Psicosis II

(Por Astor Vital) “Con nuestra historia a cuestas para celebrar que hace 191 años el coronel Ramón Estomba comenzó a erigir la Fortaleza Protectora Argentina, asentamiento que derivó en lo que sería una de las ciudades más importantes de la República Argentina”, abrió el intendente Héctor Gay su discurso institucional por el aniversario oficial de Bahía Blanca.

Para que nadie se confunda, agregó que “resulta apasionante repasar los detalles de aquella gesta y detenernos en los nombres propios de quienes la llevaron adelante: Estomba, Morel, Martiniano Rodríguez y tantos otros”.

Digo para que nadie se confunda porque el jefe comunal no hace una celebración formal del cumpleaños ciudadano sino una reivindicación de las figuras que levantaron la llamada “frontera contra el indio” sin mediar autocrítica como estado sobre el asunto y sin mencionar al menos por arriba el atropello fundacional sobre el que se erige Bahía Blanca o La tierra del Diablo, como se definía antes de los sueños progresistas de los genocidas.

Pasando al capítulo de la actualidad, Gay sostuvo que tiene en claro que “la ciudad que hoy tenemos es fruto del trabajo de todos, superación de obstáculos y consolidación de nuestra identidad”. Pregunto: ¿Cuál es nuestra identidad? Sinceramente, como ayer conversamos con la Dra. Mabel Cernadas, co-autora del libro presentado en las últimas horas la ciudad de Bahía Blanca, hay un entramado complejo de identidades locales expresadas en los valores, tendencias y prácticas que las evidencian.

Hay identidades grises, alcahuetas y milicotas. Sí, las hay y tienen mucha prensa. También las solidarias, coloridas y creativas. De la tensión de esos dos polos en disputa se constituye la materia bahiense. Bahía es la palestra soterrada de esta lucha estridente.

El intendente dijo que esta ciudad “ha sido cuna de hombres y mujeres ilustres, de gente emprendedora y solidaria, de artistas deportistas e intelectuales que han trascendido nuestras fronteras, todos orgullosos de su historia, de terruño y de su origen”. Es posible que por agradecimiento o pudor muchas de estas personas digan buenas cosas de su ciudad de origen pero es menester aclarar que, desde el punto de vista del apoyo oficial, todas esas personas en general han sido lo que son a pesar de los gobiernos y nos gracias a su aliento.

Para continuar, Gay agregó que últimamente se ha vuelto a hablar mucho de la estratégica ubicación de esta urbe pero contrastó que “debe quedar en claro en su gente es el activo más importante”. Sin embargo, es el activo menos cuidado por quienes detentan responsabilidades políticas.

Sostuvo también que somos “centro de referencia de una amplia región entre otras cosas por la oferta cultural y su educación”. Será que el responsable político del cierre de decenas de talleres y del Teatro Municipal de Bahía Blanca tenga buenos dotes actorales como para sostener esta línea sin inmutarse.

Más tarde reconoció “falencias, déficit de infraestructura y una desigualdad socio económica que parece tender a ser crónica”. ¿No estaría desde hace cuatro años en buena medida bajo su responsabilidad que esto fluya en otro sentido?

Después de otra serie de vaguedades como “no está fácil pero tampoco lo estuvo para los fundadores”, el intendente enumeró cinco ejes de trabajo en su gestión: “Transparencia en el manejo de la cosa pública, disciplina fiscal, obra pública para mejorar la calidad de vida, políticas sociales y de salud que atienden a los sectores más vulnerables y equipo de trabajo respetuosos de la pluralidad de ideas”.

¿Por qué será que la enumeración de estos elementos me remiten a una realidad contrastablemente ajena a la que vivimos a diario? Una vez más, no alcanza con nombrar las cosas para que ellas existan.

Durante la apertura de sesiones ordinarias de las legislaturas nacional, provincial y local, titulamos Psicosis al comentario editorial de la fecha. Dijimos que aquellas jornadas estuvieron signadas  “por la articulación sicótica y fantasiosa” de los responsables de estado en la enunciación de su relato. Sin novedades y con coherencia, el funcionario público número uno por estos lares ratifica los términos fantasiosos de un discurso sin contacto con la realidad que padecemos a diario.