DesUberizar la vida

(Por Astor Vital) La Sala III de la Cámara de Apelaciones en lo Penal, Contravencional y de Faltas de la Ciudad de Buenos Aires resolvió que la actividad de la empresa Uber en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no constituye una contravención en la causa por “uso indebido del espacio público con fines lucrativos”. Firmaron los jueces Sergio Delgado, Jorge Atilio Franza y José Saez Capel.

Sin embargo, el gobierno porteño destacó que la sentencia no estipula la legalidad del servicio que presta Uber porque “está regulada bajo dos modalidades, taxi o remis, y el incumplimiento de esas normas es una infracción”.

Por estas horas pudieron leerse y escucharse voces celebrando la “modernización” del sistema de transporte en la Argentina. Yo no me subo a Uber. No me subo a ese viaje.

Uber representa una filosofía autoflagelante. Las personas por voluntad propia se someten a un sistema que no les aporta nada y les quita recursos. El conductor debe poner su auto y hacerse cargo de todos los gastos a cambio de funcionar bajo la aplicación. La empresa les retiene el 25 por ciento de obtenido por su trabajo.

Hace años las corporaciones trasnacionales trabajan en una intensa lucha contra los derechos laborales. Hay ejércitos completos de vendedores totalmente precarizados que reciben mercaderías (perfumes, electrodomésticos, otros) y, sin garantía salarial, trabajan full time para rendir pleitesía a un sistema de ganancias que te trabaja el bocho con la idea de “cada no es bueno porque quiere decir que, estadísticamente, estás más cerca del próximo sí”. Sólo poniendo las mercancías, sin garantizar absolutamente nada, las empresas se llenan de recursos y si vos te quebrás una pata o lo que sea: andá a cantarle a Gardel.

La responsabilidad de todo recae en el vendedor que, claro está, según estos traficantes del trabajo, no sería un trabajador sino un emprendedor.

Pero además de todo esto, con la aparición de las aplicaciones, cualquier usuario de estos “servicios” puede dejarte fuera de juego a través de la “calificación” a la que está instado a realizar por la empresa (que supuestamente no contrata trabajadores y, por lo tanto, no debería promover su calificación). Cada clic es puede abrir las puertas del fantasma de perder el (no) empleo.

Estas técnicas exacerban las más miserables acciones humanas en la carrera de la competencia capitalista. Si antes “el cliente siempre tenía la razón” ahora directamente el trabajador precarizado carece de toda voluntad que no sea la de someterse a un sistema perverso de control social.

Como si esto fuera poco, los usuarios caen en el más banal de los pensamientos: “tomo Uber porque llega más rápido”. Es decir, el único elemento por el cuál uno decidiría qué sistema de transporte público de pasajeros debería ser prioritario para una sociedad no es otro que el más estúpido de los seudo beneficios personales a cortísimo plazo. No importa si con eso se cae la reglamentación laboral, los derechos de miles de taxistas y remiseros. No importa. “A mí me llega más rápido”. Increíble.

Pero además de auto flagelante y oportunista, la actitud de fondo es suicida. Porque todo trabajador y toda trabajadora debería al menos intuir que cada paso dado en favor de la precarización laboral es un paso propio hacia el abismo que puede arrastrarnos a todos a vivir bajo regímenes laborales inhumanos en los que nadie tenga derecho a nada más que someterse a trabajos en los que la única norma es la auto explotación en beneficio de empresas que no invierten y que no nos cuidan.

Tomate un Uber… Dale. Es un viaje sin escalas hacia tu próximo desempleo. Sin duda, vas a “llegar más rápido”.

 

Foto: La 5taPata