Ricardo Gabriel Del Río y Carlos Rivera
Atento la comunidad fáctica de los casos de ambas víctimas, los mismos se abordan de manera conjunta.
Ricardo Gabriel DEL RÍO
Era oriundo de Tandil, al momento de los hechos se había recibido de Ingeniero Electricista en la Universidad Nacional del Sur y vivía en Bahía Blanca.
Militaba en la Juventud Universitaria Peronista, lo que determinó su persecución ideológica por parte de los organismos de inteligencia, desde al menos el año 1974.
El 11 de agosto de 1976, fue secuestrado por personal de la Policía de la provincia de Buenos Aires. Posteriormente, fue trasladado al Batallón de Comunicaciones 181. Allí compartió cautiverio con Braulio Raúl LAURENCENA y Jorge Ricardo VILLALBA -entre otros-.
Sus padres, domiciliados en Tandil, recibieron un telegrama que avisaba que su hijo estaría enfermo. Por lo cual viajaron de inmediato a la ciudad de Bahía Blanca. Una vez aquí, supieron que su hijo se encontraba detenido en una comisaría. Si bien nunca pudieron tomar contacto con él, también supieron que se encontraba privado de libertad en dependencias militares, circunstancias que les fue confirmada por personal militar en al menos dos oportunidades en las que se presentaron reclamando por su hijo. En ocasión de una de estas presentaciones, les comunicaron que DEL RIO había sido liberado.
Dicha información brindada no era más que una forma de operación psicológica, ya que la víctima había sido trasladada al CCDyT “La Escuelita” de esta ciudad.
Carlos Roberto RIVERA
Estaba casado desde 1967 con Nélida SCAGNETTI, con quién tuvo dos hijos, Matías y Ramón. En 1976, vivían en Chiclana 1656 departamento 3 de esta ciudad. Tenía 30 años.
Era profesor de Filosofía y Psicopedagogía en el Colegio “La Asunción”, y había trabajado en los colegios de la U.N.S., hasta que fue cesanteado por el interventor Remus TETU.
Al menos desde el año 1972, RIVERA era seguido por los organismos de inteligencia, que lo sindicaban como cabecilla de un movimiento asociado a ideales “izquierdistas”.
Fue secuestrado el 1 de octubre de 1976 de su domicilio, alrededor de las 23.30 horas por un operativo dirigido por dos personas de traje y gran cantidad de personal armado. Ese despliegue fue presenciado por su esposa y sus dos hijos, a quienes -luego de llevarse a RIVERA- dejaron encerrados en el departamento.
A partir de ese momento, tanto Nélida como el padre de Carlos, quien era suboficial retirado de marina, realizaron gestiones de todo tipo, todas infructuosas.
Realizaron denuncias por desaparición y privación ilegítima de la libertad, plantearon Habeas Corpus, presentaciones que tuvieron un trámite de rutina, y que fueron rechazadas. Deambularon por dependencias de las fuerzas armadas y de seguridad.
Mientras familiares y amigos emprendían búsquedas incansables, Carlos RIVERA estaba cautivo en el CCD “La Escuelita”, donde permaneció durante más de dos meses.
RIVERA padecía asma, y por esa característica fue identificado por personas que lo conocían y otras que si bien no lo conocían de antes notaron la presencia de una persona que reclamaba asistencia médica.
La enfermedad de RIVERA no mitigó las tortuosas condiciones del cautiverio: permanentes golpes, interrogatorios, y picana eléctrica; y la negativa a suministrarle su medicación fue una forma particular de tortura que le aplicaron.
Durante el lapso que permaneció en ese centro clandestino, su presencia fue percibida por muchos de los cautivos, entre ellos por Juan Carlos MONGE y María Eugenia FLORES RIQUELME, a quiénes los unía una profunda amistad con RIVERA y su esposa, Rubén RUIZ, Julio RUIZ y Pablo Victorio BOHOSLAVSKY.
Juan Carlos MONGE dio cuenta del momento en que a RIVERA le dijeron que se tenía que bañar y que le iban a dar ropa para que se vistiera porque iban a llevarlo a la cárcel. Eso fue el 5 de diciembre de 1976.
Lo llevaron a que se bañara, le consiguieron una camisa, pantalón, zapatillas y lo retiraron junto a Ricardo DEL RIO. Ninguno de los dos regresó al CCDyT.
Ricardo DEL RÍO y Carlos RIVERA fueron asesinados el 6 de diciembre de 1976 en calle 17 de Mayo al 1800 de Bahía Blanca. Estos fusilamientos quisieron ser encubiertos por una versión según la cual las muertes se habían producido como consecuencia del enfrentamiento casual entre una patrulla militar y dos delincuentes subversivos quienes los habrían atacado.
Pero las pericias realizadas por el perito Mariano CASTEX sobre el informe de necropsia de DEL RÍO, al igual que en el caso de RIVERA, desecharon la hipótesis del enfrentamiento armado, y concluyeron lo irreal del enfrentamiento.
La versión oficial fue publicada por el diario La Nueva Provincia en su edición del 8 de diciembre de 1976.
La familia de DEL RÍO tomó conocimiento de la muerte de Ricardo Gabriel a través de la prensa. Viajaron nuevamente a Bahía Blanca y luego de identificar el cuerpo, lo trasladaron para su inhumación en el cementerio de Tandil.
El cadáver de Carlos RIVERA fue inhumado administrativamente como N.N. por disposición del juez federal Guillermo MADUEÑO, dictada en el expediente sobre identificación y entrega de cadáver, cuyo trámite terminó inmediatamente, sin que se haya dispuesto una sola medida de investigación.
Recién diez años más tarde RIVERA fue identificado.
Con la exhumación del cadáver de RIVERA, dispuesta en 1987 por la Cámara Federal de Apelaciones de Bahía Blanca, y las pericias ordenas sobre ese cuerpo se logró determinar que la persona inhumada en esa sepultura era Carlos RIVERA.
A lo largo de todo ese tiempo, SCAGNETTI realizó diversas gestiones, tanto ante autoridades nacionales como ante organismos internacionales. Reclamó incluso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la que interpeló al Estado argentino.