Medios: efectistas y ¿efectivos?
(Por Astor Vitali) Aburren. Es posible que sean cada vez menos efectivos porque aburren. Tienen toda la capacidad económica, técnica y suponen que la profesional. Sin embargo, sus puestas en escena son cada vez más efectistas y, a su vez, menos efectivas.
El jueves pasado Infobae realizó una entrevista a la candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires y ex presidenta Cristina Fernández. El animador Novaresio cumplió con los acuerdos impuestos por las gerencias y sus dueños, y preguntó por lo que tenía que preguntar. Fue un gran negocio. A la candidata le permitieron llegar a un público más amplio que el de los medios y periodistas amigos y responder decorosamente. A los medios del gobierno, y de sus empresarios, les confirió una cantidad de títulos que calzan sin esfuerzo en el rosario gastado de sus temas de “periodismo de guerra”: Venezuela, corrupción K, “traición a la patria”, Memorandum con Irán, Nisman, bla, bla, bla.
En el medio de la respetuosa puesta en escena de dos relatos afinados durante años, las empresas mediáticas que responden al gobierno -y que cobran por sus servicios de diseñadores de discurso oficial-, ya tenían los titulares efectistas del día siguiente: “Al fiscal Nisman golpearon, lo drogaron y lo mataron dos personas”. Esto decía la edición de Clarín del viernes 15 de septiembre, sin entrecomillado, en tapa. El día después de la nota de Infobae.
A confesión de parte relevo de prueba: el diario de Magnetto dice que su publicación lo adelantó en el mes de mayo. Cabe preguntarse cuánto habría de adelanto y cuánto de construcción. Dando vuelta la página, el propio diario se encarga de desmentir el título catástrofe: “Gendarmería Nacional que a la fecha la Dirección de Criminalística y Estudios Forenses de la institución no produjo ningún informe final conclusivo en el marco de la junta interdisciplinaria respecto a las pericias del denominado mediáticamente ‘Caso Nisman’”.
La operación es clara y fue efectista. En un sentido, también efectiva. Por una lado consiguieron, parcialmente, sacar a la candidata Fernández del primer puesto en el podio de los temas del día. Pero, en otro sentido, construir la idea, a casi tres años, de que habría pruebas del asesinato de Nisman es un tema de corta duración que importa más a los autocensurados defensores de un supuesto republicanismo (inverificable en la acción de gobierno) que al hombre de la calle o la mujer de a pie.
Además, la operación en sí misma, a pocas horas de la entrevista en Infofabe, constituye también un acto de subestimación del público y a su vez una provocación para la mirada atenta. Hay una brutalidad del accionar simbólico y hay una falta de reacción del pensamiento crítico. ¿Es la misma gendarmería que acaba de chuparse a una persona la que hizo los mandados con este informe? ¿Sin disimulos? Dicho de otra forma, ¿es la misma gendarmería que acaba de ganarse el laurel de reincorporar la metodología de la desaparición forzada de persona, con Santiago Maldonado, la que garantiza los elementos supuestamente técnicos que necesita el gobierno para, en contexto electoral, ratificar su discurso de que ‘Cristina mandó a matar a Nisman’? ¿No es mucho? ¿No es demasiado abierto? ¿O lo que pasa es que realmente le importa a una minoría la relevancia política que tiene que la mano de obra de una desaparición forzada de persona ocurrida hace poco menos de un mes sea la misma mano de obra que confirma casi 3 años después lo que el gobierno necesita que se confirme?
La pregunta inmediata es: ¿Por qué no guardan al menos un poco las formas? Es claro que se sienten con impunidad material pero también seguros de haber realizado un trabajo ideológico más profundo: la construcción de un público al que la operación burda no le resulta alarmante. Un sujeto lector que no se siente amenazado por la demostración abierta de la capacidad de construcción y manipulación informativa. Por algún motivo, cree que no será usado en su contra.
Otro breve apunte de lo discutido en torno a la entrevista que realizó Infobae a Cristina Fernández fue el despliegue ampuloso del elogio de la excepción. Los y las principales comunicadores se han esforzado es subrayar y destacar que Novaresio intentó hacer periodismo en lugar de hacer operaciones. Para ellos ser profesionales en una entrevista y hacer preguntas (desde un lugar ideológico claro) buscando testimonio en lugar de hacer operacionismo básico es un mérito. Claro, es para ellos una excepción. Confesión de parte, una vez más.
Mientras tanto, de Santiago Maldonado sólo se sabe que quienes deberían buscarlo siguen confundiendo y que las declaraciones de los gendarmes subalternos complican el discurso oficial. En cambio, los oficialismos mediático y judicial se ocupan de perseguir a las víctimas. Más de 300 efectivos de distintas fuerzas, canes, helicópteros y drones ingresaron a territorio originario, maniataron testigos y detuvieron a Elizabeth Loncopan por resistirse a dar su nombre frente a los uniformados. Los resultados son nulos.
Nuevamente, habría que preguntarse si buscaban algo realmente o simplemente fueron a encontrar un titular de sus socios mediáticos. De cualquier forma, la efectividad de unas tácticas tan burdas no puede durar para siempre. Las notas falsas que emite el clarín son de corto alcance. Llegan a las primeras filas. Y no están del todo afinadas.