Entre el dolor y la furia (II)
(Alfredo Grande) Siempre intento diferenciar, y casi siempre lo logro, entre crítica y reproche. La primera es una interpelación a una idea, una conducta, una decisión. Interpelar es el intento de colocar una alternativa, una diferencia, donde aparece lo único y lo idéntico. Aquellos que son adoradores de “lo único”, sea el pensamiento, el sentimiento, el dios, el partido, el líder, ven en la crítica un peligro letal. ¿Y si lo único fuera el resultado de haber exterminado lo diverso? Como dijera Gregorio Baremblitt, el Universo no es único: es un Poliverso.
En la infinitud choca todo intento de unificar, condensar, apelmazar, compactar. Lo infinito no es solamente el tiempo espacio. Lo infinito es también la lucha de clases, porque siempre habrá clases que luchan. Pero lucha no es matanza. Para la cultura represora, sí. Matanzas, exterminios, saqueos. Así luchan los cobardes, los soldados y oficiales de todos los imperios. El extremo límite de todo partido político es ser el único partido. Pocos pueden, pero todos lo intentan. La alternancia es apenas un pacto perverso para que haya dos “únicos” para que en su alternancia hagan el “Único”. O sea: el modo de producción capitalista. Donde consumo es despilfarro y donde la producción es explotación laboral, que algunos llaman productividad.
“No es buena idea dejarse morder por una serpiente
para averiguar si es venenosa.”
(Aforismo implicado A. G.)
El correlato de lo único como burro de batalla es la idolatría de El Estado. En singular y mayúsculas como debe ser. Ni siquiera podemos discutir qué estado, para quién el estado, qué nos da y qué nos quita el estado. Cuando el fundante no asoma a la superficie, todo lo que se discute no es lo que es importante discutir.
En los 60 y 70 luchábamos por diferentes “patrias”. La Patria Socialista llevó la peor parte. No sólo por ser arrasada, sino porque sigue cargando con la culpa histórica de la lucha armada. Pero fue la batalla de todas las batallas. No era fondo de pantalla. Era la pantalla. Con la compilación, edición y co-autoría de Vicente Zito Lema, Ediciones La Llamarada publicó “Trelew: una ardiente memoria”. Se presentó en “Barbecho”, centro cultural que coordina Oscar Mongiano. Vicente me pidió que hablara para hacer una semblanza de este libro necesario. Escribí uno de los capítulos, “Socialismo y Barbarie”.
Leer este libro nos ubica en el exacto tiempo y espacio que no podemos abandonar, porque nuestros hermanos nos preguntarán por qué los hemos abandonado. Olvidar nombres es también una forma del abandono que no acepto. “Carlos Astudillo, Rubén Pedro Bonet, Eduardo Adolfo Capello, Alberto Carlos del Rey, Mario Emilio Delfino, Alfredo Elias Kohon, Clarisa Rosa Lea Place, Susana Lesgart, José Ricardo Mena, Miguel Ángel Polti, Mariano Pujadas, María Angélica Sabelli, Humberto Suarez, Humberto Adrian Toschi, Jorge Alejandro Ulla, Ana María Villareal de Santucho, Alberto Camps, Ricardo René Haidar, Enrique Gorriarán Merlo, Domingo Menna, Marcos Osatinsky, Roberto Jorge Quieto,Mario Roberto Santucho, Fernando Vaca Narvaja, Víctor Fernández Palmeiro, Mario Abel Amaya, Rodolfo Ortega Peña. Algunos pudieron fugar, otros fusilados en la base Almirante Zar, otros por la triple A, algunos por la dictadura genocida. En esas décadas, la crítica no era convencional, era fundante. Era crítica revolucionaria. Como toda crítica debiera ser. Y la cultura represora reprochaba y castigaba ese intento de crítica necesaria. Si es dolorosamente cierto lo que Marx señala que “el peso de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”, no es menos cierto que también oprimen el cerebro de los vivos las palabras nefastas de las derechas.
“En la cultura represora, sólo podemos elegir
entre el malo conocido y el malo por conocer”
(Aforismo implicado A. G.)
El ministro de trabajo Otero en pleno lopezreguismo decía de la Juventud Trabajadora Peronista: “de juventud tienen algo, de trabajadores poco y de peronistas nada”. El burócrata firmó la sentencia de muerte de esos jóvenes. A más de 40 años de esa heroica lucha, nuestras izquierdas, más separadas de lo conveniente, también tropiezan, aunque no siempre, con la tentación de ser la “única izquierda”.
La monogamia nunca es buena consejera y en política es suicida y homicida. Sectarismo, mesianismo, macartismo, iluminismo, personalismo, son la práctica permanente de todas las derechas. Pésimo camino para intentar la unión en las luchas. Hoy tenemos una militancia social libertaria y rebelde sin expresión partidaria. Los partidos parten. Algunos porque se van, otros porque dividen y a veces se dividen. La próxima final del Gran Torneo Electoral que algunos llaman balotaje, presenciará el cruce de anatemas entre los que votarán en blanco, los que no irán a votar, y los que votarán a Scioli en la fórmula de un hasta hace poco impensable Frente para la Derrota. Las izquierdas no votarán a Macri. Y en esto espero que la vida no me dé sorpresas. No se trata del remanido “cuanto peor, mejor”. Mucho menos de “cuanto mejor, peor”.
El laberinto del fraude hoy tiene su expresión en el balotaje. Hoy 80% del padrón / patrón electoral apoya a las derechas que supimos conseguir. Una serena crítica y auto crítica es necesaria. Cuando se disipen las nieblas de los festejos, los colectivos revolucionarios, autogestivos, libertarios deberemos reunirnos para seguir pensando/luchando es un escenario más parecido al parque jurásico que a un jardín botánico.
Cuando entre el dolor y la furia quedo paralizado, palabras escritas por Vicente Zito Lema me ayudan: “Un libro sobre el 22 de agosto en Trelew nos demanda seguir buscando el destino de nuestras luchas, aun de nuestras derrotas en los pliegues de la misma lucha. Sin tregua nos impulsa a no quedar atrapados por la melancolía que nos hiere, por la soledad que nos detiene, y nos hace rumiar las penas y justificarnos en los fracasos”.
En mi diálogo sin fin con Alberto el “Morla” querido, le digo que con ternura venceremos, porque con esa misma ternura lucharemos. Ternura entre compañeras y compañeros. Ternura es cuidar y cuidarnos. Héroes y mártires nos acompañan. Nunca más estaremos solos. Y el dolor y la furia también serán, aunque no sé cuando, algo que podremos olvidar.
La pintura pertenece a Marc Chagall.