“Tenemos que pensar en una matriz energética con menos gas y mayor red eléctrica”
Hernán Scandizzo, integrante del Observatorio Petrolero Sur -OPSur-, conversó con FM De la Calle en el marco del Encuentro de Comunidades Costeras propiciado por asambleas socioambientales de Bahía Blanca, Necochea, Mar del Plata, Miramar, Las Grutas.
Mientras el gobierno nacional avanza con el proyecto de instalar plataformas off-shore para la explotación petrolera, distintas voces provenientes de ámbitos académicos, sindicales o activistas se alzan para advertir del riesgo ambiental y energético que conlleva el sostenimiento de una matriz altamente dependiente de energías fósiles.
- Si bien desde el gobierno apelan a un discurso que expresa preocupación por lo ambiental, al mismo tiempo impulsan proyectos como la actividad petrolífera offshore. ¿Qué expectativas tiene el gobierno con esta explotación?
Siempre se habla de que en Argentina no hay políticas de Estado, pero en torno al impulso a la actividad offshore sí lo hay. En un pasado reciente con la creación de ENARSA por parte de Néstor Kirchner, que tenía como objetivo explorar el potencial en el Mar Argentino. Con la decisión de tramitar ante la ONU la delimitación de la plataforma continental con la intención de tener un ordenamiento de los límites. Que el macrismo después haya avanzado con todo el marco de las concesiones es consecuencia de todo lo anterior. También durante el segundo gobierno de Cristina Fernández se reformó la Ley de Hidrocarburos y, además de dar beneficios a la actividad no convencional, se incluyó a la actividad offshore.
Hay un acumulado de varios años en el pasado reciente donde encontramos una decisión de ampliar la frontera hacia el mar en un momento particular donde a nivel mundial se está padeciendo la crisis climática y se está hablando de los combustibles fósiles como una de las causas del calentamiento global.
“Lo que vemos por parte del Estado argentino es una política de transformar a la Argentina en proveedora de energía en un contexto en que la ventana de oportunidad se estaría cerrando, buscando rentabilizar todo lo que está en el subsuelo de manera urgente”.
“Incluso el debate que hoy se está planteando en Europa a partir de la situación en Ucrania, que tiene un trasfondo energético muy claro, es que hay que revisar cómo nos vamos a abastecer de energía sin descuidar el tema climático porque es apremiante”.
“El escenario es complejo porque hablan de profundizar la extracción de fósiles para garantizar la transición, pero hay que tener en cuenta que Argentina desde el descubrimiento del yacimiento de Loma la Lata a fines de la década del 70 dio un salto muy significativo. Antes de este yacimiento había una participación de los hidrocarburos en la matriz energética global similar a la de ahora, es decir, casi un 90% de dependencia hacia los combustibles fósiles con preponderancia del petróleo y cerca de un tercio del gas. Esto se revierte a partir de Vaca Muerta. Hoy más del 50% de las fuentes primarias de la Argentina la compone el gas, luego el petróleo y después van apareciendo la nuclear, el carbón, las renovables, pero Argentina tiene una fuerte participación del gas a diferencia de lo que sucede en otros países donde el carbón o los líquidos tienen un peso mucho más alto”, dijo Scandizzo.
El especialista agregó que “si estamos planteando descarbonizar la matriz energética argentina, tenemos que incluso pensar en el abandono del gas por otras fuentes”.
“Se está hablando de la inversión en el gasoducto ‘Néstor Kirchner. Se tendría que pensar en esos términos para extender la red eléctrica que hoy está colapsada. No se puede proyectar más generación de energía renovable porque no se puede distribuir, porque la red de transporte está colapsada, hay que invertir estratégicamente en ello”.
- De avanzar el proyecto de exploración offshore, ¿a dónde iría el petróleo que se extraiga?
Ahí comienzan a aparecer distintas cuestiones. Por un lado, está ese sueño de transformar a la Argentina en exportadora de hidrocarburos, esto se barajó muchísimo con Vaca Muerta, donde se piensa en la producción de dólares.
Estas otras formas de extender la matriz fósil es la que se pretende instalar con el argumento de que, por ejemplo, a partir del gas que se extraiga de Vaca Muerta podríamos producir hidrógeno azul mediante la transformación del metano en hidrógeno, vendiendo entonces derivados que no emiten carbono.
Scandizzo explicó que de esta forma “se busca hacer más verde la explotación fósil pero lo que pasa aquí es que cuando uno hace la tasa de retorno energético que tienen todos estos procesos, es decir, toda la cantidad de energía que se invierte en extraer los hidrocarburos mediante la exploración montajes de plataformas de perforación, luego el proceso de transformación de ese metano en hidrógeno. Si uno se pone a descontar el equivalente de cuantos barriles de petróleo se ponen en todo eso, la cuenta no cierra desde el punto de vista del derroche energético y la cantidad de emisiones durante el proceso”.
- Con respecto al impacto que tiene el gas en los consumos energéticos del país, ¿cuánto más puede proveer Vaca Muerta?
En términos de explotación no ha avanzado en porcentajes prospectables. No ha avanzado más del 15 o 20%, incluso recién se está avanzando en Mendoza.
