“No sé dónde está el cuerpo de mi hermano”
“Quiero recuperar el cuerpo y darle una sepultura en mi pueblo. Toda la familia Cortéz nos estamos muriendo, entonces por lo menos traerlo para darle alguna forma de sepultura”, declaró Mario Félix Cortez, hermano de José Antonio, fusilado en 1977 a los 22, a manos de la Policía Bonaerense. Su cadáver aún permanece desaparecido e integra la lista de más de 300 víctimas de la Megacausa Zona 5.
José Antonio era oriundo de San Ramón de la Nueva Orán, Salta. Era el séptimo hijo de una familia obrera, su padre era carpintero y trabajaba en el ingenio azucarero San Martín.
Llegó a la ciudad para estudiar Ingeniería Química en la Universidad Nacional del Sur y militó en la Juventud Universitaria Peronista. “La llegada de mi hermano a Bahía Blanca era un hito importante en nuestra familia porque era el primer hijo de obreros que lograba llegar a la universidad”, testificó Mario ante el Tribunal Oral Federal.
La familia Cortéz es oriunda de Salta. “La llegada de mi hermano a Bahía Blanca era un hito importante en nuestra familia porque era el primer hijo de obreros que lograba llegar a la universidad”, dijo.
— FM De la Calle (@FMdelaCalle) February 16, 2023
El 5 de febrero de 1977, un grupo de efectivos del Ejército y de la policía intentó interceptar a Cortéz en la vía pública. Tras buscar refugio en una obra en construcción, el joven fue fusilado.
El testigo pudo identificar al represor Julián Oscar “Laucha” Corres. “Se había infiltrado en la universidad y era de los servicios de inteligencia el Ejército. Corres se lo llevó a Rubén (Cerdá) y a su compañera. Rubén está desaparecido”.
El genocida murió impune en agosto de 2011. Mediante testimonios se supo que participó de operativos “antisubversivos”, realizó tareas de infiltración propias de la especialidad de inteligencia y actuó en el centro clandestino de detención “La Escuelita”, donde integraba las guardias, siendo uno de los jefes al tiempo que ejecutaba sesiones de torturas e interrogatorios a las víctimas cautivas.
Por otro lado, según consta en las actas judiciales, el subcomisario de la Policía Bonaerense, Oscar Alberto Leiva, ordenó que se enterrara el cadáver de Cortéz como NN en el cementerio local. Pese a la búsqueda familiar y las pericias judiciales nunca se pudo hallar el cuerpo.
“Yo no sé dónde está el cuerpo de mi hermano. Sé que hay un predio cerrado donde tiraban todos los cadáveres que no quería que los reconozcan. Después de 46 años seguimos llorando todos, queremos el cuerpo para darle sepultura y para darles tranquilidad a los familiares que tuvieron tanto sufrimiento”, dijo el testigo.
Mario contó que su hermano era “una persona muy especial, muy soñador, muy idealista. Las convicciones eran importantes porque en un momento de dictadura siempre defendimos la democracia, a veces los miraba a los compañeros, muchachitos de 16 años, y era para sacarse el sombrero”.
Declaró que “cuando empiezan a pasar a la clandestinidad, su nombre era Martín, por Martín Miguel de Güemes. Luego se cambia de nombre y comienzan a decirle Rudi. Rudi fue un compañero secuestrado y que fue muerto en La Escuelita de Famaillá”.
“Yo conocí la personalidad del personal militar de la Marina, secuestro de niños, vuelos de la muerte, abuelas secuestradas. Entonces, yo pregunto, ¿en dónde se educó esta gente? ¿Cómo serán en su casa? ¿Qué paz pueden tener a partir de que hayan pasado por todo eso?”, finalizó.