Querido ser humano

(Por Astor Vitali) No sé cómo hablarte. Sé, porque comparto tu suerte, que la angustia te arrebata estas horas y que la reacción es lo que más te queda a mano. Sin embargo, eres ser pensante y puedes hacer algo con ello. La razón no es un simple instrumento para discriminar entre los botones del control remoto. Podemos hacer algo con ella en este tiempo y en este espacio. ¿Por qué no intentarlo?

Te escucho y te leo con bronca. Todo te altera. Nada te interpela. Todo te sofoca. Nada lees para pensar, sólo para afianzar. Nada te toca en serio. ¿Nada te emociona? ¿Nada te lleva a ese llanto que brota antes de pedir perdón, ahí cuando uno es capaz de asumir que se equivocó y que está arrepentido? Y eso que yo no creo en el perdón. Pero la angustia que trae la conciencia de hacer mal a otro lo lleva a uno irremediablemente a ese: “perdóname”. Por conmoción, por conciencia.

¿Es el capricho es el emblema de la época? ¿Qué tengo que pensar si sólo hago y digo porque sí, porque lo digo yo, porque tengo razón? Aunque, si soy honesto conmigo y lo pienso en soledad, conmigo como jurado, no sé de qué hablo. Porque no estudié para verificar lo que digo. Seguramente leí algo para decir: claro, esto es lo que yo digo, ahí está. Pero no me puedo mentir a mí mismo diciéndome que estudié en serio, que podría dar todo por mis sentencias.

¿Por qué repito cosas que no entiendo? ¿Por qué me siento bien si somos muchos, más, los que repetimos sin entender, violentados, furiosos, ante un público furioso, violentado? Con la certeza de la Historia, de las grandes ofensas para la humanidad que han proferido a esa historia otras muchas personas de todos los tiempos, decimos que la estupidez puede enarbolarse en una gran bandera portada por miles, por millones de fanáticos que han gritado emblemas horribles.

¿Me permitís que te lo diga mal y pronto? Me estoy refiriendo a hablar al pedo, como quien dice. Hablar porque “el aire es gratis”. Pero resulta que el aire es tan gratuito que es el transporte que eligen todos, pero también los virus.

 Es más de lo mismo y, como quedó dicho, buscar resultados distintos a través de la misma fórmula carece de sentido. Al menos de sentido favorable.

Querido ser pensante: ¿por qué citas a la ciencia para decir lo contrario que la ciencia se esfuerza en confirmar?

Se escucha decir que las farmacéuticas son un verdadero peligro. ¿Quién dice que no? La producción de medicamentos debería estar en manos de lo público -nunca del interés privado- para evitar todo tipo de especulación. Estamos de acuerdo. ¿Por qué entonces, en lugar de luchar contra las vacunas, luchamos contra las patentes y la propiedad privada de los medios de producción de drogas, así estamos a salvo y sabemos con certeza qué nos inoculan cuando nos vacunan?

Escucho que te preocupa la propiedad privada. Entonces ¿por qué no luchamos para que millones tengan derecho a su propiedad privada y entonces soñamos con que toda familia, todo individuo pueda tener su casa propia, y así entonces podremos decir que se defiende la propiedad privada y todo el mundo accede a ella? Porque, con todo cariño y humildad, hasta el momento, el capitalismo es el sistema que menos ha garantizado el derecho a la propiedad (salvo para minorías cada vez más minoritarias). Yo preferiría la propiedad comunitaria, pero si no estamos de acuerdo y ustedes son más: ¿te animás a garantizar la propiedad privada para toda la población? Con esto lograríamos que nadie duerma sin techo.

Escucho también que te preocupa la libertad. Confieso que a mí la libertad es un concepto que siempre me ha sometido a intensas reflexiones. Pienso, y no te enojes, es sólo un pensar, que si el sistema de salud está a punto de colapsar (y no es que yo lo opine sino que están sencillamente las camas concretas ocupándose concretamente casi a su límite) que si la semana siguiente o la próxima tu salud se ve afectada por cualquier motivo, habrá miles de personas que no podrán elegir libremente acceder a un tratamiento médico porque no podrán elegir tratarse, porque no habrá camas hospitalarias ni profesionales de salud disponibles para esas personas. ¿Qué dramáticamente comprometida se verá su libertad de elegir no morir, no? Sería una falta de libertad terminal, fatal. Serán víctimas de un autoritarismo sin retorno.

Por último, también te he escuchado decir que hay otras pandemias peores que la del coronavirus y que te preocupa mucho –y por eso seguramente lo utilizas como ejemplo- que más de tres millones de niños y de niñas menores de cinco años mueren de hambre en el mundo anualmente. Te preocupa mucho el hambre como pandemia. Entonces yo quiero preguntarte ¿será que esta situación interrumpió todas las acciones que estabas desplegando para combatir el hambre en el mundo? Porque, como yo te creo, supongo que antes de la pandemia por covid la centralidad de tus actividades estaban concentradas en combatir el hambre y la concentración de la riqueza y el modelo alimentario que pone a cotizar en bolsa a los alimentos. ¿Qué estabas haciendo para combatir el hambre, que es, efectivamente, una pandemia totalmente inducida por un grupo de personas concretas, identificables, mortales y mortíferas?

Yo pienso que tal vez, si me permites, podremos combatir todo esto que tanto nos molesta al mismo tiempo que adoptamos las medidas sanitarias que permitan a la población la libertad de acceder a su tratamiento médico. Creo que podemos ponernos de acuerdo en la maleficencia de las farmacéuticas y adoptar una gran campaña para eliminar las patentes y que la propia población pueda controlar la salud, con directores de farmacéuticas públicas que no busquen más fin que el desarrollo científico. ¡Sí! ¡Podemos hacer eso! Creo que podemos concentrarnos en eliminar el hambre en el mundo. Sólo hace falta devolver la soberanía a cada país para que elija qué tipo de economía desarrollar. ¡Eso! ¡Que cada país ejerza su liberad! ¡Qué viva la libertad de los pueblos para cosechar lo que quiera, para producir lo que necesite!

Sería realmente bello un mundo libre.

Sin más, querido ser humano, me despido con mucho cariño. A veces, es cierto, me da cierta bronca que sólo te preocupen la salud y el bienestar cuando te toca de cerca, cuando le pasa a alguno de “los tuyos”. Porque resulta, querido ser humano, que los 9 mil millones somos igual que tú, seres humanos.

Me encantaría que defendamos la libertad, juntos. Pero me encantaría que todos podamos ser libres, no sólo los que pueden. Porque entonces, querido ser humano, no debería dirigir mi carta al ser humano, sino a una bestia infame, incapaz de ser humana.