Semana del/la periodista

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(Por Astor Vitali) Durante el Día del/la Periodista solemos recibir saludos, regalos y compartir reflexiones. Sin embargo, al mismo tiempo que se festeja también queda, por debajo, un sabor amargo respecto del estado de situación de nuestra profesión y oficio. ¿Qué festejamos? ¿Mayor libertad de prensa? ¿Mejoras en nuestras condiciones de trabajo? ¿Mayor injerencia de nuestros atributos?

Veamos. Desde el punto de vista de la libertad de expresión, desde el inicio de la democracia hasta el momento, el juego de la censura es más o menos parecido. No se trata de que alguien entre a un estudio y diga “no podés decir esto” o de que nos pasen una “lista de indeseables”. Se trata de que todo medio tiene su política editorial y ésta se construye en función de sus financistas.

En una ciudad donde las fuentes de financiación parten de una cantera acotada, es difícil esperar el ejercicio crítico de la profesión. Si el medio en el que trabajás, por ejemplo, tiene como principal aportista a una empresa contaminante, es esperable que juegue la autocensura en función de tu estabilidad laboral y tomes los temas ambientales con varios recaudos. Entonces “los vecinos” que denuncian un problema pasan a ser “los ambientalistas” que reclaman.

Al mismo tiempo la municipalidad de Bahía Blanca paga cuantiosas sumas, no se sabe en concepto de qué, ya no a medios de comunicación sino directamente a comunicadores que pasan a convertirse en lobbistas.

En el capítulo local hay que sumar, además, que los/las funcionarios/as políticos trabajan bajo el criterio de censura previa: tienen que consultar al delegado de Gay en prensa para poder dar declaraciones. A esta suma que resta podemos agregarle el hecho de que también hay orden de no hablar con algunos medios.

Con respecto a nuestras condiciones de trabajo, no encontramos motivos de festejo. Más allá de los despidos y persecuciones ideológicas en medios privados (canales de TV, periódico La Nueva, etc.), la situación contractual para los/las periodistas va de mal en peor. Lamentablemente, nuestras exigencias son cada vez menores y siempre habrá quien vaya a ocupar un espacio en algún medio para “hacer la experiencia” y ganar sus “cinco minutos de fama”.

En la actualidad, la realidad sindical en el periodismo reproduce la misma problemática que otros sectores del movimiento obrero: el sindicato representa sólo a quienes tiene relación de dependencia y, por ende, excluye del seno de su representación a cientos que desempeñan sus tareas de diferentes maneras contractuales pero que no por eso dejan de ser trabajadores/as (desocupados o precarizados) de prensa.

Este aspecto es relevante si nos detenemos en el hecho irrefutable de que si hubiera unidad de criterio entre periodistas, seríamos capaces de imponer nuestras condiciones a una patronal que cuenta con nuestra división para el ejercicio impune de sus atropellos. Nuestra debilidad es su fortaleza pero además esa división actúa en detrimento de nuestra profesión ya que se buscan periodistas poco formados, capaces de reproducir barbaridades sin que medie un sistema riguroso de chequeo y trabajo profesional.

En el estado actual de cosas, un periodismo que al menos informara lo que ocurre, uno que no oculte ni edulcore, ese perodismo sería de avanzada. No haría falta bajar línea ni editorializar. Con informar, alcanza y sobra.

Con respecto al desarrollo de nuestros atributos, es frecuente escuchar el lamento de que los dueños de medios de la actualidad nada entienden de medios. Los motivos de compra de un medio de comunicación en la actualidad no tienen que ver con el sueño de levantar un gran proyecto de prensa sino, por el contrario, de comprar prestigio, silencio y relaciones coyunturales para el desarrollo de otros negocios. De esta forma, quienes dan las órdenes están a merced de aventuraros de una empresa que no sólo desconocen sino que no valoran.

Si la libertad de empresa se comió a la libertad de prensa, si la situación laboral es paupérrima y si  nuestros atributos como profesionales han retrocedido ante un hato de nuevos ricos con medios como juguetes descartables, no parece haber mucho por festejar.

Sí, claro, festejo, saludo y brindo con aquellos/as periodistas que a diario se sobreponen a esas condiciones laborales adversas, a los caprichos de los advenedizos y las demandas de públicos que a menudo alientan lo peor de cada quien, y resuelven entregar su vida a una profesión y un oficio que sólo puede ejercerse con total entrega.

A esos/as que dan vida a estas palabras: ¡salud y libertad!