FC St. Pauli: un club de piratas contra la corriente
“Viva el St. Pauli. Rendirse no es una opción”
I
(Por Luis Ponte) St. Pauli es reconocido como uno de los barrios portuarios más pintorescos del mundo. Es el centro de la vida nocturna de Hamburgo, Alemania. Y es célebre por su calle Reeperbahn – donde allá por los 60s, iniciaron su carrera Los Beatles – también llamada ‘la milla del pecado’, por sus numerosos clubes de striptease, sex shops y discotecas. En los últimos años se convirtió además en símbolo de la diversidad cultural, sede de numerosos museos, salas de teatro, residencias de artistas y espacios de música rock y punk.
Allí, en ese sector de la ciudad pegado al segundo puerto más grande de Europa, nació en 1910 el FC St. Pauli. Un club de fúbtol con vitrinas flacas en logros deportivos, salvo un segundo puesto en la Bundesliga de 1977. Pero que desde mediados de los años ‘80s y a partir de una serie de circunstancias poco relacionadas con la pelota en sí, su fama y estrella comenzó a trascender todas las fronteras.
El FC St. Pauli, que guarda una relación de identidad con su barrio tan estrecha y de ida y vuelta con sus vecinos como sería aquí la Boca y el equipo xeneize, es el primer club del mundo en autoproclamarse según sus estatutos “antifascista, antihomofóbico y antirracista”.
A esa reputación de compromiso social y posición política y contracultural tan atípicas en el presente de este deporte, se le suma una rara concentración de hinchas y aficionados anarquistas, comunistas, socialistas y fanas del punk.
Consignas y compromisos identitarios y colectivos que los hacen valer con todas las letras a la hora de ponerse en debate. Como cuando Corny Littman, director de teatro y ex presidente del club, no tuvo drama en autoconfesarse militante gay, en un ambiente donde predomina el sexismo, la homofobia y el racismo.
O cuando en los años 70, el club retiró el nombre del estadio en honor de su ex presidente Wilhelm Koch, al descubrirse que había pertenecido al Partido Nazi. Hoy el estadio Millerntor, tal su nombre desde entonces, se encuentra en el centro geográfico del barrio St. Pauli, la “zona roja” de Hamburgo, y por eso ningún club mejor para ser patrocinado por Orion, una empresa de artículos eróticos en Internet, quien para celebrar el ascenso, elaboró 20.000 condones con el escudo del club.
En 2002, la Comisión Directiva del club decidió retirar la publicidad de la revista Maxim del estadio por considerarla sexista, al cosificar a las mujeres en sus avisos. Por algo, es el club alemán con más socias y con más simpatizantes femeninas de Alemania, aún siendo de la división de ascenso.
II
¿Cómo es que un club de segunda división de fútbol, en riesgo a veces de caer más bajo, llegue a tener dos millones de socios y fanas, cuente con 12 millones de simpatizantes en su país, y cerca de 500 club de fans repartidos por todo el planeta?
A mediados de los 80 una serie de situaciones que sólo podían darse en Hamburgo, consolidaron esa identificación del barrio con el club y con ideales muy a contramano de lo que marca el común en este deporte.
En primer lugar, el paisaje urbano alrededor del estadio, abandonó su fisonomía industrial portuaria; luego, el crecimiento de grupos neonazis dentro de la hinchada del club más poderoso de la ciudad, el Hamburgo, hizo que muchos simpatizantes dejaran de seguirlo y se sumaran al St. Pauli: “Aquí se puede ver futbol en paz”, decían algunos entonces.
Pero el hecho que generó la cristalización de la identidad y del mito contracultural del FC St Pauli, fue el caso denominado “las casas de Hafenstrasse”. Llamado así por un conjunto de edificios de apartamentos vacíos en la calle que lleva ese nombre en pleno corazón del barrio St Pauli, que fueron ocupados desde principios de los ‘80s por familias sin vivienda.
