Adriana Meyer: “Hace falta un protocolo específico para las desapariciones forzadas en la Argentina”
La periodista presentó su libro “Desaparecer en democracia” en Bahía y visitó los estudios de FM De la Calle.
Estuvo junto a Cristina Castro, mamá de Facundo Astudillo Castro, exponiendo acerca del libro que reúne más de 200 casos de desapariciones forzadas en democracia. La actividad fue organizada por la CTA, ADUNS y SUTEBA.
Al día siguiente, la periodista visitó la FM De la Calle y dijo estar “muy emocionada todavía, no bajo de una nube de amor, energía e intensidad. Más allá de lo que dijimos cada uno de nosotros, luego hubo un intercambio de más de una hora de preguntas de un nivel, un compromiso. Fue una experiencia hermosa, una de las más intensas de todas las presentaciones que ya llevo. Yo digo siempre una frase de Liliana Heker: ‘una vez que el libro nació, hace su camino’. Yo lo estoy siguiendo al libro por todos lados”.
La jornada fue particular, compartirla con Cristina Castro y Leandro Aparicio. Uno de los casos que reflejás en el libro es el de Facundo…
Absolutamente y además el libro nace con la muerte, el asesinato, la desaparición de Facu. No es casual que la foto de la tapa haya sido esa, lo digo también porque es una foto de una compañera de la zona, de Patagones, de una de las primeras marchas cuando aún no había aparecido su cuerpo.
Le decía a Cristina “te debo un libro solo de Facu, lo amerita”. Pero Facu está junto a los otros 218 casos de desaparición en democracia. ¿Por qué te digo que el libro nació ahí? Porque yo había cubierto en detalle varios casos anteriores, Jorge Julio López, Luciano Arruga, Vanesa Orieta me vino a ver y fue la primera entrevista en un medio nacional sobre la historia de Luciano Arruga. Y luego también Maldonado.
En todos los casos se me ocurrió hacer un libro pero, cuando desaparece Facu, estábamos en plena pandemia, en el período más cerrado del famosos ASPO, donde para cumplir el decreto presidencial se empoderó a las policías del país, y ahí nos enteramos que había un pibe de Pedro Luro que había salido a la ruta y no estaba, no estaba y no aparecía. Y luego en Tucumán, Luis Espinoza.
El caso de Facundo a mí me hizo un clic en la cabeza y dije en vez de contar una historia voy a contar todas. Por eso es que seguí el caso periodísticamente y, a la par, lo volqué como uno de los fundamentales del libro.
¿Recurriste al trabajo enorme que hace la CORREPI (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional) en el registro y la sistematización de todos estos casos, de las violaciones a los derechos humanos?
La CORREPI releva casos de muertes a mano del Estado ya sea gatillo fácil, muertes en comisarías o cárceles y también desapariciones forzadas desde el 83 para acá con una cifra espeluznante que supera ya los 9 mil.
Por suerte para mí, CORREPI tenía desglosada la parte de desapariciones forzadas que llegaba a unos 204 y, con el equipo de investigación, encontramos 12 casos nuevos, 12 historias de desaparecidos de pueblos originarios y agregamos a Katherine Moscoso. Fue como la columna vertebral.
Nos remite a la dictadura pero también un poco antes. Hay más. Están los anarquistas del año ‘30 e incluso hay desaparecidos de la Semana Trágica. Esa herencia maldita viene de mucho más atrás.
En esa historicidad, ¿los casos previos son aislados o ya hay algún punto que se va enlazándos con lo que sigue?
Sí porque, por ejemplo, con el caso de los anarquistas había una denominada Ley Bazán, no era una ley, era un comisario que se especializaba en hacer desaparecer presos. A los anarquistas los agarraron en Uruguay y no les hicieron juicio siquiera. Cuando fueron a preguntar los familiares, “no, no, se fugaron”.
Vos bien dijiste, quedaron como casos aislados, algo que quedó colectivamente de la presentación del libro, es la necesidad de recuperar estas historias, que circulen esos nombres de recuperar esa víctimas, esas historias. Quiénes eran.
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¿Qué aprendiste?
Aprendí a no tener ninguna certeza, a cuestionarme todo. Aprendí de los familiares. Abracé, conocí a la mamá de Angelito (Almada), la abracé de nuevo a Cristina y a otras personas. No conocía a Ezequiel Moscoso. Así como ellos dicen que las Abuelas de Plaza de Mayo les enseñaron a ellos, a mí me enseñan ellos.
También aprendí, es esta cosa que surge en la mayoría de estos casos cuando toman estado público y van a los medios nacionales, yo hago una diferenciación entre colegas que por ahí, ingenuamente o de una manera desprendida en la vorágine de una noticia que pisa a la otra y acostumbrados a cubrir casos policiales simples, pero no es lo mismo, a esos colegas les digo no tomen la versión policial como la única o la primera.
Una de las cosas que aprendí también es que falta un protocolo específico para la prensa, para la policía, para las agentes de la fiscalía. Hace falta un protocolo específico para las desapariciones forzadas en la Argentina.
¿Cómo se debe tomar el expediente? ¿Cómo lo complementás en tus investigaciones?
El expediente es un documento más, por supuesto que tiene valor, pero está en la lucha de los abogados y las víctimas hacer plasmar todo lo que hace falta en el expediente para que después a la instancia de tomar una decisión todo lo que se dice por afuera que hay que tener en cuenta llegue y funcione.
Hay mucho de los casos en los que todo lo que yo conté es en base a lo que cuentan los familiares, los vecinos, y que por alguna razón hubo mucha impunidad y no llegó al expediente de acá pero sí lo tomó las Naciones Unidas o la Corte Interamericana. Ahora, sin ir más lejos, con la represión en Mascardi ya hay una cautelar pedida. ¿Ustedes podrían decir que en Río Negro rige el Estado de derecho democrático con lo que pasó, una mujer pariendo en la cárcel?
No es solo el expediente, son muchas cosas, también es trabajo de archivo, de cruzar nombres o apellidos, porqué te suena el nombre de un comisario, qué hizo y qué no hizo. Hay como un todo. Hay una justicia de clase, todo atenta contra la búsqueda de justicia, sobre todo cuando el que está interpelado es el Estado. A veces pedís una información y te mandan 15 kilos de documentos, para abrumarte.
Mencionabas los casos que agregan al listado de CORREPI, pensando en las dificultades de las familias que no tienen la capacidad de acceder a medios y abogados, no es causalidad que sean miembros de pueblos originarios.
Así es, absolutamente, hay casos de peones de Benetton que están desaparecidos, el caso de una viejita que para variar la policía de Chubut dice que se perdió pero hay evidencia de que estuvo desaparecida. A los pueblos originarios les cuesta el doble.
Respecto a la comunidad LGTIBQ+, ¿aplica tener otra visión, pensarlo como crimen de odio en este contexto en el que vivimos, en el que las travestis nunca dejaron de ser perseguidas en democracia por la policía?
Creo que en ese caso, como sucede con todas las conquistas que tuvo el movimiento feminista respecto a establecer protocolos específicos, todo sirve. Vamos a suponer que vos tenés una desaparición de este estilo, yo creo que habría que aplicar todo. La gravedad de la desaparición forzada y el agravante.
Aprendí que utilizan la ley para limitarte, para decirte “eso no está”, tampoco estaba el delito de desaparición forzada en el Código Penal argentino y se incluyó. Haría un código donde el crimen de odio sea un agravante.
Mirá las fotos de la presentación del libro o la transmisión especial que hizo FM De la Calle para El Diario De la Calle desde Colón 80.