La patria perdida
(Por Laura García Vázquez) No suelo comenzar mis notas con comentarios personales, ni suelo hacerlo tampoco en su transcurso, pero esta vez haré una excepción. Miré la fecha de la última vez que escribí, 27 de septiembre, pasó un largo mes, pasaron las elecciones de octubre, comenzó el mes de noviembre y faltan dos semanas para el balotaje que decidirá el próximo presidente de mi país, de nuestro país, la nación Argentina.
Pareciera que la realidad me ha dejado sin palabras, me ha superado sería otra forma de decirlo, aunque en verdad no es eso lo que sucede sino que el proceso eleccionario en la Argentina y sobre todo la conciencia sobre nuestra verdadera situación económica, estructural, social y política me llevan forzosamente a escuchar y leer la realidad y, como consecuencia de esta atención en la lectura a no expresarme, o al menos a no hacerlo tan seguido.
Voy a retomar algunas de las preocupaciones de mi última nota, una de ellas es la del país dividido. Una falsa división si me atengo a los intereses que naturalmente deberíamos tener. Más dañina y peligrosa aún si tenemos en cuenta nuestra condición de país dependiente: es imposible luchar contra la dependencia para un pueblo dividido como bien señala el Martín Fierro, pero hay algo más significativo: sobre el fomento de esa división hemos llegado al esquema de poder actual, el que, más allá de cuál de los dos candidatos gane el balotaje, ya ha cambiado en nuestro país y nos ha puesto a la defensiva, en la resistencia y ha retrasado los objetivos de construir una alternativa emancipadora para la Argentina. Y si en este momento uno ahondara en las responsabilidades sólo estaríamos aumentando las divisiones que nos perjudican. Existe una gran dificultad extendida en el pensamiento de muchos que diluye todos los límites y confunde las prioridades.
Me pregunto dónde quedó la política cuando partidos tradicionales han perdido sus nombres y carecen de organización política. Al contrario, lo que ha crecido es el clientelismo como práctica diversificando sus modalidades y abarcando todas las clases sociales y culturales y, también, el marketing como fábrica de instalar opinión en la sociedad. Quizás por esto también, lo digo esperanzada, ninguno de los dos candidatos que participarán del balotaje ha concentrado grandes mayorías. Recordemos: Daniel Scioli 36.8% y Mauricio Macri 34,3%. Tampoco ninguno ha generado entusiasmo positivo y, en cambio, si se expresan la defensa, o el hartazgo, no dejando lugar para proyectar una verdadera justicia social y los derechos humanos integrales para todos los argentinos.
La democracia también ha sufrido una distorsión grande. En vez de democratizarse las decisiones importantes que nos atañen a todos, se incentivan las expresiones que bajo una aparente libertad aumentan el individualismo o el individualismo colectivo por sobre los derechos sociales o la verdadera solidaridad. Mientras, se concentran los círculos de poder y la clase política como tal se perpetúa en el ejercicio del gobierno conservando sus privilegios y representándose a sí misma o gerenciando los grandes negocios privados y extranjeros.
Evidenciar los problemas estructurales de nuestra Argentina nada tiene que ver en este momento con sembrar alarmas innecesarias, por lo contrario, es un acto de responsabilidad, porque ya se sabe que las crisis las paga el pueblo, pero no todo en igual medida, y eso también dificulta la necesaria unidad que solamente puede lograrse mediante una sociedad solidaria y profundamente humana, que no se distraiga en el consumo o la sobrecarga de actividad e información, que se detenga y demore a pensar en el otro, que se tome tiempo también para interiorizarse de nuestra verdadera situación económica, no la propia sino la del conjunto. Los problemas estructurales no se solucionan ni con maquillaje ni con la indiferencia.
Sinceramente, me preocupa mucho más el futuro que el resultado del balotaje, es imprescindible que tengamos todos capacidad autocrítica para comprender el círculo vicioso de la Argentina.
Siempre lo ha sido pero ahora más que nunca es necesario un Proyecto Nacional que sólo puede construirse con Unidad, dejando de lado sectarismos y falsos ideologismos.
Es nuestra obligación ir en busca de la Patria perdida, recomponer una larga historia donde el poder de turno se encargó de confundir a patriotas con entreguistas, y de esta manera mantuvo la dependencia que nos imposibilitó conquistar un necesario modelo productivo soberano que responda a nuestras verdaderas necesidades humanas.