Dar trabajo

(Por Astor Vitali) A partir de la sanción de la Ley de Teletrabajo, comenzaron levantar la voz las voces que dicen lo que siempre dicen: “los que damos trabajo no podemos llevar adelante nuestros proyectos en este país”. Una de las voces más altisonantes fue la del empresario Mario Pergolini, quien sostuvo, dirigiéndose al congreso: “ustedes son unos imbéciles. En serio, son un grupo de imbéciles. Ya a esta altura creo que son hijos de puta en lugar de imbéciles. La verdad: hacen todo lo posible para que la gente no dé trabajo”.

¿Qué plantea la normativa? Cuestiones de sentido común como que quienes trabajan bajo esta modalidad tengan los mismos derechos y obligaciones que quienes lo hacen de manera presencial, que pasar de la modalidad presencial a la de teletrabajo debe ser con acuerdo voluntario de quien trabaja, que existe la reversibilidad de una forma de trabajo a la otra, que la remuneración no sea inferior a la que se percibía de manera presencial, el derecho a la desconexión para garantizar una jornada máxima, que los horarios sean compatibles con quienes lleven adelante tareas de cuidado, que el empleador deberá proporcionar el equipamiento y el soporte necesario para el desempeño de las tareas -o que se compense a quien trabaja si lo obtiene él mismo por la compra de estos elementos-, la compensación de gastos que puede generar llevar el trabajo a la casa, y la ratificación de otros derechos como capacitación así como el ejercicio pleno de derechos sindicales y la protección de datos personales y de su intimidad. La norma comenzará a regir a partir de los 90 días luego de la finalización del periodo de vigencia de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio.

En términos generales, lo que plantea esta legislación es que quienes trabajan gocen de sus derechos por llevar adelante una tarea que resulta necesaria para que una empresa pueda llevar adelante su actividad. Es decir, hasta aquí, más o menos se trata de no retroceder en materia de derechos laborales.

Ocurre que los empresarios del siglo XXI, tan orientados a pensarse como el futuro, tienen tendencias a pensar en tecnología de futuro con reglamentación laboral del pasado. Son medievales. Y los son porque buscan producir bienes y servicios para quienes tienen la capacidad adquisitiva para consumirlos a través de mecanismos laborales que no les generen ningún compromiso con quienes trabajan en sus empresas. Es la doble vara del pensamiento oportunista: libertad para la empresa y semi-esclavitud para el trabajo.

Su mentalidad es totalmente reaccionaria porque se asumen como el sector social que “mueve la economía” y se piensan como “generadores de trabajo”. Ellos son los que “dan trabajo”. En rigor, en economía lo que existen son necesidades y hay tareas que realizar (trabajos) para la obtención y procesamiento de recursos que devienen servicios o bienes. Si la forma en que se da es capitalista o asociativista son dos mangos aparte. Es decir, los trabajos deben realizarse para morfar, tener agua, en fin, vivir.

Me voy a dirigir al empresariado argentino: quienes dan su trabajo son quienes lo realizan. ¿Cómo es esto de que “das trabajo”? Vos lo que hacés es contratar a alguien para que lleve adelante una tarea (trabajo) que es necesaria, imprescindible, esencial para que tu empresa desarrolle su actividad y a cambio de ello, en Argentina, pagás un salario módico, muchas veces inferior a lo necesario para llevar adelante una vida digna, pesificado y con legislación laboral que ya fue flexibilizada durante los años noventa. Vos necesitás de ese trabajo que hacen otros -que reciben poco- para obtener los resultados que esperás. En síntesis: no das trabajo, recibís el beneficio de los trabajos que realizan laburantes y con eso facturas.  A cambio, pagás una suma fija nimia. En buena medida además, en negro.

Vamos a otro tipo de empleos. Los que “dan trabajo” por ejemplo doméstico. Lo que te pasa a vos es que no querés agachar la espalda para limpiar la mierda del inodoro. No das trabajo, alguien realiza una tarea que vos no querés hacer y por esa tarea –salvo que reivindiquen el esclavismo de manera explícita (no se animan)- pagas una retribución, muchas veces miserable.

