De picnics fascistas a cenas nazis: las derechas inmigratorias que se organizaron en Bahía Blanca
El historiador Bruno Cimatti, investigador del CONICET y docente de la Universidad Nacional del Sur, reconstruyó cómo fascistas, falangistas y nacionalsocialistas encontraron en Bahía Blanca y su zona de influencia un terreno fértil para la sociabilidad política durante las décadas del ‘30 y ‘40. Entre películas caseras, campamentos, intendentes conservadores y reuniones en restaurantes, las colectividades inmigrantes tejieron vínculos con autoridades locales y redes internacionales.
“En 1937 los fascistas de Bahía Blanca fueron a visitar a sus pares de Tornquist. Se sumaron los nazis y los falangistas. Hicieron un día de campo, se filmó una película y, al año siguiente, devolvieron la visita”.
Así comienza una de las historias que reconstruye el historiador, dedicada a explorar la presencia y sociabilidad política de las derechas inmigratorias en el sur bonaerense durante los años treinta. En esas décadas, fascistas italianos, falangistas españoles y nacionalsocialistas alemanes desplegaron en Bahía Blanca una red de actividades que iban desde actos públicos hasta encuentros familiares con fuerte contenido ideológico. Cimatti explica que esos “picnics” y festividades no eran inocentes: “Eran espacios comunitarios atravesados por la ideología. Lo lúdico convivía con lo político. Se organizaban campamentos, charlas y comidas, todo en clave de cohesión identitaria y fidelidad al régimen de origen”.
Las actividades se multiplicaban en Bahía Blanca, Dorrego, Carhué, Tornquist, Carmen de Patagones e Ingeniero White. La Guerra Civil Española, dice el investigador, actuó como catalizador: “Permitió aunar distintas fuerzas de derechas en un espacio transnacional. Ya entonces existía lo que algunos llamaban la Internacional Parda o Internacional Negra, una suerte de red global de extremas derechas”. Aunque aclara que no hubo una estructura unificada, sí existió colaboración entre fascistas, nazis y falangistas, más allá de las tensiones internas. “Colaboraban porque tenían enemigos en común: el comunismo y la democracia liberal. Pero también competían. ¿Cuál bandera se ponía primero: la italiana, la alemana o la española?”, ironiza Cimatti.
El historiador señaló que estas agrupaciones no se limitaban a las colectividades inmigrantes, sino que entablaron lazos con dirigentes argentinos. “Los fascistas de Bahía Blanca organizaron un campamento de verano en Monte Hermoso, con apoyo de la municipalidad de Coronel Dorrego. Todo —los colectivos, la infraestructura— lo puso el municipio”, contó. Entre los nombres que sobresalen figura Gabriel Claverie, intendente conservador de Dorrego, y Marcalain, de Adolfo Alsina, quien manifestó públicamente su apoyo al bando franquista, declaraciones que luego fueron reproducidas por revistas falangistas de Buenos Aires.
“Eran organizaciones populares, con anclaje en sectores obreros y de clase media. Y lograron establecer vínculos tanto con intendentes como con grupos nacionalistas y católicos”, resume Cimatti.
Durante varios años, ser fascista o falangista no implicaba clandestinidad. “Era una opción ideológica legítima”, dice el historiador. Pero tras 1939, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el descrédito del Eje, esas expresiones comenzaron a replegarse. “Los bustos de Mussolini siguieron existiendo, pero ya no se exhibían. Muchos militantes abandonaron las agrupaciones fascistas y se integraron a organizaciones nacionalistas argentinas”, agregó.
A diferencia del fascismo o el falangismo, el nazismo local se movió en la discreción. “No tenían actividades públicas del tipo campamentos o grandes actos. La única que registré fue un Primero de Mayo en Tornquist, porque el nazismo reivindicaba un origen obrero. Pero sólo podían participar ciudadanos del Reich, no descendientes de alemanes, lo que los reducía a un grupo muy chico”, relata Cimatti. Esa distancia también fue cultural y religiosa. “El nazismo, por su racismo extremo y su distanciamiento del catolicismo, no fue bien visto por las autoridades argentinas. En cambio, el fascismo y el falangismo sí contaron con respaldo institucional desde el inicio”, explicó.
“Los fascistas se quejaban: decían que durante quince años nadie les había dicho nada y de golpe los trataban de amenaza. Fue el nazismo el que encendió las alarmas”, señala el investigador. Cimatti identifica como referente nazi en Bahía Blanca a Gustavo Von Der Hellen, un comerciante que tenía una barraca en calle Berutti. “Era el principal jefe nazi en Bahía. Lo mencionan algunas listas de dirigentes del interior argentino. Se sabe que organizaba reuniones en un restaurante de cocina alemana que todavía existe, pero no daré el nombre”, contó.
Entre los falangistas locales, el historiador destaca la figura de Enrique Cabré Moré, empresario y líder del movimiento franquista bahiense. “El falangismo en Bahía surge primero con el Comité Pro España, que apoyaba al bando sublevado incluso con aportes económicos. Luego esas agrupaciones fueron absorbidas por la Falange y coordinadas desde la embajada de la España de Franco”, explicó. “Bahía fue el centro regional del fascismo para todo el sudeste bonaerense y también un núcleo de referencia para la Falange, que abarcaba desde Mar del Plata hasta Zapala”, detalló.
La doble red diplomática española —entre el consulado republicano y el franquista— marcó también las disputas locales. “Durante un tiempo, quien tenía familia en Burgos no podía usar papeles del gobierno republicano. Cuando Franco fue reconocido, el vínculo se consolidó y Bahía Blanca quedó como sede regional de la Falange”, describió.
Las derechas inmigratorias en Bahía Blanca, señaló Cimatti, fueron más que una nota al pie en la historia local. Se integraron al entramado político y social de la región, encontraron respaldo en autoridades municipales y, durante años, formaron parte visible del paisaje comunitario. “Detrás de los almuerzos, las películas y los discursos, Bahía Blanca fue escenario de una historia poco conocida: la de las derechas inmigratorias que intentaron construir su propia internacional en el sur argentino”, concluyó.






