Oasis, el nuevo disco de Daniel Melingo

(Por Astor Vitali) “Ruego que mis enemigos vuelvan a vivir”, es tal vez una buena fuente para mamar la estética Melingo. Ha pasado el siglo XX y, si bien la postmodernidad se considera consolidada sepulturera de la mitología vernácula de malandras y rebusqueros, mujeres tratadas y maltratadas subversivas, varones miserables que ahogaron sus menudas incomprensiones en alcohol o sangre en sus pulmones, no es posible descubrir los nuevos héroes de esta época fofa y por ende, tampoco se vislumbran sus antihéroes. La maldad sigue con su mano en la caja registradora, sin novedades respecto del carácter burgués de nuestros verdaderos villanos. Ahora, en un versiones más virtuales y menos pintorescas, menos arriesgadas, a lo sumo pierden tiempo y ganan ojeras frente a mil pantallas, mucho menos reales que la sombra que anticipa la muerte en un siglo que nos pasó por encima pero aún no alivianó su peso borrascoso sobre nuestra siquis lenta.

¿Canta el siglo XX en el vibrato melinguero? ¿Suenan sus cantores? ¿Acaso una escala repetida y mezclada por máquinas posmodernas (y contemporáneas) junto al eco oriental de un canto cualquiera es una manera de habitar el 2020 pero sin la pavada aséptica de sacarse los muertos, las guerras y la sangre de encima? Si la música tiene una Historia ¿está la Historia de la Música ajena a la Historia?

Claro que no. Por eso, escuchar los discos que Daniel Melingo va lanzando al mercado (por cierto, nada “existe” fuera de éste luego del derrumbe del callo soviético) es, hasta el momento, asistir a un evento artístico digno: hay una estética inspirada en un relato donde manda el brío talante subjetivo de nuestro artista. Las técnicas y los medios –las máquinas, los músicos o los DJs- no importan tanto como el curso estético que no se desempaña.

Oasis nos devuelve a nuestros enemigos. Y uno asiste agradecido. “Vine a recuperar mis fantasmas y mi voz”, es una necesidad imperiosa de los vivos, es un anhelo vital de las vivas.. Sin embargo, no cuenta con más “Likes” que la incandescencia inaparente de la inconciencia dormida. Dormida, como el ayer, pero no muerta.

Oasis, un lugar para recuperar fantasmas y voces que son, claro está, los únicos salvoconductos de nuestro futuro.