No das trabajo. Te beneficiás del trabajo mal pago que realiza otro por una tarea que no querés o no podés hacer. Porque si no la podés hacer por falta de tiempo y entonces contratás, muy bien, pagá por el servicio lo que corresponde. Pero no te engañes en el asado del domingo con tus amigos diciéndote que sos muy buena gente y luchas contra la pobreza porque le “das trabajo” a María que, pobrecita, no llega a fin de mes. Porque a María no le regalás nada. Le pagas por un servicio. Así como querés que te paguen a vos por los servicios que da tu empresa o, como te gusta decir, tu emprendimiento. Muchas veces, María también hace cosas por las que no le pagás, como criar a tu prole, por ejemplo.

Y si no llegás a pagar todo y te cuesta porque sos PyME y estás complicado. ¿Por qué no te la agarrás con el modelo de concentración de la riqueza que está dado para que las grandes empresas hagan más o menos lo que quieran y a las PyMES les cueste despegar? ¿Por qué pensás que el problema está en las “cargas laborales”?

Capaz que no te da el piné para ser empresario. Capaz que no sos tan bueno en los que hacés pero te la agarrás con el que labura y recortás por ahí. Capaz que lo que tenés que hacer es laburar.

Tenemos un serio problema conceptual. Los únicos que “dan trabajo” son quienes trabajan.

Dicho esto, habría que pensar en por qué no cierran los números. Por qué se quejan los empresarios que se quejan de que no se puede crecer en el país. De Martínez de Hoz hasta aquí, más o menos se encuentra la razón en un gran empresariado prebendario que fustiga al estado pero vive de él. Empresariado que no invierte y recibe subsidios.

Pero si hablamos del gran empresariado, hablamos de que los números no cierran porque la guita que falta está en sus propias arcas. Basta con analizar cómo en plena pandemia, los Galperines duplicaron sus fortunas y a la vez se llenan la boca hablando de que “dan trabajo”.

¿Qué trabajo quieren cuando hablan de modernizar? Un trabajo sin derechos laborales. Por ejemplo, un trabajo en el que el dueño recibe la paga y vos que trabajas distribuyendo te comprás la bici, te pagás el celular, el uniforme, la cajita infeliz, y a otra cosa. Quieren un sistema de trabajo sin obligaciones patronales, sin regulación, en el que la vida de millones que trabajan no vale nada, no está asegurada, no tiene perspectivas de crecimiento, no se rige por normas que respeten sus derechos básicos. Ah, eso sí, también quieren que “te pongas la camiseta” de la empresa porque “somos una gran familia”. Hay que ser verdaderamente jodido y cínico. Lo son.

El empresariado ha salido a decir: “esto (la ley de Teletrabajo) no alienta la creación de nuevas fuentes laborales”. ¿Qué es lo que les desalienta? La regulación de una modalidad de trabajo sobre la que forjaron parte de su riqueza. En Argentina, hace más de quince años.

Esta no es una ley de fomento, es una de regulación. Lo que no quieren estos tipos (y digo explícitamente tipos porque en general hablamos de varones) es que se planteen los derechos laborales porque la guita la sacan de quienes dan su trabajo. Lo que quieren es que trabajes pagándote tus propias herramientas de laburo, que estés a disposición las veinticuatro horas, que hagas de cuenta que no es relación de dependencia, que te sientas “parte de la empresa” pero que no participes de sus ganancias, que ellos no paguen más por todo lo que implica un lugar de trabajo y que vos te pagues los gastos haciendo tu propio lugar de trabajo (trabajando para beneficio de ellos). No es un debate nuevo: la desregulación del teletrabajo fue la oportunidad para que muchos empresarios se hayan beneficiado con un sistema que, en ocasiones, es esclavista.

Si alguna crítica cabe a la ley votada, es en aquello que se queda corta en materia de protección de derechos. En este sentido, hay que prestar mucha atención a la reglamentación en función de la capacidad de lobby que ese empresariado tiene.

No caben dudas: les jode profundamente la protección de derechos laborales porque no les cierra su modelo empresarial si no es a través de la superexplotación laboral. Te dicen “en otros países la regulación es menor”. ¿Es una competencia a ver quién tiene menos derechos?

Son quienes son, por el trabajo que otros realizaron de una manera totalmente precaria. De fondo, los que dicen que no pueden “dar trabajo” a partir de esta ley, deberían ir a laburar.