¿Qué significa una columna cultural?

(Por Astor Vitali) Comenzamos hoy la primera columna cultural de la temporada número once del programa periodístico En Eso Estamos. ¿Qué significa esto? Bueno, en primer término, que todos los jueves hasta el fin de temporada pasarán por estas líneas las voces de diferentes artistas y hacedores culturales de Bahía Blanca, el país y, al menos, el continente. Bueno esto ya es una primera cosa. Un espacio radial en el que dialogan las diferentes prácticas culturales.

¿Qué significa un espacio radial en el que dialogan las diferentes prácticas culturales? Varias cosas. Por un lado, que un medio de comunicación asigna un lugar relevante a la cuestión cultural en su programa central. Pero ¿cómo decís, Astor? Si hay programas en los que se difunde la agenda cultural. Exacto. Esta columna no se persigna ante los altares del “momento cultural” habitual de los programas que sería, a su vez, el momento “para distender”. ¿Cómo? ¿La cultura para distender? Así como lo oís. Y claro que así como lo oís porque no suele escucharse otra cosa que: “buuuueno, después de un rato de mucha información dejamos la parte seria del programa y pasamos a habar de cultura/la agenda/el entretenimiento/con artistas?

Madre de todos los dioses he aquí el fracaso de tus frutos: el periodismo en general encuentra lo serio en noticias intrascendentes y en sus segmentos culturales el momento para relajar las neuronas. Esto explica bastante. Por ejemplo, ningún periodista se atrevería a poner como título principal de su programa la publicación de un libro salvo que (y sólo que) –por cuestiones difíciles de determinar- el recorrido de ese libro y de su autor resultaren por ejemplo ser beneficiarios de la simpatía Nobel y entonces otros diarios de otros países reconozcan a ese escritor y pase por portales y programas de otros lares y así, unos veinte años más tarde –promedio- de la edición del mencionado libro, entonces ese periodista dirá: “¡urgente! ¡Importante! Destacado bahiense recibe el Nobel y obtienen reconocimiento internacional”. Y hasta capaz entonces ojee la solapa del libro que, durante los veinte años anteriores, despreció.

Así funciona más o menos todo el vínculo de los medios de comunicación y éste es el lugar que ocupa la vida cultural en los productos que confeccionan dichas empresas.

¿Qué pasaría si la cosa fuera al revés? ¿Qué ocurriría si en cada medio alguien se tomara el trabajo al menos de pensar qué ocurre en su comunidad en materia cultural? ¿Por qué algo tan elemental está tan desdibujado en el horizonte errático de los empresarios de medios (con perón de la expresión)?

Decir esto es dar sentido a una frase que -de tan repetida- ve paulatinamente desdibujada la profundidad de su sentido: no es lo mismo cultura que entretenimiento. No es lo mismo porque hablar de cultura no es hacer referencia a la última serie de la multinacional Netflix (lo cual es hablar de industrias culturales) o repetir la agenda publicada de actividades de “ocio” o “esparcimiento”. Hablar de cultura –para nosotros- tampoco es señalar los hechos destacados (¿destacables por quiénes?) de los saberes eruditos. Hablar de cultura es dar cuenta de las producciones simbólicas concretas elaboradas en la época que al cronista le toca atravesar, dado que se trata de periodismo cultural.

En otras palabras, decir que tal día a tal hora habrá tal espectáculo y que la vas a “pasar re lindo” y te vas a “divertir” porque está “re bueno” frente a un micrófono no es dar cuenta de las múltiples dimensiones que constituyen la hechura de un suceso cultural. Por ejemplo: ¿qué está pensando el artista/colectivo artístico? ¿Con quiénes está dialogando una obra determinada? ¿Dentro de qué prácticas artísticas-culturales se inscribe? ¿Quién lo edita? ¿Se autoedita? ¿Por qué? ¿Por qué elegir tal reggie, cual director, actor o escenógrafo? ¿A quién le habla? ¿Qué problemas plantea? ¿Qué problemas atravesó durante el proceso creativo? ¿Cómo es la vida de quien nos presenta su propuesta? ¿Qué propone? ¿De qué se alimenta? ¿Tiene la economía resuelta? ¿Cómo se imbrica en los problemas simbólicos que plantea su contemporaneidad?

De estas cosas intentaremos ocuparnos en la presente columna tal como lo hacemos desde hace muchos años a esta parte.

Aquí una segundo aspecto para retener: esta columna oficia también de testimonio de los asuntos culturales de su tiempo. Cuando para otras propuestas la agenda lo es todo aquí la abrimos y la estrujamos para dibujar con los hilos de su tinta unas figuras que representan lo que ocurre en la sociedad actual en materia cultural. Un testimonio es también forjar documentos para la posterior lectura histórica de los acontecimientos. Para nosotros es muy grato que este espacio sirva para construir ese relato. Es decir, para nosotros es muy grato que este espacio sirva.

