Natacha Jaitt, narcocultura y nuestros mejores sueños
En un su artículo “Natacha Jaitt y la narcocultura“, publicado por La Vaca, la periodista y feminista Claudia Acosta aborda el caso desde una perspectiva basada en la el trabajo de Michael Taussig. Se trata de un antropólogo australiano “que observó la violencia en Colombia” e intentó explicar su sentido en tanto construcción social.
“Tenemos que pensar cómo escuchan y leen nuestras jóvenes”, sostiene la cronista. Cronista que camina los barrios. “Con el hambre, el ajuste, fábricas que se cierran tenés muy favorecido el tema de vender merca o prostituirte”, explica. “En los barrios, trabajando con un grupo de mujeres, hay destinos sociales de violencia”.
Según el gobierno nacional, la pre candidata a presidenta Patricia Bulrich se erigió en una abanderada de la lucha contra el narcotráfico y este sería un valor diferencial de la actual gestión. Sin embargo, Acuña, quien camina sin drones ni algoritmos por calles reales con gente verdadera, no comparte el diagnóstico. “Yo lo que veo es narco terrorismo de barrio, además ligado a femicidios. El conurbano tiene un montón de femicidios ligados a esto”, concluyó.
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Natacha Jaitt y la narcocultura
Las lecciones del antropólogo australiano Michael Taussig sobre Colombia y la cultura criminal del narcotráfico aplicadas a la lectura de las declaraciones de los involucrados en la muerte de Natacha Jaitt revelan una trama compleja que vincula la depredación de los cuerpos femeninos con el glifosato y la represión a la UTT. Para el debate y más allá.
Por Claudia Acuña
El antropólogo australiano Michael Taussig fue quien mejor describió lo que nos pasa. Hizo su observación en Colombia en 2010, pero su foco de atención es esa geografía que en estos tiempos tremendos se extiende como una mancha de aceite que lo impregna todo. De ese todo, Taussig señaló algo: la relación que establece el narcotráfico entre la belleza y la violencia.
A esa relación la denominó “narcoapariencia” – “tetas de silicona, culos agrandados y delgadez de liposucción”- símbolo de una cultura que “ha desplazado el trabajo y la disciplina a favor de la transgresión y el exceso erotizado y convierte la mutilación en el frenesí que motoriza a la nueva economía capitalista que busca reactivarse en lo que llama, muy tranquilamente, consumo”.
Para explicarlo más fácil cita, como ejemplo, las declaraciones de una actriz: “Lo único que le importa a los narcos es el tamaño de tus tetas. Si ellos te desean lo primero que hacen es enviarte a los cirujanos plásticos para que te pongan implantes, pero son ellos quienes deciden qué tan grandes tienen que ser, no tú”.
Taussig deja clarísima así su hipótesis: la cultura narco todo lo transforma en consumo desmedido y abusivo, y su consecuencia más cruel la soporta el cuerpo de las mujeres, disciplinado con bisturí, jeringas y hambre.
Lo interesante es que relaciona esta “narcoapariencia” con las represiones a las manifestaciones de protesta que sacuden Bogotá. Y lo hace de una manera muy particular: las observa en vivo y en directo y las describe como coreografías.
Para Taussig cuando la sociedad se manifiesta, baila.
La represión es la forma que tiene el poder de restablecer la tristeza de la inmovilidad social como látigo de dominación.
Belleza y violencia, entonces, es un vínculo que el narcotráfico establece por la fuerza, pero también por la impunidad que le otorga la conveniencia de un Estado que reprime la alegría de los cuerpos expresándose libremente.
Otra forma de conocer las consecuencias que nos advierte Taussig de esta narco cultura es leer las declaraciones de los involucrados en la muerte de Natacha Jaitt –que la policía filtró rápida y diligentemente a la prensa- donde sin metáforas nos hablan esos hombres endurecidos por el consumo -a los que ya ni se les para- y esas mujeres –una de apenas 19 años- que siguen ese ritmo letal porque no tienen otro y porque es el único que les han alentado socialmente.
Es antiguo, pero sobre todo decadente hablar de adicciones en este contexto tremendo porque esta narcocultura desquiciada excede lo químico: lo que consume son cuerpos, lo que destroza son ideales y lo que mata son, fundamentalmente, mujeres.
Y futuro.
¿Por qué? Porque al decir de Taussig, en esta narcocultura criminal “las mutilaciones abarcan aquellas que produce el capitalismo agroindustrial sobre nuestra Madre Tierra”.
Sí: estamos hablando de Natalia Jaitt y del glifosato.
Sí: estamos hablando del narcotráfico y la represión a la UTT.
Sí: estamos hablando de la última y más tremenda fase del capitalismo.
Esta que depreda, mutila y mata.
Esta que, según las palabras finales de Taussig, se va a caer si comprendemos la complejidad a voltear: “La Historia no avanza a pasos suaves, evolutivos, sino con rupturas –forjadas por terremotos o tetas de siliconas que explotan- y con momento mitológicos que nos hacen acoger el sentido de lo maravilloso”.
Lo que nos propone Taussig es oponer a la insomne narcocultura nuestros mejores sueños.