Luis Ponte) En 1972, año de Olimpíadas en Munich, se proyectó en nuestra ciudad durante una semana, el documental  “Juegos Olímpicos en México 68”. El filme atrajo muy buena cantidad de espectadores, maravillados por las escenas no tan comunes para un documental de la época. No sólo subrayaba lo habitual en un trabajo como ese (el éxito, la alegría, el esfuerzo, el aplauso), sino que hacía foco también en su contracara: la derrota, la amargura, el gesto de desconsuelo, el silencio del público, la cabeza gacha.

Muchos años después, con los recursos de internet a mano, pudimos corroborar que aquello que  quedó en la memoria de los que lo disfrutamos había sido una producción  fílmica inédita hasta entonces. Con 100 equipos de cámara y de sonido, registrando cada uno de los eventos deportivos desarrollados entre el 12 y el 27 de octubre de 1968, en Méjico. Con uso de tecnología de punta para la época, incluida, tanto fueron sus méritos que resultó nominada al Oscar 1969 como el mejor documental del año.

Pero ese trabajo tuvo la fortuna adicional de registrar una de las escenas más famosas y dramáticas en la historia de las Olimpíadas modernas. La cual, curiosamente, tenía muy poco que ver con lo estrictamente deportivo.

La final de los 200 metros llanos masculinos contaba, antes de partir, con dos “candidatazos cantados” para el oro y la plata. Los corredores negros por Estados Unidos Tommy Smith y John Carlos. Venían con chapa de ganadores, lo que confirmaron pulverizando con sus tiempos a sus rivales en las competencias previas. El desarrollo de la carrera iba confirmando los cálculos previos, hasta que en los metros finales, inesperadamente se coló en la discusión Peter Norman, rubio corredor australiano, quien le quitó el segundo lugar a John Carlos. Smith, sí, se quedó con la dorada.

Los dos atletas estadounidenses, estudiantes de la Universidad de San José, pertenecían a un movimiento de defensa de los derechos civiles de los negros, creado y estimulado por el sociólogo Harry Edwards, profesor en dicha Universidad. El contexto sociopolítico en los años ’60 en Estados Unidos no era el más tranquilo para los ojos del establishment y los defensores del orden y sueño americano. Movimientos pacifistas, protestas y marchas por la guerra de Vietnam, los asesinatos de Bob Kennedy y Luther King, el movimiento hippie, la aparición de colectivos más radicales como los Panteras Negras (una de sus misiones fundacionales era proteger a los negros de los ataques de los policías blancos en diferentes Estados), el Black Power, etc.

Ya en los vestuarios, finalizada la competencia, los corredores negros, decidieron concretar lo que tenían pensado de antemano. Aprovechar semejante ocasión, con la mirada del mundo puesta sobre ellos para manifestar su militancia y su posición de protesta frente a los atropellos que sus pares de raza venían sufriendo en el país, cuya bandera estaban representando, nada menos que en el mismísimo podio donde iba a recibir sus medallas.

Smith, subió con un pañuelo negro alrededor del cuello para representar el orgullo negro. Carlos tenía su campera desabrochada como muestra de solidaridad con la clase trabajadora norteamericana. Estaba descalzado de sus zapatillas, símbolo de los negros esclavos primero y explotados luego en los campos algodoneros del sur, donde tenían prohibido usar calzados. Su padre fue uno de ellos. Los tres atletas llevaban insignias del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos, incluido el australiano Norman, quien inesperadamente sumó su simpatía con los ideales de Smith y Carlos.

Pero lo que se convirtió en el punto más tenso de la ceremonia de premiación, y que devino en la imagen que dio vuelta al mundo, fue cuando los atletas negros ya en el podio con sus medallas colgando de sus cuellos, comenzaron a escuchar el himno de Estados Unidos. Agacharon sus cabezas, levantaron su brazo con el puño cerrado, con un guante negro cada uno (habían olvidado un par, por lo que uno uso el derecho y el otro el izquierdo) haciendo el típico saludo del movimiento Black Power.

El estadio primero y el mundo luego, quedaron atónitos. Posteriormente Smith dijo: “Si gano, soy americano, no afroamericano. Pero si hago algo malo, entonces se dice que soy un negro. Somos negros y estamos orgullosos de serlo. La América negra entenderá lo que hicimos esta noche”.

Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional, lo consideró un gesto de política interna inadecuado para el “apolítico” Foro Internacional de los Juegos Olímpicos. Ordenó la suspensión de Smith y Carlos del equipo olímpico estadounidense y se pidió que fueran expulsados de la villa Olímpica, cosa que no sucedió ya que el Comité Olímpico Mexicano indicó que al tener visa de deportistas, seguían siendo invitados de honor de México y que seguirían siendo tratados como tal.

Smith y Carlos fueron condenados al ostracismo en su país en los años posteriores, y además, fueron criticados por sus acciones. La revista Time mostró el logo olímpico de los cinco anillos con las palabras “Angrier, Nastier, Uglier” (Más furioso, más sucio, más feo), en vez del clásico “Faster, Higher, Stronger” (Más rápido, más alto, más fuerte). De vuelta a casa, fueron objeto de rechazo y tanto ellos como sus familiares fueron amenazados de muerte

La solidaridad de Peter Norman para sus compañeros le resultó también costosa. Los medios australianos hicieron el vacío a su llegada. A pesar de haber calificado a los Juegos Olímpicos de Munich, se le excluyó de la delegación y se truncó su carrera. Cayó en depresión y se volvió adicto al alcohol. Sufrió un ataque cardíaco y falleció el 3 de octubre de 2006 en Melbourne a los 64 años. Sus ex – compañeros de podio fueron los portadores del féretro en su funeral.

La Universidad Estatal de San José (USA)  homenajeó a sus antiguos alumnos Smith y Carlos con una estatua de su protesta de 7 metros de alto, tal cual la imagen que dio la vuelta al mundo en octubre de 1968: Smith en el primer escalón, Carlos en el tercero. Cabezas gachas, ojos cerrados, medallas colgando, brazos en alto extendidos, puños negros en alto. Pero en el segundo lugar del podio, no hay nadie.