Si la decisión tuviera que correr por esos parámetros, queda mucho, de hecho demanda cada vez más infraestructura. Obviamente el gasoducto no solamente ampliaría la capacidad de transporte del gas, sino que ampliaría el horizonte de producción ya que hoy muchos proyectos no se ponen en marcha porque no hay como transportar. El tema infraestructura es crucial, por ello se está pensando en traer en camiones el crudo desde Neuquén a Puerto Rosales.
Lo que se ve aquí es que en todo lo que es infraestructura hay una falta de planificación importante, no solo en el sector fósil, en las eléctricas también, por ello no se pueden extender las renovables. Hay una visión fragmentada de cómo se abordan los proyectos, y eso es lo que muchas veces los ralentiza.
- ¿Con el gasoducto cuál es la disputa?
Uno no está al margen de la sangría de dólares que año a año se produce con todo lo que es la importación de GNL –gas natural licuado-, y que con el escenario de la guerra el incremento de la demanda genera presión sobre la economía en general, ni de la importancia que tiene la energía en el desarrollo productivo de un país.
Sin embargo, por un lado se plantea la extensión de la gasificación del país, del consumo directo de gas de las redes domiciliarias que es algo que se podría trabajar de otra manera incrementando la participación de la energía eléctrica con su consumo directo, generando la electricidad desde diferentes fuentes, no sólo desde los combustibles fósiles.
Entonces, se piensa en reducir la dependencia al gas importado, pero no se están buscando variables para reducir la dependencia al gas. El tema es que planten las discusiones desde la urgencia y ahí sí el país tiene necesidad de divisas, se está gastando plata que no tiene y debería destinarse a cuestiones de orden social. Ahora, no pareciera que en simultáneo se esté buscando debatir sobre lo importante y las proyecciones a futuro.
Argentina tiene niveles de consumo directo con cierto derroche y una cultura que naturaliza ese mal uso. En Chile y otros países el consumo tiene otra característica.
No todos los países tienen acceso a los combustibles fósiles y deben importarlos, entonces le dan otra participación a lo eléctrico dentro de la matriz energética.
- ¿Qué contestarías al gobierno respecto a sus argumentos de la necesidades energéticas y de entrada de dólares?
Analizando los planes que se dieron durante el macrismo, y anteriormente también, estuvieron dirigidos más hacia sectores corporativos, sean empresas extranjeras o que ya participaban en el país, donde tanto las empresas estatales e incluso las cooperativas eléctricas tuvieron una participación muy baja. Entonces, desde el Observatorio estamos intentando pensar en otras formas de generar energías, pero con otros actores. Aún con todos los matices que tienen las propias empresas públicas estatales como YPF que funcionan de forma corporativa.
“Reivindicamos a YPF como una herramienta para la transición, aunque la actual YPF es una empresa que se comporta como cualquier otra empresa de orden capitalista más allá de la participación mayoritaria del Estado y con muchas cooperativas pasa parecido”.
“Creemos que desde lo estatal hay que avanzar hacia lo público donde se den otros tipos de participación de la comunidad. Creemos que lo cooperativo cumple un rol muy importante”.
Y agregó que “parte de la preocupación que tenemos en el Observatorio es cómo hacen las organizaciones sociales, campesinas e indígenas para participar de la discusión respecto a la matriz energética y al acceso a la energía como un derecho. Actualmente esto no es una discusión para amplios sectores de la sociedad”.
El Atlanticazo en perspectiva histórica
Scandizzo planteó que “no se puede ver este movimiento del Atlanticazo escindido de todo el protagonismo que ha tenido el movimiento socioambiental, con toda la diversidad que engloba de organizaciones, asambleas y procesos, desde lo que paso en diciembre de 2019 en Mendoza en defensa de la Ley 7722, las distintas luchas que se dieron en Chubut en defensa de la 5001 y luego el Chubutazo del último verano y esos niveles de movilización a pesar de la represión, también en Tierra del Fuego la movilización que impidieron la instalación de las salmoneras”.
“De allí va surgiendo el Atlanticazo, que marca una diferencia muy importante con respecto a la movilización contra el fracking de los años 2012 y 2013 donde una parte importante de la movilización apuntaba contra la alianza estratégica entre Chevron e YPF. Para sectores del nacionalismo popular, el problema era más bien Chevron que el fracking. Aquí con el Atlanticazo hay una crítica esencialmente socioambiental. Es decir, se observa que en estos 10 años que han transcurrido entre un movimiento y otro hubo un desarrollo con otras perspectivas, aunque la dirigencia no siempre esté dispuesta a oír, y se intente caricaturizar e infantilizar la crítica socio ambiental”.
El investigador destacó que “pasó también con la lucha feminista que en otra época era considerada como una demanda de segundo orden, se la denigraba como una demanda pequeño burguesa y hoy ninguna de esas personas que realizaban esas críticas hace 10 o menos años se animaría a hacerlo, no necesariamente porque haya cambiado su forma de ver el mundo, sino más bien por el costo político. Esperamos que pase lo mismo con la lucha socioambiental y que en unos años se sonrojen con las declaraciones que algunos hacían”.