“Mi padre y mi hermano mataban gente”
Daniel Argibay declaró ante el tribunal de Bahía Blanca sobre el accionar de su padre, Jorge Oscar, y su hermano, Pablo Francisco, como jefe operativo y miembro, respectivamente, de la banda local de la Alianza Anticomunista Argentina.
Detalló sus relaciones con Rodolfo ´Fito’ Ponce, la CGT, la Universidad del Sur, el Ejército, el Ministerio de Bienestar Social que conducía José López Rega, la UOM, la CNU de La Plata y los servicios de inteligencia.
“Se iban tarde y volvían a la madrugada, hablaban de lo que había pasado y quién había quedado ejecutado al costado de una banquina o en la misma casa”. Habló del horror que lo persiguió toda su vida: “Me llevó 18 años tramitar ser hijo o tener como progenitor -me cuesta decir padre- a Jorge Oscar Argibay”.
Jorge Argibay murió hace mucho tiempo. Pablo cuando la Fiscalía estaba por presentar su acusación, era director del Instituto de Ciencias Básicas y Medicina Experimental del Hospital Italiano de Buenos Aires e investigador del Conicet.
Con el acompañamiento de sus compañeres del colectivo Historias Desobedientes, hijas e hijos de genocidas por la Memoria la Verdad y la Justicia, quienes siguieron la transmisión online, reclamó que “otras personas tengan una ley que les permita dar cuenta de todo lo que vieron, vivieron y escucharon, aunque sus familiares estén vivos”.
“Antes de la CGT era un metalúrgico ‘normal’”
La familia Argibay llegó a Bahía Blanca en 1964 y se instaló en una casa lindante al V Cuerpo de Ejército. Jorge trabajaba en el sector metalúrgico y mantenía vínculos con la UOM.
“Después empezó a relacionarse con la CGT de Mitre y Rodríguez, a donde a veces también me llevaba siendo niño. Había una ostentación del manejo de armas”. Con el tiempo “el Moncho” se convirtió en uno de los choferes del secretario general y diputado nacional, Rodolfo “Fito” Ponce, y abandonó cualquier otra actividad.
“Hacía las veces de custodio y de una especie de asistente. Estaba relacionado con Chacho Álvarez”, dijo en referencia -probablemente- a Basilio “Chacho” Pérez quien conducía otro Torino negro en el cual se movía el secretario administrativo del gremio. En ese ámbito, Daniel reconoció al “Negro” Mansilla, a Sañudo y a Dodero.
“Los Chisu formaban parte al principio y después recibían indicaciones directas del Ejército”. A Aceituno lo vio en un asado de la Junta Nacional de Granos (JNG). “Mi padre nos llevaba a reuniones, no entiendo bien el contexto hoy desde mi mirada de adulto, pero nosotros escuchábamos y observábamos”.
“Respondían políticamente a lo que ellos autodenominaban Triple A y tenían algún nexo -me consta porque he acompañado a mi padre a Buenos Aires- con el Ministerio de Bienestar Social. En la planta baja, tenía una oficina un señor Gutiérrez con el que iba a reunirse mi papá”.
“Referían que representaban a la Juventud Sindical Peronista, que debía hacerse cargo de una universidad obrera que estaba siendo invadida por células terroristas. Salían a pintar con aerosoles las tres A y algunas otras inscripciones amedrentadoras en las paredes”. Se financiaban con los sueldos de la JNG y de la UNS.
Daniel mencionó que Argibay padre mantenía vínculos con integrantes de la Concentración Nacional Universitaria. Nombró al “Oso” Formigué, un tipo apodado “Cicuta”, “el cabezón Massota” y un joven rubio, de ojos claros al que decían “el alemán”. Se movían en un Falcon Sprint naranja con una franja negra.
De la UOM central mencionó como contacto a Miguel Bernao. Entre los personajes de la seccional bahiense se detuvo en el secretario general Albertano Quiroga, quien se trasladaba en una estanciera amarilla, en Luis Arrechea, “una especie de administrativo con perfil bajo, vinculado a la inteligencia”.
Armas del Estado
Daniel recordó que en una ocasión, estaba llegando a su casa y le llamó la atención un Falcon amarillo con chofer estacionado en la esquina. “Entré y vi al mayor González, un señor de bigotes. A partir de ese día mi padre empezó a tener un arma que antes no tenía, una Ballester-Molina con sello del Ejército. Hacía años que los niños estábamos familiarizados con armas. Antes, él tenía una Colt del mismo calibre 11.25 y la diferencia es ostensible”.
En 1973, con sus compañeros ex alumnos de la primaria juntaban fondos para beneficiar al colegio. Una vez fueron a la UOCRA a pedir una colaboración y Daniel encontró allí a su padre. “Estaba sentado, graciosamente puso su pistola arriba del escritorio, después quiso guardarla en el cajón y se le cayó”.
