“Hay cosas que cuestionarnos para vivir menos esclavos”
“Esta escisión que hacemos con el bife, de no considerar que viene de una vaca que mataron, que estuvo hacinada, que vivió horriblemente mal, la hacemos con el otro y entonces podemos discriminar, matar, total es otra cosa”, dijo a FM De la Calle la escritora Agustina Bazterrica.
La autora de Cadáver exquisito -distopía en la cual a falta de animales se cría, procesa y consume carne humana- lo denominó “canibalismo simbólico”.
Se trata de “entender cómo discriminamos al otro, cómo es la violencia y cómo lo comemos simbólicamente. El ejemplo más tremendo es la trata de personas, hay mujeres y hombres canibalizados todos los días de su vida, violados todos los días de su vida, que están ahí cautivos y van a morir ahí”.
A raíz de un aparente virus, los animales se vuelven incomibles y se empieza a faenar humanos en frigoríficos. El protagonista, Marcos Tejo, trabaja en ese circuito de la carne humana. La novela empieza con él haciendo el recorrido, va a la carnicería, a la curtiembre y al criadero humano donde el dueño le hace un regalo empresarial: una hembra para que crie o faene. En definitiva, Marcos tiene una mujer desnuda en su galpón.
-Una mujer con algunas particularidades…
Es una mujer comestible, un producto que en la novela se define como “cabeza”. No tiene cuerdas vocales y tiene una marca de fuego en la frente, que es la que hoy le ponemos a las vacas.
-¿Cómo fue la investigación?
Soy obsesiva, estudié un montón, no solo textos relativos a cómo se procesan los animales, sino ficción y textos filosóficos.
-¿Cómo llegas al tema?
La novela está dedicada a mi hermano, Gonzalo Bazterrica, que es chef y tiene un restaurante a puertas cerradas acá en Buenos Aires. Lo que me interesa de Gonzalo es que es un estudioso de la alimentación consciente y gracias a las charlas con él y a mi propia investigación hice un cambio de alimentación y en ese proceso dejé de comer carne.
Cuando lo hice fue como que se corrió un velo, fue como tomarme la pastilla de Matrix, se abrió otro mundo. De ver el bife en el plato y pensar esto no es más un bife, esto es un pedazo de un cadáver de un animal que mataron y la revelación de cómo, el hecho de elegir algo íntimo que no influye a nadie, impacta en el resto de la gente. Me hicieron bullying, siempre que digo que soy vegetariana hay una reacción, con chistes o con alguna defensa del otro lado. La gente no se queda pasiva cuando le decís eso.
Un día pasé por una carnicería y vi pedazos de carne y dije acá hay cadáveres y lo naturalizamos completamente. En la India la vaca no se come porque es sagrada y acá sí. En China, según lo que leí, se comen perros y gatos y acá los tenemos como mascota. Entonces dije: esto es una cuestión cultural, podríamos perfectamente comer carne humana y legalizarlo.
Ahí surgió el germen de la novela, empecé a investigar y un día me senté y la escribí.
-¿Por qué crees que se les hace bullying a quienes manifiestan no comer carne?
Es una posición política dejar de comer carne. Estás yendo en contra de una tradición muy arraigada, sobre todo en Argentina.
La otra vez hablaba con un periodista de Finlandia -el libro se tradujo a nueve idiomas, entre ellos el finés-, él me decía que al principio pasaba esto de la enorme resistencia, ahora ya no porque está más naturalizado, hay muchas opciones para veganos y vegetarianos.
Pero, sin dudas, creo que en el inconsciente hay algo que dice sé que esto que estoy comiendo viene de un animal que mataron, que claramente no quiere morir, ni como vos ni como yo ni como ningún otro ser, pero lo naturalizamos y al momento de comer el bife no pensamos en eso. Cuando viene un vegetariano eso aparece de alguna manera. Yo siempre aclaro que no soy fanática, no me interesa ninguna forma de fanatismo, me parece una forma de violencia, tampoco me interesa el fanatismo vegano por más que coincido en su forma de pensar. Cada cual vive sus procesos. Cada cual sabrá, a veces no podés exigir a una persona que deje de comer carne, por un montón de cuestiones.
-La novela va mucho más allá en la crítica, hacia el capitalismo o esta idea de canibalismo simbólico.
Exactamente. Lo que critico es el capitalismo del cual somos todos hijos e hijas, nos tenemos que hacer cargo de eso. Lo que hace este sistema es generar estas escisiones, estos quiebres. Nos volvemos devoradores de otros. Devoradores del otro de manera literal, como lo hacemos con los animales, que consideramos una otredad, que no entendemos, nos ponemos en un lugar de soberbia total como especie, también somos animales. Y también devoramos la otredad del otro ser humano, porque esta escisión que hacemos con el bife, de no considerar que viene de una vaca que mataron, que estuvo hacinada, que vivió horriblemente mal, la hacemos con el otro y entonces podemos discriminar, matar, total es otra cosa.