A mediados de esa década, y en contra de los intentos de las policía local (a los que se sumaron grupos neonazis y hooligans), de desalojarlos por la fuerza, surgió un movimiento solidario de vecinos del barrio, en defensa de los okupas de esos edificios y asociados con el movimiento de izquierda con el que se identificaban.
Las manifestaciones callejeras de apoyo y contra la presión política fueron creciendo año a año, e involucraban hasta a 20 mil personas por las calles del barrio, víctimas de refriegas durísimas por parte de las fuerzas de seguridad. Lo que hizo que ese movimiento de resistencia trascendiera el barrio, la ciudad y alcanzara a ser noticia en toda Alemania.
Hoy ese fenómeno social incluso es motivo de algunos trabajos académicos, y es conocido como el Proyecto de Vida Alternativa y fue el crisol donde se amalgamó la relacion barrio- club, detrás de determinados ideales que representan al club y a sus hinchas y vecinos.
III
Tampoco es común la relación que tiene el club y sus hinchas con la música. El estadio entero es avisado que está por saltar su equipo a la cancha cuando suenan las campanas del tema “Hell Bells”, del mítico grupo de rock australiano AC/DC. Y en cada festejo de gol se suma el delirio de “Song 2” de Blur, banda de rock británica. No por nada, esa legión de fans de rock y punk que los siguen a donde vayan.
Como Dave Doughnan, músico del grupo punk los Swearing at Motorists, nacido en Ohio (USA) quien llegó de gira con su equipo de fútbol hace 10 años, y vió esas tribunas repletas de hinchas luciendo banderas y atuendos con calaveras y huesos, toda la simbología punk, al tiempo que le explicaban palabras poco familiares en el ambiente del fútbol como antirracismo, antifascismo ydecidió que St. Pauli iba a ser su lugar en el mundo de ahí en más.
O Sven Brux, quien llegó desde Rhinelnad, en el extremo oeste de alemania, a Hamburgo a cumplir con “la mili” en 1986. A quien sus nuevos amigos fanas del punk como él, lo llevaron un día a la cancha a ver un encuentro del St Pauli. Desde entonces, no se perdió un solo partido. Y hoy, además de ser leyenda del punk alemán es responsable de la organización y seguridad de los partidos como local.
Y como no podría faltar un lugar de encuentro ícono de la cultura del club nada mejor que un pub, el Jolly Roger. Nombre con el que se conoce también a la bandera pirata. Porque este barco que zarpa de un puerto atípico y navega a contracorriente del “fútbol haciendo equilibrio entre lo impuesto y las consignas que defiende, qué otro emblema que la bandera pirata iba a tener, para identificarse como ícono contracultural.
La misma que flamea en los cuatro corners del campo de juego, con sus típicos banderines marrón y blanco, colores del club. La misma que nació por azar cuando Doc Mabuse, seguidor del equipo desde hace 50 años, compró un día a la salida de un partido y por 10 marcos de entonces, un trapo negro con la calavera y los dos huesos cruzados. Borracho como estaba, la ensartó en un palo de escobas y la comenzó a agitar. De ahí al próximo encuentro del St Pauli con la bandera flameando en la tribuna, hubo un solo paso. El equipo del barrio tenía ya su mística y ésta su propia bandera. Aunque Doc esté decepcioando por cómo ese acto de rebeldía devino en una especie marca registrada, que es explotada comercialmente.
IV
El St Pauli, no se convirtió en un club de culto gracias a sus éxitos, sino porque sus ideales y el de sus hinchas están siempre presentes y en debate frente a los intereses del fútbol. Es la bandera que enarbola la insurgencia y rebeldía de lo establecido. Un ejemplo de las voces críticas existentes en este deporte para acabar con el fútbol mercantilizado, donde priman los intereses de las Federaciones y los acuerdos televisivos inciden en el juego y desvirtúan la competición. Un barco muy especial el de este FC St. Pauli. Que zarpa desde el barrio portuario de Hamburgo orgulloso de navegar contra la corriente.