“Uno de los estribillos de mi padre entre las personas que secuestraba era ‘Haga patria mate un zurdo’. No solo lo comentaba sino que en un par de oportunidades salía tarde a la noche y volvía a la madrugada con un montón de pertenencias, papelería y cosas de valor. Algunas se retiraban para llevarlas a otro lado y algunas se las quedaban como ‘botín de guerra'”, contó.
El testigo relató, a modo de ejemplo, que una mañana su padre lo despertó y le regaló un reloj omega speedmaster que apareció “de la noche a la madrugada”. “Era algo sobredimensionado para regalar a un niño de clase media baja de 12 años”.
Otro de los objetos que quedaron en la casa fue un grabador de cinta con el registro de “un sacerdote que versaba a propósito de derecho canónico”.
El crimen de Watu
“A principios del 75 mis hermanos menores, yo y mi madre nos fuimos a Necochea y mi padre iba y venía de Bahía Blanca en vehículos de la UNS”. Mencionó una F100 blanca, dos rastrojeras celestes y un Falcon verde con techo vinílico y patente de bronce.
Luego del homicidio de David “Watu” Cilleruelo, ocurrido el 3 abril de aquel año, “mi padre llegó a Necochea ya casi para quedarse, para volver muy poco a Bahía Blanca. Decía que a propósito de querer darle un cañazo en la cabeza se disparó su pistola y (el estudiante) falleció. Estaba acompañado por mi hermano”.
Un niño en la toma de la UTN
“En una oportunidad me invitaron a la UTN mientras estaba tomada. Estuve una noche ahí con mi padre. Tenía 12 años. Estaban ‘el Negro’ Mansilla, mi padre, mi hermano, y alguien de sobrenombre ‘Pajarito'”. Este último tenía un ojo lastimado y “se decía que ponía los caños en las casas y salía corriendo o en bicicleta. Estaba armado con una gomera con proyectiles que hacía con caño de plomo. Otra de las armas que había era una carabina Winchester a palanca calibre 44”.
En el relato de otros testigos se identificó al ex camarista Néstor Luis Montezanti como el hombre de traje que acompañaba a la patota en la toma. Consultado respecto a su presencia allí, Daniel no lo recordó aunque sí conocía su nombre porque fue abogado de “su progenitor” en causas judiciales.
Una de ellas fue la que se abrió por su participación en un tiroteo ocurrido en Quequén. Daniel estaba de vacaciones tras terminar el secundario y “el Moncho” lo llevó a almorzar al comedor de la Junta Nacional de Granos.
“Algo surgió en relación a un señor Dufaur y lo fueron a amedrentar. Bajé con ellos y me quedé a un costado observando todo. Mi padre los sacó a un pasillo y lo amenazó. Este hombre se quiso resistir y mi padre lo redujo físicamente”. Cuando parecía que Dufaur se iba “se dio vuelta, sacó el revólver y disparó. Sañudo estaba con nosotros y con el arma de mi papá disparó a Dufaur. Mi padre recibió un tiro en el abdomen y mi hermano un tiro en el dedo anular izquierdo”.
Circulaban en un jeep verde de la JNG y un Peugeot 504 rojo. “Ese, como otros, se robaban y se les cambiaba la matrícula para usarlos operativos”. Hubo un Falcon celeste y tres Peugeot 504: amarillo, celeste y rojo. De otras ocasiones recordó al 125 azul –“no sé de quién era”- y al “Dodge Polara verde de la CGT”.
Respecto a los vínculos de Pablo detalló que era amigo del genocida Raúl Guglieminetti. “Lo conoció en Buenos Aires y cuando salió de la cárcel vivió un tiempo en su casa de Martínez. Él le consiguió un trabajo en la fábrica de Terrabusi y después se dedicó a estudiar medicina”.
Del miedo a la reparación
“A duras penas terminé mi secundario a los treinta años. A los 40 me recibí de psicólogo. Durante 18 años fui paciente de psicoterapia. Esto puede dar cuenta del impacto. Me llevó 18 años tramitar ser hijo o tener como progenitor, me cuesta decir padre, a Jorge Oscar Argibay”.
Daniel dijo que su declaración tiene un efecto “simplemente reparador”. No lo hizo antes porque pensó que la ley le prohibía declarar contra su padre. Es así, aunque no en este caso en el cual el represor falleció.
Tampoco lo había hecho por otros motivos: “Muchas veces tuve miedo, porque no estoy hablando de un padre que daba una cachetada, mi padre y mi hermano mataban gente”.
“Otro sentimiento era la culpa. En definitiva era mi hermano, tenía una carrera prominente, podía haberse arrepentido. Después pensé que nada de todo esto es algo de lo que alguien puede llegar a arrepentirse, teniendo en cuenta algunas actitudes en relación a su vida y conmigo”, afirmó.
Por último, se remitió al cierre de la declaración de Alberto Rodríguez, compañero de Watu Cilleruelo, quien parafraseo a Sarmiento respecto a que las ideas no se matan: “Era un cliché de mi papá. Pero le agregaba ‘sí a los que las tienen’. Las ideas no se matan, pero sí a los que las tienen”.