Teatro municipal: Fotografías de una gestión que desdeña a su pueblo
(Por Astor Vitali) Este fin de semana la comunidad bahiense se vio burlada nuevamente por la acción irresponsable de las autoridades en materia cultural. Durante las últimas horas un conjunto de fotografías donde puede verse a dos modelos posando a modo de promoción de piezas indumentarias circuló por las redes sociales.
Sinceramente, durante los primeros minutos tendí a pensar que se trataba de algún tipo de operación orquestada en el contexto de alguna interna, que la estupidez no podía ser de tal magnitud y me dispuse, como corresponde a la tarea periodística, a consultar a diversas fuentes respecto de la verosimilitud de esas imágenes.
Todo fue confirmación. Luego de que el intendente municipal, Héctor Gay, de la mano del director del Instituto Cultural, Ricardo Margo, decidieran cerrar el teatro “por tiempo indeterminado” basado en estudios preliminares de la UTN; luego de mudar todas las actividades artísticas y culturales, realizando un perjuicio a asociaciones históricas (como Artistas del Sur) o mudar sin condiciones trabajos de mucho tiempo como el taller de luthería; luego de decirle al conjunto de la ciudadanía que el teatro debía permanecer cerrado porque había riesgo para cualquiera que ingresara; después de haber instalado esta idea y, sumado a eso, evidenciado su profundo desdén por la suerte del teatro en el la circunstancia concreta de que no hay ningún tipo de indicio de que se lleve adelante refacción alguna sobre el edificio (no se sabe si habrá alguna promesa de carácter proselitista, al menos): las autoridades del ámbito cultural deciden abrir el teatro público para uso privado, sin más.
Además del desdén por el conjunto de la comunidad que demuestra este tipo de conductas arbitrarias, también dan cuenta del carácter chabacano de quienes ocupan espacios de poder en el ámbito público, su falta de preparación y su absoluto desinterés por el cuidado de la imagen de una de las salas más prestigiosas del país. “Sí, vení pasá”, habilitó alguna autoridad a los interesados en desarrollar las fotografías, como quien hace pasar al quincho de su casa a un par de visitantes interesados en mirar los trofeos y sacar unas imágenes.
No se trata de caer sobre dos o tres irresponsables de baja estofa sino de observar en este evento un síntoma de una ciudad cuya dirigencia política es poco menos que superficial, carente de todo conocimiento de la importancia de las expresiones artísticas para los pueblos que deberían representar.
Otro tema es por qué este asunto nos interesa sólo a unos cuantos y a unas cuantas que nos movemos en el ámbito específico del arte. Evidentemente la cuestión cultural no solamente está fuera de la agenda política en los escenarios palaciegos sino que, como trabajadores y trabajadoras de la cultura hemos perdido terreno (cedido también) en la palestra ideológica.
La idea de “entretenimiento” ha ganado lugar en la batalla cultural en el sitio de la cultura. Y esto es parte de un proceso político bastante más complejo pero es el que habilita que un hato de irresponsables que cobran salario público puedan llevar adelante este tipo de tropelías sin que se les mueva un pelo y, en rigor de verdad, sin que mueva el amperímetro social a gran escala.
Es bueno que nos escandalicemos ante atropellos absolutamente injustificados y por los que deberían rendir cuentas. Mejor sería que quienes nos desenvolvemos en el ámbito de las artes y el trabajo cultural seamos capaces de crecer en organización de base (más allá de grupos de WhatsApp y uso de redes sociales de catarsis insustancial e improductiva) y modificar esas condiciones de base que nos limitan a movernos en el círculo pequeño de esta calesita demacrada y sin luces cobijada por la indiferencia.