Mirian Cinquegrani

“La accesibilidad no es solo una rampa”: una mirada al sistema educativo con perspectiva de discapacidad

La profesora e historiadora Mirian Cinquegrani, activista por los derechos de las personas con discapacidad, es autora, entre otros trabajos, de Entre la Resistencia, el Amor y la Esperanza, Familias, Discapacidad y Educación Inclusiva entre 2006 y 2017, donde expone cómo el sistema educativo puede ser profundamente capacitista. 

“El sistema sigue formando docentes de acuerdo a diagnósticos”, señala, criticando una educación especial basada en la idea médica de la discapacidad.

Para Cinquegrani, este enfoque reduce a las personas a un problema individual que debe ser asistido, en lugar de pensar en una formación docente “con perspectiva de discapacidad en clave social y de derechos humanos”.

Señala que las lógicas imperantes en el sistema educativo terminan por ser opresoras de lo diverso: “Es claramente un modo de opresión social, que clasifica las corporalidades de acuerdo a cuerpos legítimos y cuerpos que no lo son. En cuerpo capaz y en cuerpo discapaz. Entonces es un modo de opresión social cuando se generan prácticas de segregación, cuando se generan prácticas de exclusión”.

“La discapacidad aparece cuando hay barreras, cuando no hay barreras está la persona con una condición. La convención habla de ‘deficiencias’ físicas o mentales, pero esa persona con esa condición se encuentra en situación de discapacidad cuando aparece la barrera”, explica Cinquegrani en este cambio de mirada fundamental para comprender que “la accesibilidad es la llave de entrada al ejercicio de los derechos”, y no se trata solo de infraestructura: “La accesibilidad no es la rampa. Podríamos pensar en rampas cognitivas. Docentes o instituciones que se vuelvan rampas cognitivas para que todas las personas puedan participar”.

Cinquegrani diferencia integración de inclusión: “La integración implica que te abrimos la puerta pero te tenés que adaptar a lo que está. La inclusión implica eliminar las barreras del entorno”. Es decir, no basta con permitir el ingreso: hay que transformar activamente las condiciones para que todos puedan aprender.

La escuela, dice, debe entender que no hay “30 alumnos y 2 con discapacidad”, sino 32 personas diversas, con diferentes formas de aprender y de habitar el mundo.

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