Lo que planteo en la novela -intento hacerlo muy sutilmente, no pretendí escribir un manifiesto ni un panfleto vegano- es entender cómo discriminamos al otro, cómo es la violencia y cómo lo comemos simbólicamente. El ejemplo más tremendo es la trata de personas, hay mujeres y hombres canibalizados todos los días de su vida, violados todos los días de su vida, que están ahí cautivos y van a morir ahí. La trata es el tercer negocio más productivo del mundo, con las drogas y la venta de armas.
Este sistema está porque lo permitimos todos. Un camino es ser solidarios con los otros. No sé si dejar comer carne es la solución a algo, no sé si intentar dejar un impacto positivo en el mundo todos los días es la solución porque por ahí mañana explota. No sé. No quiero vivir sin saber que lo intenté.
-¿Se trata de romper ciertas naturalizaciones? Esto de llevar al extremo de comerse un par, pasa todo esto alrededor tuyo como si nada…
Está la matriz de la carne, la enorme matriz del patriarcado que viene del capitalismo. Naturalizamos que las mujeres y las minorías tienen menor valor que los hombres. La gran matriz de la medicina, tal como la conocemos arrancó con fuerza en el siglo XVIII, la Organización Mundial de la Salud está bancada por Rockefeller.
Hay cosas que cuestionarse, tomar decisiones, informarse para vivir menos esclavos. El tema de la libertad es polémico, porque hasta qué punto somos libres, pero al menos empezar a cuestionarse y abrir otras puertas de realidad.
Yo intento plantear eso con la novela.
-Hasta qué punto somos libres o nos dejan ser libres, hasta qué punto podemos acceder a determinadas informaciones. En la novela propones un trabajo con eufemismos, palabras que no se dicen, silencios, ¿por qué te interesa eso?
El lenguaje es un gran constructor de realidad, nos constituye, nos da identidad y está vivo. El lenguaje oficial es el que en general encubre, la literatura, especialmente lo veo en la poesía, es la que descubre.
Por eso en las grandes distopías -si bien la única que leí cuando estaba terminando la novela fue “El cuento de la criada” de Margaret Atwood-, había leído “Fahrenheit 451”, “1984” e inclusive en “El cuento de la criada”, se queman libros, se prohíben, se generan nuevas palabras y se prohíben otras. Me parecía importante pensar cómo el lenguaje es otro de los constructores de realidad y que puede aprisionarnos o liberarnos. Ahí intervienen los medios, las instituciones, los médicos, el Estado.
-¿Qué repercusiones tuviste con el libro?
Es maravilloso todo lo que está pasando con el libro, es el sueño de la escritora. Aparte que va por la cuarta edición, está traducido a nueve idiomas y que se va a hacer la serie, lo mejor es lo que le pasa a lectores y lectoras que me escriben todo el tiempo.
Mucha gente dejó de comer carne luego de leer el libro. Otros se comieron un asado después, pero reflexionaron muchas cosas. Una persona me denunció en la Sociedad Argentina de Escritores porque estaba indignada con el final, eso para mí fue muy hermoso.
Lo mejor para mí es que lo están dando en muchas escuelas, he ido a hablar a algunas y tener a los alumnos y alumnas hablando del libro, me han regalado obras de arte, hicieron book trailers, se re copan, los profesores me han dicho que lo leen todo y se lo van pasando a los amigos.
Independientemente del premio Clarín, que lo valoro y da la posibilidad de masividad, yo creo que el libro funciona por el boca a boca, podés ganar el premio pero si no funciona el libro queda ahí. Y esto de la cuarta edición es porque la gente, a pesar de todas las sensaciones horribles que tiene cuando lo lee, al mismo tiempo no puede dejar de leerlo.
-¿Qué libros recomendarías para continuar la lectura una vez finalizado Cadáver Exquisito?
Tengo mil libros. Siempre recomiendo autores argentinos contemporáneos. Ángeles Salvador tiene un libro que se llama “El papel preponderante del oxígeno”; Roque Larraquy escribió “La comemadre” que la rompe; Gabi Cabezón Cámara escribió “Las aventuras de la China Iron” que es increíble; “El artista más grande del mundo” de Juan José Becerra; tres nouvelles de terror que están en un solo libro de Diego Muzzio que se llama “Las esferas invisibles”; y una autora española que publicó en Argentina que se llama Ariadna Castellarnau que escribió “Quema”, una distopía impresionante.