¿Dinero por nada?
I
(Por Luis Ponte) El 5 de noviembre pasado se cumplió un nuevo aniversario de la llamada Noche de Guy Fawkes. Una celebración que se realiza en el Reino Unido por la que se recuerda el intento fallido de un grupo de activistas católicos que en 1605 intentaron matar al Rey Jacobo I e incendiar la sede del parlamento inglés.
La película V de Venganza, que iba a estrenarse a 400 años exactos de aquella fecha, el 5 de noviembre de 2005 (luego su estreno se demoró unos meses, a causa de los atentados de Londres, vaya coincidencia), es una adaptación de los hermanos Wachowski del comic V de Vendetta. Basada en aquellos hechos históricos: en un futuro imaginario, Inglaterra es gobernada por un régimen fascista llamado Fuego Nórdico.
Utiliza la tecnología para vigilar y oprimir a su pueblo, persigue y extermina a las minorías (negros, asiáticos, homosexuales, judíos, comunistas o subversivos en general), exalta el chauvinismo y el sexismo, y censura y destruye libros y todo material cuyo contenido no esté aprobado por su ideología, que es la única que puede expresarse.
Un misterioso personaje apodado V, (cuya máscara se convertirá a partir del filme en el ícono emblema de los movimientos de protestas antigubernamentales y antisistema en todo el mundo, como Anonymous), es quien intenta terminar con dicho régimen. V no pretende gobernar. Lo único que le interesa – más allá de sus métodos condenables – es dejar al Estado fascista en ruinas, para que la gente en libertad elija su propio destino.
II
Ese mismo día, 5 de noviembre, se publicó la noticia de que Facebook acaba de reportar ingresos por 7.000 millones de dólares, sólo entre los meses de julio y septiembre. A la red social, le bastaron sólo tres meses para reunir esa cifra, superior al PBI anual de 40 países. Cada uno de los 1790 millones de sus usuarios, ayudaron a ganar a la red U$S 16 anuales.
Colaboración gratuita basada en tiempo de conexión y en la aceptación de que toda la información personal compartida, sea usada por el software para conocer costumbres y gustos como consumidores y ofrecérsela de esa manera a los anunciantes, quienes, a su vez, también ganan dinero con los usuarios.
Tim Wu, profesor de derecho de la Universidad de Columbia (NY), sostiene que “la mayor innovación de Facebook no es la red social en sí, sino el habernos convencido de dar mucha información personal a cambio de casi nada. Esos datos – dice Wu en un artículo de la revista New Yorker de 2015 – son útiles para la publicidad, que es la principal fuente de ingresos de Facebook. Pero los datos también son un activo.” Como el tema de los Dire Straits, Dinero por nada.
Jaron Lanier, precursor informático, uno de los desarrolladores de la denominada realidad virtual en los años 80, escritor, nombrado por la revista Time como una de las personas más influyentes en el mundo, y considerado por la Enciclopedia Británica uno de los 300 inventores más importantes de la historia, dice que “la información personal es como el trabajo: no se gasta si la das, pero si no te dan nada a cambio no estás recibiendo lo que mereces.”
Volviendo a Wu, cierra diciendo “la cotización de doscientos setenta mil millones de dólares de Facebook – sostiene el docente universitario – se basa en cierta fe de que la acumulación de todos los datos tiene valor en sí mismo. Si fuéramos inteligentes le pediríamos a Facebook que nos pagara”. Pero, debajo de la frase “Abre un cuenta”, en la página inicial del Facebook, reza el inquietante “Es gratis y lo será siempre.”
En el mundo real, pareciéramos entender más fácil (bueno, no todos, claro) lo de plantarnos, reclamar o plantarnos por nuestros derechos, defender lo que es nuestro como individuos o como parte de colectivos, frente a todo aquello que tenga forma de amenaza, intromisión o cercenamiento de los mismos.
Afirma Lanier, “la llamada web 2.0 promueve la libertad radical pero, irónicamente, esa libertad va más dirigida a las máquinas que a las personas.” Sin embargo, está claro que las nuevas tecnologías han puesto en debate o derrumbado muchos paradigmas. Como en el caso de los medios, las industrias culturales, y otras áreas, con accesos y prácticas mucho más horizontales a favor del usuario común.
Sin embargo, y ante los últimos cambios políticos internacionales tanto en los países centrales como en los llamados periféricos, con gobiernos y corporaciones que sostienen postulados no tan alejados de los de “Fuego Nórdico”, vale la pena cuestionarse: ¿Serían las herramientas tecnológicas a nuestro alcance el nuevo método incruento para alcanzar las utopías de V? o ¿Son la redes sociales como Facebook, Google, Twitter, Instagram, etc., un canto de sirena que nos seducen a ceder tiempo y (nada menos que) nuestros datos personales a cambio de nada, para ayudar a ricos a hacerse mucho más ricos, a poderosos mucho más poderosos, mientras quedamos más expuestos en términos de derechos individuales y colectivos?