Por último, esta columna se ocupa de los asuntos específicos de la cuestión cultural a modos de crónica y de diálogo a través de entrevistas pero también se detiene en señalar el contexto político en el que se desenvuelven sus actores: no hay traslado lineal de un contexto histórico hacia una práctica cultural pero tampoco hay arte sin sujeto histórico y –guste o no a mis amigues posmodernes- los y las artistas son parte de un cuerpo social que siempre disputa por intereses económicos, políticos, ideológicos y, en última instancia, partidarios (con la válida excepción de la práctica anarquista, siempre posible en tanto existen posturas políticas).

Sobre este particular iban a versar estas líneas: la espantosa situación a la que la gestión de Morena Llanca Rosselló, directora del Instituto Cultural, está sometiendo a miles de trabajadores y de trabajadoras de la cultura en la ciudad y cientos de miles de ciudadanos y de ciudadanas en tanto sujetos de derecho al acceso a la cultura. Vale señalar lo evidente: la topadora Rosselló (para que quede claro, dejo constancia en esta primera columna que el término topadora se utiliza en su más puro sentido destructivo, jamás en el sentido de capacidad de trabajo puesto que no se le conoce una iniciativa de gestión exitosa –revisar gestión en Educación y la actual en cultura y confrontar un documento uno al menos que pruebe lo contario en caso de no coincidir por favor, gracias-) es, junto con el intendente Héctor Gay que la apoya incondicionalmente, la responsable de no ejecutar el presupuesto que tiene votado el ejecutivo y también es responsable de no utilizar fondos de partidas cuyo carácter de recurso afectado le permitirían hacerlo sin problemas. Para peor, de utilizar el contexto de pandemia, que ha dejado a cientos de artistas sin la posibilidad de trabajar, para aplicar el nefasto (no) plan que había presentado el año pasado basado en dos simples cosas: 1) eliminar todas las ordenanzas municipales que han sido producto del consenso entre la comunidad artística y las diferentes fuerzas políticas para barrer con el Fondo Municipal de las Artes, el Consejo Cultural Consultivo, los Espacios Culturales Independientes, la financiación a los eventos que organiza la comunidad a través de su partida especial; 2) reducir la gestión cultural a la administración de redes sociales y una “plataforma” para poner links de las cosas que ya hace la propia comunidad. Este es el plan. No hay más. No te sorprendas. ¿Dicho en criollo? Derribar todo al carajo, para ser más claros. A esta altura no hay mucho que explicar. Todo está respaldado por su respectiva documentación para quien quiere conocer de qué se trata.

No hay más que decir. El oficialismo hace lo que quiere y a la oposición ni siquiera le permiten elevar proyectos porque no dan los votos para tratarlo. Y ahí se terminó la calesita democrática. Desenchufaron la calesita y si querés otra vuelta mandales un mensaje por IG.

Como contrapartida y afortunadamente, las organizaciones sindicales y los espacios de representación como el Consejo Cultural Consultivo gozan de muchos años de construcción democrática de consensos y un plan de acción que va más allá del sorteo de chicanas. Marginalmente, siempre existe alguna persona que otra dispuesta a tomar el discurso de los poderosos: cuando un patrón dice que el sindicato no representa a los trabajadores se sabe y es lógico que intenta debilitar la herramienta que lo puede poner en jaque. Cuando un trabajador (que no ha pisado una asamblea y repite como autómata el discurso de su opresor) dice lo mismo que su patrón… Pero no representa una fisura frente a la unidad colectiva obtenida.

Rosselló en cambio apenas pudo forzar un encuentro por Zoom con poco más de 20 personas (a las que les chantó la foto y publicó en redes) en el cual no estableció ninguna medida concreta. Fue para “escuchar opiniones”. “Estamos pensando (están pensando) en monetizar Cultura en Casa”, esbozó, apenas. Una reunión incómoda de la que participaron algunos artistas en actividad que plantearon cuestiones de sentido común y, por otra parte, el oficialismo debió invitar a profesionales de otras áreas que se jactaron de “no vivir de la cultura”. Es decir, la funcionaria no tiene casi contacto con trabajadores de la cultura y hacen estas pantomimas para el twitter. Lamentable, pre-político.

Una preocupación y una tranquilidad.

Preocupación: el plan de destrucción busca ir hasta los huesos y el estómago de sus ejecutores les permite tolerar la putrefacción de los cadáveres que van dejando a cuestas.

Tranquilidad: los espacios de participación ciudadanos y de representación de trabajadores y de trabajadoras de la cultura han hecho enormes esfuerzos por garantizar metodologías democráticas y la honestidad de sus referencias.

Más o menos de estas cosas va esta columna, todos los jueves a las once menos veinte durante el programa En Eso Estamos por FM De la Calle.

¿Vos qué pensás?