Luego del ENM, otra vez a las calles

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(Por Helen Turpaud Barnes) ¿Será que insistimos demasiado o será que hay algo que no se está escuchando? ¿No será que insistimos precisamente porque no se escucha?

El fin de semana largo del 8, 9 y 10 de octubre tuvo lugar el XXXI Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) en Rosario. Las críticas desde fuera se encuentran lamentablemente permeadas de la presentación sesgada que de los ENM dan los medios de comunicación más poderosos. Se hace hincapié sobre las supuestas pérdidas monetarias que causarían algunas pintadas hechas durante la marcha, olvidando el beneficio económico a estas alturas ya exorbitante que implica que haya 70.000 mujeres congregadas un fin de semana en una ciudad. Se preguntan muchas personas qué sentido tiene que crezca el movimiento en una época en que mucha gente cree que “ya hay igualdad” o “ya no se discrimina como antes”.

Sin embargo, retornamos del ENM y nos encontramos con una seguidilla de femicidios acaecida en varios puntos del país. El más resonante es el de Lucía Pérez en Mar del Plata. Un malicioso Juan Terranova señala en una nota que los diarios que publican femicidios tendrían un gesto “rápido de reflejos”, aprovechando la coyuntura encuentrista. Estos crímenes contienen –según sus palabras- todos los “elementos del horror contemporáneo” para acicatear la indignación feminista. Extraño que se hable de aprovechar el ENM para sacar noticias de femicidios siendo que los ENM son cuidadosamente EVITADOS por los medios de comunicación más masivos. El periodista cuestiona la efectividad de la movilización social para disminuir la cantidad de femicidios. Probablemente piense que son algo propio de la naturaleza, como la lluvia o el viento, y por lo tanto marchar contra ellos sería inocuo. Explica que en realidad los femicidios no son nada nuevo. Como si alguna vez se hubiera dicho que lo eran. Además, recolecta algunos casos de mujeres que han asesinado a sus novios o maridos. La desproporción de la cantidad de casos, sabemos, es astronómica, pero con una o dos mujeres que maten a sus parejas varones parece que todo el reclamo por los femicidios puede ponerse en duda. Como cuando encuentran a UNA MUJER que hace un trabajo considerado “de hombres” y dicen que ya no hay discriminación. A eso le llama el machismo “igualdad”.

Rápido de reflejos es más bien el periodismo misógino que velozmente intenta desprestigiar un movimiento tan grande como aquel del que dan cuenta los ENM.

Pero los femicidios y la violencia machista no son “elementos” de un género ficcional que impacta a un público ávido de emociones fuertes. No es literatura, señores y señoras. Los medios construyen las noticias, claro, pero también construyen una imagen del feminismo supuestamente exagerado que parece que solamente se justifica ante casos de violación, empalamiento y asesinato. Y ni eso. Como si nos tuvieran que matar de manera más cruel cada día para que nuestra rabia pudiera ser justa.

Muy oportunistamente, ya que de eso hablamos, el diario local sacó la semana pasada una nota con el capcioso titular de que “2 de cada 3 adolescentes que mueren por causas externas son varones, dice un estudio”, donde se mezclan muertes por asesinatos, suicidios, accidentes de tránsito y otras causas. Por esas cosas de la vida, un asesinato cae en la misma categoría que un choque: es un hecho que parece no tener agente ni intencionalidad, algo como tener la mala suerte de morir por el impacto de un rayo o electrocutarse en la bañera. Mezclar suicidios con asesinatos también nos deja con la pregunta de si los femicidios son algo así como que las mujeres nos matamos solas. La nota, acertadamente, habla de modelos de “masculinidad” muy constrictivos que obligan a los varones a ponerse en situaciones de riesgo (criminalidad, actividades peligrosas, etc.). Pero no avanza más allá de esta mención. El texto pareciera ser un intento de hacer un contrapeso ante tanta efervescencia feminista. Sin embargo, olvida decir que de las personas asesinadas, tanto varones como mujeres son víctimas casi siempre de varones.

Y la responsabilidad de cambiar los modelos de masculinidad que generan este estado de cosas, bien gracias.

Alguna vez un meme que circulaba por las redes rezaba “Cuando un hombre dice NO es el fin de la discusión; cuando una mujer dice no, es el inicio de una negociación”. La palabra masculina está legitimada, es escuchada, es considerada seria, racional, equilibrada, inapelable. La palabra femenina está siempre puesta en duda, relativizada, interpretada por varones, tiene que estar eternamente explicándose: “¿qué quieren?”, “¿para qué hacen los Encuentros?”, “¿por qué un Encuentro de Mujeres y no uno de ‘personas’?”, “¿por qué no se llaman ‘igualistas’ en vez de ‘feministas’?”, “¿por qué no te gusta que te digan cosas por la calle?”, etc. Tipos de preguntas que no se les plantean a otros movimientos son articulados impunemente una y otra vez para interpelar la lucha de las mujeres. No veo tantas veleidades al hablar del modo en que otros movimientos se denominan a sí mismos. Pero si de feminismo se trata, hasta el nombre tenemos que defender con uñas y dientes.

Por eso hay que volver a la calle. Por eso este miércoles se realizará un paro de mujeres de 13 a 14 y una movilización a partir de 17:30 en la Plaza Rivadavia, en consonancia con las actividades que se desarrollarán también en el resto del país contra los femicidios y toda forma de violencia machista.

Porque NO, no se ha escuchado lo suficiente lo que significó este nuevo ENM. Porque femicidios siempre hubo pero es gracias a la lucha que ya no los llaman “crímenes pasionales”, que ya no aceptamos que se diga “pero mirá cómo iba vestida o a dónde fue…”. Porque ya no queremos notas capciosas, medios hegemónicos o periodistas oportunistas que busquen cualquier excusa para deslegitimar un movimiento que –muy a su pesar- crece día a día.